– Pero hay algo bueno en todo esto -le dijo Marsha guiñándole un ojo-. Como eres la que va a reunirse con los propietarios de los negocios, podrás, ser la primera en elegirlos.
– Qué suerte tengo -murmuró Charity, agradecida de que la camarera las interrumpiera. No estaba dispuesta a compartir los detalles de su vida social, o de la falta de la misma, con su nueva jefa. Y no había razón para explicarle que no tenía ningún éxito en el departamento de hombres.
Y aunque haber evitado la afición de su madre por hombres demasiado guapos ya había sido un buen comienzo, eso no le había garantizado nunca un final feliz. Hasta el momento era la embajadora de los desastres amorosos.
Cuando habían terminado de pedir sus platos, una mujer de pelo rizado y bien vestida se acercó a su mesa. Era un poco más alta que Charity y emanaba estilo y atractivo sexual por todas partes.
– ¡Entonces, tú eres la nueva! -dijo alegremente la veinteañera-. Hola. Soy Pia O'Brian, la planificadora de fiestas de Fool's Gold.
– Suena mejor «organizadora de eventos» -dijo Marsha sacudiendo la cabeza.
– Tal vez suene mejor para ti, a mí me gusta el aspecto de fiesta de mi trabajo -Pia sonrió a Charity-. Un placer conocerte.
– Lo mismo digo.
– La verdad es que no planifico fiestas -admitió Pia-. Organizo el Festival de la Primavera, el Festival del Verano y los fuegos artificiales del 4 de julio.
– ¿Y el Festival del Otoño? -preguntó Charity.
Pia se rió.
– Sí, pero eso viene después del Festival de Fin de Verano y se centra en libros. Aquí somos gente muy fiestera.
– Eso veo -lo más cerca que Charity había estado de las fiestas de una ciudad había sido un mercadillo de artesanía en el instituto-. Estoy deseando asistir a una.
– ¡Ojalá sólo tuvieras que hacer eso! -dijo Pia exageradamente-. Tú y yo vamos a tener que hablar. Te llamaré para concertar una cita.
– ¿Debería estar nerviosa? -preguntó Charity riéndose.
– No, no pasa nada. Que disfrutéis de vuestro almuerzo -les gritó por encima del hombro mientras se alejaba hacia la puerta.
– Es simpática -dijo Charity. Y, además, debían de ser más o menos de la misma edad. La consideraría una amiga potencial.
– Para que lo sepas, habla mucho y hace poco, por lo menos en lo que respecta a nuestro problema -Marsha sacudió la cabeza-. Oh, Charity, te he metido en una situación muy difícil. Espero que no te importe.
– Estaba buscando un desafío -le respondió ella. Y además de un desafío, había estado buscando un trabajo totalmente distinto al anterior. Había querido empezar de nuevo y el empleo en Fool's Gold le había ofrecido exactamente eso.
– Bien. No quiero asustarte el primer día. Tal vez el segundo…
Charity se rió.
– No me asusto con facilidad. Es más, este fin de semana voy a subirme al coche y voy a ir a ver los distintos barrios que hay en la ciudad.
– ¿Estás pensando en comprarte una casa?
– Ahora mismo no, pero puede que sí en un par de meses. Quiero echar raíces.
Tener una dirección permanente y establecer lazos con una comunidad siempre había sido su fantasía.
– Hay algunas casas preciosas, aunque con todos los hombres que se mudarán aquí, puede que quieras esperar un poco. Has dicho que estabas soltera, así que puede que conozcas al hombre de tu vida.
– No, no -dijo Charity antes de dar un sorbo de café. La alcaldesa Marsha era muy simpática, pero no era la persona más sutil que había conocido.
En cuanto a lo del hombre de su vida… no estaba buscando a un hombre perfecto. Simplemente quería un tipo simpático que la amara tanto como ella lo amaría a él. ¡Ah! Y un hombre que fuera soltero, sincero y fiel, algo terriblemente difícil de encontrar, por lo menos dadas las experiencias que había tenido.
– Si alguien de por aquí te hace gracia -dijo Marsha mientras les servían la comida-, pregúntame por él. Conozco a todo el mundo.
De nuevo el cerebro de Charity se centró en Josh, en lo increíblemente atractivo que era y en los miles de problemas que podía ocasionarle. Tal vez no fuera capaz de ignorar las reacciones de su cuerpo cuando él estaba delante, pero sí que podía hacer todo lo posible por ignorarlo a él. Y lo haría. Incluso en una ciudad tan pequeña como Fool's Gold, no podría ser tan difícil.
– Me vuelves loco, lo sabes, ¿verdad?
Josh seguía observando la pantalla de su ordenador e ignorando a su secretaria; eso era algo que se le daba bien después de años de práctica.
Por desgracia, Eddie no era de esas personas que captaban las indirectas.
– Estoy hablando contigo, Josh.
– Lo sabía -dejó de mirar el e-mail para centrar su atención en su setentona secretaria que estaba de pie con las manos en las caderas.
Eddie Carberry tenía el pelo corto, ondulado y canoso. Le gustaba llevar mucho maquillaje y chándales de terciopelo. Tenía uno para cada día de la semana. Si era lunes, se pondría el violeta.
– Están poniéndome de los nervios -le dijo ella-. ¿En qué demonios estabas pensando? Sé que no estás acostándote con ellas, así que no se trata de sexo. Y tampoco me digas que es por ser simpático. Ya sabes cómo lo odio -Eddie lo miraba mientras hablaba.
Josh sabía muy bien que tenía que tomarse en serio su mal genio, al igual que sabía que «ellas» en cuestión eran las tres chicas en edad universitaria que se suponía que tenían que estar ayudándola en la oficina.
– Dijiste que querías liberarte de responsabilidades, dijiste que querías que hubiera más empleados -le dijo él.
Eddie puso los ojos en blanco.
– Y también dije que quería parecerme a Demi Moore y no veo que estés haciendo nada para solucionarlo. Esas chicas no son empleadas, son unas rubias con todos los clichés que se le pueda asociar a ese color de pelo. Sólo quieren hablar de ti -alzó la voz-. ¡Josh es guapísimo! -dijo con una voz aguda y burlona-. ¿Crees que me pedirá salir?
Bajó la voz hasta su tono normal y añadió:
– Pensé que se lo explicarías todo cuando las contrataste.
– Y lo hice. Detalladamente.
– Pues entonces tendrás que volver a hacerlo.
Eso parecía…
Había jovencitas que habían hecho de todo con tal de captar su atención, incluso meterse en su cama desnudas diciéndole que esperaban un hijo suyo. Y él comprendía esa teoría: si estaban junto a una persona que el público veía especial, entonces ellas pasaban a ser especiales también y decirles que no merecía la pena que perdieran su tiempo con él no parecía funcionar. Ese verano había probado a ofrecer empleos pensando que, si trabajaban a su lado, verían al hombre que se ocultaba detrás del mito. Sin embargo, hasta el momento el plan no había funcionado.
– Un par de gatos podrían ayudarme más -gruñó Eddie-. Y eso que ya sabes lo que pienso de los gatos.
Lo sabía. Ella odiaba a toda criatura que se atreviera a soltar pelo sobre uno de sus chándales.
– Hablaré con ellas.
– Más te vale -la mujer bajó los brazos y se acercó a su mesa-. La tienda de la Tercera está alquilada.
Él se recostó en su silla mientras ella se sentaba.
– Bien.
Llevaba vacía casi tres meses.
– El contrato de arrendamiento está en el despacho del abogado. Lo recogeré después para que lo leas -se aclaró la voz-. Te solicitan que participes en una carrera de bicis para un acto benéfico.
– No.
– Es por el bien de los niños.
– Suele ser por eso.
– Deberías participar en ésta.
Intentaba provocarlo; por alguna razón, Eddie pensaba que si lograba hacerlo gritar, él acabaría cediendo.
– Es en Florida. Podrías ir a Disney World.
– Ya he estado en Disney World.
– Tienes que salir, Josh. Vuelve a montar. No puedes…
– ¿Algo más? -le preguntó interrumpiéndola.
Ella se quedó mirándolo con los ojos entrecerrados. Él la miró a ella, que fue la primera en parpadear.