Hubo una larga pausa.
– Se la daré porque me ha impresionado para bien desde el principio. Sin embargo, he de advertirle que ya hemos celebrado la votación para la otra ubicación.
– Entonces tendré que ponerle empeño, ¿verdad? -dijo decidida a sonar positiva a pesar de estar derrumbada por dentro.
– El viernes -dijo el doctor Daniels-. A las nueve en punto.
– Estaré preparada.
Colgaron. Charity fue arrastrando los pies hasta el sofá y se dejó caer sobre él para después cubrirse la cara con las manos.
Tres días. Tenía tres días para encontrar un milagro. Tres días para hallar el modo de convencer al comité del hospital de que sí, había mucho apoyo vecinal y trabajadores cualificados. Ya había proporcionado muchas estadísticas, les había enseñado Fool's Gold, les había ofrecido incentivos en cuestión de impuestos y viviendas. ¿Qué faltaba?
– ¿No hay buenas noticias? -preguntó Marsha cuando volvió a su despacho.
Charity le resumió lo sucedido.
– No sé qué hacer -admitió-. Estábamos tan cerca. Sé que les gustó la ciudad más que las otras, así que ¿por qué dudan tanto?
– ¿La otra ciudad es más grande?
– Sí. Es como el doble que ésta, pero no tiene nuestro encanto. La ubicación no es tan buena como la nuestra, no tienen trabajadores más cualificados y sé que nosotros somos mucho más entusiastas que ellos. ¿Por qué no me creen?
– Supongo que tendrás que demostrárselo.
– ¿Cómo? ¿Cómo demuestro algo que ellos ya han visto y que no creen?
– Dales pruebas que no puedan ignorar -Marsha le dio una palmadita en el brazo-. Pide, Charity. Pide lo que quieras.
Para alguien acostumbrada a tenerlo todo bajo control, esa idea parecía imposible de imaginar y, mucho menos, de llevar a cabo.
– ¿Cómo?
Marsha le lanzó una enigmática sonrisa.
– Tendrás que confiar en mí. Y en la ciudad.
¿Confiarle su futuro a alguien? ¿Confiarle su trabajo?
– ¿Y si no puedo?
– Ten un poco de fe y deja que te sorprendamos.
«Gerald Saterlee es un cretino insoportable», pensó Josh mientras se impulsaba para avanzar más deprisa. El sudor le cubría la espalda, le dolían las piernas, pero no estaba dispuesto a dejar que un ciclista francés de segunda lo venciera durante un entrenamiento.
Saterlee se había presentado en Fool's Gold el día antes, una semana antes de que llegaran el resto de participantes a la carrera. Decía que quería aclimatarse al lugar, pero Josh sabía que no era así. A ese bastardo lo habían enviado para que lo vigilara y diera información sobre él. El mundo del ciclismo quería saber si Josh Golden aún tenía lo que hacía falta.
Una estrategia inteligente sería dejar que Saterlee lo venciera sin problemas y así nadie tendría expectativas puestas en él. Ése había sido su plan. Pero en cuanto habían empezado a correr, había sentido su naturaleza competitiva salir a la superficie y había visto que no podía hacerlo… que no podía permitir que Saterlee pensara que era mejor.
Hicieron el ascenso por la colina dejando atrás a la mayoría de los ciclistas del instituto. Brandon mantenía el ritmo, pero estaba perdiendo fuerza. Josh miró los pocos kilómetros de colina que quedaban y supo que en cuestión de minutos ya sólo quedarían Saterlee y él.
En efecto, a kilómetro y medio de la cima, Brandon aminoró el ritmo.
– ¡Lo siento, tío! -gritó.
Josh le hizo un gesto con la mano y siguió pedaleando. Su cuerpo estaba preparado para ello, se dijo. Había estado montando cada día durante dos años, había entrenado en el gimnasio y se había fortalecido. Su cuerpo había estado preparándose para el regreso mientras su cerebro había estado ocupado recuperándose y ahora descubriría si lo había logrado.
Al acercarse al punto más alto de la carretera, Josh sintió esa mágica fuente de energía, la sensación de que tenía cantidad de reservas, que podía estar pedaleando para siempre. Miró a Saterlee, vio agotamiento en su mirada y fue entonces cuando supo que iba a ganar.
Se detuvo bruscamente y se agachó para rascarse el gemelo como si le doliera algo. Bajó la cabeza para ocultar su sonrisa de satisfacción. Saterlee miró atrás, sonrió como un idiota y siguió pedaleando. Josh lo vio alejarse.
La noticia se extendería enseguida. Dirían que no era lo que había sido una vez, que su regreso había sido más una cuestión de ego que de habilidad. Hablarían de él con respeto, pero con lástima, aunque por dentro estarían encantados.
«Puedo soportarlo», se dijo, porque el día de la carrera les daría una buena patada en el trasero a todos y después, cuando lo hubiera ganado todo, se marcharía. Sería un gran día.
El estudio de televisión era exactamente tal cual Charity lo recordaba, aunque esa vez ella sería la entrevistada, no Josh, y no habría nadie babeando por acostarse con ella. Algo que, probablemente, fuera lo mejor; ya estaba demasiado asustada con la idea de perder el hospital y tener que vérselas con un descarado pretendiente la habría llevado hasta el límite.
A menos que ese tipo en cuestión fuera Josh, pensó con tristeza. A él sí que le gustaría verlo, pero los últimos días había estado muy ajetreada mientras preparaba una nueva presentación. Josh le había dejado un par de mensajes, ella le había devuelto las llamadas y había notado cómo lo echaba de menos. Lo había visto por la ciudad, entrenando para la carrera, pero no había logrado hacer más que saludarlo.
En algún momento tendrían que tener una conversación, tomar decisiones, actuar como adultos, pero al parecer ése no sería el día.
La periodista, una guapa mujer de aproximadamente la misma edad que ella, esperó hasta que la vio cómodamente sentada. La chica de sonido ya le había puesto el micrófono y alguien había colocado un fotómetro delante de su cara.
– ¿Cuánto tiempo crees que necesitas? -le preguntó la periodista-. No nos gusta que los segmentos pasen de dos minutos.
– No hay problema -le dijo Charity-. Tengo pensado ser rápida.
– ¿Se trata del asunto del hospital? Creía que estaban encantados con nosotros.
– Yo también. Tienen ciertas preocupaciones y ésa es la razón por la que estoy aquí.
– Maldita sea. Mi madre quiere que me case con un médico -la periodista esbozó una sonrisa-. Sería más fácil si construyeran aquí el hospital.
Charity se rió y se puso derecha en la silla cuando la joven le indicó que estaban listas para empezar. Unos segundos más tarde, las luces se encendieron.
– Estoy aquí con Charity Jones, la nueva urbanista de Fool's Gold. Uno de los proyectos de Charity es convencer al hospital de California para que abran aquí sus nuevas instalaciones. ¿Cómo va tu plan, Charity?
Charity miró a la cámara, respiró hondo y se dijo que tenía que confiar en sí misma.
– Las negociaciones han sido excelentes, pero por desgracia parece que nos hemos topado con un pequeño bache en el camino.
– ¿Y eso?
– El comité de planificación tiene ciertas preocupaciones -Charity explicó la necesidad de muestras de apoyo local y de un programa de prácticas y formación de enfermeras y técnicos-. Me vuelvo a reunir con el comité dentro de dos días, así que si a alguien se le ocurre alguna idea, por favor escribidme un e-mail -dio su dirección-. O podéis llamar al Ayuntamiento y dejarme un mensaje -también dio el número-. Un hospital de semejante tamaño le reportaría grandes beneficios a nuestra comunidad y, aunque nuestro actual hospital ya es excelente, éste nuevo ofrecería una unidad especial de atención de traumatismos y nuestra ciudad se lo merece. Estoy decidida a que lo logremos, pero necesito vuestra ayuda. Gracias.
El viernes por la mañana, Charity no pudo desayunar. Había pasado despierta la mayor parte de la noche revisando su presentación, añadiendo y eliminando puntos hasta que apenas podía recordar de qué tenía que hablar.