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Charity miró la lista.

– ¿Y cuándo no os arregláis, entonces? Porque celebráis algo prácticamente cada mes.

– Pues eso no es todo -continuó Pia-. También hay varios eventos benéficos. Íbamos a celebrar una carrera de bicis, pero sigue posponiéndose.

¿Carrera de bicis? ¿Eso no era territorio de Josh Golden? Charity pensó en preguntar, pero temió que Pia pensara que la pregunta implicaba un interés en él por su parte.

– Hay torneos de golf benéficos. Tenemos un fantástico campo de golf. Varios, en realidad, pero el profesional es muy conocido. No me preguntes por qué porque yo no me ocupo de lo del golf, ni tampoco de los eventos con famosos. Demasiado exigentes.

– Es bueno saberlo -murmuró Charity-. Entonces no creo que busques marido en esa clase de eventos.

Pia se rió.

– No estoy segura de ser de las que se casan. Ni siquiera sé si quiero tener hijos. Todavía estoy en esa fase de mi vida en la que me conformo con lograr que no se me muera una planta. Después, pensaré en tener una mascota.

– Por lo menos tienes un plan.

– Ya te contaré cómo me funciona.

Revisaron el resto de la programación del festival y Charity prometió estudiarlo detenidamente y preguntarle a Pia si le surgía alguna duda.

Pia recogió su bolso y su maletín y se levantó.

– Me alegra que aceptaras el trabajo, Charity. Sé que eras la candidata número uno para Marsha y eso es decir mucho porque los candidatos segundo y tercero eran dos hombres solteros.

– Estoy agradecidísima.

– ¡Como tiene que ser! -dijo Pia riéndose-. Por cierto, hay un grupo de mujeres que se reúnen un par de veces al mes para celebrar una noche de chicas. ¿Quieres que te llame la próxima vez que nos reunamos?

– Sí, gracias, me gustaría mucho.

– Entonces estaremos en contacto -dijo antes de despedirse y marcharse.

Charity volvió a su mesa, donde podía ver las pilas de carpetas que tendría que llevarse a casa esa noche para revisar. Había estado tan ocupada con el trabajo que no había tenido tiempo ni de encender la televisión de su habitación, aunque probablemente no fuera algo tan malo, porque tampoco le vendría mal algo de vida social.

En lugar de pensar en Robert, un tipo soltero absolutamente normal y agradable, su cerebro inmediatamente se centró en Josh, el hombre que le había estado tirando los tejos mientras su entretenimiento nocturno lo esperaba en su habitación. ¡Eso sí que era de mal gusto!

Por lo menos, una noche de chicas sería divertido y le daría una oportunidad de hacer amigas en la ciudad. Durante el fin de semana podría empezar a explorar la zona e incluso investigar si la facultad tenía clases interesantes sobre cosas como cocina o costura. Tenía que salir más.

Se anotó en la agenda que tenía que conseguir un folleto informativo y después se giró hacia el ordenador. Pero antes de poder leer el e-mail, alguien llamó a su puerta abierta.

Charity alzó la mirada y vio a una mujer de unos cuarenta años con uniforme de policía entrando en su despacho.

– Alice Barns -dijo al acercarse al escritorio y estrecharle la mano con firmeza-. La Jefa de Policía de Fool's Gold. Pensé que debía venir a presentarme.

Charity señaló la silla que había al otro lado del escritorio.

– Me alegra que lo haya hecho. Mucho gusto en conocerla.

Ella ladeó la cabeza y sonrió.

– ¿Cómo debería llamarla?

– Jefa Barns delante de la prensa o de mis hombres. Alice cuando no estemos trabajando.

– Es bueno saberlo.

– ¿Cómo estás adaptándote? -le preguntó Alice.

– Ha sido una semana muy ocupada. He aprendido mucho. Hasta el momento, adoro este lugar.

– Es un buen lugar para vivir -le dijo Alice-. No hay mucha actividad criminal. Unos cuantos adolescentes que se creen más listos de lo que son, alguna que otra persona que se cuela en los complejos vacacionales y turistas sobrepasando los límites de velocidad. Nada con lo que no puedan mis fuerzas de seguridad. Puede que haya un nuevo sin techo en la ciudad.

– ¿Por qué dices eso?

– Alguien está robando en los supermercados, obre todo snacks y comida rápida y artículos de tocador. No es nada de lo que haya que preocuparse. Descubriremos quién está haciéndolo y detendremos los robos.

Mientras que Charity odiaba pensar que alguien pudiera pasar hambre, comprendía que los negocios locales no tenían que pagar las consecuencias de los robos.

– ¿Tienes pensado salir a visitar la ciudad? -preguntó Alice.

– Sí. Quiero conocerlo todo bien.

– Buena idea, pero te haré una pequeña advertencia. Las minas abandonadas son peligrosas. No pases junto a la valla y si sales a hacer senderismo, hazlo por la zona baja.

– No soy mucho de hacer senderismo -admitió Charity.

– Te sorprendería saber cuánta gente intenta entrar en las viejas minas pensando que es muy romántico. Si estuviera en mis manos, dejaría que la selección natural hiciera el trabajo por nosotros, pero la alcaldesa Marsha cree que tenemos que mostrárselo a los turistas por muy estúpidos que sean.

Charity no pudo evitar reírse y Alice apretó los labios.

– Aunque eso no se lo diría a la alcaldesa -murmuró.

– Sería lo mejor.

La jefa de policía se levantó.

– Bueno, eso es todo. Tenemos tolerancia cero con la conducción en estado ebrio, pero no tienes pinta de hacerlo, así que no te aleccionaré en ese sentido.

Charity se levantó y se situó al lado de Alice al otro lado del escritorio.

– ¿Cómo puedes saber que no lo haría?

– ¿Es que me equivoco?

– No, pero lo has dicho muy segura.

– Soy muy buena juzgando a la gente.

Salieron juntas.

En el piso principal del edificio, la Jefa Barns volvió a estrecharle la mano.

– Si tienes algún problema, ponte en contacto conmigo o con alguien de mi oficina -le dijo Alice-. La alcaldesa Marsha está impresionada contigo y con tu trabajo y a mí con eso me basta.

Charity se sonrojó ante el cumplido.

– Gracias. Haré todo lo que pueda por mantenerme alejada de los problemas.

– Lo sé.

La jefa se puso su gorra azul y salió a la acera. Charity la vio marcharse. Había pretendido hacer un chiste con lo de mantenerse alejada de los problemas, pero Alice se lo había tomado en serio, como si supiera que Charity siempre hacía lo correcto. Ella era esa clase de persona.

Y eso era bueno, ¿no? Nunca había pensado que las chicas malas se divirtieran más.

– ¿Alice está intentando asustarte?

Se giró y vio a Robert bajando las escaleras.

– Me ha caído bien.

– Espera a que te multe por conducir deprisa, puede resultar muy intimidante. Tiene tres hijos. Juegan al fútbol en el instituto y son mucho más altos que ella, pero seguro que tiemblan en su presencia.

Charity se rió.

– Eso podría ser más cosa de madre que de policía.

– Puede que tengas razón -se detuvo-. Me marcho a San Francisco este fin de semana para reunirme con unos amigos, pero quería saber si estarás libre el próximo para salir a cenar.

Cenar con Robert. Sonaba… muy bien.

– Me gustaría.

– Genial. Fijaremos la hora y el día durante la semana -miró su reloj-. Tengo que irme si quiero llegar a tiempo a San Francisco.

– Claro. Que lo pases bien con tus amigos.

– Eso haré.