Quereas. Sabía que estaba en tus manos.
Calígula (con pasión). Sí, Quereas, y tu misma franqueza era simulada. Los dos hombres no se han hablado con el corazón en la mano. Pero no importa. Ahora vamos a interrumpir el juego de la sinceridad y reanudaremos la vida del pasado. Aún debes tratar de comprender lo que voy a decirte, aún debes soportar mis ofensas y mi mal humor. Escucha, Quereas. Esta tablilla es la única prueba.
Quereas. Me voy, Cayo. Estoy cansado de todo este juego grotesco. Lo conozco demasiado y no quiero verlo más.
Calígula (con la misma voz apasionada y atenta). Quédate un momento. Es la única prueba, ¿verdad?
Quereas. No creo que necesites pruebas para hacer morir a un hombre.
Calígula. Es cierto. Pero por una vez quiero contradecirme. A nadie le molesta. Y es tan grato contradecirse de vez en cuando. Es un descanso. Necesito descanso, Quereas.
Quereas. No comprendo, y no me gustan las complicaciones. Calígula. Por supuesto. Quereas. Tú eres un hombre sano. ¡No deseas nada extraordinario! (Lanzando una carcajada.) ¡Quieres vivir y ser feliz! ¡Sólo eso!
Quereas. Creo que es preferible terminar.
Calígula. Todavía no. Un poco de paciencia, ¿quieres? Tengo esta prueba, mírala. Quiero pensar que no puedo haceros morir sin ella. Es mi opinión y mi descanso. Bueno, ¡mira cómo terminan las pruebas en manos de un emperador! (Acerca la tablilla a una antorcha. Quereas se le acerca. La antorcha los separa. La tablilla se derrite.) ¡Ya lo ves, conspirador! Se derrite, y a medida que desaparece esta prueba, una mañana de inocencia se levanta sobre tu rostro. ¡Qué admirable frente pura tienes, Quereas! ¡Qué hermoso, qué hermoso es un inocente! Admira mi poder. Ni los mismos dioses pueden restituir la inocencia sin castigar antes. Y a tu emperador le basta una llama para absolverte y alentarte. Continúa, Quereas, prosigue hasta el fin el magnífico razonamiento que expusiste. Tu emperador aguarda el descanso. Es su manera de vivir y de ser feliz.
Quereas mira a Calígula con estupor. Esboza apenas un ademán, parece comprender, abre la boca y parte bruscamente. Calígula continúa sosteniendo la tablilla en la llama y, sonriente, sigue a Quereas con la mirada.
Telón
ACTO IV
ESCENA I
El escenario está en semioscuridad. Entran Quereas y Escipión. Quereas se dirige a la derecha, luego a la izquierda y vuelve hacia Escipión. Escipión (con semblante cerrado). ¿Qué quieres de mí?
Quereas. El tiempo apremia. Debemos estar seguros de lo que haremos.
Escipión. ¿Quién te dijo que no estoy seguro?
Quereas. No viniste a nuestra reunión de ayer.
Escipión (apartándose). Es verdad, Quereas.
Quereas. Escipión, tengo más años que tú y no acostumbro pedir ayuda. Pero lo cierto es que te necesito. Este asesinato exige fiadores respetables. En medio de tanta vanidad herida y tanto innoble temor, sólo las tuyas y las mías son razones puras. Sé que si nos abandonas, no traicionarás nada. Pero eso es indiferente. Lo que deseo es que te quedes con nosotros.
Escipión. Comprendo. Pero te juro que no puedo.
Quereas. ¿Entonces estás con él?
Escipión. No. Pero no puedo estar contra él. (Una pausa; luego, sordamente.) Si lo matara, mi corazón por lo menos estaría con él.
Quereas. ¡Sin embargo mató a tu padre!
Escipión. Sí, ahí empieza todo. Pero también ahí todo termina.
Quereas. El niega lo que tú crees. Escarnece lo que veneras.
Escipión. Es cierto, Quereas. Pero hay algo en mí que se le asemeja. La misma llama nos quema el corazón.
Quereas. Hay momentos en que es preciso elegir. Yo acallé en mí lo que podía asemejársele.
Escipión. No puedo elegir porque además de lo que padezco, padezco también porque él padece. Mi desgracia es comprenderlo todo.
Quereas. Entonces eliges darle la razón.
Escipión (con un grito). ¡Oh, por favor, Quereas, para mí ya nadie tendrá nunca razón!
Pausa; se miran.
Quereas (emocionado, acercándose a Escipión). ¿Sabes que lo odio aún más por lo que ha hecho de ti?
Escipión. Sí, me enseñó a exigirlo todo.
Quereas. No, Escipión, te ha desesperado. Y desesperar a un alma joven es un crimen que supera todos los que ha cometido hasta ahora. Te aseguro que bastaría para que yo lo matara con furor.
Se dirige a la salida. Entra Helicón.
ESCENA II
Helicón. Te buscaba, Quereas. Calígula organiza aquí una pequeña reunión amistosa. Debes esperarlo. (Se vuelve hacia Escipión.) A ti nadie te necesita, pichón. Puedes marcharte.
Escipión (en el momento de salir, se vuelve hacia Quereas). ¡Quereas!
Quereas (con mucha dulzura). Sí, Escipión.
Escipión. Trata de comprender.
Quereas (con mucha dulzura). No, Escipión.
Escipión y Helicón salen.
ESCENA III
Ruido de armas entre bastidores. Aparecen dos Guardias a la derecha, con El Viejo Patricio y el Primer Patricio, quienes dan muestras de terror.
Primer patricio (al Guardia, tratando de dar firmeza a su voz). Pero, ¿qué nos quieren a esta hora de la noche?
El guardia. Siéntate ahí. (Señala los asientos de la derecha.)
Primer patricio. Si ha de hacernos morir como a los demás, no se necesitan tantas historias.
El guardia. Siéntate ahí, mula vieja.
El viejo patricio. Sentémonos. Este hombre no sabe nada. Es evidente.
El guardia. Sí, ricura, es evidente. (Sale.)
Primer patricio. Era necesario proceder rápido, lo sabía. Ahora nos espera la tortura.
El Guardia vuelve con Quereas y sale.
ESCENA IV
Quereas (tranquilo, sentándose). ¿Qué pasa?
Primer patricio Y el viejo patricio (a un tiempo). Han descubierto la conjuración.
Quereas. ¿Y qué?
El viejo patricio (temblando). La tortura.
Quereas (impasible). Recuerdo que Calígula dio 81.000 sestercios a un esclavo ladrón que no confesó, a pesar de la tortura.
Primer patricio. Mucho adelantamos con eso.
Quereas. No, pero es prueba de que le gusta el valor. Y debierais tomarlo en cuenta. (Al Viejo Patricio.) ¿No podrías dejar de castañetear los dientes? Me crispa ese ruido.
El viejo patricio. Es que…
Primer patricio. Basta de historias. Nos estamos jugando la vida.
Quereas (sin inmutarse). ¿Conocéis la frase favorita de Calígula?
El viejo patricio (casi sin lágrimas). Sí. Se la dice al verdugo: "Mátalo lentamente para que se sienta morir".
Quereas. No, es mejor. Después de una ejecución, bosteza y dice con seriedad: "Lo que más admiro es mi insensibilidad".
Primer patricio. ¿Oís? (Ruido de armas.)
Quereas. Esa frase revela una debilidad.
El viejo patricio. ¿No te importaría dejar de hacer filosofía? Me da grima.
Entra por el fondo un esclavo que trae armas y las coloca sobre un asiento.
Quereas (que no lo ha visto). Reconozcamos por lo menos que este hombre ejerce una influencia innegable. Obliga a pensar. Obliga a todo el mundo a pensar. La inseguridad hace pensar.Y por eso lo persiguen tantos odios.