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Quereas (también lentamente). Es una gran desgracia, Cesonia.

Calígula entra brutalmente y se acerca a Quereas.

Calígula. Estuviste bien, Quereas. (Gira sobre sí mismo y mira a los demás. De mal humor.) Bueno.Falló. (.A Cesonia.)No olvides lo que te dije. (Sale.)

ESCENA X

Cesonia, en silencio, lo mira marcharse.

El viejo patricio (sostenido por una esperanza infatigable). ¿Estará enfermo, Cesonia?

Cesonia (mirándolo con odio). No, ricura, pero lo que ignoras es que este hombre duerme dos horas todas las noches, y el resto del tiempo, incapaz de descansar, ambula por las galerías del palacio. Lo que ignoras, lo que nunca te has preguntado es en qué piensa este hombre durante las horas mortales que van desde la medianoche hasta la salida del sol. ¿Enfermo? No, no lo está. A menos que inventes un nombre y medicamentos para las úlceras que cubren su alma.

Quereas (en apariencia conmovido). Tienes razón, Cesonia. No ignoramos que Cayo…

Cesonia (más rápido). No, no lo ignoráis. Pero como todos los que no tienen alma, no podéis soportar a los que tienen demasiada. ¡Demasiada alma! Eso es lo que molesta, ¿verdad? Entonces se le llama enfermedad; los pedantes quedan justificados y contentos. (En otro tono.) ¿Alguna vez has amado, Quereas?

Quereas (de nuevo dueño de sí). Ya somos demasiado viejos para aprender a hacerlo, Cesonia. Y además, no es seguro que Calígula nos dé tiempo.

Cesonia (que se ha recobrado). Es cierto. (Se sienta.) Casi olvido las recomendaciones de Calígula. Todos sabéis que hoy es un día consagrado al arte.

El viejo patricio. ¿Según el calendario?

Cesonia. No, según Calígula. Ha citado a algunos poetas. Les propondrá una composición improvisada sobre un tema determinado. Desea que aquellos de vosotros que sean poetas concurran especialmente. Ha designado en particular al joven Escipión y a Mételo.

Mételo. Pero no estamos preparados.

Cesonia (como si no hubiera oído, con voz neutra). Naturalmente, habrá recompensas. También hay castigos. (Ligero retroceso de los otros.) Os diré, en confianza, que no son muy graves.

Entra Calígula. Está más sombrío que nunca.

ESCENA XI

Calígula. ¿Está todo listo?

Cesonia. Todo. (A un Guardia.) Haced entrar a los poetas.

Entran, de a dos, una docena de Poetas que bajan por la derecha a paso cadencioso.

Calígula. ¿Y los otros?

Cesonia. ¡Mételo y Escipión!

Los dos se unen a los Poetas. Calígula se sienta al fondo, a la izquierda, con Cesonia y el resto de los Patricios. Breve silencio.

Calígula. Tema: la muerte. Plazo: un minuto.

Los poetas escriben precipitadamente en las tablillas.

El viejo patricio. ¿Quién hará de jurado?

Calígula. Yo. ¿No es suficiente?

El viejo patricio. Oh, sí, absolutamente suficiente.

Quereas. ¿Participarás en el concurso, Cayo?

Calígula. Es inútil. Hace tiempo hice mi composición sobre el tema.

El viejo patricio (solícito) ¿Cómo se puede leerla?

Calígula. A mi manera, la recito todos los días.

Cesonia lo mira, angustiada.

Calígula (brutalmente). ¿Qué tengo en la cara que te desagrada?

Cesonia (suavemente). Perdóname.

Calígula. Ah, por favor, nada de humildad. Sobre todo, nada de humildad. ¡Ya eres difícil de soportar, pero tu humildad…!

Cesonia sube lentamente.

Calígula (a Quereas). Continúo. Es la única composición que he escrito. Pero también prueba que soy el único artista que Roma haya conocido, el único, ¿oyes?, que ponga de acuerdo su pensamiento con sus actos.

Quereas. Es sólo cuestión de poder. Calígula. Así es. Los otros crean por falta de poder. Yo no necesito una obra: yo vivo. (Brutalmente.) Bueno, y vosotros, ¿ya estáis?

Mételo. Ya estamos, creo.

Todos. Sí.

Calígula. Bueno, escuchadme bien. Os levantaréis. Yo tocaré el silbato. El primero empezará la lectura. Al oír el silbato ha de detenerse y empezará el segundo. Y así sucesivamente. El vencedor, naturalmente, será aquel cuya composición no haya interrumpido el silbato. Preparaos. (Se vuelve hacia Quereas; confidencial.) Se necesita organización en todo, hasta en arte.

Silbato.

Primer poeta. Muerte, cuando más allá de las negras orillas…

Silbato. El Poeta desciende por la derecha. Los otros harán lo mismo.

Escena mecánica.

Segundo poeta. Las tres parcas en su antro… (Silbato.)

Tercer poeta. Te llamo, oh muerte….(Silbato rabioso.)

EL Cuarto Poeta avanza y adopta una actitud declamatoria. El silbato resuena antes de que haya hablado.

Quinto poeta. Cuando era un niñito…

Calígula (gritando). ¡No! ¿Qué relación puede tener con el tema la infancia de un imbécil? ¿Quieres decirme dónde está la relación?

Quinto poeta. Pero, Cayo, no he terminado… (Silbato estridente.)

Sexto poeta (avanza aclarándose la voz). Inexorable, camina… (Silbato.)

Séptimo poeta (misterioso). Recóndita y difusa oración… (Silbato entrecortado.)

Escipión avanza sin tablillas.

Calígula. ¿No tienes tablillas?

Escipión. No las necesito.

Calígula. Veamos. (Mordisquea el silbato.)

ESCIPIÓN (muy cerca de Calígula, sin mirar y con una especie de cansancio):"¡Caza de la dicha que purifica a los seres, cielo en que el sol chorrea, fiestas únicas y salvajes, delirio mío sin esperanza!…"

Calígula (suavemente). Detente, ¿quieres? Los otros no necesitan competir. (A Escipión.) Eres muy joven para conocer las verdaderas lecciones de la muerte.

Escipión (mirando fijo a Calígula). Era muy joven para perder a mi padre.

Calígula (apartándose bruscamente). Vamos, vosotros a formar fila. Un falso poeta es un castigo demasiado duro para mi gusto. Hasta hoy había pensado conservaros como aliados y a veces imaginaba que formaríais el último cuadro de mis defensores. Pero es inútil; os arrojaré entre mis enemigos. Los poetas están contra mí; puedo decir que éste es el fin. ¡Salid en orden! Desfilaréis ante mí, lamiendo las tablillas para borrar las huellas de vuestras infamias. ¡Atención! ¡Adelante!

Silbidos rítmicos. Los Poetas salen por la derecha marcando el paso y lamiendo sus inmortales tablillas.

Calígula (en voz muy baja). Y salid todos.

En la puerta, Quereas retiene al Primer Patricio por el hombro.

Quereas. Ha llegado el momento.

El joven Escipión, que ha oído, vacila en el umbral de la puerta y se acerca a Calígula.

Calígula (con maldad). ¿No puedes dejarme en paz, como lo hace ahora tu padre?

ESCENA XII