Calígula (golpeando). Y tú, Cesonia, me obedecerás. Me ayudarás siempre. Será maravilloso. Jura que me ayudarás, Cesonia.
Cesonia (enajenada, entre dos golpes de gong). No necesito jurar, porque te amo.
Calígula (siempre golpeando). Harás todo lo que te diga.
Cesonia (en el mismo tono). Todo, Calígula, pero detente.
Calígula (golpeando). Serás cruel.
Cesonia (llorando). Cruel.
Calígula (golpeando). Fría e implacable.
Cesonia. Implacable.
Calígula (siempre golpeando). También sufrirás.
Cesonia. Sí, Calígula, pero enloquezco.
Entran Patricios estupefactos, y con ellos las gentes del palacio. Calígula da un último golpe, levanta el mazo, se vuelve hacia ellos y los llama.
Calígula (fuera de sí). Venid todos. Acercaos. Mando que os acerquéis. (Patalea.) Un emperador exige que os acerquéis. (Todos avanzan, llenos de temor.) Venid en seguida. Y ahora acércate, Cesonia. (La toma de la mano, la lleva junto al espejo y con el mazo, borra frenéticamente una imagen sobre la superficie bruñida. Ríe.) Nada, ya ves. ¡Ni un recuerdo, todos los rostros han huido! ¡Nada, nada más! ¿Y sabes lo que queda? Acércate un poco más. Mira, Acercaos. Mirad.
Se planta delante del espejo en una actitud demente.
Cesonia (mirando el espejo, con espanto). ¡Calígula!
Calígula cambia de tono, apoya el dedo en el espejo y con la mirada súbitamente fija, dice con voz triunfante.
Calígula. ¡Calígula!
Telón
ACTO II
ESCENA I
Reunión de Patricios en casa de Quereas.
Primer patricio. Insulta nuestra dignidad.
El viejo patricio. ¡Me llama mujercita! ¡Me ridiculiza! ¡Muera!
Primer patricio. ¡Nos hace correr todas las noches alrededor de su litera cuando sale a pasear por el campo!
Segundo patricio. Y nos dice que correr es bueno para la salud.
El viejo patricio. No hay disculpa.
Tercer patricio. No, es imperdonable.
Primer patricio. Patricio, confiscó tus bienes; Escipión, mató a tu padre: Octavio, raptó a tu mujer y ahora la hace trabajar en su prostíbulo: Lépido, mató a tu hijo: ¿Vais a tolerar esto? Por mi parte, ya he elegido. Entre el riesgo y esta vida insoportable con el temor y la impotencia, no puedo vacilar.
Escipión. Al matar a mi padre, eligió por mí.
Primer patricio. ¿Dudaréis todavía?
Un caballero. Estamos contigo. Ha dado al pueblo nuestros asientos en el circo y nos ha obligado a luchar con la plebe para castigarnos mejor después.
El viejo patricio. Es un cobarde.
Segundo patricio. Un cínico.
Tercer patricio. Un comediante.
El viejo patricio. Es un impotente.
Tumulto desordenado. Hay blandir de armas. Cae una antorcha. Se vuelca una mesa. Todo el mundo se precipita hacia la salida. Pero entra Quereas, impasible y detiene este arrebato.
ESCENA II
Quereas. ¿A dónde corréis de esa manera?
Un patricio. Al palacio.
Quereas. Comprendo. ¿Pero creéis que os dejarán entrar?
El patricio. No es cuestión de pedir permiso.
Quereas. Lépido, ¿quieres cerrar esa puerta?
Cierran la puerta. Quereas se acerca a la mesa volcada y se sienta en una de las esquinas, mientras todos se vuelven hacia él.
Quereas. No es tan fácil como lo creéis, amigos míos. El miedo que sentís no puede hacer las veces de coraje y sangre fría. Todo esto es prematuro.
Un caballero. Si no estás con nosotros, vete, pero cierra la boca.
Quereas. Sin embargo, creo que estoy con vosotros. Pero no por las mismas razones.
Una voz. ¡Basta de charla!
Quereas (poniéndose de pie). Sí, basta de charla. Quiero las cosas claras. Pues aunque estoy con vosotros, no estoy por vosotros. Porque vuestro método no me parece bueno. No habéis reconocido al verdadero enemigo, ya que le atribuís pequeños motivos. Sólo los tiene grandes, y corréis a la perdición. Vedlo ante todo como es, podréis combatirlo mejor.
Una voz. Lo vemos como es: ¡el más insensato de los tiranos!
Quereas. No. Ya conocimos emperadores locos. Pero éste no es bastante loco. Y lo detesto, pues sabe lo que quiere.
Primer patricio. Quiere la muerte de todos nosotros.
Quereas. No, porque eso es secundario. Pone su poder al servicio de una pasión más elevada y mortal, nos amenaza en lo más profundo que tenemos. Y sin duda no es la primera vez que entre nosotros un hombre dispone de poder sin límites, pero por primera vez lo utiliza sin límites, hasta negar el hombre y el mundo. Eso es lo que me aterra en él y lo que quiero combatir. Perder la vida es poca cosa, y no me faltará valor cuando sea necesario. Pero ver cómo desaparece el sentido de esta vida, la razón de nuestra existencia es insoportable. No se puede vivir sin razones.
Primer patricio. La venganza es una razón.
Quereas. Sí, y la compartiré con vosotros. Pero sabed que no lo hago para ponerme de parte de vuestras pequeñas humillaciones. Lo hago para luchar contra una gran idea cuya victoria significaría el fin del mundo. Puedo admitir que os pongan en ridículo; no puedo aceptar que Calígula haga lo que sueña y todo lo que sueña. Transforma su filosofía en cadáveres, y para desgracia nuestra, es una filosofía sin objeciones. No queda otro remedio que golpear cuando la refutación no es posible.
Una voz. Entonces, hay que obrar.
Quereas. Hay que obrar. Pero no destruiréis esa potencia injusta afrontándola mientras está en pleno vigor. Se puede combatir la tiranía, pero hay que emplear astucia con la maldad desinteresada. Es preciso seguirle la corriente, esperar que la lógica se convierta en demencia. Pero una vez más, y no hablo sino por honestidad, sabed que estoy con vosotros durante un tiempo. No serviré después ninguno de vuestros intereses, deseoso tan sólo de recobrar la paz en un mundo de nuevo coherente. No me mueve la ambición, sino un miedo razonable, el miedo a ese lirismo inhumano ante el cual mi vida no es nada.
Primer patricio (adelantándose). Creo haber comprendido, más o menos. Pero lo esencial es que en tu opinión, como en la nuestra, las bases de la sociedad están minadas. Para nosotros, ¿verdad?, la cuestión es ante todo moral. La familia tiembla, el respeto al trabajo se pierde, la patria entera está entregada a la blasfemia. La virtud nos pide socorro: ¿nos negaremos a escucharla? Conjurados: ¿aceptaréis que los patricios se vean obligados a correr todas las noches alrededor de la litera del César?
Segundo patricio. ¿Permitiréis que los llamen "mi querida"?
Una Voz. ¿Que les quiten sus mujeres?
Otra. ¿Y su dinero?
Clamor general. ¡No!
Primer patricio. Quereas, has hablado bien. Asimismo, hiciste bien en calmarnos. Es demasiado pronto para obrar; el pueblo aún estaría contra nosotros. ¿Quieres esperar con nosotros el momento oportuno?
Quereas. Sí, dejemos que Calígula continúe. Por el contrario/ alentémoslo. Organicemos su locura. Llegará el día en que esté solo frente a un imperio lleno de muertos y de parientes de muertos.
Clamor general. Afuera, trompetas. Silencio. Luego, de boca en boca, un nombre: Calígula.
ESCENA III
Entran Calígula y Cesonia, seguidos por Helicón y soldados. Escena muda. Calígula se detiene y mira a los conjurados. Va de uno a otro en silencio, a uno le arregla un bucle, retrocede para contemplar a otro, los mira una vez más, se pasa la mano por los ojos y sale sin decir una palabra.