El viejo patricio (temblando). Mira.
Quereas (ve las armas; le cambia un poco la voz). Quizá tuvieras razón.
Primer patricio. Había que proceder rápido. Hemos esperado de más.
Quereas. Sí. Es una lección que se aprende un poco tarde.
El viejo patricio. Pero esto es una locura. No quiero morir.
Se levanta y pretende escapar. Aparecen dos Guardias y lo detienen a la fuerza después de abofetearlo. El Primer Patricio se desploma en su asiento. Quereas dice algunas palabras que no se oyen. De improviso una extraña música, agria, saltarina, de sistros y címbalos, irrumpe en el fondo. Los Patricios guardan silencio y miran. Calígula, con vestido como de bailarina y flores en la cabeza, aparece como sombra chinesca detrás de la cortina del fondo, remeda algunos ridículos movimientos de la danza y desaparece. Poco después un Guardia dice con voz solemne: "El espectáculo ha terminado". Entretanto, Cesonia entra silenciosamente por detrás de los espectadores. Habla con una voz neutra que, sin embargo, los sobresalta.
ESCENA V
Cesonia. Calígula me ha encargado deciros que os citaba por asuntos de Estado, pero que hoy os había invitado a comulgar con él en una emoción artística. (Pausa; luego, con la misma voz.) Agregó, además, que a quien no hubiera comulgado, se le cortaría la cabeza.
Callan.
Cesonia. Disculpadme si insisto. Pero debo preguntaros si os ha parecido hermosa esta danza.
Primer patricio, (después de una vacilación). Fue hermosa, Cesonia.
El viejo patricio (desbordante de gratitud). ¡Oh, sí, Cesonia!
Cesonia. ¿Y tú, Quereas?
Quereas (fríamente). Fue gran arte.
Cesonia. Perfecto; ahora podré informar a Calígula.
Sale.
ESCENA VI
Quereas. Y ahora a darse prisa. Quedaos aquí los dos. Esta noche seremos un centenar.
(Sale.)
El viejo patricio. ¡Quedaos aquí! ¡Quedaos aquí! Bien que me gustaría irme. (Husmea.) Aquí huele a muerte.
Primer patricio. O a mentira. (Tristemente.) Dije que la danza era hermosa.
El viejo patricio (conciliador). Lo era, en cierto sentido. Lo era.
Interrumpen de pronto varios patricios y caballeros.
Segundo patricio. ¿Qué pasa? ¿Lo sabéis? El emperador nos ha hecho llamar.
El viejo patricio (distraído). Quizá sea para la danza.
Segundo patricio. ¿Qué danza?
El viejo patricio. Sí, bueno, la emoción artística.
Tercer patricio. Me dijeron que Calígula estaba muy enfermo.
Primer patricio. Lo está.
Tercer patricio. ¿Y qué tiene? (Encantado.) Por todos los dioses, ¿está por morir?
Primer patricio. No lo creo. Su enfermedad sólo es mortal para los demás.
El viejo patricio. Si así puede decirse.
Segundo patricio. Te comprendo. ¿Pero no tiene alguna enfermedad menos grave y más ventajosa para nosotros?
Primer patricio. No, esa enfermedad no admite competencia. Con permiso, debo ver a Quereas. (Sale.)
Entra Cesonia; breve silencio.
ESCENA VIII
Cesonia (con indiferencia). Calígula está enfermo del estómago. Ha vomitado sangre.
Los Patricios la rodean.
Segundo patricio. Oh, dioses todopoderosos; si se restablece, prometo entregar 200.000 sestercios al Tesoro del Estado.
Tercer patricio (exagerando). Júpiter, toma mi vida a cambio de la suya.
Calígula ha entrado hace un momento. Escucha.
Calígula (avanzando hacia el Segundo Patricio). Acepto tu ofrenda, Lucio. Te lo agradezco. Mi tesorero se presentará mañana en tu casa. (Se acerca al Tercer Patricio y lo besa.) No puedes imaginarte qué conmovido estoy. (Pausa; luego tiernamente.) ¿Así que me quieres?
Tercer patricio (emocionado). César, no hay nada que por ti no entregara inmediatamente.
Calígula (besándolo de nuevo). Ah, esto es demasiado, Casio. No merezco tanto amor. (Casio hace ademán de protesta.) No, no, te digo que no. Soy indigno de él. (Llama a los Guardias.) Llevadlo. (A Casio, dulcemente.) Anda, amigo. Y recuerda que Calígula te ha entregado el corazón.
Tercer patricio (vagamente inquieto). ¿Pero adonde me llevan?
Calígula. A la muerte, hombre. Has dado tu vida por la mía. Ya me siento mejor. Ni siquiera tengo ese horrible gusto a sangre en la boca. Me has curado. ¿Estás contento, Casio, de poder dar tu vida por otro, cuando ese otro se llama Calígula? Ya estoy de nuevo dispuesto a todas las fiestas. Se llevan a Casio, que resiste y grita.
Tercer patricio. No quiero. Esto es una broma.
Calígula (soñador entre los gritos). Los caminos que bordean el mar pronto estarán cubiertos de mimosas. Las mujeres llevarán vestidos de telas livianas. ¡Un gran cielo fresco y resplandeciente, Casio! ¡Las sonrisas de la vida!
Casio está a punto de salir. Cesonia lo empuja suavemente.
Calígula (volviéndose, súbitamente serio). Amigo mío, si hubieras querido bastante a la vida, no la habrías jugado con tanta imprudencia.
Se llevan a Casio.
Calígula (volviendo hacia la mesa). Y el que ha perdido, debe pagar siempre. (Una pausa.) Ven, Cesonia. (Se vuelve hacia los otros.) A propósito, se me ha ocurrido un hermoso pensamiento que quiero compartir con vosotros. Hasta ahora mi reinado ha sido demasiado feliz. Ni peste universal, ni religión cruel, ni siquiera un golpe de Estado; en una palabra, nada que pueda haceros pasar a la posteridad. En parte por eso, sabéis, trato de compensar la prudencia del destino. Quiero decir… no sé si me habéis comprendido (con una risita.), en fin, yo reemplazo a la peste. (Cambiando de tono.) Pero callad. Aquí está Quereas. Te toca a ti, Cesonia. (Sale. Entran Quereas y el Primer Patricio).
ESCENA IX
Cesonia se dirige vivamente al encuentro de Quereas.
Cesonia. Calígula ha muerto. (Vuelve la cara como si llorara, y mira fijo a los demás, que callan. Todo el mundo parece consternado, pero por razones diferentes.)
Primer patricio. ¿Estás… estás segura de esa desgracia? No es posible, danzó hace un rato.
Cesonia. Justamente. El esfuerzo acabó con él.
Quereas va rápidamente del uno al otro y se vuelve hacia Cesonia. Todo el mundo guarda silencio.
Cesonia (lentamente). No dices nada, Quereas.