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Iris Johansen

Callejón sin salida

Eve Duncan, 4

© 2004 by Johansen Publishing LLLP

Título originaclass="underline" Blind Alley

Traducción: Alicia Sánchez Millet

Capítulo 1

Calhoun, Georgia

Joe miraba cómo el equipo forense levantaba cuidadosamente de la tumba el cuerpo envuelto en una lona de color verde oscuro.

– Gracias por venir, Quinn. -La detective Christy Lollack se dirigía hacia él-. Ya sé que éste no es tu caso, pero te necesitaba. Es un caso especial.

– ¿Qué tiene de especial?

– Mírala. -Se acercó a la camilla donde habían colocado el cadáver-. Los niños que la encontraron casi vomitan.

La siguió y observó mientras destapaba la lona verde.

No tenía rostro. Sólo quedaba la calavera. Sin embargo, desde el cuello hacia abajo el cadáver estaba sólo un poco descompuesto, pero prácticamente intacto.

– Según parece, alguien no quiere que sea identificada. -Bajó la mirada para verle las manos-. Ha metido la pata. Debería haberle cortado las manos. Ahora podremos identificar enseguida sus huellas dactilares. El ADN tardará más, pero eso…

– Mira más detenidamente. Le han quemado las yemas de los dedos -interrumpió Christy-. No hay huellas. Trevor me advirtió de que posiblemente no habría.

– ¿Quién?

– Un inspector de Scotland Yard, Mark Trevor. Envió un e-mail al cuerpo después de haber leído el caso de Dorothy Millbruk de Birmingham y la capitana me lo reenvió a mi ordenador. Decía que había enviado el mismo e-mail a la mayoría de las ciudades de la región del Sureste para advertirles de que posiblemente el autor de los hechos se dirigiera hacia sus jurisdicciones.

Millbruck… El homicidio de una prostituta que había levantado mucho revuelo hacía cuatro meses. Joe revisó los detalles mentalmente.

– El caso Millbruck no tiene ninguna conexión. No era el mismo modus operandi. Fue quemada y abandonada en un contenedor de basura.

– Pero cuando fue quemada ya no tenía rostro.

– No intentó evitar que la policía de Birmingham averiguara quién era la víctima. Todavía pudieron encontrar huellas. -Movió la cabeza-. No es el mismo asesino, Christy.

– Me alegro de que estés tan seguro -dijo ella sarcásticamente-. Porque yo no lo estoy. No me gusta esto. ¿Y si no quisiera que relacionáramos ambos casos? ¿Y si le hubiera arrancado la cara para retrasarnos y que no supiéramos que se había trasladado a esta zona?

– Es posible. -Joe la miró fijamente a los ojos-. ¿Qué quieres de mí, Christy? No es habitual que pidas ayuda.

– En cuanto los forenses terminen con ella, quiero que le lleves el cráneo a Eve para averiguar qué aspecto tenía esta mujer. No quiero esperar a saber quién es.

Era la respuesta que esperaba. No era la primera vez que le pedían que hiciera de intermediario entre el cuerpo de policía y Eve. Ella probablemente era la mejor escultora forense del mundo y la capitana no iba a dejar pasar por alto semejante recurso humano. Movió la cabeza negativamente.

– De ninguna manera. Tiene un montón de trabajo atrasado y ahora mismo está hasta el cuello. No voy a cargarla con nada más.

– Hemos de saberlo, Joe.

– Y yo no quiero que se agote.

– ¡Por favor! ¿Crees que te pediría esto si no fuera urgente? Aprecio a Eve. Conozco a Eve y a Jane desde hace casi tanto tiempo como a ti. Estoy asustada. Te digo que es necesario, ¡maldita sea!

– ¿Por algún vago consejo de Scotland Yard? ¿Qué caray tienen que ver ellos con todo esto?

– Dos casos en Londres. Uno en Liverpool. Uno en Brighton. No han atrapado al asesino y creen que se trasladó a Estados Unidos hace tres años.

– Entonces pueden esperar a identificarla o a que Eve se ponga al día.

Christy movió la cabeza.

– Ven a mi coche y te enseñaré el e-mail de Trevor.

– No me va a hacer cambiar de opinión.

– Puede que sí.

Ella se dirigió al coche. Joe primero dudó, pero luego la siguió. Encendió su ordenador portátil y abrió el e-mail.

– Aquí está. Léelo y haz lo que creas conveniente. -Se dio la vuelta y se marchó-. Tengo que acabar unas cosas por aquí.

Joe ojeó la carta y el informe y luego pasó a la página de la víctima.

Se quedó paralizado del horror.

– ¡Joder!

Cabaña del lago Atlanta, Georgia

No podía respirar.

– ¡No!

No iba a morir, pensó ella con coraje. No había llegado tan lejos para yacer eternamente en la oscuridad. Era demasiado joven. Todavía tenía que hacer, ver y ser muchas cosas.

Otro giro y seguía sin ver luz al final del túnel.

Quizá no tenía final. Quizás éste fuera su final.

Hacía mucho calor y no había aire.

Notaba que le entraban ganas de gritar de pánico.

No te rindas. El pánico era para los cobardes y ella nunca había sido cobarde.

Pero, Dios mío, hacía mucho calor. No podía soportarlo…

– Jane. -La estaban moviendo-. Por Dios, despierta pequeña. No es más que un sueño.

No, no era un sueño.

– Despierta, ¡maldita sea! Me estás asustando.

Eve. No debía asustar a Eve. Quizá fuera un sueño, si ella lo había dicho. Abrió los ojos con mucho esfuerzo y miró el rostro preocupado de Eve.

La preocupación se transformó en alivio.

– ¡Guau! Debe haber sido una pesadilla horrible. -Eve le apartó el pelo de la cara a Jane-. Tenías la puerta cerrada y aún así te he oído gemir. ¿Estás bien ahora?

– Sí. -Se humedeció los labios-. Siento haberte preocupado. -El latido del corazón empezaba a normalizarse y la oscuridad había desaparecido. Quizá no volvería. Pero si lo hacía, debía asegurarse de no molestar a Eve-. Vuelve a acostarte.

– No estaba en la cama. Estaba trabajando. -Encendió la lámpara de la mesilla de noche y sonrió mientras se miraba las manos-. Y no me he sacado la arcilla antes de venir aquí. Probablemente debes tener trozos en el pelo.

– No pasa nada. Me lo pensaba lavar mañana por la mañana. Quiero tener buen aspecto para hacerme la foto para mi carné de conducir.

– ¿Es mañana?

Suspiró con resignación.

– Ayer te dije que necesitaba que tú o Joe me llevarais.

– Me he olvidado. -Eve sonrió-. Quizá sea porque estoy un poco negativa al respecto. El primer permiso de conducir es como un rito de paso. Puede que inconscientemente no quiera que seas tan independiente.

– Sí, sí que quieres. -Le respondió mirándola a los ojos-. Desde que estamos juntas te has asegurado de que yo supiera cuidar de mí misma en todos los aspectos. Has hecho de todo, desde enseñarme kárate hasta hacer que Sarah entrenara a Toby como perro guardián. Así que no me digas que no quieres que sea independiente.

– Bueno, no tan independiente como para que te alejes de Joe de mí.

– Eso no lo haré nunca. -Se sentó en la cama y le dio a Eve un rápido y extraño beso. Incluso después de tantos años, le costaba manifestar su afecto-. Tendréis que echarme. Crees que no sé valorar lo que tengo. Bueno, ¿quién de los dos va a llevarme al Departamento de Permisos de Conducir?

– Probablemente, Joe. He de terminar este cráneo ahora mismo.

– ¿Por qué es tan urgente?

Eve se encogió de hombros.

– ¡Yo qué sé! Joe me lo trajo de la comisaría y me dijo que tenía una prioridad absoluta. Me comentó que estaba relacionado con una serie de homicidios.

Jane se quedó en silencio durante un momento.

– ¿Es una niña?

Eve lo negó con la cabeza.

– Una mujer. -Su mirada se fijó en el rostro de Jane-. ¿Has pensado que podría ser Bonnie?

Jane siempre pensaba que podría ser Bonnie, la hija de Eve que fue asesinada cuando tenía siete años y cuyo cuerpo nunca se encontró. Esa tragedia la había impulsado a estudiar escultura forense e identificar a las víctimas de asesinatos para que los padres de las mismas pudieran poner fin a su sufrimiento. La búsqueda de Bonnie y su pasión por su carrera todavía dominaban su vida. Jane sacudió la cabeza.