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– ¿Pánico? Nunca te he visto tener pánico en ninguna situación, tú un cabrón frío y calculador.

– Bueno, hoy lo habrías visto. Estaba aterrado de pensar que podía haberla perdido antes de tener una oportunidad. Y cuando la vi intenté arreglar las cosas pero era demasiado tarde.

– ¿Es ella?

– ¡Oh, Dios! Sí, lo es. Me ha cortado la respiración. Incluso Aldo estaría satisfecho. -Abrió la puerta de la calle y paró a un taxi-. Pero tenías razón respecto a Quinn y a Eve Duncan. Sólo es cuestión de tiempo para que empiecen a plantearse las mismas preguntas que yo. -Entró en el taxi-. Te llamaré más tarde. No dejes nada allí. Límpialo todo a fondo.

– Puede que tú te hayas comportado como un idiota, pero yo no, y yo valoro mi eficiencia. Haré mi trabajo. -Colgó.

«Como él debía haber hecho el suyo», pensó Trevor lamentándose mientras el taxi se alejaba. Pero ¿quién hubiera dicho que iba a desmoronarse de ese modo?

– Al aeropuerto Hartsfield -le dijo al conductor.

Debía haberlo supuesto. Había esperado demasiado y cada día había sido como un siglo. Pensaba que estaba preparado, pero evidentemente uno nunca puede estar preparado para algo así.

Así que a recoger las piezas y a empezar de nuevo.

No, no de nuevo. Su torpeza sólo había provocado que diera un paso atrás. Porque Jane MacGuire estaba aquí, a sólo unos minutos. La había visto, la había tocado. Llevaba ventaja en el juego.

Le llevaba ventaja a Aldo.

Capítulo 4

– Lo siento detective Quinn. -La recepcionista del hotel apartó la mirada del ordenador-. El señor Trevor aún no se ha registrado.

– Vuelva a mirarlo -dijo Joe con impaciencia-. Sé que está aquí. Le he traído hace quince minutos.

La recepcionista hizo otra búsqueda y movió la cabeza negativamente.

– Lo siento -volvió a decir ella-. Quizá se ha ido al bar. O a lo mejor tenía hambre y se ha ido al restaurante.

«O quizás ha ahuecado el ala», pensó Joe mientras se daba la vuelta y se dirigía al bar. Lo iba a descubrir enseguida, aunque tuviera que preguntar a todos los empleados de ambos establecimientos.

– Se fue al restaurante y se marchó en un taxi -le dijo Joe a Eve, veinte minutos más tarde-. He llamado a la compañía de taxis y uno de sus taxis dejó a un hombre que se ceñía a esa descripción en el aeropuerto hace diez minutos. Voy de camino.

– ¿No puedes llamar para que le retengan los agentes de seguridad del aeropuerto?

– No sin arriesgarme a que pongan una denuncia al cuerpo o provocar un incidente internacional. No hay pruebas, Eve. Como diría Trevor, pura teoría.

– Ya estoy harta de las teorías de Trevor -dijo Eve-. ¿Has llamado a la comisaría?

– Le he pedido a Christy que lo hiciera ella, puesto que fue ella quien me puso en contacto con él. Te llamaré en cuanto sepa algo.

– Que sea pronto. Estaré esperando.

– ¿No le has encontrado? -dijo Eve cuando vio la cara de Joe al entrar en casa tres horas más tarde-. ¿Cómo ha podido huir?

– Bueno, no ha cogido ningún avión. He preguntado a todas las compañías de taxis y tampoco cogió un taxi para salir del aeropuerto. -Joe se dejó caer en el sofá y se frotó la nuca cansinamente-. Creo que se ha largado en transporte público y que ha tomado el metro para regresar a la ciudad. Una forma ingeniosa de largarse, difícil de seguirle la pista y muy fácil perderle.

– Muy inteligente.

– ¿Qué esperabas? Es inteligente. Y tiene buena intuición. No creo que tuviera ninguna intención de fugarse cuando le dejé. Ha estado jugando conmigo por sus propios intereses.

– ¿Has conseguido el informe de Christy?

– Hace treinta minutos. Llamó directamente a Scotland Yard y habló con el inspector Falsworth. No hay ningún inspector Mark Trevor. Pero hay alguien con ese nombre que trabaja en el laboratorio de pruebas. Trevor no quería hacerse pasar por un inspector. Puede que fuera una forma de salir del paso. Pero un título se puede confundir y él necesitaba un nombre real, por si alguien llamaba a la oficina, en lugar de llamarle al móvil. Ellos no mandaron ese e-mail sobre nuestro asesino en serie. No habían sospechado que estuviera en Estados Unidos. Todavía le están buscando por Inglaterra. -Joe la miró-. ¿Qué te hizo sospechar que Trevor podía ser realmente un farsante?

– No lo pensé. Fue pura intuición. Cuando te marchaste me quedé pensando en lo poco habitual que era su conducta para un policía. Seguir los procedimientos correctos es sagrado para todos vosotros y él había violado una de las reglas más importantes. -Eve apretó los labios-. Luego empecé a jugar al juego de «¿y sí?». ¿Podíamos estar seguros de que Trevor fuera quien había dicho que era? ¿Qué pruebas teníamos? Estoy segura de que te enseñó sus credenciales, pero podían ser falsas. Y ese e-mail también podía ser falso. Seguramente le habría resultado difícil acceder a la página web de Scotland Yard y utilizarla para enviar correos electrónicos oficiales y también se necesitan agallas para hacerlo, pero nada está fuera del alcance de un hacker experto. Valía la pena comprobarlo.

– Sí, es cierto. Sólo desearía haberle podido echar el guante antes de que desapareciera. -Joe miró hacia el pasillo-. ¿Se lo has dicho a Jane?

– Le he dicho que estábamos comprobando su identidad. No dijo apenas nada. Probablemente piense que es una de mis paranoias. -Eve se fue a la cocina-. Le calenté un filete a Jane cuando supe que no íbamos a cenar comida china. ¿Quieres uno?

– No tengo hambre. Pero me tomaré un vaso de leche. -Se levantó y se sentó en la barra de la cocina-. Christy pidió a Scotland Yard que intentaran hallar algo sobre Trevor en sus bases de datos. Necesita una buena descripción.

– Necesitarán más que eso. Probablemente, Trevor no sea su verdadero nombre. He guardado la taza de café, para conseguir sus huellas. -Le sirvió el vaso de leche-. Jane podría ayudarnos. Podría hacer un retrato robot de Trevor para Christy. -Hizo un gesto de preocupación-. Si lo quiere hacer.

– Si sabe que nos ha mentido, no va a protegerle.

– Quizás. Antes me estaba hablando de que ella había tenido que hacer cosas malas cuando era pequeña por buenas razones. No me ha gustado el modo en que se ha identificado con él. -Se humedeció los labios-. ¿Crees que es él? ¿Crees que es el asesino de Ruth?

Joe tardó un momento en responder.

– He pensado en todo esto mientras venía hacia casa. Hacerse pasar por un investigador sería una buena forma de acercarse a Jane. -Miró el archivo que estaba sobre la mesa de centro-. Y ha preparado muy bien su señuelo.

– Cabrón.

Joe asintió lentamente con la cabeza.

– Es más seguro suponer que es un peligro para Jane hasta que no se demuestre lo contrario.

Eve le miró fijamente.

– Pero tienes dudas.

– Creo que quería formar parte de la investigación.

– No sería la primera vez que un asesino en serie intenta participar en la investigación. Mira Ted Bundy.

– Ya lo sé. -Joe se terminó la leche-. Sólo que creo que habría percibido ese tipo de reacción enfermiza. Me sacó de quicio, pero ni por un momento dudé de lo que quería… -Se encogió de hombros-. ¿Quién demonios sabe lo que quería? Lo sabremos cuando le encontremos. Si es que todavía está en la ciudad.

– Pues claro que todavía está en la ciudad -dijo Eve entrecortadamente-. ¿No te fijaste en su cara mientras miraba a Jane? No va a dejarla de ningún modo. -Eve cogió el vaso-. ¿Has conseguido un informe de Ruth?

– Dame tiempo. Su foto aparecerá mañana en los periódicos. Quizás alguien la identifique.

– Eso espero. Yo quería que saliera algo bueno de todo esto. -Hizo una pausa y luego susurró-: Tengo miedo, Joe. ¿Y si ese asesino hubiera estado aquí dándole la mano a Jane?