Выбрать главу

– Jane está a salvo, Eve.

– ¿Lo está? ¡Dios!, así lo espero. -Respiró profundo y enderezo la columna-. Por supuesto que está a salvo. Y nosotros haremos que siga siendo así. -Eve puso el vaso en el fregadero y dio la vuelta a la barra-. Ahora voy a ver si Jane todavía está despierta para decirle lo del bosquejo. ¿Por qué no llamas a Christy para ver si tiene alguna noticia nueva?

Aldo sonrió mientras estudiaba la foto en los periódicos. El parecido era sorprendente. El artista que había hecho la reconstrucción sin duda tenía un gran talento. Casi tanto como él cuando había eliminado cuidadosamente esas facciones con su bisturí. Había pensado que tardarían mucho más en ponerle una cara a la mujer a la que llamaban Ruth.

No se llamaba Ruth, sino Caroline y probablemente pronto la identificaría alguien. Esta vez no era una prostituta o una vagabunda. La había visto saliendo de un edificio de oficinas del centro de la ciudad y había cumplido con su deber eliminando la posibilidad de que fuera Cira.

¡Caray!, ya se le estaba haciendo pesado ese deber. Siempre sentía una explosión de felicidad cuando realizaba el acto, pero estaba cansado de la búsqueda. No cabía duda de que su semejanza debía ser eliminada de la faz de la tierra, pero tenía que encontrar a la verdadera Cira. Cada noche, antes de cerrar los ojos rezaba en voz baja para que se le concediera ese regalo.

Y sentía que sus rezos pronto serían escuchados. Su excitación era tal que cada día que pasaba sus expectativas iban en aumento.

Apartó el periódico y giró su silla de nuevo hacia la pantalla de su ordenador. No podía contar con encontrar a Cira por casualidad. Hacía mucho tiempo había llegado a la conclusión de que no se merecería ese placer final si se limitaba a pasear por las calles buscándola.

Así que introdujo la contraseña robada.

El monitor se encendió. ¡Ya estaba dentro!

Ahora había que evitar todas las barreras que habían puesto para proteger a Cira.

Se tranquilizó y empezó a entrar en distintas páginas. Había miles, pero era muy paciente. Aunque se notaba la vista borrosa y le dolía la espalda de estar tantas horas delante del ordenador, no se rendía.

Era la vía para encontrar a Cira.

– Aquí está. -A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, Jane puso el bosquejo sobre la mesa delante de Joe-. Es el mayor parecido que he podido sacarle. -Se fue a la nevera y sacó zumo de naranja-. ¿Qué vas a hacer con él?

– Enviarlo a Scotland Yard y ellos probablemente lo enviarán a la Interpol. -Joe estudió el bosquejo-. Está muy bien. Le has captado perfectamente.

– No es difícil. Tiene unos rasgos muy pronunciados. -Se sirvió zumo de naranja en un vaso-. Además, tal como le dije a Eve, me recordaba a alguien. Me resultaba… no lo sé… familiar. -Se sentó a la mesa-. ¿Dónde está Eve?

– Ha ido a llevarles un café a Mike y a Brian, que hoy están de guardia. -Levantó la mirada del retrato-. Eve pensaba que a lo mejor no querrías hacerlo.

– ¿Por qué? Ni siquiera conozco a ese tal Trevor. Y mi lealtad es hacia vosotros dos. -Jane sonrió-. Siempre lo será, Joe.

– Es bueno saberlo.

– Dicho esto, no creo que Trevor quiera hacerme daño. Y no me lo imagino arrancándole la cara a ninguna mujer.

– ¿Sólo porque es tan atractivo?

– No, ya te he dicho que apenas me fijé en eso. Esto le atañe mucho más de lo que aparenta.

– ¿Cómo puedes saberlo? Como tú misma has dicho, ni siquiera le conoces.

– Hemos de confiar en nuestra intuición. -Bebió un sorbo de zumo-. Tú siempre me lo has dicho, Joe. Sólo sigo tus consejos.

– Ahora, ¿me estás echando la culpa a mí?

– Por supuesto, ¿por qué no?

– Porque cuando viniste a vivir con nosotros tu carácter ya estaba formado. En todo caso, eres tú la que nos está llevando al huerto.

– Eso no es cierto. No me atrevería. Entonces, ¿cuándo crees que tendrás noticias de Trevor?

– Pronto, eso espero.

– Bien. Siento curiosidad. -Se terminó el zumo de naranja-. Es interesante. Me habría ofrecido a hacer su retrato aunque Eve no me lo hubiera pedido.

– Ahora sí que me sorprendes.

– ¿Por qué? Él se metió en nuestras vidas y se merece que nosotros le apartemos un poco.

– Quizás, un mucho -dijo Joe con preocupación.

– Ya lo veremos. -Volvió a poner la silla en su sitio-. Ahora voy a buscar a Eve y a pedirle que me lleve a la escuela para que me den mis deberes. -Sonrió-. Por supuesto, podría pedirte prestado tu coche e ir yo sola. Ahora puedo hacerlo.

– Creo que prefiero que vayas acompañada durante los próximos días.

– Eso imaginaba. -Se dirigió a la puerta-. Eso es todo, respecto a mi permiso de conducir recién estrenado.

– Ruth se llama Caroline Halliburton -dijo Christy cuando Joe entró en la comisaría tres horas después-. Trabajaba en una oficina de corredores de Bolsa en el centro de la ciudad y sus padres viven en el norte, en Blairsville. Tenía un apartamento en Buckhead y el lunes pasado no fue a trabajar. El miércoles una amiga que trabajaba con ella denunció su desaparición.

– ¿Ha sido ella la que ha identificado la foto? -preguntó Joe.

– No, de hecho, ha sido uno de nuestros administrativos del cuerpo que ha recordado haber visto la foto cuando estaban archivando el informe de la desaparición.

Joe soltó un taco exasperado.

– Seguimos la vía habitual de identificación de las personas desaparecidas antes de publicar la foto. No encontramos nada.

– Entonces, ¿qué hay de nuevo? Desde los últimos recortes en el presupuesto llevamos un mes de retraso en papeleo y casi cuatro meses en el laboratorio de ADN. -Christy miró el retrato que Joe le había dejado sobre la mesa y dio un pequeño silbido-. Es muy bueno, Joe. ¿Se parece?

– Es clavado.

Ella sonrió.

– Es un chico muy guapo. Yo dejaría que un farsante como él me hablara casi de cualquier cosa. No me extraña que Jane se quedara tan impresionada como para poder retratarle.

– Ella no se fijó en que fuera especialmente atractivo. Simplemente se sentó y dibujó lo que vio.

– Sí, claro. Por favor, Joe, tiene diecisiete años. El aspecto lo es todo para los adolescentes. Parece una estrella de cine. -Christy levantó la mano en el momento en que Joe abrió la boca-. Muy bien, ella está por encima de todo eso. No es como mi hija Emily o como el noventa y nueve por ciento de la gente de su edad. -Emitió un grosero sonido de burla y se levantó-. Lo voy a escanear enseguida y a enviárselo a Scotland Yard.

– Gracias, Christy.

Sonrió.

– De nada. Yo no soy como Jane. A mí me gusta mirar a demonios atractivos como éste.

– Puede que sea un demonio -dijo Joe-. Le has llamado farsante, pero no sabemos si también es el culpable de los crímenes.

– No, no lo sabemos. -La sonrisa de Christy se desvaneció al mirar de nuevo el retrato-. ¡Qué pena!

Joe la siguió con la mirada mientras avanzaba a través de la hilera de mesas de despacho antes de abrir el archivo de Caroline Halliburton. Creía que estaba preparado para ver la foto, pero aún así se quedó impresionado. La foto que habían tomado de la reconstrucción de Eve era muy real, pero aquello era la foto auténtica de esa mujer. Tenía veinticuatro años cuando murió, pero esa foto había sido tomada unos años antes y la semejanza con Jane era todavía mayor.

Se quedó aterrorizado.

– Joe.

Levantó la mirada y vio a Christy delante de él.

– ¡Qué rápido! No pensaba que hubieras tenido tiempo de… Tenemos otra. -Cerró el móvil por el que había estado hablando-. En el lago Lanier. Unos buceadores han encontrado el cuerpo, han marcado la localización y se lo han comunicado a las autoridades.

Joe cerró de golpe el archivo y se puso de pie de un salto.