– Has vuelto a decir «ella».
– ¿De veras? -No se había dado cuenta-. Bueno, ¿qué piensas, Eve?
– No sé qué pensar. -Frunció el entrecejo-. Si no eres tú, dime quién crees que es esa mujer. ¿Crees que puede ser alguna conexión telepática con alguien que está en apuros? He oído cosas de este tipo.
– No en personas como yo. No soy una mentalista.
– Todo es posible.
Jane sonrió.
– Sabía que intentarías hallar una forma de creerme, aunque pareciera que estoy chiflada. Por eso te lo he contado.
– Después de habértelo sonsacado.
– Tenía que hacerte trabajar un poco. -Su sonrisa se desvaneció-. No tengo ninguna respuesta, Eve. Tengo muchas preguntas y todas me asustan.
– ¿Cuándo dices que empezaste a tener estas pesadillas?
– Hace dos meses.
– Aproximadamente en las mismas fechas que Aldo apareció en la región del Sureste.
– Pero yo no lo sabía. Por lo tanto, no puede haber sido el desencadenante. -Volvió a sonreír-. Venga sigue. Dime todas las posibilidades de nuevo. Me gusta esa línea. -Se terminó su taza de chocolate caliente-. Puesto que no tengo ninguna respuesta, es muy reconfortante. -Se levantó-. No te preocupes por esto, Eve. Quizá desaparecerá por sí solo. -Cruzó el porche y le dio un rápido abrazo-. Y por si te sirve de consuelo, en el sueño no me persigue ningún asesino en serie. Ésa no es la razón por la que corro.
– Bueno, me alegro de que estés sola. Ya tenemos bastantes problemas como para que ese bastardo también te persiga en tus sueños.
De pronto dudó.
– Bueno, no estoy exactamente sola. Hay alguien detrás de mí. Un hombre. Estoy enfadada con él, pero no le tengo miedo.
– ¿Quién es?
Jane sacudió la cabeza.
– Está en la sombra. -Se encogió de hombros y sonrió-. Bueno, ahora ya sabes lo mismo que yo. Y probablemente todo sean bobadas fruto de mi malograda infancia. Pero no voy a dejar que ningún loquero me diga eso. Así que olvidémonos del asunto y vayamos a la cama.
– No voy a olvidarlo.
– Ya sé que no lo harás. -Jane sintió una oleada de calidez cuando la miró-. Durante estos años has intentado devolver a sus hogares a todos esos seres perdidos, y no quieres ni tan siquiera imaginar que yo pudiera unirme a sus filas. Yo no estoy perdida, Eve. Hay una salida en ese túnel. Sólo que no sé adonde va ella… voy.
– Cuando tengas otro sueño avísame y lo revisaremos. Dos cabezas son mejor que una. No me voy a reír de nada de lo que me digas. He descubierto que a veces los sueños son la salvación.
– Ya lo sé.
De pronto, Eve se puso tensa al notar algo extraño en el tono de Jane.
– ¿Jane?
«¡Dios mío!, no pretendía haber dicho eso», pensó Jane. Tenía que retractarse y mentirle. No, jamás le había mentido a Eve y no iba a hacerlo ahora.
– Te… he oído.
– ¿Qué?
– Estabas sentada afuera junto al lago y no sabías que yo estaba detrás de ti.
– ¿Y?
– Bonnie. Estabas hablando con Bonnie.
Eve se quedó callada durante un largo momento.
– ¿En mi sueño?
– Eso creo. Estabas apoyada contra un árbol no lo sé. Sólo sé que estabas hablando con alguien que no estaba allí -se dio cuenta de la consternación en el rostro de Eve y añadió enseguida-: eso fue hace unos tres años. Sabía que no querrías hablar de ello, y por eso nunca… -Debería haber tenido la boca cerrada-. Deja de mirarme de ese modo. Está bien. Tienes derecho a… está bien.
– Tres años. -La miró maravillada-. Y jamás lo has mencionado.
– ¿Qué iba a decir? Estabas sufriendo. Por eso hablabas con tu hija muerta. Era asunto tuyo.
– ¿Y nunca se te ocurrió pensar que podía estar un poco… descentrada?
– Tú, no. -Se arrodilló delante de ella y puso su cabeza en su falda-. Y si lo estuvieras, seguiría queriendo ser como tú. Todo el mundo debería estar loco -le susurró.
– ¡Señor!, espero que no. -Eve acarició suavemente el pelo de Jane-. ¿No tienes preguntas?
– Ya te he dicho que es asunto tuyo. Siento haberlo mencionado. No quería… No quiero que eso cambie nada entre nosotras. No podría soportarlo.
– Sí cambiará las cosas.
Jane levantó enseguida la cabeza.
– ¿Te sentirás incómoda conmigo? Por favor, no…
– ¡Chus! -Eve le puso los dedos en sus labios para interrumpir el flujo de sus palabras-. No me siento incómoda. Me siento más cerca de ti.
– ¿Por qué?
Eve se rió entre dientes.
– Porque crees que estoy un poco loca, pero sigues queriéndome. Porque no me has dicho ni una palabra en tres años, porque pensabas que podrías herirme. Creo que eso es muy especial, Jane.
– No, no lo es -dijo Jane con voz desigual-. Tú eres especial. Eres buena y amable y tengo mucha suerte de vivir contigo. Siempre lo he sabido. -Se puso de pie-. Entonces, ¿todo está bien? ¿No estás enfadada conmigo?
– No estoy enfadada contigo. -Hizo un gesto de sufrimiento-. Cuando me recupere del trauma, creo que hasta será bueno compartir a Bonnie con alguien.
– ¿Joe no lo sabe?
Eve movió la cabeza negativamente.
– Es difícil.
– Nunca se lo diré a nadie. Ni siquiera a Joe.
– Ya sé que no lo harás.
Apartó la mirada de Eve.
– Tengo una pregunta. Si no quieres contestarla, no pasa nada.
– Hazla.
– ¿Es Bonnie… es un sueño como los que yo tengo?
– Prefiero pensar que es un sueño. Ella me dice que es un fantasma de verdad y que yo lo estoy negando. -Sonrió-. A veces la creo. Por lo tanto, no tengo derecho a cuestionar tu experiencia, Jane.
– Tienes derecho a hacer lo que te plazca. -Jane se dirigió hacia la puerta mosquitera-. Y me pelearé con quienquiera que me contradiga. Buenas noches, Eve.
– Buenas noches, Jane. Duerme bien.
– Lo intentaré. -Giró la cabeza y le sonrió-. Y si no lo consigo, vendré corriendo.
– Ya sabes que siempre estaré a tu lado.
Jane todavía sentía la calidez que esas palabras habían despertado en ella mientras llegaba a su habitación. Sí, Eve siempre estaría con ella para consolarla y apoyarla. Nunca había podido confiar en nadie antes de conocer a Eve, y tras las confidencias de esta noche, se sentía más cerca que nunca de ella.
Ahora tenía que irse a la cama y dormir con la esperanza de que no volvería a ese otro lugar. Todavía no. Cada sueño era cada vez más intenso. Era como una cinta para andar cuya velocidad iba en aumento. Necesitaba recuperar las fuerzas antes de volver a enfrentarse a él.
– Ya voy -murmuró mientras se tapaba en la cama-. Sólo necesito descansar un poco. No te voy a abandonar, Cira…
Capítulo 5
Estaba demasiado oscuro y no habían encendido la luz del porche. Aldo bajó los prismáticos profundamente decepcionado. Cuando las dos mujeres habían salido al porche, pensó que podría verlas con claridad, pero sólo habían sido un par de sombras borrosas.
No obstante, sabía que una de ellas era Jane MacGuire. Podía sentir su exquisita fortaleza, su extraordinaria fuerza, la poesía propia de ella. Cuando se arrodilló delante de la otra mujer y le puso la cabeza en la falda, había sido un gesto muy característico y familiar. Podía conmover el corazón con un gesto, controlar a quienes tuviera alrededor con una sonrisa o con una lágrima, pensó amargamente.
Ahora estaba haciendo lo mismo con esa mujer, que debía ser Eve Duncan. La mujer todavía la seguía con la mirada y Aldo casi podía sentir el amor que irradiaba entre ellas. No le sorprendió cuando descubrió que Jane vivía con la escultora forense que había hecho la reconstrucción de Caroline Halliburton. Era una señal más de que el círculo se estaba cerrando.
Ni siquiera el coche patrulla que había aparcado en la carretera le había intimidado. Se podía mover por esos bosques tan silenciosamente como un animal salvaje. Y esos policías en la puerta vigilando no eran más que un indicativo de que ella sabía que él estaba cerca y que tenía miedo.