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Como debía ser.

Joe estaba estirado sin moverse en la oscuridad del dormitorio cuando Eve se introdujo en la cama, pero pudo notar que no dormía.

– Jane ha tenido otra pesadilla -dijo mientras se tapaba con la manta-. He tenido que hablar con ella.

– ¿Y?

– Corre por un túnel, no puede respirar, hay alguien en el túnel con ella, pero no le tiene miedo. -Se abrazó a él y le puso la cabeza en su hombro-. Parece una pesadilla típica, pero con Jane nada es típico. Tendremos que estar pendientes de ella.

– De eso no cabe la menor duda -dijo Joe tajante-. Especialmente bajo estas circunstancias. Y si es tan típico como me has dicho, no creo que hubierais estado las dos ahí fuera en el porche tanto rato.

Eve guardó silencio por un momento.

– Me ha dicho que a veces no está segura de que sea un sueño.

– No, eso no es típico.

– Y asusta un poco.

– No, sólo hay que hacerle frente. -Joe acarició suavemente su cabello en la zona de la sien-. Tú también has tenido tus sueños con Bonnie y ambos luchamos para que lo superaras.

Oh, sí, Eve recordaba esos primeros años después del secuestro de Bonnie, cuando él había sido su puntal en su angustioso torbellino de desesperación. Pero no había compartido con él estos últimos años de sueños sanadores con Bonnie. Eran demasiado extraños. ¿Cómo interpretaría él esas visiones?

– ¿Eve?

– ¿Y si ella tiene razón, Joe? A veces me pregunto… ¿Cómo sabemos qué es real y qué es un sueño?

– Lo sé. -La besó suavemente en la frente-. No te pongas filosófica. ¿Quieres saber lo que es la realidad? Pregúntale a un policía cabezota como yo. Nosotros la vivimos y la respiramos.

– Es verdad.

Él debió sentir un ligero alejamiento mental porque su brazo se tenso a su alrededor.

– Vale, no soy la persona más sensible del mundo. Pero estoy contigo y con Jane para lo que haga falta. Acepta lo que puedo darte.

– Eres sensible, Joe.

Se rió entre dientes.

– Sí, seguro. La única razón por la que soy sensible contigo es porque te quiero tanto que no puedes respirar sin que yo me entere. Por otra parte, soy un hijo de puta duro y quiero seguir siéndolo. Ser duro no es malo. No si sirve para que tú y Jane estéis a salvo.

«Así era Joe», pensó ella. Leal, inteligente y siempre negando cualquier indicio de lo que él consideraba debilidad. ¡Dios mío! ¡Cómo le quería! Se giró y le besó.

– No, ser duro no es malo -susurró ella. Pero sabía que no se lo iba a decir esta noche.

Todavía no, Bonnie…

– Ya estoy en camino -dijo Bartlett-. Ahora estoy haciendo trasbordo en Kennedy. No pude coger un vuelo directo, pero se supone que llegaré a Atlanta en un par de horas. A menos que la policía me detenga.

– Creo que todavía estás a salvo -dijo Trevor-. Habrían impedido que entraras en el país si Quinn hubiera podido relacionarte conmigo.

– Eso es tranquilizador. ¿Dónde hemos de encontrarnos?

– En el vestíbulo del Best Western Hotel en el lago Lanier. No te registres. Nos marcharemos enseguida.

– ¿Y adonde vamos?

– A la casa de Quinn en el lago. Bueno, no a su casa. He estado durmiendo en el bosque estas dos últimas noches.

– ¿Por qué? Que yo recuerde, te alquilé un bonito y confortable alojamiento al norte de la ciudad. Estaba muy orgulloso de lo bien que había podido falsificar todos los documentos.

– He de estar cerca de ella. Aldo acabará apareciendo tarde o temprano. -Se calló un momento-. Puede que ya esté aquí. Pero todavía no le he encontrado. Quinn tiene mucho terreno y Aldo conoce bien los bosques.

– Tú también. Pero, a decir verdad todavía no he descubierto nada en lo que no seas bueno. Es muy desalentador. Por supuesto, no eres tan bueno al aire libre como en un casino. Me atrevería a decir que no tienes tantas posibilidades. Pero ¿yo qué sé? Otras veces también me has demostrado que estaba equivocado. Sin embargo, te puedo asegurar que no deseo pasar una temporada en ningún húmedo y terroso bosque salvaje.

– Te acostumbrarás.

– Cuentos. Te veré a las nueve en el hotel si no te atrapan merodeando por ahí. -Bartlett colgó.

Trevor apretó la tecla de colgar y miró al lago. Jane estaba en la cabaña. Aunque era media tarde y debería estar en el instituto, la tenían en casa, para protegerla.

O al menos eso creían ellos. No había seguridad cuando se trataba de Aldo. Era implacable y su paciencia inagotable.

Así de paciente debía ser Trevor. ¡Jesús, qué difícil era! Nunca había estado tan cerca antes. Bueno, debía tener paciencia. Jane MacGuire era un rayo brillante al que Aldo no podría resistirse y sólo tenía que esperar hasta que ese bastardo se aventurara a acercarse a la llama.

Aldo querrá matar a Jane con todo el ceremonial. Nada de rifles de largo alcance. Y si estaba en lo cierto, él tendría tiempo para atraparle antes de que pudiera asesinarla.

Las probabilidades no eran tan buenas.

Bueno, Bartlett estaba equivocado. Las probabilidades siempre eran proporcionales al esfuerzo realizado para resultar vencedor. Había tenido que erradicar toda emoción y utilizar el intelecto y la lógica. Había tenido que olvidar ese momento en que había mirado a Jane y había visto el espíritu y la vitalidad que irradiaba su rostro. Ella no debía importarle como persona, sólo como medio para alcanzar su meta. Había cometido un error. No podía permitirse cometer otro.

O Jane MacGuire moriría en unos días.

– No cabe duda de que lo que encontraron en el cuerpo de Caroline Halliburton eran cenizas volcánicas -dijo Christy cuando Joe descolgó el teléfono-. Estamos intentando averiguar de cuál. Pero todavía no hemos tenido suerte.

– ¿No puede ayudarnos Scotland Yard?

– Tampoco llegaron a ninguna conclusión con las cenizas que hallaron en los cuerpos de las otras víctimas.

– Eso es lo que dijo Trevor. ¿Cómo podía saberlo si no es de Scotland Yard?

– Ésta es la pregunta.

– Sí. -Y tenía que aceptar la probabilidad. Al infierno con su instinto. Su formación debía indicarle lo que tenía que pensar en este caso-. ¿Alguna noticia de Trevor?

– Todavía no. No había ninguna información sobre Mark Trevor en sus bases de datos y se tarda mucho en emparejar un dibujo robot con una foto. Tampoco había nada sobre sus huellas. Se las enviaron a la Interpol. En cuanto sepa algo te lo comunicaré.

– Más te vale.

– ¿Cómo está Jane?

– Inquieta, impaciente. Indiscutiblemente, mucho mejor que Eve y yo. No le gusta sentirse encerrada.

– Es típico de Jane -dijo Christy sonriendo-. Pero no es estúpida, Joe. No va a hacer ninguna tontería.

– Lo que para ella es absurdo, puede que no lo sea para mí. No se quedará en la cabaña. Dice que tener todo el día un par de policías pisándole los talones ya es bastante rollo como para convertirse en una verdadera prisionera.

– Una escolta policial visible suele ser una medida disuasoria bastante eficaz, Joe.

– Suele. -Se fue a la ventana y observó a Jane mientras caminaba junto al lago. Mac y Brian iban varios metros detrás de ella, pero a la vista, y Toby retozaba a su alrededor-. No me gusta tener que contar con ello. Llámame en cuanto tengas alguna noticia.

– ¿Alguna noticia? -preguntó Eve cuando Joe colgó el teléfono.

– Cenizas volcánicas. No conocen su procedencia. -Se giró para mirarla-. No se sabe nada de Trevor.

– ¡Maldita sea! -Eve fue a la ventana junto a él-. ¿De qué sirve tanta tecnología si no se puede obtener la información cuando se necesita?