El perro volvió a aullar.
– Esto podría ser el final -le dijo Bartlett-. Si puedes atrapar al perro antes que a la chica, puede que también puedas atrapar a Aldo.
– Ya lo sé. -Y también que si no llegaba a tiempo, Jane MacGuire sería asesinada o secuestrada. Era un tipo de final. Pero no era el escenario que él hubiera planeado si hubiera podido elegir.
Bueno, no había tenido muchas opciones desde que había comenzado toda esa macabra charada. Tenía que jugar la mano que le estaban dando. No podía pensar en la chica. Tenía que olvidarse de ella. Ésta era la vez que iba a estar más cerca de Aldo desde Brighton. Sólo tenía que pensar en lo que iba a hacerle cuando le pusiera las manos encima.
Toby volvió a aullar.
Ella se estaba acercando.
El último aullido de Toby había sonado mucho más cerca.
Se detuvo en su búsqueda y cerró los ojos, esperando a que volviera a aullar.
Si podía estar segura de su localización, no sería tan vulnerable. Conocía bien esos bosques. Ella y Toby habían corrido y jugado durante años por todos sus rincones. En el momento en que pudiera averiguar su localización, podría visualizarla y hallar el modo de llegar allí sin caer en la trampa de Aldo.
– Venga, Toby -susurró ella-. Dime dónde estás.
Volvió a aullar.
Hacia el sur. Faltarían al menos unos cien metros. Concéntrate. No pienses en que Aldo le está haciendo aullar. Está vivo. Ahora, mantenlo vivo. Unos cien metros al sur. Sólo había un claro rodeado de pinos.
¿Dónde mejor que un claro para vigilar a Toby? Para llegar hasta él tendría que ir por los árboles donde Aldo la estaría esperando. Al pensar eso su mano se aferró inconscientemente al cuchillo de cocina que había cogido del cajón de los cubiertos. ¿Sería capaz de usarlo? El mero hecho de pensar en apuñalar a alguien le hacía estremecerse.
Pero eso no estremecía a ese bastardo. Ya había matado antes y ahora iba a por ella.
Y estaba hiriendo a Toby.
¡Demonios! Claro que utilizaría ese cuchillo si era necesario.
Muy bien, ¿había algún otro camino para eludir a Aldo?
No, salvo que diera la vuelta y entrara al lago por el único sitio donde los pinos eran más finos y escasos. Desde allí podría ver a cualquiera que la estuviera esperando y, si iba con cuidado, él no la vería gateando por la orilla.
¿Había otro camino?
Toby volvió a aullar.
Si había otro plan, no tenía tiempo para descubrirlo. Tenía que rescatar a Toby.
Llegó ágilmente hasta la orilla del lago, se sacó los zapatos y vadeó en el agua fría.
¡Jane!
Eve dio un brinco en la cama, el corazón le latía con fuerza.
Joe abrió los ojos, totalmente alerta, como siempre que se despertaba.
– ¿Qué pasa?
– Jane.
– ¿Está teniendo otro sueño? ¿Has oído algo?
– No he oído… o quizás sí. -Se destapó-. Voy a mirar en su dormitorio.
Joe se recostó sobre un codo y la observó mientras se ponía la bata y se dirigía hacia la puerta.
– No he oído que nos llamara… -Se detuvo un momento y ladeó la cabeza para escuchar-. Ve a mirar. -Se sentó en la cama poniendo los pies en el suelo-. Ahora.
Eve corría por el pasillo.
La cama estaba vacía.
Jane no estaba.
Corrió al baño.
– ¡Jane!
El camisón de Jane estaba tirado en el suelo.
– ¿Se ha marchado? -Joe estaba detrás de ella. Ya se había puesto los tejanos y tenía un suéter de lana en las manos.
Ella asintió con la cabeza sin decir nada.
– La tiene. Ha entrado y se la ha llevado.
– No lo creo. Tendría que ser bastante estúpido para intentar esquivar a Mac y a Brian. -Se pasó el suéter por la cabeza-. Vístete, nos vemos fuera.
Eve no discutió.
– ¿Adonde vas?
– Al coche patrulla. Puede que la hayan visto. -Joe iba por el pasillo-. O que hayan visto a Toby.
– ¿Toby?
– No he oído que Jane le llamara, pero he oído aullar a Toby.
El terror le heló la sangre.
– ¡Oh, Dios!
– Quizá me he equivocado. -Joe abrió la puerta mosquitera-. Toby no suele…
Y entonces oyeron el aullido.
El perro estaba atado en un borde del claro. Tenía atadas las cuatro patas y la pata trasera izquierda sangraba por varios sitios.
Trevor murmuró un taco. ¡Señor! ¡Cómo odiaba a los bastardos que se aprovechaban de los indefensos! Los niños y los animales deberían estar exentos de la crueldad en el mundo.
Sí, claro. Nadie se libraba. Ya debería saberlo. Tenía que controlar su ira. ¿Dónde estaba Aldo?
Tenía que estar en alguna parte, no demasiado lejos de Toby, para poder hacer aullar a ese pobre animal.
Trevor ajustó sus prismáticos infrarrojos y estudió los árboles cercanos.
Nada.
Su mirada se dirigió hacia la izquierda. Nada…
Quizá.
¡Sí!
Una sombra borrosa, pero sin duda humana.
Aldo.
Se desplazaba silenciosamente por los matorrales.
El viento frío azotaba la ropa mojada de Jane y la hizo temblar. Apenas se la distinguía mientras reptaba a través de los escasos árboles hacia el claro. Cuidado. La luna llena que a ella le permitía ver, también permitiría ver a su agresor. Hasta ahora su memoria no le había fallado. El claro tenía que estar justo enfrente.
Y, de pronto, lo vio
¡Toby!
Las lágrimas cayeron por sus mejillas al ver la pierna sangrante de Toby.
Herido. Ese hijo de puta le había herido.
E iba a volver a hacerlo.
Alguien se acercaba al claro. Estaba demasiado oscuro para distinguir nada, salvo que era un cuerpo grande y robusto, de estatura media y pelo largo hasta la altura del hombro que podría ser rojizo.
Pero nada tenía de borroso el brillo del cuchillo que tenía en su mano.
Aldo se arrodilló al lado de Toby.
– ¡No!
Jane ni siquiera se dio cuenta de que estaba corriendo hacia él hasta que casi le había alcanzado.
– ¡No le toques!
Él se giró sobre sus rodillas.
– ¡Estás aquí! -Su voz era casi exultante-. Sabía que… -De pronto gritó cuando el cuchillo que llevaba Jane se hundió en su hombro.
– ¡Cabrón!
El cuchillo de Aldo apuntó hacia arriba.
Una mano la agarró por el hombro desde atrás, apartándola de ese cuchillo letal.
– ¡Por el amor de Dios, sal de aquí! ¡Ahora!
– ¿Trevor?
Se oyó un crujido entre los matorrales. Voces. Una docena de linternas atravesaban la oscuridad de los árboles que rodeaban el claro.
Aldo se cabreó y se puso en pie.
– ¡Puta! Te he dicho que no vinieras con nadie. ¿Pensabas que no le iba a matar? -Su cuchillo bajó para hundirse en Toby.
– ¡No! -Ella saltó sobre él, pero Trevor ya estaba allí preparado, para derribar a Aldo tirándole al suelo y rodando hacia el lado para proteger a Toby.
– ¡Alto! Bajad vuestras armas. -Era la voz de Joe, que venía corriendo desde el bosque hacia donde se encontraban ellos.
Aldo renegaba mientras luchaba por sacarse a Trevor de encima. En un instante se puso de pie y corrió para refugiarse bajo los árboles.
– ¿Estás bien, Jane? -le preguntó Joe. Jane asintió con la cabeza-. Eve y Gunther estarán aquí en un minuto. Quédate aquí, Trevor. -Salió a la caza de Aldo con cuatro policías detrás y apuntando.
Jane se arrodilló, mirando a Toby con ansiedad. El cuchillo de Aldo no había alcanzado su objetivo comprobó con alivio.
– No pasa nada pequeño. Todo va a ir bien. -Gateó un poco más hacia él y empezó a cortar las cuerdas que le retenían-. Nadie volverá a hacerte daño.
– No tenía que haberse interpuesto entre nosotros -dijo Trevor frustrado mientras se ponía en pie-. ¿Por qué no me ha dejado unos minutos más? Le hubiera atrapado.