Выбрать главу

– En las últimas veinticuatro horas.

– He de seguirle la pista. Hay indicios de que está empezando a ponerse nervioso. No fue cuidadoso al elegir a Janis Decker y nos ha dejado unas huellas para trabajar. Los hombres nerviosos cometen errores. Suelen tropezar y si estás en el lugar apropiado les atrapas. -Se calló un momento-. A menos que prefieras que vuelva a casa. Si estás nerviosa, sólo tienes que decírmelo.

– Pues claro que estoy nerviosa. Eso no significa que tengas que volver corriendo. Yo puedo cuidar de Jane -añadió furiosa-: Tú encárgate de atrapar a ese bastardo.

– Lo haré. Te llamaré en cuanto sepa más detalles al llegar a Richmond.

Inspiró profundo al colgar el teléfono. Primero Charlotte y ahora Richmond. Cada una de esas ciudades era como dar un paso gigante para alejarse de Atlanta y de Jane. Salió al porche y se sentó en el balancín al lado de Jane.

– Hermosa noche.

– Estás de buen humor.

– No debería estarlo. Ha habido otro asesinato en Richmond. El mismo modus operandi. Joe se dirige hacia allí. Cree que Aldo empieza a ser imprudente.

– Espero que tenga razón. -La mirada de Jane se perdió en el lago-. Está totalmente desquiciado, ¿sabes? Esa noche me di perfecta cuenta. Sé que la mayoría de los asesinos en serie tienen alguna tuerca floja, pero guardan algún instinto de supervivencia. No creo que ese sea el caso de Aldo.

– Entonces, será más fácil atraparle.

– He dicho desquiciado, no estúpido. -Le dio una palmadita a Eve en la mano-. Pero Joe le atrapará de todos modos. No va a dejar que ese cabrón se salga con…

Sonó el teléfono.

– Maldita sea, ahora que empezaba a sentirme bien -renegó Eve-. ¿Qué te juegas que es la señora que intenta hablar con Susie?

– Nada -respondió Jane sonriendo-. ¿Cuántas veces ha llamado?

– Cuatro veces esta tarde. -Suspiró-. No debería ponerme tan nerviosa. Estoy segura de que no es culpa suya, siempre ha sido muy amable.

– Quédate ahí. Ya lo cojo yo. -Jane se levantó de un salto y se fue hacia la puerta-. Enseguida vuelvo.

Eve se recostó. Era estupendo estar ahí sentada con el aire fresco acariciando su rostro con la luna llena de otoño brillando sobre el lago. Le traía viejos recuerdos de otras noches cuando ella, Joe y Jane se sentaban allí para hablar y reírse antes de irse a la cama. Jamás había considerado insignificantes esos momentos, pero quizá no los había valorado lo suficiente. ¡Señor, cuánto deseaba que volvieran esos tiempos! Cerró los ojos y se puso a escuchar los sonidos de la noche.

Oyó que Jane regresaba a los pocos minutos y abrió los ojos para ver cómo se sentaba a su lado en el balancín.

– ¿La madre de Susie?

– ¿Quién si no?

Capítulo 8

«Tranquila. Camina sin prisas», se dijo Jane.

Eve estaba trabajando en su nueva reconstrucción esta mañana, pero eso no significaba que no estuviera mirándola por la ventana. Las primeras fases de una reconstrucción no exigían tanta atención como las últimas y Eve se sentía muy protectora con Jane, como una leona defendiendo a su cachorro. Jane se dirigía a paso tranquilo hacia la espesa techumbre formada por los árboles a unos pocos metros del tronco donde solía sentarse, se sentó en el suelo y apoyó la cabeza contra un roble. Cuando levantó la cabeza hacia el sol comprobó que estaba en el ángulo de visión de Mac y Brian, los muchachos del coche patrulla y de Eve en la cabaña. Tenía que hacerlo todo deliberadamente pero que pareciera natural.

Se sentía tan natural como si estuviera sentada encima de una granada.

– Habla rápido -dijo entre dientes intentando no mover los labios-. Te daré unos minutos antes de empezar a gritar.

– Vas de farol -dijo Trevor con una risa ahogada desde los espesos matorrales que Jane tenía detrás-. No me habrías dicho que fuera por el colector si hubieras querido que me atraparan. Quieres jugar con ventaja. Lo entiendo. Estoy seguro de que serías una extraordinaria jugadora de póquer.

– No me gusta el póquer.

– No importa. El concepto es el mismo. Pero deberías aprender. Yo te enseñaré.

– No quiero que me enseñes nada. Y no sabes nada de mí.

– Sí, sí que sé. Aunque no hubiera tenido la oportunidad de estudiarte a fondo, te conocería. Con algunas personas simplemente sientes una conexión.

Ella no podía negar esa verdad, puesto que había sentido lo mismo cuando conoció a Trevor.

– ¿Por qué me llamaste?

– Por la misma razón que no le has dicho a Eve que era yo quién había llamado. He pensado que ya era hora de que nos viéramos. Era demasiado peligroso esperar más. Él aparecerá en cualquier momento.

– Ha asesinado a una mujer en Charlotte y a otra en Richmond. Eve piensa que puede que me haya tachado de su lista.

– No, no lo piensa. Es demasiado desconfiada. Es sólo una esperanza. Él no va a tacharte de su lista. Ha utilizado los asesinatos para alejar a Quinn y convencer a la policía de Atlanta que ya no necesitas tanta vigilancia.

– Joe no me ha dejado sin protección.

– Yo he llegado hasta ti.

– Porque yo lo he permitido. ¿Cuánto le has pagado a esa mujer para que hiciera esas llamadas?

– No mucho. Sólo tenía que seguir llamando hasta que respondieras tú en lugar de Eve. Le dije que era una historia de amor como la de Romeo y Julieta y ella tenía un corazón romántico. Siempre es más conveniente confiar en las emociones que en las amenazas.

– ¿Y qué quieres de mí?

– Quiero que hables con Quinn y le digas que quiero hacer un trato. Si me deja ayudarle a atrapar a Aldo, me entregaré cuando todo haya terminado.

– ¿Por qué lo haces a través de mí? Un estafador como tú debería poder pactar sus propios tratos.

– Estoy de acuerdo. Va contra mis principios confiar en otra persona. Pero el tiempo es esencial y Quinn tiene la tendencia a oponerse a todo lo que yo digo. Tú eres inteligente y puedes prepararme el terreno. Yo haré el resto.

– Joe no hace tratos.

– Pruébalo. Éste no es un caso habitual. Tiene un interés especial en que sigas viva. Estoy seguro de que estará dispuesto a arriesgarse a perder a un pez pequeño como yo para atrapar a uno gordo como Aldo.

– No está seguro de que seas un pez pequeño. Puede que seas una barracuda.

– Aunque lo fuera, lo que es seguro es que no voy por ahí asesinando a mujeres indefensas o torturando perros. Pero por si estoy equivocado, ¿tienes teléfono móvil?

– Sí. Eve me regaló uno para mi cumpleaños.

– Ya tienes mi número de móvil. Guárdatelo en la agenda de tu móvil para que puedas hacer una marcación rápida si lo necesitas. No estaré demasiado lejos de ti.

– ¿Me estás ofreciendo tu protección? No quiero tu protección. Quiero información. Eso es lo que siempre he querido de ti.

– Y si te digo lo que quieres saber, te alejarás de mí y me excluirás. No te lo voy a permitir.

– Y si no vas a decirme lo que quiero saber, ¿qué me impide gritar para hacer que te arresten?

– No te he dicho que no fuera a darte información. Te diré lo suficiente para ayudarte, pero no pasa que mi presencia te resulte innecesaria. -Guardó silencio durante un momento-. Pero como señal de buena fe, dejaré que ahora me hagas dos preguntas.

– ¿Quieres una pregunta? Dime por qué Aldo está asesinando a todas esas mujeres que se parecen a mí.

Dudó un momento.

– Si te contara eso ahora iría en mi contra. Pregunta otra cosa.

– Bueno, te has cargado esta pregunta. Muy bien, si quieres atrapar a Aldo, ¿por qué no cooperaste con Joe en lugar de intentar engañarle?

– Quinn quiere pescar a Aldo y ponerme a mí entre rejas.