– ¿Por qué es mejor?
– Tú perteneces aquí.
– ¿Y tú no puedes hablar? ¿La capitana quiere decírmelo personalmente? Deja que lo adivine. La capitana está retirando la mayor parte del despliegue policial para proteger a Jane. Consideran que no es necesario, puesto que es evidente que Aldo se ha trasladado. ¿Cuándo retiran a los muchachos?
– Mañana.
– ¿A todos?
– Te dejan a ti, a Mac y a Brian.
– Mejor eso que nada. Lo estaba esperando. -Y Trevor le había dicho a Jane que Aldo lo había planeado para que así fuera-. Gracias por ponerme al corriente Christy.
– Como te he dicho, es mejor que vuelvas a casa.
– Estoy de acuerdo.
– Te llamaré en cuanto tenga noticias de la policía italiana para averiguar qué estaba haciendo Trevor en Roma.
– Hazlo. -Colgó.
Y mañana le haría la misma pregunta a Trevor, pensó preocupado.
– ¿Dónde demonios está? -dijo Joe con cara de pocos amigos mientras su mirada escudriñaba el bosque que rodeaba el claro-. Llega treinta minutos tarde.
– Vendrá -dijo Jane-. Me lo prometió.
– Y la promesa de Trevor probablemente valga menos que el aire que emplea para hacerla.
– Estoy herido. -Trevor salió del bosque-. Al fin y al cabo un hombre vale lo que vale su palabra. Al menos eso es lo que dicen los filósofos. Personalmente, creo que es una visión…
– Llegas tarde -dijo Joe tajante.
– Tuve que dar un pequeño rodeo. Sólo me estaba asegurando de que al final no hubieras pensado que vale más pájaro en mano… -dijo haciendo una mueca de dolor-. Me parece que hoy es mi día de frases hechas. Lo siento. -Se giró hacia Eve y Jane-. No es que no confiara en vosotras, pero Quinn es más brusco e impredecible. Es un buen elemento, como yo.
– No me parezco a ti en nada.
– Siento no estar de acuerdo. -Sonrió-. Pero yo tengo la ventaja de haber estudiado tu carácter. Por eso pensé que podrías estar dispuesto a cooperar. -Levantó la mano en cuanto Joe empezó a hablar-. ¡Ah!, Jane me ha dicho que no estabas dispuesto a servirme en bandeja la cabeza de Aldo. Al menos, no por el momento. Apuesto a que cambiarás de opinión antes de que termine este asunto. Eres muy protector con tu familia.
– Información -dijo Joe.
– Necesito ciertas garantías -dijo Trevor.
– Y yo necesito respuestas. Habla.
– No voy a ser un insensato. Me gustaría cooperar activamente en encontrar a Aldo y alojarme en vuestra cabaña, pero sé que no me queréis bajo vuestro techo. De modo que lo que te pido es que me dejes estar cerca de Jane y que me avises si Aldo se le acerca. -Apretó los labios-. Probablemente lo sabré, pero no quiero correr ese riesgo.
Joe guardó silencio.
– No está pidiendo demasiado, Joe -dijo Jane en voz baja-. Menos de lo que yo esperaba.
– Decidiré yo. Tú ya sé de qué lado estás.
– ¿Qué de qué lado estoy? -preguntó Jane-. Dímelo tú. Quiero vivir y quiero a Aldo. Si piensas que eso implica estar sólo de tu bando, te equivocas.
Joe miró a Eve.
Ella se encogió de hombros.
– Es tu trabajo lo que está en juego. Yo aceptaré cualquier decisión que tomes.
– Eso es una prioridad.
Ella sonrió.
– Hasta que decidas que es una decisión equivocada.
Parte de su aire funesto desapareció.
– Eso es mejor. Temía que estuvieras enferma. -Se volvió hacia Trevor-. Trato hecho, y si por alguna razón cambio de opinión, te avisaré. Es lo único que puedo prometerte.
– Con eso basta -dijo Trevor-. No esperaba mucho más.
Eve miró a Jane de reojo.
– ¿Pide la luna y se conforma con lo que pueda conseguir? ¿Es tu forma habitual de actuar?
Trevor sonrió.
– Nunca se gana si no se apuesta fuerte. -Se volvió hacia Joe-. Pregunta.
– ¿Dónde está Aldo?
– No lo sé. Pero si lo supiera estaría siguiéndole la pista. Si su última víctima ha sido en Baltimore, supongo que irá más hacia el norte para cometer su siguiente asesinato. Querrá hacernos creer que se aleja de Jane
– ¿Tan seguro estás de que volverá? ¿Por qué?
La mirada de Trevor se dirigió hacia Jane.
– Porque ella es perfecta -dijo suavemente-. Y él lo sabe. La ha encontrado.
– Quizá sólo sea tu opinión. Esas otras mujeres se parecían…
– ¿Encontrado a quién? -Jane se adelantó para estar cara a cara con Trevor-. ¿A quién cree haber encontrado? ¿Y por qué quiere matarla?
Trevor sonrió.
– Eso ya me lo has preguntado antes. De hecho, esperaba que fuera la primera pregunta de Quinn.
– Dímelo.
– Está buscando a una mujer que piensa que puso a su padre en su contra y que fue la responsable de su muerte.
– ¿Lo hizo?
– Quizá.
– Por lo tanto, la odia.
– Y la desea. A veces los sentimientos se confunden cuando se está desquiciado.
– ¿La desea hasta tal punto que intenta destruir su imagen cuando la encuentra? -Joe sacudió la cabeza-. Es un carnicero.
Trevor asintió con la cabeza.
– Pero tuvo relaciones sexuales con las primeras víctimas. Probablemente, tuviera esperanzas de haberla encontrado y pensaba que el sexo sería la humillación final. Pero luego se dio cuenta de que el mundo es muy grande y que había muchas mujeres que se parecían a ella. Se siente con la obligación de asesinarlas, de destruir su parecido, pero no le apetece tener sexo con ellas, puesto que no son la verdadera; sólo lo hace para cumplir su deber.
– Deber -repitió Jane-. ¿Por qué?
– Porque se parecen a ella y no les puede permitir que se escapen -dijo Trevor-. No puede soportar que ninguna mujer que se le parezca siga viva. Han de morir.
Jane movió la cabeza.
– Eso no tiene sentido. Esas mujeres… Son de todas las clases sociales. Si las ha seguido, si las ha cazado es porque sabía algo de ellas. Debía saber que no podían ser la mujer que sedujo a su padre.
– Según su forma de pensar existe una probabilidad.
– Tonterías. Y si Aldo es tan inteligente como para seguir a todas esas mujeres con su rostro, mi rostro, ¿por qué no investigó? -dijo Jane haciendo gestos con una mano-. ¿Por qué no fue a la policía o contrató a un detective privado para encontrar a la verdadera culpable?
– Habría sido muy difícil.
– No tanto como asesinar a once mujeres por si eran la que él estaba buscando.
– Sí, lo habría sido.
– ¿Por qué? -Jane estaba temblando cuando se dio cuenta. No quería que le respondiera. ¿Qué demonios le pasaba?
Él la miró directamente a los ojos.
– No temas. Yo cuidaré de ti.
– No necesito que cuides de mí. Sólo dime por qué no podría encontrarla.
– Porque Cira lleva muerta unos dos mil años.
Sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Al principio, sólo había entendido el nombre que él había mencionado.
– Cira… -susurró ella-. ¿Su nombre es Cira?
Joe emitió un gruñido de hastío.
– ¿Un cadáver de dos mil años? ¿Adonde demonios quieres ir a parar, Trevor?
– Espera, Joe -dijo Eve, mirando a Jane-. Déjale hablar.
– Está asustando a Jane, maldita sea.
– Ya me doy cuenta. Déjale hablar.
Jane apenas les oía.
– ¿Cira? -Cerró los puños-. ¿Está buscando a Cira?
– ¿Cira qué? -preguntó Joe.
– Nadie conocía su apellido. -Trevor no apartaba la mirada de Jane-. Ella sólo era Cira. Cira la magnífica, Cira la divina, Cira la hechicera.
– Corta el rollo -dijo Eve tajante-. Estamos perdiendo la paciencia. ¿Cómo podía una muerta de dos mil años haber asesinado al padre de Aldo?
– Lo siento. -Trevor apartó la mirada de Jane y sonrió a Eve-. De hecho, Cira no fue la culpable. Su padre se murió cuando intentó sellar el túnel con una explosión.
– ¿Túnel? -repitió Eve.