Trevor asintió.
– Ese bastardo egoísta lo quería todo para él. Quiso sellar la entrada, pero no era muy hábil con los explosivos y falleció en la explosión.
– ¿Dónde sucedió eso?
– En el norte de Italia -dijo Joe-. Hace cuatro años ¿verdad?
– Caliente -dijo Trevor-. Debes haber estado muy ocupado si me has seguido la pista hasta tan atrás. Fue hace cuatro años y se suponía que el trabajo se iba a realizar en el norte de Italia. Pero surgió algo más interesante.
– ¿Aldo?
– No, Aldo estaba en la sombra por aquel entonces. Guido, el padre de Aldo.
– ¿Cuál era su nombre completo?
Trevor dudó antes de responder.
– Guido Manza.
Joe soltó un taco.
– Maldito seas, ¿has sabido el apellido de Aldo todo este tiempo y nunca se lo has dicho a la policía? Algunas de esas mujeres todavía podrían estar vivas.
– No me enteré de lo que estaba haciendo ese bastardo hasta que abandonó Italia y se fue a Inglaterra. Pensaba que sólo estaba huyendo de mí hasta que vi la foto de la mujer que había asesinado en Brighton en el Times. En cuanto vi el parecido me di cuenta de la conexión y empecé a seguirle la pista.
– ¿Por qué iba a huir de ti?
No respondió.
– ¿De qué le hubiera servido un nombre a Scotland Yard? Utilizaba una identidad falsa y no había modo de utilizar a sus amigos o familiares para atraparle. Aldo era un solitario.
– Descripciones. Podían haber puesto fotos suyas en los periódicos.
– Aldo quería ser actor. Estudió vestuario y maquillaje en Roma antes de que su padre le desterrara a la excavación. Ésta es una de las razones por la que era tan difícil seguirle el rastro cuando empezó a asesinar. Es un experto del disfraz. Es experto en bastantes cosas. Es realmente brillante.
– Todo esto son excusas.
– No te estoy dando razones. -Se encogió de hombros-. Pero tienes razón. Según tu punto de vista lo he hecho todo mal.
– Porque querías atrapar a Aldo tú mismo -dijo Jane.
– Por supuesto. Ya te lo he dicho. Ha de morir.
La realidad de esas palabras escalofrió a Jane. Tenía razón: había dicho antes esas palabras, pero en este momento parecían más reales. Más aterradoras. Antes le había entusiasmado, sentía que era un reto, se sentía segura. Antes no se sentía segura. Se notaba abatida, como si el mundo entero estuviera dando vueltas.
– ¿Por qué? -preguntó Joe.
– ¿Qué? -La mirada de Trevor volvió a posarse en el rostro de Jane-. ¡Ah!, porque se lo merece. ¿Por qué si no? -Se dio la vuelta-. Ella ya ha tenido bastante. Llevadla a la cabaña. Ya me pondré en contacto con vosotros más tarde.
– Quiero saber…
– Ya ha tenido bastante -repitió Trevor girando la cabeza-. Tendréis vuestras respuestas pero no hasta que ella sea capaz de asimilarlas.
– Estoy bien -dijo Jane. Se sentía un poco estúpida. Tenía que dominarse.
– Sí, lo sé -dijo Trevor-. Pero no es urgente. Necesitas tiempo para digerir lo que te he dicho.
– No me has dicho nada. Ese túnel, ¿dónde está?
Trevor se alejaba.
– Más tarde.
– ¿Dónde está? Dímelo ahora.
– No te enfades. No tengo intención de guardar secretos. Bueno, quizás algunos. Pero no éste. -Ya había llegado a los árboles-. Herculano.
Capítulo 9
Cira.
Muerta hacía más de dos mil años.
Herculano.
– Ve a estirarte. -La mirada preocupada de Eve se dirigió al rostro de Jane-. Estás blanca como el papel. Quizá Trevor tenía razón al decir que te lleváramos a casa.
– Dejad de preocuparos. No me pasa nada. -Sonrió de manera fantasmagórica-. Y Joe piensa que no tiene razón. -Miró a Joe, que no había dejado de hablar con el cuerpo desde que habían llegado a la cabaña, dándole a Christy la información que Trevor le había dado sobre Guido Manza-. No soporta los retrasos. No le gusta que le tomen el pelo y que primero le pongan la alfombra y que luego se la quiten de debajo de los pies. Le gusta que todo esté expuesto con claridad. -Ella puso mala cara-. Y no puedes decir que lo que nos dijo Trevor estaba claro.
– Estaba lo suficientemente claro para alterarte a ti. -Eve hizo una pausa-. Casi entras en estado de shock cuando mencionó ese nombre -repitió ella lentamente «Cira. Y el túnel eran demasiadas coincidencias…».
– No quiero hablar de ello. -Jane se dio la vuelta y se alejó con rapidez. Tenía que salir de ahí cuanto antes. Estaba aguantando el tipo en un acto de fuerza mayor-. Quizás esté un poco cansada. Me iré a descansar hasta la hora de cenar.
– No puedes huir de mí, Jane. Dejaré que me lo digas más tarde, pero no te calles lo que quiera que te esté preocupando.
– Lo sé. -Se fue hacia el pasillo-. Pero a mí también me ayudaría saber qué es lo que me preocupa. En estos momentos estoy confundida.
– No eres la única. Trevor ha lanzado una bomba y se ha marchado. No me extraña que Joe esté enfadado.
– Herculano… -Frunció el entrecejo-. Me suena, pero ¿dónde caray está Herculano?
– En Italia -dijo Eve-. Fue destruida por una erupción del Vesubio a la vez que Pompeya.
– Qué raro. -Jane abrió la puerta de su dormitorio-. Estoy segura de que Trevor no nos dejará mucho tiempo con esta incógnita. Hablaremos luego. -Se apoyó en la puerta mientras la cerraba. ¡Señor!, tenía las piernas como un flan. No soportaba sentirse tan débil.
Y no había razón para ello. Puede que fuera una coincidencia. Sí, seguro. Cira era un nombre muy común. Si no, ¿qué otra explicación había? ¿Estaba soñando con una mujer que había muerto hacía dos mil años? Inmediatamente rechazó ese pensamiento. No había nada de antiguo en los procesos de pensamiento de la Cira que ella conocía. Jamás se había cuestionado que Cira no fuera una mujer actual. Cada pensamiento, cada intuición, Jane los conocía perfectamente. ¿Quizá demasiado bien?
Eso es cuestionarse cada recuerdo e impulso. Esa era la forma de volverse loca. Ni siquiera conocía la historia de la mujer a la que Trevor llamaba Cira. ¿Quién sabe? A lo mejor ella había captado algunas vibraciones extrañas de Aldo que se habían filtrado en sus sueños.
Pero Aldo no había aparecido en su vida hasta varias semanas después de que hubieran empezado los sueños.
A lo mejor era médium y no lo sabía. Había oído hablar de la transmisión telepática.
En realidad estaba captando algo, pensó con desagrado. Lo próximo que vería serían alienígenas o esos pequeños monitos verdes que había mencionado Eve. Tenía que haber una explicación, y ya fuera extraña o pragmática, tendrían que enfrentarse a ella y manejarla de algún modo, entonces, todo se arreglaría.
Y eso es lo que habría hecho Cira.
No, eso es lo que Jane haría. Cira era un sueño y nada tenía que ver con la realidad. Ya se estaba empezando a sentir mejor, más fuerte. Lo único que necesitaba era un poco más de tiempo para superar el shock y darse cuenta de que todo estaba bajo control.
Se puso en pie y se fue al baño. No se iba a acurrucar en la cama y «descansar». Se lavó la cara y encendió el ordenador para ver si podía hallar alguna referencia histórica sobre Cira de Herculano. Era muy probable que encontrara información, quizás una línea o dos que hubiera leído, olvidado y luego la hubiera procesado en sus sueños. Si eso no funcionaba, llamaría a la biblioteca municipal y preguntaría si sabían algo sobre el tema o podían indicarle dónde buscar. Antes de que Trevor hubiera lanzado ese bombazo, ella había aceptado esos sueños con curiosidad y fascinación, pero ya no podía seguir haciéndolo. Si existía algún fragmento de realidad que tuviera relación con Cira tenía que descubrirlo y saber de qué forma estaba relacionado con ella.
Dos horas después se reclinó en su silla y miró al ordenador con frustración. Los bibliotecarios tampoco habían podido acceder a ningún documento que hiciera referencia a Cira.