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– Por supuesto. Se llama Ruth. Ya sabes que siempre les pongo nombre antes de empezar a trabajar. Es más respetuoso.

– Sólo era una pregunta. -Joe se dirigió a la puerta de entrada-. Creo que he oído a Toby.

– Ya has cambiado de tema.

– Sí. -Joe giró la cabeza y sonrió por encima del hombro-. Después de tantos años he de conservar un poco de misterio. Si soy demasiado predecible, puede que acabes aburriéndote de mí.

– Imposible. -Eve apartó la mirada de él-. Puede que una vez pensara que sabía cómo ibas a reaccionar, pero eso ya no volverá a suceder.

– ¡Hija de puta!

Eve levantó la mirada, Joe la miraba furioso.

– Lo siento. No debería haber dicho eso.

– No, ¡mierda!, no deberías haberlo dicho -dijo él con aspereza-. Aunque sabía que lo estabas pensando. ¿Cuándo vas a confiar en mí? ¡Por el amor de Dios!

– Confío en ti.

– Dentro de unos límites.

– No me lo eches en cara. Fuiste tú quien los puso.

– Mentí. Te engañé. Pero, ¡maldita sea!, sabes muy bien que lo hice para evitar que siguieras torturándote.

– Me dejaste creer que había enterrado los huesos de mi Bonnie, cuando eran los de otra niña. Lo hiciste a propósito. -Ella le miró a los ojos-. Te dije que me costaría perdonar eso. Lo intento. Lo intento todos los días. Pero a veces me viene a la cabeza y digo… te quiero Joe, pero no puedo estar siempre fingiendo. Si eso no te basta, te toca a ti.

– Y ya sabes lo que voy a hacer. -Respiró profundo y con dificultad-. Me conformaré con lo que me des. No te dejaré escapar. -Abrió la puerta mosquitera-. Cada mes, cada año que estamos juntos es como si nos tocara la lotería. Lo superaremos. ¿Dónde está ese maldito perro? -Salió al porche y le silbó-. ¡Toby!

Estaba herido y enfadado. Si no hubiera estado tan cansada, no se le hubieran escapado esas palabras. Solía tener más cuidado. Cuando decidió seguir con Joe, lo hizo con la intención de que la relación funcionara. Sabía que iba a ser duro, pero las cosas que valían la pena nunca eran fáciles. La mayor parte del tiempo su vida era buena, estaban bien juntos.

– Ya le tengo. -Toby entró en la habitación delante de Joe, jadeando y rebosante de felicidad-. Ha estado cazando. Esa sangre de lobo le domina más cada día. No estoy seguro de que Sarah tenga razón en lo de dejarle merodear por ahí.

– Eso es lo que le he dicho a Jane. -Joe actuaba como si la tensión de los últimos minutos no hubiera existido y ella hizo lo mismo-. Me ha dicho que no le dejaría salir si no nos gustaba que lo hiciera.

Joe se agachó y acarició a Toby en la cabeza.

– Le vigilaremos. Quizá tener algo de lobo no sea tan malo. Siempre me quedo más tranquilo cuando está con Jane. -Joe miró a Eve-. Probablemente, por eso se lo regaló Sarah. Seguro que pensaría que te sentirías más cómoda si Jane tenía protección.

– Porque Bonnie no la tuvo. -Eve movió la cabeza-. ¡Qué Dios me ayude!, ni siquiera se me había pasado por la cabeza la idea de que pudiera necesitarla. No podía imaginar que alguien hiciera daño a mi Bonnie. Era tan… maravillosa que… -Se calló y guardó silencio por un momento. Incluso después de todos esos años, el dolor y la rabia seguían presentes-. Pero tú ya lo sabes todo de los monstruos que matan a inocentes. Eres policía. Tratas con ellos todos los días. -Empezó a medir de nuevo la profundidad de los tejidos-. ¿Ha sido otro de esos monstruos el que ha asesinado a esta mujer?

– Eso creo. Cabe la posibilidad de que haya estado cometiendo asesinatos durante mucho tiempo. No sólo en esta zona.

– ¿Cuándo me vas a hablar de ella? -Eve le miró por encima del hombro-. Y no me digas que es confidencial. No me lo trago. Sabes que puedes confiar en mí, maldita sea.

– Hablaremos de ello cuando termines. -Joe gesticuló a Toby-. Vamos, muchacho, te voy a dejar entrar en el dormitorio de Jane antes de que empieces a aullar para pedirlo. Eso le da pesadillas a cualquiera. -Empezó a atravesar la sala y se detuvo-. Sabes, creo que la semana pasada tuvo una pesadilla. Yo estaba despierto haciendo informes y la oí… jadear. -Frunció el entrecejo-. ¿Quizá lloraba? No lo sé. Cuando asomé la cabeza por la puerta, dormía tranquilamente.

– Si tiene pesadillas con frecuencia, quizá no esté tan bien como pensamos.

– Dos, no es frecuencia.

– ¿Y cuántas más puede haber tenido sin que nos hayamos enterado?

– Lo único que podemos hacer es estar a su lado por si quiere hablar de ellas. Tú también tienes pesadillas. Dios sabe que no quieres hablar de ellas.

Sí, Eve tenía su ración de pesadillas y sueños con Bonnie. Las pesadillas habían desaparecido, pero, afortunadamente, los sueños sanadores continuaban.

– Le pregunté por su pesadilla y me dijo que no se acordaba. Creo no era cierto. Quizás hable contigo mañana.

– No voy a someterla a un interrogatorio. Pero si surge el tema… -Se encogió de hombros-. No obstante, no creo que salga. Está demasiado absorta en su examen para el carné de conducir.

Eve sonrió.

– Quiere estar bien segura y también quiere salir bien en la foto. Ésta ha sido la primera señal de vanidad que le he visto. Me dio esperanzas.

– Bueno. Pero mejor que te contentes con ese ápice de vanidad. -Le guiñó el ojo-. Porque nunca conseguirás que sea coqueta.

¡Ya está! Jane aparcó el SUV, saltó del coche y subió corriendo los escalones del porche donde Eve les estaba esperando.

– Ha sido un examen muy fácil, Eve. Deberían ponerlo más difícil. No me gusta la idea de circular por la carretera con niñatos que pueden superar este nivel… Toby, baja. -Le dio un apretón en el cuello y le empujó hacia abajo-. Pero ya lo tengo y no he quedado mal en la foto, ¿verdad, Joe? -Le enseñó el permiso a Eve-. Al menos, estoy mejor que en mi permiso de aprendiza. No soportaba parecerme a uno de los Tres Stooges. No era una foto digna.

– ¿Por eso estabas tan enfadada? ¿Por qué no nos lo dijiste? Podíamos haber esperado a que te sacaran otra.

– Teníais prisa. Pero no importa.

Eve frunció el ceño.

– También podías haber conseguido este permiso el año pasado al cumplir los dieciséis. Nunca nos dijiste que querías tenerlo.

– Todo el año pasado estuviste muy agobiada por el trabajo. Y Joe estuvo yendo y viniendo de Macon durante meses por aquel caso de homicidio. Decidí que me lo sacaría a los diecisiete y que entonces todos podríamos disfrutarlo. Como he dicho, no importa. -Se giró hacia Joe-. Gracias por llevarme. Os lo recompensaré preparándoos una cena.

– No, ni hablar. -Joe salió del asiento del lado del conductor y sacó una bolsa de comestibles del capó-. Esto es una celebración y tú eres la invitada de honor. Voy a hacer unos filetes a la brasa. -Subió los escalones-. Ha sacado una puntuación perfecta en ese examen tan «fácil», Eve. Y ella tan pancha.

– No esperaba menos. -Eve miró el carné de conducir. La foto era muy buena. Sus ojos castaños resaltaban en esa cara triangular, más fascinante que bella. Eve siempre había pensado que parecía una pequeña Audrey Hepburn con esas cejas aladas y los pómulos altos, pero Joe no le veía el parecido. Decía que Jane era un original y que si se parecía a alguien era a Eve. El mismo color de pelo rojo-castaño, la misma boca bien perfilada, la barbilla fuerte-. Es una foto estupenda, Jane.

– Parece que al menos tengo un atisbo de inteligencia. ¿Has terminado con Ruth?

– Estoy a punto.

– Está bien. -Apartó la mirada de Eve y se agachó para acariciar a Toby-. Entonces, no te preocupes por parar para cenar. Te traeré un sandwich. Ya lo celebraremos otro día.

¿Otro retraso después de que Jane había esperado un año porque no era «conveniente» para Eve y Joe?

– No, ni hablar. -Le devolvió el carné de conducir a Jane-. Ésta es una ocasión especial. Ruth puede esperar.