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Su mente pensó inmediatamente en los días posteriores al 11-S.

– ¿Ántrax?

– O alguna otra cosa. Personalmente, no creo que se privara del placer de un asesinato con sus propias manos, pero no siempre es predecible.

– Parece que, de momento, estás haciendo un buen trabajo. Gas venenoso… Fue el único caso en que la víctima murió así, ¿no es cierto? Ahogamientos, incineraciones, estrangulamientos. Para ser un asesino en serie no parece ser muy coherente en sus métodos. Suelen tener preferencia por un arma, ¿no es así?

– Sí lo es. Cada una de esas muertes le ocurrió a algún ciudadano de Herculano durante la erupción. Está matando a Cira una y otra vez de todas las formas posibles en las que podía haber muerto esa noche.

– ¡Dios mío!

No hay aire. Calor. Calor. Calor.

– ¿Estás bien? -Trevor la miró atentamente.

– Pues, claro que sí. -Miró al lago-. ¿Cómo murió Cira?

– No lo sé. Todos los manuscritos de la biblioteca hablaban de la vida de Cira, no de su muerte.

– Entonces, a lo mejor no murió en Herculano. Hubo supervivientes, ¿verdad?

– Sí.

– Entonces, puede que ella fuera uno de ellos.

– Creo que se habría oído hablar de una mujer como Cira si hubiera sobrevivido al desastre.

– A lo mejor tenía una buena razón para desaparecer.

Trevor guardó silencio un momento.

– Eso denota cierta desesperación. Realmente deseas que hubiera sobrevivido ¿no es cierto? ¿Por qué?

– No seas absurdo. No estoy desesperada por nada. Sólo que ella no merecía morir en ese túnel.

– ¿Túnel? -La miró asombrado-. ¿Por qué tenía que haber muerto en un túnel? Tenía una buena casa en Herculano.

– ¿A sí? Puede que estuviera pensando en el oro escondido en el túnel. -Cambió de tema-. Acabo de recordar que Joe quería saber si habías averiguado cómo podía encontrar Aldo a todas esas mujeres parecidas a Cira. Dijiste que la foto de una apareció en los periódicos y supongo que puede que tropezara por casualidad con una o dos más, pero no con todas. Y en estas últimas semanas se ha movido tan rápido que no es posible que sus elecciones se debieran al azar.

Movió la cabeza negativamente.

– Me he concentrado más en atrapar a Aldo que en averiguar las razones y los detalles. Pero dile a Quinn que voy a intentar averiguarlo.

– Bien. No estarás solo. Puede que Joe lo averigüe antes que tú. No le gusta pedir ayuda.

– No lo ha hecho. Lo has hecho tú por él. ¿Ha venido Bartlett a presentarse?

– Sí, es muy poco corriente. ¿Cómo le conociste?

– Estaba a punto de dar marcha atrás después de ver la foto de Peggy Knowles y haber interrogado a todas las familias de las víctimas que iba encontrando. Bartlett estaba en la lista de Ellen Carter. Fingí ser de Scotland Yard. Soy muy bueno como actor y nadie había sospechado hasta entonces. Pero Bartlett es mucho más inteligente de lo que parece. Me siguió hasta mi hotel y me apuntó con una pistola.

– ¿Bartlett?

Trevor sonrió.

– A mí también me sorprendió. Estaba aterrado, pero decidido. Le temblaba tanto la mano que pensé que más me valía hablar pronto antes de que se le disparara el arma por accidente e hiriera a uno de los dos.

– ¿Por qué no llamó a la policía para denunciarte?

– Porque tampoco estaba contento con el modo en que estaban llevando la investigación. Él amaba a Ellen Carter.

– Me dijo que tenía tres ex mujeres.

– Ella era la segunda. Bartlett mantiene buena relación con sus mujeres incluso después de haberse divorciado.

– ¿Por qué crees que se divorcian de él? Se le ve muy… dulce.

– Tiene la especialidad de elegir a las parejas incorrectas. No tiene problema en encontrar mujeres. Parece que las mujeres se derriten con él y se lo quieren llevar a su casa. ¿A ti no te ha pasado?

Jane asintió con la cabeza.

– Y Eve hoy le ha llevado comida y café. Y para eso ha tenido que dejar la reconstrucción en la que estaba trabajando.

– ¿Lo ves? Bueno, es evidente que vosotras tampoco os habéis librado.

– Tienes razón. -Retorció los labios.

– Es testarudo como una mala cosa y desde que se enteró de que iba detrás de Aldo no me ha dejado solo. Dejó su trabajo de contable y ha estado conmigo desde entonces.

– Me gusta.

– A todas las mujeres les gusta, ¡maldita sea!, a mí también me gusta. -La mirada de Trevor se dirigió a Bartlett-. Pero me vuelve loco. Probablemente tendré que atarlo, amordazarlo y arrastrarlo para sacarlo de ahí o se quedará en su puesto toda la noche. Estaba exultante de felicidad de poder hacer algo útil por ti.

– ¡Qué dulce!

– Tú también te estás derritiendo. -Trevor dio un suspiró mientras se levantaba-. Voy a entrar las cartas.

– Yo lo haré.

Trevor miró su ordenador.

– Estás ocupada. ¿Qué estás haciendo?

– Deberes. Me gusta trabajar aquí en el porche.

Trevor hizo una mueca.

– Deberes. A veces se me olvida lo joven que eres. A lo mejor es debido a algún deseo inconsciente. -Se encaminó hacia la puerta-. Asegúrate de que nadie más recoge el correo.

– Díselo a Joe.

– Quinn está dispuesto a dejarme hacer el trabajo pesado. Sabe que no voy a hacer nada que interfiera en su trabajo. Poco a poco vamos llegando a un entendimiento. -Abrió la puerta mosquitera-. Es Eve quien me preocupa.

– ¿Por qué no se derrite contigo como lo hace con Bartlett?

– Porque es una leona protegiendo a su cachorro. Lo que equivale a decir que es impredecible. -Trevor la miró por encima de su hombro-. ¿Vas a decirme por qué deseas tanto que Cira sobreviviera a ese volcán?

Era evidente que no le había engañado y no se iba a dejar engañar. Bueno, ella no iba a confiar en él.

– Puesto que según parece todo el mundo nos equipara, quizá sólo quiero que ella saliera airosa. Sería una buena señal.

– Sí, lo sería. -Estudió su expresión y movió la cabeza-. Pero no creo que ésa sea…

– Piensa lo que quieras.

– Siempre lo hago. -Se calló un momento-. Pero he de saberlo. He de saberlo todo sobre ti. Será más seguro para ambos.

– ¿Por qué?

– Él utilizará cada secreto, recuerdo y sentimiento para atraerte hacia él. Ya lo ha hecho una vez con Toby.

– Cometí un error. No volverá a repetirse. Y no voy a desnudar mi alma ante ti. Ya te has encargado de saber demasiadas cosas sobre mí por tu propia cuenta.

– Sí. -Una sonrisa repentina iluminó su rostro-. Ha sido un placer y sigue siéndolo. -Entró en la cabaña.

Jane tuvo que controlarse para apartar la mirada de esa puerta. ¡Dios mío!, ¡qué hermoso era! La mayor parte del tiempo que había estado a su lado sólo había sido consciente de su magnética personalidad y del recelo que le hacía sentir. Pero en el último momento se había dado cuenta de la maravillosa persona que realmente era Trevor.

¿Hermoso? A Trevor no le habría gustado. ¿De dónde había surgido esa palabra?

Hermoso como un dios.

Cira estaba pensando en Antonio cuando surgieron esas palabras en su mente. Antonio, inteligente, cínico y absolutamente carismático. Antonio, que la había seducido, deslumbrado y traicionado. Pero al final también había intentado salvarla ¿o era otro engaño?

¿Cuál era la diferencia? Estaba tratando el sueño como si fuera real. Y si se trataba de alguna conexión psíquica que tenía con Aldo; era evidente que ella la estaba perfilando y potenciando. Ella estaba dando vida a Cira con cada paso que daba y Aldo, sin duda, la veía como a una villana.

¿Y qué pasaba con Antonio?

Quizá necesitaba tener a un héroe que salvara a Cira. Aunque él era el prototipo del antihéroe.