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Jane sacudió la cabeza.

– Estás equivocada. No podemos rendirnos a él. Yo incluso podría hacerle salir de su escondrijo y conseguir que cometiera algún error si le enojo lo suficiente. De lo contrario, si doy un paso hacia atrás, él dará un paso hacia delante. Y no voy a dejar que me acorrale en un rincón donde pueda arrancarme la cara. -Jane vio que Eve se estremecía-. Lo siento. Pero, eso es lo que él quiere. Quiere asustarme y que me ponga de rodillas. No podemos concedérselo.

– Tampoco te voy a entregar a él. ¿Por qué no…? -Eve cerró los ojos y respiró profundo-. Estoy perdiendo el tiempo. -Abrió los ojos-. Y quizá tengas razón. No lo sé. Pero lo que sé es que si vas a restregarle ese anillo por las narices a Aldo hemos de asegurarnos de que estás a salvo -añadió apesadumbrada. Se dirigió al teléfono-. Voy a llamar a Joe. Sácate el anillo, trae la cámara digital y haz algunas fotos para ver si pueden localizar dónde lo compró Aldo.

– Eve…

– No estoy enfadada contigo. -Eve descolgó el auricular-. Sólo estoy cansada y frustrada y quiero que atrapen a ese maníaco antes de que acabe volviéndonos locos a todos. -Sonrió-. No, con esto no estoy diciendo que tú estés loca. Pero sí que eres obstinada y de ideas fijas. Ahora ve a buscar la cámara y saca las fotos.

Capítulo 12

– Te equivocas, Jane -dijo Joe tajante-. Le estás siguiendo el juego.

– No, se lo estaría siguiendo si ocultara el anillo. -Ella le miró-. Y tú lo sabes. Sólo que no quieres que corra riesgos. Ahora tenemos una oportunidad. Y si yo fuera otra persona, aceptarías. -Jane levantó la mano-. ¿De verdad crees que quiero llevarlo? Me da náuseas. Pero es lo que debo hacer. -Le puso el paquete de fotos encima de la mesa de centro. Hay suficientes fotos como para empezar a buscar al vendedor. Trevor dice que puede que lo comprara en Italia hace algunos años.

– Ya lo veremos -dijo con los labios apretados-. Que nosotros sepamos no le ha regalado ninguna joya a las otras víctimas. Si hace tanto tiempo que la lleva encima es porque verdaderamente te considera especial.

Jane hizo una mueca de preocupación.

– Si soy especial es porque no soy una víctima y no lo seré.

– Eso esperamos -dijo Eve.

– Piensa en positivo. -Jane se fue a su dormitorio-. Me voy a la cama. Si me quedo aquí, intentaréis persuadirme para que no lo lleve y no voy a dejar que eso suceda. Sólo empeoraría las cosas. Buenas noches, Joe.

– Huir no va a evitar que… -Murmuró un taco mientras Jane entraba en su dormitorio y cerraba la puerta con suavidad y decisión al mismo tiempo-. Has de convencerla Eve. Ella te escucha.

– Ya lo he intentado -dijo Eve en voz baja-. Ahora ya no me escucha. Piensa que tiene razón y que yo estoy equivocada.

– No es más que una niña, maldita sea.

– ¿De verdad? Creo que ya hablamos de esto hace algunas semanas y tú me decías que en realidad Jane nunca había sido una niña y que estaba bien que fuera así.

– Eso fue antes de que Aldo apareciera en escena. Ahora no está bien que sea así.

– Demasiado tarde. -La tenue sonrisa de Eve era triste-. Puede que antes de que todo esto sucediera hubiéramos tenido la oportunidad de hacer que su vida fuera más como la de una adolescente normal, pero ahora ya no. Ella ha cambiado.

– Sólo se ha vuelto más obstinada.

Eve movió la cabeza negativamente.

– Se ha formado. La he estado observando. Me recuerda a una de mis reconstrucciones. Cuando trabajo sé que todo está bajo mis dedos, pero no está listo para salir a la luz. Luego, de repente, todas las piezas encajan.

Joe la miraba frunciendo el entrecejo y Eve volvió a hablar.

– Es como poner una pieza de cerámica en un horno. Cuando entra, todavía es suave y maleable, pero cuando sale, todo se ha quemado y endurecido y así es como será para siempre. Eso es lo que ha hecho Aldo con ella. -Apretó los labios-. ¡Qué arda en el infierno!

– Y yo lo secundo. -Joe miró las fotos-. Puede que no esté lo bastante cerca como para ver que ella va alardeando de esa cosa.

Eve levantó las cejas.

– Vale, eso son esperanzas. -Cogió las fotos-. Las enviaré por fax a comisaría y les diré que le sigan la pista a ese paquete de Mail Boxes Unlimited de Carmel.

– Ella tiene razón, ¿no es cierto? Por mucho que nos duela hay que reconocer que es una oportunidad.

La luz de la lámpara hacía que la pálida vesubianita verde brillara y resplandeciera como el frío filo de un cuchillo. A Aldo le gustan los cuchillos, pensó Jane.

«No lo mires, ni pienses en lo que hizo con esos cuchillos».

Apagó la luz y metió la mano debajo de las mantas. Pero no sirvió de mucho. Seguía viéndolo en su mente ardiendo y reluciendo.

Entonces acéptalo. Había tomado esa decisión y tenía que afrontarla. Sacó la mano de debajo de las mantas y la dejó reposar fuera. Aldo había tenido ese anillo en sus manos. Lo había tocado, había mirado la resplandeciente piedra y había pensado cómo la trastocaría al enviárselo. Casi podía verle sonriendo y acariciándolo.

Bueno, ahora es mío. Y no dejaré que sea nada para mí que yo no quiera que sea. Así que, ¡jódete, Aldo!

Cerró los ojos y se propuso dormir. No iba a soñar con Cira, ni tampoco con Aldo. Desconecta, descansa, recobra fuerzas y determinación.

No, no duermas. Piensa.

Debía revisar todo lo que sabía de Aldo e idear una forma de atraerle. Estaba harta de esconderse y hacerle pensar que podían aterrorizarla. La situación tenía que cambiar. Tenía que mover ficha…

Lo siento, Eve…

A la mañana siguiente Bartlett estaba frente a la cabaña, como de costumbre. Sonrió gentilmente cuando Jane se dirigió hacia él.

– Buenos días. He oído que ayer noche hubo algún problema con el correo.

– Un poco. ¿Dónde está Trevor?

– Con Matt Singer revisando la seguridad. Pronto estará aquí. Puedes llamarle al móvil si es urgente.

Jane movió la cabeza.

– Quiero hablarle en persona.

– Ya veo. Bueno, estaré encantado de estar en su compañía mientras le espera. -Su mirada se dirigió a su mano y su sonrisa desapareció-. Trevor tiene razón. No debería llevar eso.

– Trevor no hizo nada por evitarlo.

– Lo sé. Dijo que era cosa suya. No me sorprendió, aunque sí me decepcionó.

– ¿Por qué?

– Me gusta. Pero me gustaría más si admitiera que no es tan duro como pretende.

– No creo que finja tanto.

– Eso es porque es muy bueno fingiendo.

– ¿Cómo cuando fingió ser de Scotland Yard investigando la muerte de su esposa? Es evidente que no le engañó.

Sonrió.

– Casi. Pero supe que no era un policía cuando le seguí al Claridge. Los policías no suelen tener suficiente dinero como para alojarse en lugares de lujo.

– Pero los contrabandistas y estafadores sí.

– Exactamente. Y cuando me familiaricé con Trevor me di cuenta de que mi mejor oportunidad para atrapar al asesino de Ellen era él. Tenía dedicación. La dedicación es importante -añadió con un tono de gravedad.

– También lo es la sinceridad. ¿Cuántas veces te ha mentido?

– Sólo una. Es sincero a su manera.

Jane movió la cabeza con incredulidad.

– No entiendo qué tipo de sinceridad es ésta. Se es sincero o no se es.

– ¿Blanco o negro? Mucho me temo que Trevor se encuentra en la zona gris. Pero, eso es mejor que negro, ¿verdad? Un hombre con esas dotes sería un villano temible. Debe ser una gran tentación para él.

– Me dijo que le gustaba mucho el dinero.

Bartlett asintió con la cabeza.

– Eso dice.

– ¿No le crees?

– ¡Oh!, sí creo que le gusta. De pequeño se educó en la pobreza y tuvo que luchar a su manera. Pero hay formas más sencillas de conseguir dinero cuando se es tan brillante como Trevor. No tiene necesidad de andar por una cuerda floja. Creo que ya lo probó cuando era pequeño y con los años se ha convertido en una adicción.