Выбрать главу

– ¿Ésa es la razón por la que persigue a Aldo? ¿No por el oro, sino por la emoción de la cacería?

– No, creo que se trata de algo más personal. ¿Te ha contado que Pietro Tatligno había sido mercenario con él en Colombia?

Jane abrió los ojos como platos.

– No, sólo me dijo que era un experto en antigüedades.

– Y muy brillante, pero hizo de las suyas cuando era más joven antes de dejar la vida militar y luego retomó los estudios. Era evidente que Trevor y él se habían hecho muy buenos amigos y fue Trevor quien se lo presentó a Guido Manza.

– ¿Estás insinuando que va detrás de Aldo porque se siente culpable?

– Trevor lo negaría. Según él el sentido de culpa no es productivo. -Sonrió-. Puede que incluso te diga que quiere atrapar a Aldo porque le traicionó.

– Me dijo que Pietro no merecía morir.

– Ah, quizás esté empezando a admitir la verdad.

Sacudió la cabeza cuando volvió a mirar su anillo.

– Es muy bonito, ¿verdad? Es terrible utilizar la belleza para asustar.

– Sólo te asusta si lo permites. No es más que un anillo.

– Y ella no lo va a permitir -dijo Trevor desde atrás-. Ya veo que Quinn no ha podido convencerte para que te lo saques.

– No. -Se giró y vio cómo se acercaba. Se le veía rígido, inquieto y Jane volvió a ser consciente de esa energía apenas contenida que exudaba en cada momento-. Es mi anillo. Mi decisión.

– Es cierto. -Se detuvo delante de ella-. Pero dado que no soy tan ético como Quinn, puede que intente manipular las circunstancias para que tu decisión sea la mía.

– Joe es sincero, pero tampoco está por encima de esta forma de actuar. Así que puede que os parezcáis más de lo que piensas.

Hizo una mueca.

– No le digas esto a él. No se sentiría halagado. Él es una persona recta y yo soy todo menos eso. Yo prefiero los caminos por los que nadie ha caminado y la mayoría son más retorcidos que la espalda de una serpiente.

Jane asintió con la cabeza.

– Retorcidos. Por eso he venido a hablar contigo.

– Le he dicho que podía llamarte y que tú vendrías enseguida -dijo Bartlett.

– En cualquier momento. -La miró fijamente a los ojos-. A cualquier parte.

Se sintió… rara. Sin respiración. Enseguida apartó la mirada.

– Eso es fácil de decir. Seguro que no estabas a más de dos kilómetros de distancia en la carretera.

Trevor sonrió.

– Pero no me llamaste. ¿Porque has preferido interrogar a mi amigo, Bartlett, sobre mí?

– Estoy emocionado -dijo Bartlett-. ¿Sabes que es la primera vez que admites que soy tu amigo? ¡Qué alentador!

Trevor movió la cabeza con resignación.

– ¿Sabes que realmente siente lo que dice? No puede negarlo. -Tomó del brazo a Jane-. Vamos, tengo que salir de su sombra. Toda esa dulzura y brillo me hacen sentirme mal cuando me comparo con él.

– No debería -dijo Bartlett mientras se alejaban-. He hecho todo lo posible para dejarte en buen lugar. Ha sido bastante difícil.

– No lo pongo en duda. -Trevor bajó la mirada hacia Jane mientras caminaban-. ¿Te has reído delante de él?

– No, nunca heriría sus sentimientos.

– ¡Dios nos libre! ¿Te vas a poner a la cola para ser la esposa número cuatro?

– No he venido aquí para hablar de Bartlett. -Se detuvo y le miró-. Y tú lo sabes. Así que, ¿por qué intentas evitar que diga lo que tengo que decir?

– Quizá me esté divirtiendo. Desde que te he conocido todo ha sido tensión, estar a la defensiva y sospechas. Me gusta verte así.

– ¿Así, cómo?

– Pues, tierna. No me atribuyo el mérito por ningún cambio de actitud, pero siempre me he aprovechado de cualquier oportunidad que se me ha dado.

– No estoy siendo tierna. No pretendo serlo.

– La mayoría de las personas tienen un aspecto tierno. Tú se lo muestras a Eve a Joe y a Toby -dijo arrugando la nariz- y a Bartlett.

– Eso es distinto.

– Y eso es lo que estoy diciendo. Es refrescante. -Trevor levantó la mano en cuanto Jane empezó a hablar-. Vale, ya veo que te estás impacientando. Dispara cuando quieras.

– Has dicho que Aldo era un genio de la informática. ¿Cuándo os codeabais en Herculano qué descubriste de sus hábitos de navegar por Internet?

– ¿De navegar por Internet?

– ¿Qué si no?

– En primer lugar no nos codeábamos. En segundo lugar, ¿por qué caray quieres saberlo?

– No estoy segura. Me ronda algo por la cabeza pero todavía no está claro. Ya me imagino que no erais amigos del alma, pero los dos erais unos cracks de la informática. Teníais eso en común y los dos estabais aislados en el túnel. Os debisteis haber comunicado en algún nivel.

Jane se encogió de hombros.

– Todos tenemos una web site favorita que visitamos casi cada día. Yo la tengo.

– Yo también. -Trevor frunció el entrecejo-. ¿Quieres saber las web site favoritas de Aldo?

– ¿Las conoces?

– Probablemente. Como has dicho, teníamos eso en común y yo admiraba su pericia. No compartíamos información, pero a veces le observaba.

– ¿Puedes recordarlo?

– Ha pasado mucho tiempo.

– ¿Puedes recordarlo?

Asintió lentamente con la cabeza.

– Todo ese período está bastante grabado en mi memoria. ¿Qué quieres de mí?

– Quiero una lista de todas sus web site favoritas.

– Puede que no las recuerde todas, Jane.

– Bueno, de todo lo que puedas recordar. De cualquier cosa.

– ¿Para qué?

– Es un punto de partida. No sé adonde podemos llegar. Anoche estaba en la cama pensando en alguna forma de llegar hasta Aldo antes de que él llegue hasta mí. Pero no sé nada de él. En realidad no. -Jane hizo un gesto de impotencia con la mano-. Tenemos tan poco… él está loco. Cree que soy la reencarnación de Cira y le gustan los ordenadores. He elegido lo más concreto que se me ha ocurrido para empezar a trabajar.

– ¿Y cómo quieres utilizar esa información cuando haya estrujado mi memoria?

– Ya te lo he dicho. Todavía no estoy segura.

Trevor estudió su expresión.

– Puede que no estés segura, pero tienes una idea de adonde quieres ir a parar con todo esto. Podría callarme y obligarte a compartir tus ideas.

– Y a mí me molestaría esa imposición y necesitarías un montón de tiempo para conseguir que cooperara contigo en un futuro inmediato.

– Eso es cierto -respondió sonriendo-. Sólo estaba faroleando un poco. No me gusta que me dejen en la sombra, pero seré paciente. Sé que seré el primero en enterarme en cuanto tengas las cosas claras.

– ¿Por qué?

– Porque sabes que te ayudaré. No discutiré. No impediré que te arriesgues. Si tienes una oportunidad de atraparle, dejaré que corras el riesgo. -Se calló-. Aunque eso suponga alejarte de Eve y de Quinn y de la manta de protección que te envuelve.

Se dio cuenta de que la había decepcionado. ¿Por qué? Era justo lo que esperaba, lo que necesitaba de él.

– Bien. ¿Cuándo tendrás la lista?

– Esta noche. ¿Es lo suficientemente rápido?

– Tendrá que serlo. -Se dio la vuelta-. De todos modos esta tarde voy a estar ocupada.

Trevor se inquietó.

– ¿Haciendo qué?

– Voy a ir al centro comercial a tomarme una pizza en CiCi's.

– ¿Qué demonios? ¿Y crees que Quinn te lo permitirá?

– No sin discutir. Pero al final me dejará ir. No querrá perder esa oportunidad de atraer a Aldo. Le diré a Eve que venga conmigo y Toe asignará a alguien de Singer para que nos siga.

– Supongo que no tengo que adivinar por qué has de ir de compras cuando Domino's puede traértelas a casa.