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– ¿De verdad? -Jane levantó la mirada y una brillante sonrisa iluminó su rostro-. ¿Estás segura? No es por… Ha sido un examen muy fácil.

– Estoy segura. No me lo perdería por nada del mundo. Estoy muy orgullosa de ti. -Eve se dio la vuelta-. Pero trabajaré hasta que la cena esté lista. ¿De acuerdo?

– Vale. -Jane se dio la vuelta-. Pero si cambias de opinión, lo entenderé. -Bajó los escalones-. Venga Toby, vamos a correr al lago. -Giró la cabeza-. Llámame si necesitas ayuda, Joe.

– Creo que me las arreglaré. -Joe abrió la puerta mosquitera-. Toby y tú tenéis que gastar un poco de energía. Puede que no estuvierais nerviosos, pero estáis cargados. No volváis hasta que os hayáis calmado un poco.

Jane se rió pero no respondió mientras se alejaba velozmente por el sendero del lago con Toby corriendo detrás de ella.

– Es feliz. -Eve sonreía mientras seguía a Joe hacia la cabaña-. Me gusta verla así.

– Eso no es nuevo. No es que siempre vaya por ahí como un alma en pena. Normalmente es bastante feliz. Vive intensamente cada momento.

– Lo sé, pero esto es diferente. ¿Crees que deberíamos comprarle un coche?

– No, no lo aceptaría. Ya está pensando en buscar un trabajo a tiempo parcial para ganar dinero y comprarse uno ella misma.

– Eso le costará una eternidad. ¿Podríamos regalarle uno para su cumpleaños?

Joe la miró.

– ¿Tú que crees?

Eve suspiró.

– Que lo verá como una ayuda.

– Correcto. -Joe empezó a descargar la compra y a llevarla al mostrador de la cocina-. Lo mejor que podemos hacer es encontrarle el trabajo a tiempo parcial mejor pagado de la zona y buscarle medios de transporte. -Desenvolvió los filetes-. Ahora mejor que vuelvas a tu trabajo. ¿Cuánto te falta?

– Puede que lo termine esta noche. Empezaré con la fase final en cuanto Jane se vaya a su habitación.

– Buena idea. -Joe cogió la bolsa de carbón y la sacó de la puerta principal.

Ni una protesta respecto a que trabajara demasiado. Ninguna sugerencia de que pospusiera el trabajo hasta el día siguiente.

Eve frunció ligeramente el entrecejo mientras atravesaba la sala de estar para dirigirse a su estudio. Las facciones de Ruth estaban en blanco, a la espera de la última capa y de que le diera la forma que les hiciera cobrar vida.

Vida.

Miró por la ventana y Joe estaba encendiendo el carbón en la barbacoa de piedra que había al lado de la cabaña. La vida se componía de un sinfín de pequeños detalles, de muchas horas y experiencias. Hoy, Jane había vivido una de esas experiencias…

Pero a Ruth le habían cortado la vida antes de que tuviera la oportunidad de experimentar poco más que el comienzo de su etapa como mujer adulta. Veinte y pocos años, le había dicho Joe que decía el informe forense. ¡Era tan joven!

– Me estoy acercando -susurró-. Sólo he de tomar unas pocas medidas más por aquí y ya estaremos. Te devolveré a casa, Ruth.

La mujer pesaba mucho.

Le costaba respirar mientras arrastraba el cuerpo envuelto en una lona colina arriba.

Era demasiado pesada. Demasiado voluptuosa. Sabía que no era Cira, pero se parecía lo suficiente como para merecer ser eliminada.

No podía arriesgarse.

No con Cira. Con Cira jamás.

Resopló al llegar a la cima. Dejó caer el cuerpo en el suelo y miró la ladera en pendiente que desembocaba en el lago Lanier. Allí había mucha profundidad y la lona se hundiría. Puede que tardaran semanas en descubrirla.

Y si la encontraban antes, peor. No cambiaría nada, sólo la dificultad.

Respiró profundo y le dio un empujón haciéndola rodar colina abajo. Vio cómo la lona desaparecía bajo el agua.

Listo.

Levantó la cabeza y notó la brisa acariciando sus mejillas. Un hormigueo de excitación recorrió sus venas y se sintió más vivo que nunca desde ese primer momento en que se había dado cuenta de lo que tenía que hacer.

Estaba cerca de ella. Podía sentirlo.

– Muy bien -murmuró Eve girando el pedestal hacia la luz-. Muy bien, Ruth. Las mediciones sólo nos llevan hasta aquí. Ayúdame. No puedo hacer esto sola.

Suave.

Empieza por las mejillas.

Trabaja deprisa.

No pienses.

O piensa en Ruth.

Piensa en devolverla a casa.

Haz el labio superior.

Suave.

¿Un poco menos?

No, déjalo así.

Suave.

Sus manos se movían con agilidad y sin pensar.

¿Quién eres Ruth?

Dímelo. Ayúdame.

La zona intermedia entre la nariz y el labio. ¿Más corta?

Sí.

Suave.

Suave.

Suave.

A las tres horas sus manos se apartaron del cráneo y cerró los ojos.

– Esto es todo lo que puedo hacer -susurró-. Espero que sea suficiente, Ruth. A veces lo es. -Abrió los ojos y se apartó del pedestal-. Sólo tendremos que… ¡Dios mío!

– No la has terminado -dijo Joe desde la puerta. Se acercó a su banco de trabajo y le dio su maletín de ojos-. Tú sabes cuáles le has de poner.

– ¡Maldito seas, Joe!

Sacó dos ojos de cristal y se los dio.

– Ponle ojos.

Se los metió en las cavidades y se giró hacia él.

– ¿Qué demonios estás haciendo? -Su voz era temblorosa-. ¡Por Cristo! ¿Por qué no me lo has dicho?

– Por la misma razón que no quieres que te den fotos de las víctimas. Porque podía haberte influido.

– Por supuesto, que me habría influido. ¿Qué demonios está pasando? -Su mirada volvió a dirigirse al cráneo. El parecido era considerable. El rostro estaba más rellenito, era más maduro, los ojos estaban un poco más juntos, pero las facciones eran muy similares. Curiosamente, temiblemente similares-. Es Jane, maldito seas.

Capítulo 2

– Estoy de acuerdo en que se parece a Jane dentro de unos diez años aproximadamente. -Joe estudió la reconstrucción-. Tenía la esperanza de que no fuera así.

– Porque esta mujer se parece a Jane y ha sido asesinada. -Cruzó los brazos para resguardarse del frío-. Y sabías lo que me iba a encontrar cuando terminara la reconstrucción; sabías que iba a ser Jane.

– ¡Por el amor de Dios!, no es que intentara mantenerte al margen más tiempo del necesario -dijo con brusquedad-. He hecho lo que tenía que hacer. -Cogió el paño de la mesa de trabajo y cubrió la cabeza-. Ahora ya está hecho y ya lo sabemos.

– No sabemos nada. Al menos, yo no sé nada. -Se dio la vuelta y se fue al lavadero para limpiarse la arcilla de las manos. Le estaban temblando. No te espantes. No puede volver a suceder. Dos veces no. No después de Bonnie. -Pero me voy a enterar, Joe. Lo voy a averiguar todo. Cuéntame qué está pasando.

– Te contaré lo que sé por ahora. Descubriremos el resto. Te lo prometo. -Cruzó la habitación hasta la mesa de café y abrió su ordenador portátil-. Descubrieron a la mujer en una profunda tumba a las afueras de Cahoun. Tenía las yemas de los dedos quemadas y de su rostro sólo quedaba la calavera. El resto del cuerpo estaba intacto. Christy me dijo que Scotland Yard le había advertido de que el autor podía haberse trasladado a esta zona tras supuestamente haber asesinado a una mujer en Birmingham.

– ¿Supuestamente?

– No es exactamente el mismo modus operandi. La asesinó quemándola y no intentó ocultar su identidad. Salvo por su rostro que estaba destruido. -Sacó el informe del caso-. Era una prostituta e inmigrante ilegal y no encontraron una foto hasta que habían pasado unas semanas, cuando la historia apareció en la página cinco. Tuve que indagar para encontrarla. -Giró el ordenador hacia Eve-. No tanto, pero existe un parecido.

Otra Jane.

Labios más delgados, no tan firmes, la piel no tan resplandeciente de juventud, pero rasgos parecidos.

– ¿Qué es esto? -susurró Eve.