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– ¿Quién crees que soy?

– No lo creo, lo sé. Eres Cira. Pensé que te había enterrado en ese túnel, pero después de asesinar a aquella mujer en Roma me di cuenta de que eras demasiado fuerte como para no haber vuelto a nacer. Supe que tenía que buscarte hasta que te encontrara.

– No cabe duda de que estás como una cabra. Yo no soy Cira, soy Jane MacGuire.

– Con el alma de Cira y tú lo sabes. ¿Por qué sino estás con una escultora forense como Eve Duncan? Sabías que vendría a destruirte tu odioso rostro y querías estar segura de que nunca desaparecería. ¿Sabes cuántas noches me había levantado y había visto a mi padre mirándote? No puedo recordar que alguna vez me tocara con afecto, pero sí le recuerdo acariciando ese maldito busto como si fuera la mujer que él amaba. Intenté destruirlo cuando tenía diez años y me dio tal paliza que no pude caminar en una semana.

– ¿He de sentir lástima por ti? Debería haberte ahogado cuando naciste.

– Probablemente, él pensara lo mismo. Después de que tú entraras en su vida, no fui más que un estorbo para él. Pero ahora tendré mi revancha. De modo que disfruta de tu sentimiento de triunfo. Quédate sentada en la cabaña rodeada de todas esas personas a las que has embaucado para que hagan tu voluntad. Te pudrirás allí, zorra. -Colgó.

No se podía mover ni para apagar el móvil. Sentía como si la hubieran azotado, como si le hubieran dado una paliza. ¡Dios mío!, el odio le desbordaba. El veneno era devorador y paralizador.

Reponte. Aldo quería que te sintieras así de débil e indefensa

Piensa en lo que ha dicho e intenta encontrar algo positivo en toda esa basura. Hizo un esfuerzo para colgar y se recostó en el balancín.

¿Positivo?

Dios mío.

– Correo -dijo Trevor mientras subía los peldaños una hora después-. Nada para ti, salvo una carta de… ¿Qué demonios te pasa?

– Estoy bien. -No estaba bien, pero estaba mejor. No le extrañaba que Trevor se hubiera dado cuenta de lo conmocionada que estaba. Sentía como si estuviera escrito en cada línea de su rostro-. No ha sido un día fácil -añadió con dificultad.

– Ha sido decisión tuya pasarle ese maldito anillo por la cara a Aldo. -La mirada de Trevor fue a buscar el rostro de Jane-. Pero no esperaba esta reacción.

– Yo tampoco. -Intentó sonreír-. Y supongo que no puedo quejarme. De hecho, creo que mi pequeña excursión ha sido un rotundo éxito. Pretendía incitarle a que diera algún paso y realmente he conseguido mi objetivo.

– ¿Qué?

– Aldo me ha llamado. -Miró el teléfono móvil que todavía tenía en sus manos-. Hace aproximadamente una hora.

– ¡Dios santo! ¿Qué te ha dicho?

– Estaba furioso. No le ha gustado el hecho de que su regalo no me asustara. Ha sido… desagradable. -Se humedeció los labios-. Me ha dicho entre dientes que tenía el alma de Cira y cuánto odiaba… ¡Dios mío!, cuánto odia mi rostro. Se ha propuesto la misión de librar al mundo de mi cara. Tenías razón, con todos esos asesinatos estaba matando su efigie.

– Pero no llamó a ninguna de las otras para charlar -dijo con gravedad-. Ni les regaló bisutería fina.

– Ninguna de ellas le enojó como lo he hecho yo. Me he quedado aquí sentada intentando pensar en algo constructivo que pudiera salir de todo esto, pero es muy difícil. Una cosa es cierta, volverá a llamarme. Cree que es su recompensa. Lo peor de todo es que me ha dicho que podía esperar mucho tiempo para matarme. -Apretó los puños-. Pero yo tengo prisa. No puedo soportar esto mucho más.

– Hoy hemos hecho un progreso. Te ha llamado.

– No es suficiente. Lo que dijo lo dijo en serio. Esperará hasta haber exprimido la última gota de placer de esta situación. -Apretó los labios-. Fue… repugnante, nunca había estado en contacto con algo tan detestable. Él… me asustó. No puedo dejar que eso vuelva a suceder.

– Podemos hacer que Quinn revise los archivos de llamadas para intentar localizarle.

Jane asintió.

– Ya lo he pensado, pero dudo mucho de que me hubiera llamado si no hubiera estado seguro de que no podríamos hacerlo.

– Lo intentaremos de todos modos.

– Por supuesto. -Enderezó el balancín-. Haremos todo lo que podamos. Hablaré con Eve y con Joe más tarde.

– ¿Ahora no?

– No quiero que me vean así; ahora, no. -Hablar con Trevor la había ayudado a liberar el miedo que Aldo le había inoculado, pero tenía que alejarse de ello, ahogar el recuerdo de esa llamada durante un rato. Miró el sobre que Trevor todavía tenía en sus manos-. ¿Me has dicho que tenía una carta?

Él no dijo nada durante un momento y luego esbozó una pequeña sonrisa.

– Sí, es de Harvard. ¿Has hecho una solicitud?

Se dio cuenta que Trevor estaba intentando cambiar de tema, lo cual la calmó.

– Sí, he solicitado una admisión anticipada. -Cogió la carta sin abrirla-. Quizá me han aceptado. -Tiró la carta sobre el balancín-. Sería estupendo.

– Tu entusiasmo es sorprendente.

– No estoy muy segura de que quiera ir a una de las universidades de la Ivy League. Pero Joe fue allí y le gustó. ¿Dónde está mi lista?

Trevor se puso la mano en el bolsillo y le dio una hoja de papel.

– Esto es todo lo que puedo recordar y puede que ya no visite esas web site.

– Y puede que sí. -Le echó un vistazo a la lista-. Dos web italianas. Un periódico inglés.

– Estudió dos años en Oxford. Le gustaba mantener el contacto.

– Esta es de Florencia, La Nazione. ¿Es otro periódico?

Trevor movió la cabeza afirmativamente.

– Creció allí. La mayoría de las personas siguen vinculadas a sus ciudades natales. También visitaba la web de otro periódico de Roma, la del Corriere della Sera.Jane señaló otra web site.

– ¿Y ésta?

– ¿La de Archaeology Journal? Es una revista semanal y prácticamente la biblia de la arqueología actual.

– Pero él era actor. Su padre era el arqueólogo. Probablemente, ahora ya no la visite.

– No, pero a menudo salen artículos sobre Pompeya y Herculano y él tiene un interés personal en esos lugares.

Jane pasó a otra web site.

– Ésta también es de Roma. ¿Otro periódico?

Trevor sonrió.

– No, ésa es una de las web site porno más importantes de Italia. Muy explícita, muy pervertida. Apuesto a que todavía está interesado en visitarla de vez en cuando.

– ¿Qué clase de perversión?

– También sentí curiosidad cuando le vi entrar en esa web site, así que yo también entré. Su especialidad es el sadomasoquismo y la necrofilia.

– ¿Violar a los muertos? -Se estremeció-. Repulsivo.

– Y eso me confirmó mi creencia de que Aldo no era un muchacho agradable.

– Me has dicho que no violó a ninguna de las víctimas después de las primeras que asesinó en Roma.

– Eso no significa que no le interese el sexo. Quizá consideraba que las otras no merecían la pena. O quizás ahora le baste el crimen para correrse.

Jane se humedeció los labios.

– A las mujeres que violó ¿lo hizo antes o después de haberlas matado?

– Después.

– Enfermo.

– Sin lugar a dudas. ¿Quieres saber alguna cosa más?

– Ya te lo diré. -Su voz denotaba abstracción mientras revisaba la lista-. Quizá pueda encontrar el resto. Puedo acceder a una gateway site y conseguir una traducción literal.

– ¿Eso quiere decir que me echas?

– Por el momento.

– ¿Y se me va a permitir saber qué demonios planeas hacer con esa información?

Levantó la mirada.

– ¡Oh, sí! Te voy a necesitar.

– Me consolaré con eso. -Se giró para marcharse-. Me cuesta imaginar que admitas necesitar a alguien.

– No.

– ¿Puedes decirme aproximadamente a qué hora?