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Sacudió la cabeza negativamente.

– He de pensar en ello e investigar un poco.

– Y has de recuperarte del asalto verbal de Aldo.

– Ya lo estoy haciendo. -Era cierto. La distracción había diluido el impacto emocional del veneno de Aldo-. Ha sido absurdo ponerme de ese modo. Al fin y al cabo, su llamada ha sido una victoria y me ha aclarado su actitud y sus intenciones.

– Y por lo que veo también ha aclarado tu actitud y reforzado tu determinación de avanzar a la velocidad de la luz.

– No necesitaba mucho refuerzo.

– No, vas a toda máquina. -Trevor levantó las cejas-. No puedo esperar a saber adonde vas a ir con todo eso.

– Ni yo tampoco -dijo ella cortante-. Sólo espero que no sea a un callejón sin salida.

– Entonces, suele haber un camino sobre el que retroceder para encontrar la salida.

Calor. Noche asfixiante.

Corre. Rocas que caen. Dolor.

– No quiero dar marcha atrás. -Apretó los labios-. He de ir directa hacia la salida y pasar por encima de ese bastardo si se interpone en mi camino.

Trevor dio un pequeño silbido.

– Voto por eso. -Empezó a bajar los peldaños-. Y yo te proporcionaré la apisonadora para hacerlo. Sólo tienes que abrir la boca.

Jane no respondió, volvió a mirar la lista.

Trevor movió la cabeza con arrepentimiento mientras caminaba por el sendero para encontrarse con Bartlett. Era muy obstinada; había liquidado el tema de la llamada de Aldo y probablemente hasta se había olvidado de él. No era bueno para el ego masculino.

¡Qué demonios! No podía esperar ninguna regla habitual entre hombre y mujer para su relación con Jane.

Mejor que no.

– Está absorta. -Bartlett tenía la mirada fija en ella-. Parece como si le hubieras hecho un regalo.

– En cierto modo así es. No ha sido una caja de bombones ni un ramo de flores, sino una lista de las webs que solía frecuentar Aldo.

– Ya veo. -Bartlett asintió con expresión de gravedad-. Mucho más valioso que una caja de bombones y ella no es de las que aprecian la dulzura.

– Quizá no haya tenido la oportunidad de probarla.

Jane inclinaba la cabeza sobre la lista y él observaba la tensión, la tersura y la delgada elegancia de su cuerpo mientras cogía su ordenador. Lo hacía todo con una gracia natural e inconsciente que era una delicia observar. Había juventud sin la torpeza de la misma. Gracia y fuego. Ardía como una vela en la…

– No, Trevor.

Miró a Bartlett.

– ¿Qué?

Bartlett estaba moviendo la cabeza, con cara de preocupación.

– Es demasiado joven.

– ¿Crees que no lo sé? -Intentó apartar la mirada de ella. Dios, qué difícil le resultaba-. Mirar no hace daño.

– Podría. Ella no es una estatua y tampoco es Cira.

– ¿No? -retorció los labios-. Eso díselo a Aldo.

– Te lo digo a ti. -Bartlett frunció el entrecejo-. Y no debería habértelo tenido que decir. Podrías hacerle daño.

Trevor sonrió inquieto.

– Ella lo negaría; diría que es mucho más probable que ella me hiriera a mí.

– Pero tú sabes que eso no es cierto. La experiencia cuenta y ella sólo tiene diecisiete.

Se giró para marcharse.

– ¿Por qué estamos tan siquiera hablando de esto? Te he dicho que no iba a hacer nada más que mirar.

– Eso espero.

– Cuenta con ello. -Se fue por el sendero-. Volveré para relevarte dentro de una hora. Se ha pasado toda la tarde provocando a Aldo y ahora está rabioso. Quiero estar por aquí por si decide aparecer.

Capítulo 13

– Me has estado observando toda la tarde. Me siento como un insecto en un microscopio. -Eve se apartó de la reconstrucción antes de mirar a Jane-. ¿Pasa algo? ¿Todavía estás alterada por la llamada de Aldo?

– Un poco. -Hizo una mueca-. Puedes comprender que se me haya quedado grabado en la mente.

– De eso no me cabe la menor duda. No ha dejado de preocuparme desde que me lo contaste.

– Pero puedes olvidarlo cuando te abstraes por completo en tu trabajo. Eso es una bendición, ¿verdad?

– El trabajo siempre es una gran terapia. -Eve frunció el ceño-. ¿Estabas preocupada por venir a verme mientras trabajo?

Jane movió la cabeza.

– Sólo me preguntaba si ya te falta poco.

– Mañana. La podía haber terminado esta noche si no me hubieras arrastrado a salir este mediodía.

– No pusiste ninguna objeción.

– Ni la pondré. Mantenerte viva es más importante que identificar a esta pobre chica muerta.

– ¿Qué nombre le has puesto?

– Lucy. -Sus manos se desplazaban por el cráneo, midiendo cuidadosamente el espacio entre los ojos-. La policía de Chicago piensa que puede ser una niña que lleva desaparecida más de quince años. Sus padres deben haber vivido un infierno.

– Como tú.

Eve no lo negó.

– Al menos podré devolver la hija a otros padres. Supongo que es una forma de poner fin a una situación.

– Bobadas. Es muy noble pero no te evita el sufrimiento.

– No. -Eve sonrió un poco-. ¿Se puede saber por qué estás tan interesada en mi trabajo esta noche?

– Siempre lo he estado. Es un poco repugnante, pero forma parte de ti.

– La parte repugnante.

– Has sido tú quien lo ha dicho. -Jane sonrió-. Jamás me atrevería. ¿De modo que Lucy regresa mañana a Chicago?

– Probablemente. -Eve levantó las cejas-. ¿Es importante que la termine rápido?

– Quizás. He estado sentada pensando… -Su mirada se fijó reflexivamente sobre el busto-. ¿Qué sensación… te produce?

– ¿Tocar su cara? -Se quedó en silencio, pensando-. No me da asco. Hace tanto tiempo que lo hago que es difícil de decir.

– ¿Lastima?

– Sí, y rabia y tristeza. -Acarició con dulzura la mejilla de Lucy-. Y una gran urgencia por devolverla a su hogar. El hogar siempre ha sido muy importante para mí. Hay tantos seres perdidos por ahí.

– Ya te he oído decir eso antes. ¿Realmente crees que su alma anda por ahí perdida y que le importa regresar a casa?

– No lo sé. Quizá. Pero no me importa. -Eve allanó la arcilla por la frente de Lucy-. Ahora vete a dormir y déjame trabajar o no terminaré nunca.

– Muy bien. -Jane se levantó-. Sólo era curiosidad.

– Jane.

Jane la miró por encima de su hombro.

– ¿Por qué ahora? -preguntó Eve-. Nunca te ha interesado mi trabajo antes.

Jane se giró para mirarla de frente.

– Nunca había visto tan de cerca la posibilidad de mi muerte. Esto hace que te preguntes qué es lo que nos espera allí fuera.

– En estos momentos lo único que te espera a ti es una vida larga y feliz.

– No te preocupes. No es que me esté deprimiendo o que sea pesimista. Todo esto ha surgido de repente sin venir a cuento. Estaba aquí sentada observándote y pensando en algo completamente distinto, cuando de pronto se me ocurrió que… -Hizo una pausa-. Cira es uno de esos seres perdidos. Según parece nadie sabe lo que le sucedió. Probablemente muriera en esa erupción.

– Hace dos mil años, Jane.

– ¿Qué importancia tiene el tiempo? Perdido es perdido.

– No, creo que no. Pero elimina el factor personal, el factor familiar.

– No, no estoy de acuerdo. -Se puso la mano en su mejilla y se la tocó siguiendo su trayectoria hasta la sien-. Esto para mí es muy personal. Ella tenía mi cara.

– ¿Y te preocupa que ella sea uno de esos seres perdidos?

– No lo sé. Quizá no se perdió. Quizá no murió. A lo mejor vivió hasta los cien años y vio a sus biznietos.

– Puede ser.

– Sí, pero me lo he estado preguntando, ¿y si tienes razón y las almas perdidas anhelan regresar a casa? ¿Y si los sueños que he estado teniendo fueran su forma de decirme que necesita que la encuentren y que la lleven a su lugar de descanso final?