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– ¿Es eso lo que piensas? Te he de decir que es una conclusión totalmente irreal.

– Porque es tu deber decirlo. -Se calló durante un momento-. Yo ya no estoy segura de lo que es real, ni creo que tú tampoco lo estés. Tiene tanto sentido como pensar que estoy captando las vibraciones psíquicas. -Hizo una mueca-. Pero ayudaría tener alguna guía. Quizá podrías preguntarle a Bonnie lo me que está pasando.

– ¿Es una broma?

– No es una broma de mal gusto. Ella rige tu vida y a mí no me importa. Pero he pensado que quizá podríamos ponerla a trabajar. -Se fue por el pasillo-. Olvídalo. Lo haremos todo nosotros. Pero intenta acabar con Lucy esta noche.

Encendió su ordenador portátil nada más llegar a su dormitorio y entró inmediatamente en la web site de Archaeology Journal. Una web muy técnica. Cuesta imaginar que a un psicópata como Aldo pudiera interesarle. No había ningún artículo sobre Herculano en ese número.

Se puso tensa y respiró profundo antes de entrar en la web site de pornografía. Antes le había echado un vistazo, pero tenía que estar segura… A los cinco minutos tuvo que salir. Era horroroso. Parecía imposible que alguien pudiera disfrutar con ese tipo de obscenidad.

Olvídalo. Ve a la web site siguiente. Todas ellas le estaban dando una imagen de Aldo que se hacía más clara en cada instante.

Terminó con la última web site de la lista de Trevor a las 03:42 y se recostó intentando calmar su excitación ¿Funcionaría?

Había que intentarlo. El éxito dependería de muchos factores, incluido el escurridizo poder de la suerte.

Bueno, se merecían tener algo de buena suerte, ¡qué caray!

Cogió el teléfono y empezó a marcar.

El sol ya se filtraba por las ventanas y bañaba a Eve y a Joe con su luz clara mientras estaban sentados en la mesa desayunando. Cálido. Acogedor. Sereno. Totalmente distinto del oscuro mundo de Aldo en el que Jane había estado sumergida la noche anterior.

Jane se quedó de pie mirándoles por un momento, dudando.

«Para. Ya has tomado una decisión. Ahora a por ella».

– Buenos días. -Se dirigió hacia ellos-. No te oí llegar anoche, Joe. -Se fue a la nevera y sacó el zumo de naranja-. ¿Llegaste tarde?

– Sí. -Tomó un sorbo de café-. Pero debiste haberme oído. Vi luz por debajo de tu puerta.

– Estaba ocupada. -Se sirvió el zumo-. ¿Cómo vas con Lucy, Eve?

– He terminado. -Eve sonrió ligeramente-. Tal como me ordenaste, madame.

– Sabes que yo no… -Se detuvo al encontrarse con la mirada de complicidad de Eve-. ¿Me has pillado?

– Sí. ¿Qué estás tramando?

– Tenía que asegurarme de que no tenías ningún trabajo esperándote. -Levantó el vaso y se lo llevó a los labios-. Te voy a necesitar. -Se giró hacia Joe-. Y a ti también.

– Es un honor que me hayas incluido -dijo con sequedad-. ¿Vas a decirnos tu secreto o tendremos que adivinarlo?

– Os lo hubiera dicho antes pero tenía que asegurarme… -Se humedeció los labios-. Estaba confundida. Faltaban demasiadas piezas en el rompecabezas y tenía que encontrarlas. De lo contrario habríais echado por tierra mi teoría y no podía dejar que sucediera eso.

– ¿De qué caray estás hablando?

– No podemos quedarnos aquí sentados a esperar a que Aldo venga a por mí. Pensé que quizá podríamos encontrar la manera de hacer que salga a la luz. Pero después de hablar con él, me di cuenta de que va a ser necesario algo bastante más fuerte para hacerle perder los nervios. De lo contrario, se limitará a sentarse y esperar y yo no podré soportarlo. Hemos de ir en su busca.

– Estamos yendo en su busca -dijo Joe enseguida-. ¿Por qué crees que me paso dieciocho horas al día en la comisaría? Estamos recopilando información, estamos buscando pruebas, cotejando. Lo conseguiremos.

– Y eso te está volviendo loco. Esa no es tu forma natural de trabajar -dijo Jane-. Tú quieres ir detrás de él.

– Así es más seguro.

– Él no tiene ninguna prisa. Cree haber encontrado a Cira y está dispuesto a esperar a que llegue su oportunidad. Podríamos estar años jugando al gato y al ratón. Yo no voy a entregarle esos años de mi vida. Quiero vivirlos plenamente. -Miró a Eve-. Creo que he encontrado la manera de hacer que salga a la luz, si me ayudáis.

– ¿Cómo?

Al menos estaban escuchando.

– Un momento. -Se fue a la puerta principal-. Anoche llamé a Trevor y le dije que viniera. -Le hizo un gesto a Trevor, que estaba fuera hablando con Bartlett para indicarle que entrara-. Vamos a necesitarle.

– ¿Has hablado con Trevor antes que con nosotros? -preguntó Joe.

Jane lo negó con la cabeza.

– Eso no habría sido justo. Sólo sabe que estoy preparada.

– Preparada ¿para qué? -preguntó Joe.

– Tranquilo -dijo Eve en un tono bajo-. Escucha, Joe. Está intentando decírnoslo.

– Podría funcionar -dijo Jane-. Sé que podría funcionar. -Se giró para mirar a Trevor, que acababa de entrar en la habitación-. Dile a Joe que no hemos estado conspirando a sus espaldas.

Trevor se encogió de hombros.

– He venido por mandato real. Le di la lista que me pidió y me despidió.

– ¿Qué lista?

Trevor le hizo un gesto con la cabeza a Jane.

– Te cedo la palabra.

– Aldo es un crack de la informática. Trevor me dijo que aparte de actuar, es su única pasión. Me dio una lista de webs que Aldo solía frecuentar.

– Dámela a mí.

– Lo haré. Cuando haya terminado. -Se giró hacia Eve-. Pero la gran pasión de Aldo es su deseo de vengarse de Cira.

– Te refieres de todas las que se parecen a ella.

– En su mente sigue siendo Cira.

– ¿Y bien?

– ¿Y si tuviera la oportunidad de vengarse de la verdadera Cira?

Eve frunció el entrecejo.

– ¿Qué?

– En Pompeya y Herculano además de esqueletos también se encontraron cuerpos casi en perfecto estado. ¿Y si descubriera que desenterraron una antesala del teatro de Herculano y descubrieron el esqueleto de una mujer que había sido asesinada el día de la erupción?

– ¿Cira?

Trevor dio un pequeño silbido.

– ¡La hostia!

– Trevor, me dijiste que Julio había encargado hacer varias estatuas de Cira. Teniendo en cuenta lo famosa que era, no sería nada raro que hubiera una en la antesala del teatro donde murió. ¿Una mención de una estatua no atraería inmediatamente el interés de Aldo?

– Por supuesto.

– Por supuesto, no anunciaríamos el descubrimiento enseguida. Tendríamos que filtrar la información para asegurarnos de que fuera creíble.

– ¿Cómo? -preguntó Eve.

– Utilizando las webs que le he proporcionado -dijo Trevor-. Tres eran de periódicos. Una de una revista de arqueología. Creo que me está pidiendo que manipule un poco la información.

– Y eres muy bueno haciéndolo -dijo Joe sarcásticamente.

– Puede que necesite tu ayuda -dijo Jane-. No nos interesa que le cojan y que tenga que retractarse. Pero si puedes conseguir que la policía local no saque a la luz ninguna de las protestas del editor estaremos a salvo.

– ¿Y por qué iría tras los huesos de una mujer muerta cuando puede ir detrás de ti? -preguntó Eve.

– Antes de empezar a matar a esas mujeres partió en dos el busto de Cira. Me dijo que creía que la había destruido cuando había hecho volar el túnel. Pero ha vivido con su imagen durante demasiado tiempo: para él todavía está viva. -Se calló un momento-. Y mientras hablaba con él me di cuenta del porqué. Es su rostro. Cada vez que ve una cara que se parece a ella, desencadena recuerdos y le incita a asesinar. No puede soportar ni siquiera ver su rostro, ni que exista en alguna parte del mundo. ¿Y si restregáramos su asqueroso careto en esa fobia? ¿Y si Cira se convirtiera en un icono popular? ¿Y si no pudiera leer un periódico o encender un televisor sin ver a Cira? ¿Y si se hiciera tan famosa como Nefertiti?