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Él no respondió, pero pasó a otra pantalla.

– El e-mail del inspector Mark Trevor. Cuatro víctimas en Reino Unido.

Sabía lo que iba a ver, pero aún así supuso un shock para ella.

– Todas se parecen a Jane.

– No del todo. No son idénticas, pero se parecen lo bastante como para ser hermanas.

Y todas estaban muertas. Eve se humedeció los labios.

– ¿El mismo asesino en serie?

Joe asintió con la cabeza.

– En todos los casos ha destruido el rostro. Con fuego o arrancándolo tras haber cometido el acto, utilizando algún producto químico.

– ¿Para ocultar su identidad?

– Éste no parecía ser su propósito salvo en el último caso.

Eve inspiró angustiada.

– Entonces lo hizo porque no soportaba su aspecto. Y ésa es la razón por las que las asesina.

– Parece una conclusión lógica.

– ¿Lógica? No lo veo lógico. Tengo un miedo mortal. -Su voz sonaba desigual-. Calhoun está tan sólo a unos kilómetros por la autopista y si ha destruido sus huellas dactilares ha sido para que creyéramos que se trataba de otro asesino, con un modus operandi diferente. No quería que nadie supiera que estaba en esta zona. ¿Por qué?

– Quizá no quería que se alertaran las mujeres de esta ciudad.

– Pero no todas se parecen a Jane. -Eve apretó los puños-. Y eso es lo que está buscando ese loco. Intenta destruir a toda mujer que se parezca a Jane.

– No conoce a Jane.

– Entonces, a toda aquella que se parezca a una antigua amiga o a su madre. Alguien con el rostro de Jane.

– Encajaría con el perfil de un asesino en serie.

– Oh, sí, lo sé todo respecto a esos perfiles -dijo ella con voz entrecortada-. Los estudié tan a fondo tras el asesinato de Bonnie, que casi me asfixié con ellos. Muy bien, no va a sustituir a Jane en ninguna de sus fantasías psicóticas. Esto no va a volver a suceder.

– No, no sucederá -dijo Joe en voz baja-. No lo permitiré. ¿Crees que eres la única que se preocupa por Jane?

No, por supuesto que él también amaba a Jane. Pero no había perdido a una hija. No sabía lo que era vivir con el terror constante de que volviera a suceder.

– Lo sé. -Joe estudiaba la expresión de Eve-. Deberías darte cuenta de cómo me siento. ¿Quién te conoce mejor?

Nadie. Y ella no estaba siendo justa. El miedo nublaba su buen juicio.

– Lo siento. Sé que estás tan preocupado como yo. Entonces, ¿qué vamos a hacer?

– Contactar con Trevor y averiguar todo lo que podamos de lo que saben ellos de este monstruo. El e-mail era escueto, por decir algo. Le llamé a su móvil esta tarde, pero salió su buzón de voz. Le dejé el mensaje de que me llamara. -Joe miró su reloj de muñeca-. Ya es pasada la medianoche. Puede que no tengamos noticias suyas hasta dentro de unas horas. Allí sólo son las cinco de la madrugada.

– Vuelve a llamarle. No me importa si le despertamos.

Joe accedió.

– Y nosotros hemos de saber cómo se han enterado de que el asesino ha cruzado el Atlántico, si no conocen su identidad. En Yard han de tener algunas teorías si han estado trabajando en el caso durante los tres últimos años. Hemos de conocer las razones antes de que podamos prever sus movimientos.

– Les basta con mirar las fotos para saber por qué lo está haciendo. -Pero, ella no quería mirar más esas fotos. La asustaban demasiado. Se dio la vuelta-. Voy a ver cómo está Jane.

– Está bien, Eve. Estamos aquí en la habitación de al lado.

– Probablemente eso es lo que pensaron los padres de esa niña de California antes de que el asesino entrara en su hogar y se la llevara.

– Jane no es una niña. Es una jovencita fuerte e inteligente y a cualquiera que se meta con ella más le vale ir con cuidado.

– Nadie se va a meter con ella. Nadie va a hacerle daño -dijo ferozmente-. No voy a dejar que eso suceda. Otra vez, no. Llama a Trevor y sácale toda la información. Vamos a descubrir a ese bastardo antes de que él encuentre a Jane.

Jane dormía tranquilamente.

«Esa noche no soñaba», pensó Eve mientras la miraba. O, si soñaba, no eran pesadillas. ¿O sí lo eran? No recordaba que Jane le hubiera hablado jamás de sus sueños. Quizá tenía que habérselo preguntado antes. Jane había encajado con tanta facilidad en sus vidas, que le había resultado muy fácil considerarla como a un miembro más de la familia. Era extraño, puesto que la personalidad de Jane era tan fuerte como la suya. Pero Jane nunca había querido retarla. Les había entregado su afecto a los dos, se había esforzado mucho por conseguir su puesto en la familia y nunca había pedido nada.

¡Era una persona maravillosa!

Y nadie iba a destruir esa maravilla.

Se dio la vuelta y salió de la habitación. Al momento pasó al lado de Joe, que supuestamente estaba llamando a Trevor y salió al porche. Se sentó en el primer escalón de arriba y apoyó la cabeza contra la columna. Hacía frío, el aire era puro y el lago estaba tranquilo esa noche. Todo era hermoso, familiar y hogareño.

Pero el hogar se podía convertir en un lugar de desolación y terror. ¿Quién podía saber mejor que ella que nadie estaba a salvo?

– Nadie, mamá. Pero no has de preocuparte hasta que haya un motivo concreto para ello. La vida es demasiado corta.

Giró la cabeza y vio a Bonnie sentada en el balancín del porche. Tenía las piernas cruzadas, iba vestida con téjanos y su habitual camiseta de Bugs Bunny.

– Eso es lo que dice Joe. No os estoy escuchando a ninguno de los dos. Él es demasiado lógico y tú eres un sueño. Creo que tengo un montón de razones para preocuparme.

Bonnie suspiró.

– No soy un sueño, soy un fantasma. En el fondo sabes que es cierto.

– No sé nada de esas cosas. Probablemente te inventé cuando estaba tan deprimida que o buscaba una forma de hacerle frente a mi situación o me suicidaba.

– Sí, por eso vine a verte la primera vez. -Una sonrisa iluminó su rostro-. Y porque te echaba de menos.

Eve notó que se le hacía un nudo en la garganta.

– Te echo de menos, pequeña.

– No me echarás tanto de menos si le abres más tu corazón a Joe. Durante un tiempo pensé que ibas a estar bien, pero le apartaste de ti.

– Ya sabes por qué lo hice.

Suspiró.

– Otra vez yo. Fue un error, pero lo hizo porque te quiere.

– Ya sé todo eso. Estamos trabajando en ello. -Eve miró atrás hacia el lago-. ¿Por qué has venido? Hacía meses que no te veía.

– Me necesitas. Siempre estaré contigo cuando me necesites.

¿Por qué estaba mirando el lago cuando podía mirar a Bonnie? No importaba que fuera un fantasma o un sueño, era Bonnie. Se giró y la miró enfadada.

– Te necesito. Te necesito cada minuto del día.

– Jane puede estar en peligro. Tengo miedo por ella.

Bonnie asintió con gravedad.

– Yo también temo por ella. Él está cerca.

– ¿Quién está cerca?

– El malo. -Descruzó las piernas y las dejó colgando por encima del suelo del porche.

¡Era tan pequeña!, pensó Eve. Tan pequeña y querida…

– ¿No sabes quién es?

Ella movió la cabeza negando.

– Sólo que es malo.

– ¿Cómo el hombre que te mató a ti?

– No puedo pensar en eso, mamá. Ya ha pasado. No puedo responder a tu pregunta. Pero sé que el hombre que ha asesinado a Ruth es retorcido y macabro.

– Me alegro de que no puedas recordar eso, pequeña. -Se aclaró la garganta-. Pero maldita la gracia si no puedes decirme ningún hecho concreto. ¿De qué sirve un fantasma si no puede ser útil?

Bonnie echó atrás la cabeza y se rió.

– Yo soy útil. Evito que vayas por ahí como un alma en pena pensando en suicidarte. Además, no tengo por qué ser útil. Me querrás de todos modos.