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Joe se quedó en silencio un momento.

– Entonces, ¿por qué demonios sigues ahí plantada como un pasmarote sin contarme de qué se trata?

Capítulo 15

Jane abrió la puerta del coche mientras Joe se detenía delante del edificio.

– ¿Por qué no vas a aparcar mientras yo entró?

– De ninguna manera.

– Te he dicho que quería hacer esto sola, Joe.

– Podrás hacerlo sola. Cuando haya registrado la oficina y me haya asegurado de que es segura. -Sonrió torciendo la boca-. Ese es el trabajo que me has asignado y eso es lo que estoy haciendo. -Aparcó en un lugar cercano al edificio-. Ahora puedes salir y ser tan independiente como te plazca siempre y cuando yo esté detrás de ti.

Jane movió la cabeza arrepentida.

– ¿Joe, te das cuenta de lo raro que suena eso?

– A mí no me parece raro. -Salió del coche-. Empieza a menearte.

Jane se dirigió rápidamente hacia las puertas de cristal doble de la entrada.

– Siempre que estés a cierta distancia detrás de mí. No quiero asustarle. Podrías intimidarle.

– Me gustaría poder intimidarte a ti. -Le abrió la puerta-. Y tú también empiezas a intimidar un poco.

Jane movió la cabeza.

– A mí, no. -Se fue hacia la chica que iba vestida con tejanos y un suéter largo que estaba sentada a una mesa que había en el vestíbulo mientras Joe se quedó apoyado en una pared mirando una hilera de mesas y cubículos a la izquierda del vestíbulo.

– Hola, me llamo Jane MacGuire. He llamado esta mañana y he pedido una entrevista con Samuel Drake.

Una sonrisa iluminó el rostro pecoso de la joven.

– Hola, yo soy Cindy. Sam me ha dicho que te hiciera pasar en cuanto llegaras. -Descolgó el teléfono y apretó un botón-. Ya ha llegado, Sam. -Colgó y le hizo un gesto con la cabeza-. Adelante.

Tanto la recepcionista como la oficina emanaban informalidad y buen rollo. Su actitud era alentadora y justamente lo que Jane esperaba que fuera.

– Gracias. -Se dirigió hacia la puerta que sólo tenía las letras S. Drake en bronce y la abrió-. Le agradezco que pueda recibirme señor Drake; le prometo que no le entretendré demasiado.

– Sam. -Drake se levantó. Era alto y desgarbado, llevaba unos pantalones caqui y una camiseta azul y no parecía tener más de treinta-. Puedes estar el rato que quieras. -Sonrió-. Probablemente no te sirva de mucho, pero disfrutaré del espectáculo. Tu llamada me ha interesado y yo soy una persona sencilla que no necesita mucho para que le despierten la curiosidad.

No le creyó. Podía ser una persona sencilla, pero sus ojos azules reflejaban una aguda inteligencia. Se preparó para la batalla que tenía que librar. Estúdialo, busca su punto débil y utilízalo. ¿Ambición? Quizá. ¿Seguridad? Lo dudaba. Puede que sólo quisiera agradar y que le respetaran. Eso sería lo más sencillo de manejar. Siéntate y charla durante unos minutos para ver si revela algo.

– Entonces, veamos si puedo entretenerle durante los próximos quince minutos. -Sonrió y se acercó a la silla para invitados al otro lado de la mesa-. Quizá podamos entretenernos mutuamente. Eres muy joven para tener un cargo tan alto. Esto me hace sentirme más cómoda para hablar contigo. He de admitir que estaba un poco nerviosa…

Telefoneó a Trevor esa noche cuando regresaron tarde a la cabaña.

– Ya tenemos el Archaeology Journal.

– ¿Qué?

– Ya me has oído. Drake va a escribir un artículo breve para el número de esta semana sobre el descubrimiento de Sontag. No será una confirmación total, pero se acercará bastante. Quiere que le envíes una foto del busto de Cira. Me prometió que la sacaría un poco borrosa para que Aldo no reconociera que era la que le había vendido al coleccionista. La necesita enseguida si se ha de publicar la historia esta semana…

– Poco a poco -dijo Trevor tajante-. ¿Cómo demonios lo has conseguido?

– Me dijiste que no teníamos tiempo y que los necesitábamos. Así que me fui a la oficina de Drake y lo hice yo misma.

Trevor soltó varios tacos obscenos seguidos.

– ¿Te has marchado de la cabaña y te has ido a Newark?

– No he ido sola. Joe me ha acompañado. Se aseguró de que nadie supiera que me había marchado y me estuvo protegiendo todo el rato.

– Idiota.

– No, es inteligente y duro, y ha hecho lo que le he pedido.

– ¿Dónde estaba Bartlett? Voy a estrangularle.

– Ya te lo he dicho. Joe es inteligente. Bartlett no tiene la culpa. No se esperaba que fuéramos a marcharnos a escondidas de la cabaña. -Se detuvo un momento-. Y yo hice lo que se tenía que hacer. Estaba harta de oírte decir lo bien que iba todo cuando lo único que yo quería era hacer algo. Así que deja de decir improperios y mándale a Drake esa foto.

Guardó silencio durante un momento.

– ¿Cómo le has convencido?

– No fue fácil -dijo cansinamente-. Casi meto la pata. Me costó bastante descifrar su expresión. Pero al final vi algo que me dio la clave…

– ¿La clave?

– El anhelaba ser un aventurero, pero está ligado a un despacho para escribir artículos sobre aburridos descubrimientos, cuando lo que en realidad quiere es patearse el mundo.

– ¿Y cómo llegaste a esa conclusión?

– Hablando con él de manera informal, sintiéndole, e hice diana. Estaba bromeando y mencioné a Indiana Jones. Se le iluminó el rostro como si fueran los fuegos artificiales del cuatro de julio.

– ¿Le gustaría ser Indiana Jones?

– No tiene nada de malo querer ser un héroe. Así que le di su oportunidad. Le conté toda la historia de Aldo, la conexión con Cira y que le necesitábamos para tender la trampa. Hice entrar a Joe para demostrarle lo sinceros y legales que éramos. Y también le prometí una exclusiva cuando atrapáramos a Aldo. Y a diferencia de ti, yo cumplo mis promesas. Ahora, ¿cuál es el paso siguiente?

– Que te quedes quieta y no hagas nada.

– Haré lo que me plazca. Dime cómo vamos a conseguir que inviten a Eve a Herculano después de que Aldo haya leído la confirmación en la revista.

– Prepararemos el terreno en la prensa durante dos días. Sontag hablará del trabajo de los escultores forenses y de la necesidad de contratar al mejor profesional. Luego esperaremos otro par de días y dejaremos que Sontag anuncie a quién ha elegido.

– Eso supone casi otra semana más.

– Eso es lo que haremos.

– Creo que deberías acelerar el proceso -dijo bostezando-. Ahora estoy demasiado cansada para discutir. Ayer estuve toda la noche despierta estudiando la revista y convenciendo a Joe para que me ayudara a hacer lo que se tenía que hacer. Me voy a la cama. Recuerda enviar la foto…

– ¡Dios mío!, eres fantástica.

Sintió una punzada de dolor.

– No sé de qué me estás hablando. Se tenía que hacer algo y lo he hecho.

– Y lo mejor del caso es que no te das cuenta de ello. Probablemente has mareado tanto a Drake que ya no debía saber si iba o venía.

– Sólo le di lo que quería.

– ¡Qué el cielo nos ampare a los pobres hombres si alguna vez utilizas tus otras armas!

– Si has de confiar en el cielo, es que lo sientes mucho y entonces, no te mereces protección. Y, además, creo que deberías estar contento, en lugar de lamentarlo.

– Estoy contento, enfadado y asustado.

Jane ya no podía seguir.

– Maldito seas. Hazlo ya. Manda la foto. -Le colgó el teléfono.

– ¿No le ha hecho gracia que salieras de aquí? -le preguntó Eve desde atrás.

– No. -Se giró hacia Eve-. ¿Por qué iba a ser él diferente? Tanto a ti como a Joe no os gustó nada la idea. Pero al final estuvisteis de acuerdo en que podría hacerlo.