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– ¿Qué es eso?

– Parte de mi trabajo de preparación. Quería asegurarme de que Aldo supiera que había hecho un descubrimiento importante.

– Muy bien, es un toque dramático. De modo que soy un señuelo.

El terciopelo parecía un charco de sangre en esa viscosa oscuridad y Jane no podía apartar la mirada.

– ¿Ahí es dónde pondrás el ataúd?

– Al final. Pero lo que nos interesa es que Aldo sepa lo que le espera. Podemos guiarle hasta aquí y luego dejarle para que busque por sí mismo. Después de que haya explorado este lugar, empezará a hacer sus planes. -Señaló las paredes-. Ya he puesto las antorchas. -Le indicó una pared a la izquierda que daba al vomitorio-. ¿Ves esa pequeña abertura en la roca a unos nueve metros de altura? Se comunica con el pasadizo que te he mostrado. Joe estará allí en ese saliente y podrá apuntar directamente a esta zona. Y, de hecho, la videocámara que te había mencionado nos está filmando en estos momentos. -Señaló una gran roca plana cercana al suelo-. Yo estaré allí y podré apartar esa roca para salir a ayudarte en caso de que algo vaya mal.

Jane miró a la derecha.

– ¿Hay dos túneles que salen de esta zona?

– Tres, incluido el que vamos a utilizar.

– ¿Y Aldo estará en uno de ellos? -Parecía no poder apartar la mirada de esa tremenda oscuridad. Podía imaginarle ahora, en ese mismo momento, observándoles-. ¿No hay forma alguna de que pudiéramos ir tras él y cazarle una vez estuviéramos seguros de que está allí? Has dicho que no conoce estos túneles.

– Joe y yo ya hemos valorado esa posibilidad. -Movió la cabeza-. Sería una pesadilla intentar perseguir a alguien. Estos túneles son como un laberinto y tienen al menos otras dos salidas además de la de la Via Spagnola. Podría tropezarse con una de ellas y volveríamos a perderle. -Hizo una pausa-. Pero si tienes dudas respecto a lo de tenderle una trampa, dímelo. Tú decides, Jane.

– Sólo estaba preguntando. No tengo dudas.

Trevor retorció un poco los labios.

– Creo que esperaba que las tuvieras.

– ¡Qué raro!-Jane se acercó más al terciopelo rojo-. Es muy…

Sangre. Dolor. Aldo de pie mirando el terciopelo con aire triunfal.

Imaginación.

Vence al miedo. Tragó saliva.

– Es muy teatral. -Se dio la vuelta y empezó a retroceder por el túnel-. Estoy segura de que Cira lo habría aprobado.

– Sólo si hubiera sido una comedia. La tragedia no era su fuerte.

– El mío tampoco.

Trevor la asió por el codo, para darle ánimos y reconfortarla.

– Y yo intento alejarla de ti. Salgamos de aquí.

– Iré delante. -Trevor subió por la escalerilla y abrió la trampilla de la cocina.

– Si Quinn está despierto e inquieto, seré el primero en recibir su furia. -Echo un vistazo-. No hay nadie -susurró.

No se había dado cuenta antes de lo aliviada que se sentiría si no tenía que confrontarse con Eve y con Joe. Ya estaba bastante conmovida sin tener que afrontar más emociones.

– Ve a la cama -dijo Trevor mientras la ayudaba a subir y cerraba la trampilla-. Mañana va a ser un gran día.

– Para Eve -dijo Jane-. No para mí. En cuanto a los medios de comunicación, yo sólo estoy aquí porque soy la hija de Eve y porque ella quería que conociera la cultura europea.

– Pero, dado que ella no es muy accesible, puede que intenten llegar a ella a través de ti. Y cualquiera que haya leído el artículo en Archaeology Journal podrá ver tu parecido.

– La foto estaba demasiado borrosa. Sam hizo un buen trabajo.

Trevor se molestó.

– ¿Tanta confianza tienes que le llamas por su nombre?

– Es de ese tipo de personas. Además hemos congeniado muy bien.

– No me cabe la menor duda. Apuesto que antes de que hubieran pasado quince minutos ya estaba comiendo en la palma de tu mano.

Jane frunció el entrecejo.

– No fue así.

– ¿De verdad? ¿Cómo fue?

– Ya te he dicho lo difícil… -Se calló de golpe-. No tengo que dar ninguna explicación. ¿Qué te pasa?

– No me pasa una mierda. Sólo me estaba preguntando qué hiciste… -Se calló y se dio la vuelta-. Tienes razón. No es cosa mía. Lo siento.

– Disculpa no aceptada. Si has querido decir lo que creo que has querido decir.

– Ha sido un error, ¿vale?

– No, no vale. ¿Eres una especie de maníaco sexual? Primero, esa estupidez respecto a Cira y ahora esto. No me acuesto con la gente para conseguir lo que quiero. Tengo una mente y la utilizo.

– Te he dicho que lo siento.

La ira empezaba a devorarla.

– No me extraña que tengas esos asquerosos sueños con Cira. Crees que todas las mujeres somos unas putas. -De pronto le vino un pensamiento-. Es por mi rostro. Porque me parezco a ella; crees que me comporto de la misma manera.

– Sé que no lo harías.

– ¿No? En alguna parte de tu cerebro de mosquito machista debe estar ese pensamiento, de lo contrario no habrías actuado así.

– No creo que seas como Cira.

– No, no lo soy. Pero me sentiría orgullosa de tener su fortaleza y determinación, y me molesta que des a entender que ella era menos de lo que era.

– ¿Puedo decir que nunca he admitido que os estuviera comparando? Eres tú la que estás tan segura de que…

Jane se dio la vuelta para abandonar la cocina.

– No. -Le puso la mano en el hombro y le dio la vuelta-. No me des la espalda. He estado aquí aguantando mientras me acusabas de ser un loco hijo de puta, pero no te dejaré marchar hasta que te haya dicho lo que tengo que decirte.

– Suéltame.

– Cuando haya terminado. -Sus ojos brillaban en su tenso rostro-. En primer lugar, puede que tengas razón. He vivido con mi imagen de Cira durante tanto tiempo, que quizá te haya comparado inconscientemente con ella. Repito, inconscientemente. Me doy cuenta de las diferencias. Una de ellas me indigna y casi me ahoga cada vez que te miro. En segundo lugar, sólo porque haya tenido mis saludables pensamientos de lujuria con ella, no significa que la menosprecie a ella… o a ti. Te he dicho que pienso que era extraordinaria. El sexo no es más que una parte del lote, pero sólo una parte. En tercer lugar, si fueras más mayor y tuvieras un poco más de experiencia, no te tendría que estar diciendo esto. Podría demostrártelo.

Jane le miró con los ojos muy abiertos, la ira empezó a desvanecerse y a ser sustituida por esa falta de aire que ya había experimentado antes.

– No me mires de ese modo -dijo ella.

Trevor dejó su hombro y tomó su mejilla en su mano.

– ¡Dios, que bonita eres! Tienes tantas expresiones…

Sentía un cosquilleo en la piel con su caricia y no podía apartarse.

– Todos tenemos expresiones.

– No como tú. Tú te iluminas, ensombreces, brillas… Podría observarte durante todo un milenio sin cansarme… -Respiró profundo y apartó lentamente la mano de su rostro-. Vete a la cama. No me estoy comportando correctamente y esto podría empeorar.

Ella no se movió.

– Vete a la cama.

Ella dio un paso hacia delante y le tocó el pecho dubitativamente.

– ¡Mierda! -Trevor cerró los ojos-. Has sido tú.

El corazón le latía con fuerza bajo su mano…

Trevor abrió los ojos y la miró.

– No.

– ¿Por qué no? -Jane dio otro paso hacia él-. Creo que quiero…

– Sé que quieres. -Respiró hondo de nuevo y se apartó-. Y eso me está matando. -Se giró y se dirigió hacia la puerta-. Los maníacos sexuales somos así.