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– Sí, es verdad.

– Y querrás a Jane, haga lo que haga.

– No estoy segura de que ella crea eso.

– Tiene miedo de creerlo. La han herido demasiadas veces.

– Eso fue hace mucho tiempo. Joe y yo hemos intentado compensarla por todos esos años.

– Ella no es como yo. Los malos tiempos todavía no la han abandonado.

– Entonces, ¿qué caray puedo hacer?

Bonnie movió la cabeza.

– Ella tiene que encontrar el camino por sí sola.

– Si tiene tiempo. Si algún bastardo no la mata como te mató a ti.

– Tú no lo permitirás. -Ladeó la cabeza para escuchar-. Creo que Joe casi ha terminado de hablar. Será mejor que me vaya. ¿Sabes cuándo sabré que ya no me necesitas?

– Siempre te necesitaré.

Ella movió la cabeza.

– No me necesitarás cuando estés tan cerca de Joe que me compartas con él. Cuando le digas que vengo a verte.

– ¿Y que piense que me he vuelto loca?

– Lo ves, todavía no estás preparada. -De pronto frunció el entrecejo-. Jane está soñando de nuevo. Tiene miedo. Mejor que vayas con ella.

Eve se puso de pie.

– Estaba bien cuando he ido a verla antes.

– Ahora no. Despiértala. Ahora no puede hacer nada. Necesita ayuda, pero no hay nada que… la despierte.

Eve se dirigió a la puerta.

– Si no está soñando tu credibilidad será nula.

Bonnie sonrió.

– Despiértala. Adiós mamá. Hasta pronto.

– Más te vale.

Abrió la puerta mosquitera y vio a Joe sentado en el sofá hablando por teléfono. Eve miró hacia el balancín del porche y vio lo que esperaba. No había nadie. No estaba Bonnie.

– Enseguida estaré contigo -dijo Joe cuando la vio en el umbral de la puerta-. Sólo unos minutos.

Ella asintió con la cabeza.

– Voy a ver Jane. -Atravesó la sala para ir al cuarto de Jane-. No tardaré.

Joe había colgado el teléfono y estaba sirviendo café recién hecho cuando ella regresó a la habitación.

– ¿Está bien?

Eve frunció el entrecejo.

– No, estaba teniendo otra pesadilla. Le he dado un vaso de agua y he hablado con ella durante unos minutos.

– Bueno, al menos no le ha echado la culpa a mis filetes. -Joe le dio una taza y se sirvió una para él-. ¿Se ha calmado?

– Sí, o al menos ha hecho ver que sí. -Eve se sentó en el sofá y miró su bloc de notas-. ¿Has hablado con Trevor?

– De hecho, me ha llamado él antes de que empezara a hacer la llamada. Me ha dicho que era muy madrugador y que había pensado que como le había parecido que tenía urgencia por hablar con él se había atrevido a llamarme.

– ¿Qué te ha dicho?

– No demasiado. Me ha dicho que en estos años prácticamente no han conseguido nada. Que no tienen ni idea de la identidad del asesino.

– Entonces, ¿cómo le han seguido la pista hasta aquí?

– Siguiendo la pista de una serie de asesinatos con el mismo modus operandi. Me ha dicho que sabía que los asesinatos de este tipo se debían a una compulsión que no se detiene y que en Inglaterra habían dejado de producirse… Así que empezó a revisar los asesinatos que tenían lugar en Europa y a este lado del Atlántico.

– Entonces, tiene que saber más que nosotros. ¿No has podido hacerle hablar?

– Yo fui el que hablé la mayor parte del tiempo. Le llamó mucho la atención lo de Ruth y no dejaba de hablar de ella. Estaba muy interesado en el hecho de que sus huellas hubieran sido borradas.

– ¿Le has hablado de Jane?

– No, le dije que quería que me enviara inmediatamente un informe completo de todas las víctimas.

– Bien. ¿Cuándo llegará?

– A la una y media del mediodía. Los traerá él mismo.

– ¿Qué?

– Va a coger el primer vuelo desde Londres. Quiere estar aquí, en la escena del crimen. Nos ha ofrecido su ayuda.

– No necesitamos a Scotland Yard.

– Pero, podemos necesitar a Trevor. -Joe miró pensativamente su taza de café-. He captado algo en su… creo que está obsesionado con este caso. A veces sucede eso cuando dedicas años a atrapar a un asesino.

– «Años», es la palabra clave. ¿Por qué todavía no le ha encontrado Trevor? ¿Antes de que viniera a Estados Unidos? ¿Antes de que se convirtiera en un peligro para Jane, maldita sea?

– Estoy seguro de que se lo preguntarás en cuanto entre por la puerta -dijo Joe-. Se tomó un último sorbo de café y dejó la taza sobre la mesa. -Pero, entretanto voy a llevar la reconstrucción a la comisaría para ver si podemos averiguar algo sobre Ruth y poner en marcha los engranajes a ver si averiguamos con quién pudo haber estado los días anteriores a su muerte.

– Son casi las cuatro de la madrugada, Joe.

– No puedo dormir. -Se levantó-. He llamado a comisaría y he pedido que traigan un coche patrulla para vigilar la cabaña. Pronto estarán aquí.

– Jane se preguntará por qué están aquí en cuanto se levante.

– Entonces, será mejor que te inventes una explicación. Porque van a estar aquí cuando yo no esté.

– No te lo discuto. Yo también quiero toda la protección necesaria para ella. -Llevó su taza y la de Joe al fregadero-. Sólo era una observación y no pienso mentir. No me perdonaría que no fuera sincera con ella. -Sus labios se retorcieron con preocupación-. Probablemente pensará que soy estúpida por tener tanto miedo. Ella es más valiente que yo.

– Sólo ha tenido experiencias diferentes. -Joe le dio un beso superficial en los labios y se dirigió hacia la puerta-. Nadie tiene más agallas que tú.

– Sí, claro.

Joe giró la cabeza y vio su expresión de preocupación. Murmuró una palabrota, se dio la vuelta y volvió junto a ella. Esta vez la besó, pero no de forma superficial. Fue intenso, apasionado y mareante. Los brazos de Eve se deslizaban alrededor de su cuerpo, atrayéndole.

Joe levantó la cabeza.

– Nadie tiene más agallas, resistencia o belleza que tú y no lo olvides nunca. -Se apartó de ella-. Intentaré estar de vuelta dentro de unas horas, pero si no he regresado, estaré aquí al mediodía para traer a tus pies a este prodigio de Scotland Yard.

– Muy bien -susurró ella. No quería que se fuera. Quería irse a la cama, olvidarse de Ruth, del peligro que corría Jane y de todo lo demás, salvo del sexo maravilloso y salvaje que siempre había salvado cualquier abismo entre ellos.

– Yo tampoco. -Como de costumbre, Joe había leído sus pensamientos. Tocó sus labios con su dedo índice-. Sé lo que estás pensando. Una palabra y llamaré a la patrulla para decirles que me quedaré aquí un rato más. Probablemente no podré averiguar muchas cosas a esta hora. Puedo marcharme a las seis.

Eve le abrazó enérgicamente. Joe… él era la fuerza y la vida, y, ¡Dios mío!, le necesitaba.

– Llámales -le susurró-. Las seis ya es un buen madrugón.

Londres

Trevor colgó el teléfono y se recostó en su silla.

– Era Quinn. Creo que le ha impresionado ver que empezamos a trabajar tan pronto por aquí. Me iré a Atlanta a las nueve.

Bartlett sonrió.

– Has dicho que le atraparías. ¿Quieres que vaya contigo?

– Ahora, no. -Se levantó y se dirigió al armario-. Te llamaré si te necesito. Búscame ese archivo de Quinn y Eve Duncan mientras recojo. He de estar preparado. He de saberlo todo sobre ellos.

Bartlett ya había sacado el archivo y lo estaba ojeando.

– Puede que tengas problemas. Los dos son bastante complicados. Eve Duncan creció en un barrio pobre y su madre era drogadicta. Tuvo una hija ilegítima de adolescente y le cambió la vida. Fue a la universidad y luchó por ayudar a su madre. Su hija, Bonnie, fue raptada y probablemente asesinada por un asesino en serie cuando sólo tenía siete años. Nunca encontraron el cadáver. Hace unos años creyeron haber encontrado los restos de Bonnie, pero más tarde descubrieron que se trataba de otra niña.