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No lo recordaría. Actuaría con fortaleza e inteligencia y esa sensación desaparecería pronto. Miró atrás por encima de su hombro. Sintió alivio al comprobar que Trevor ya no estaba. Se quedaría un poco más en el jardín para recobrar la compostura y luego se marcharía a su habitación. Necesitaba una ducha y ver a Eve. No para hablar. No le gustaban las confidencias, pero estar con Eve siempre la tranquilizaba. Siempre que se sentía herida o…

Sonó su móvil.

Probablemente era Eve preocupada porque llevaba rato fuera.

– Enseguida voy Eve. Deberías oler las rosas. Casi te emborrachan con…

– ¿Estás en el jardín?

Aldo.

El shock la paralizó y se quedó sin habla.

– No me estás respondiendo.

– Sí, estoy en el jardín. -Su tono era desigual y tuvo que esforzarse por controlarlo-. ¿Dónde estás?

– Cerca. Te he visto en el túnel hoy. Casi he estado lo bastante cerca como para poder tocarte. Pronto lo haré. ¿Quieres que te diga cómo?

– No me interesa. Eres patético. No puedes… -Se calló. Por mucho que quisiera discutir con él, sabía que podía echarlo todo a perder si le convencía de que no era Cira. Tenía que seguirle el juego. Deja de protestar y tiéndele la trampa-. Supongamos que tienes razón y que soy Cira. No puedes detenerme. Estoy demasiado cerca. Eve está haciendo la reconstrucción y cuando termine, seré famosa. Aunque esté muerta viviré eternamente. Mi cara aparecerá en la publicidad de los autobuses. Escribirán libros sobre mí. Darán mi nombre a perfumes. Puedes llamarme. Lanzarme todo el veneno que te plazca, pero no te va a servir de nada. Vas a perder.

– Zorra. -Era evidente que tenía que controlar su ira-. Crees que estás muy segura rodeada de Duncan y Quinn y de ese bastardo de Trevor. Ninguno de ellos podrá protegerte. Te mataré a ti y luego les mataré a ellos.

Le dio un vuelco el corazón y agarró con fuerza el teléfono.

– ¿Por qué vas a matarles? Es a mí a quien buscas.

– Les has contaminado. Nunca dejarán de buscarme. -Se calló un momento-. ¿Te preocupa eso?

– No, me parece absurdo.

– Intentas engañarme. Te preocupa. Quizá cuando atraes a las personas, también creas un apego.

– Si soy tan fría como crees, entonces no podrías estar más equivocado.

– Pero no siempre eres fría. Julio Precebio escribió con asqueroso detalle tu pasión. Se te puede tocar. Trevor te ha tocado, ¿no es cierto?

– No.

– Mientes. He visto cómo te mira. -Su voz se suavizó-. Y una noche te vi con Eve Duncan; se te veía muy emotiva.

Sintió un escalofrío.

– Estaba fingiendo.

– Puede que sí, puede que no. Notó algo en tu tono… -De pronto su voz volvió al tono malvado-. De todos modos, no me voy a perder el placer de comprobarlo. ¿Quieres que te diga lo que voy a hacerle a Eve Duncan?

– No.

– Se esfuerza mucho en devolver los rostros a las víctimas, ¿verdad? Le voy a arrancar la cara. Me he vuelto muy diestro en rebanar ese endiablado rostro tuyo. Con Duncan iré despacio y me cercioraré de que sufre todo el tormento que se merece.

Jane intentó evitar que le temblara la voz.

– Eres un monstruo.

– Oh, no. Soy la espada de la justicia. Tú eres el monstruo. Fuiste tú quien envenenó a mi padre hasta que no pudo ofrecerme más que reproches; has sido tú quien ha atraído a Duncan y a los otros aquí cuando Sontag halló el esqueleto. Sabías que les mataría si se interponían en mi camino.

– No has dicho que les matarías si se interponían en tu camino. Has dicho que les matarías de todos modos.

– Cuando tú ya has empezado a usarlos, automáticamente han de ser eliminados. -Se rió entre dientes-. Y ahora que sé que eso te dolería, puede que lo haga antes de matarte a ti. Será un placer añadido.

– ¿No te estás desviando? Yo soy tu objetivo.

– No podría estar más enfocado. Ha sido un placer hablar contigo. Volveremos a hacerlo pronto. Adiós, Cira. -Colgó.

¡Dios mío!, estaba temblando.

Alargó el brazo y se agarró a uno de los postes de hierro forjado de la pérgola.

Maldad. Locura. Muerte. Terror.

El corazón le latía con fuerza, con dolorosa fuerza.

Eve. Joe. Trevor.

¡Qué Dios la ayude! Eve…

– ¿Jane?

Miró por encima de su hombro y vio que Trevor se acercaba por el camino.

– ¿Qué pasa?

Ella movió la cabeza.

– ¿Qué pasa, maldita sea? -Extendió los brazos y se los puso encima de sus hombros-. Te estaba vigilando desde la casa y he visto que te has agarrado a esta valla como si fuera un salvavidas.

– Llamada -dijo en un estado de shock-. ¡Oh, Dios! ¡Eve!

– ¿La llamada era de Eve?

– Era Aldo.

Se puso en guardia.

– ¿Qué?

– Dijo que me llamaría. De hecho lo estábamos esperando. Sólo que… -Intentó escaparse-. Déjame marchar.

– Cuando acabes de decirme qué demonios está pasando.

– Aldo.

– ¿Qué te ha dicho?

– Demasiadas cosas. -Se humedeció los labios-. Está realmente trastornado. Y yo estoy peor. He metido la pata. Intenté tenderle una trampa, pero le perdí. Le he dejado ver que… lo he estropeado todo. Me asusté mucho y él se dio cuenta. -Cerró los puños pero no podía dejar de temblar.- Se dio cuenta y ahora lo hará. Pero no puedes permitirlo. Ha sido culpa mía. No le permitiré que se acerque a ella, no a…

– Jane, cállate. ¿Quieres que te dé una bofetada?

Le miró anonadada.

– Hazlo y te daré un golpe tan fuerte en los huevos que cantarás como una soprano.

– Vale, ya has vuelto a la normalidad. -Aflojó la presión de sus manos-. Ven y siéntate en el banco hasta que recobres la respiración.

Ya respiraba normal, pero todavía no controlaba el temblor. Se sentó y cruzó los brazos.

– No estoy normal. Tengo miedo y me encuentro mal, quiero estar sola. Vete.

– Desde luego que lo haré. Cuando quieras hablar conmigo, aquí estaré.

Deja que se quede. No importa. Dale lo que quiere.

Respiró profundo.

– Va a matar a Eve. No importa que me mate a mí primero. La matará de todos modos.

– ¿A Eve?

– A Eve, a Joe y a ti. Pero sintió mucho placer al decirme cómo iba a matarla a ella. -Se arañó las palmas de las manos-. No se lo permitiré. Yo la protegeré.

– Jane, Eve sabía que corría peligro viniendo aquí. Tú también lo sabías.

– Pero no sabía que ella también era su objetivo. Pensaba que sólo me quería a mí. Todas las demás víctimas eran mujeres que se parecían a mí. ¿Cómo iba a suponer que todas las personas que estuvieran cerca de mí iban a morir? Quiere matarte a ti.

– Me siento halagado de que piense que te importo, pero él ya tenía buenas razones para querer matarme.

– No tenía razones para matar a Eve y a Joe.

– La llamada de Aldo no ha cambiado nada, Jane. Te ha lanzado unas cuantas amenazas para asustarte.

– Lo ha conseguido. -Pero el terror estaba empezando a disminuir y podía volver a pensar-. Y ha disfrutado con ello; me ha cogido desprevenida y le he mostrado cuánto daño puede hacerme.

– Vale, pero no has metido la pata del todo. ¿Vale? No le has tendido la trampa, pero ¿te volverá a llamar?

– Dijo que sí -respondió amargamente-. Se lo ha pasado tan bien que probablemente no tarde demasiado.

– Entonces, como puedes ver esta llamada no ha cambiado nada.

– Te equivocas. No me había dado cuenta de que estaba poniendo en peligro a Eve y a Joe. Y se lo he puesto más fácil a Aldo demostrándole cuánto me importan. -Se mordió los labios-. Y eso lo cambia todo. Hemos de proteger a Eve y a Joe.

– Haremos todo lo que podamos.

– Eso no basta. -Se levantó-. Tenías razón al tratarme como a una colegiala estúpida. Tenía que haber podido engañarle, llevarle en otra dirección. Pero no he podido. Estaba tan asustada que no he podido pensar con la suficiente rapidez. No voy a esperar a que venga a por Eve.