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– ¿Crees que vendrá?

– Sí, si cree que puede tener alguna ventaja, si ve la forma de matarte y sobrevivir.

– No será fácil. Va a desconfiar. Sabe que tú y Joe estáis intentando atraparle.

– Pero tú le has lanzado el último reto y está lo bastante loco como para intentarlo. ¿No contábamos con eso?

Locura y esa sed enfermiza de matar.

– Sí.

– Y estará allí abajo revisando la zona inmediata. No encontrará nada que no queramos que encuentre. Nuestra principal ventaja es la tentación que tú supones y su desesperación de pensar que Cira pueda llegar a ser eternamente famosa. Si hay algo que le saque de su agujero será eso.

Intentaba pensar, rebobinar mentalmente la conversación palabra por palabra.

– He de parecer vulnerable. No va a aparecer si voy armada hasta los dientes.

Trevor apretó los labios.

– No vas a bajar allí sin un arma.

– ¿Crees que me he vuelto loca? Pero sin una chaqueta o bolsillos que puedan ocultar un arma. He de parecer vulnerable -repitió-. Tendrás que colocar un arma en algún sitio donde yo pueda alcanzarla con facilidad.

Trevor pensó en ello un segundo.

– Debajo de la tela de terciopelo rojo. A mano derecha, en la parte inferior según entras en el túnel. En cuestión de segundos podrás alcanzarla y pondré otra en el ataúd. Por si acaso.

Por si algo fallaba. No quería pensar en esa posibilidad.

– Mañana por la noche. -Intentó mantener firme su voz-. Después de todo este tiempo me parece imposible que por fin…

– Deja de pensar en ello -dijo Trevor bruscamente-. Si quieres hacer marcha atrás, hazlo. He hecho todo lo que he podido, pero no me gusta esto. Tendrás mucha suerte si no te mata.

– No es necesario que te guste. Lo único que has de hacer es proteger a Joe y a Eve. -Se calló un momento-. Sigues intentando persuadirme para que lo deje. Pareces… confuso. Quizá no fuera sólo por el dinero. Quizá Pietro significaba algo para ti.

– Qué amable por tu parte concederme algunos sentimientos humanos.

– ¿Cómo se supone que he de saber lo que estás sintiendo cuando no dejas que nadie lo vea? ¿Era por el oro o por Pietro Tatligno?

– Por el oro, por supuesto.

– ¡Maldito seas! ¡Dímelo!

– ¿Qué quieres de mí? -Retorció los labios-. ¿Quieres oír que Pietro me salvó el trasero en Colombia? ¿Que era la única persona que había conocido en quien podía confiar? ¿Que era para mí más que un hermano?

– ¿Lo era? -susurró ella.

– ¡No, demonios! Todo esto es una sarta de mentiras. Por supuesto, que era por el oro. -Se levantó y se fue hacia la puerta-. Vamos a decirles a Eve y a Quinn que hemos establecido la conexión.

21 de octubre, 19:37

Estaba oscureciendo.

– Ha llegado el momento -dijo Trevor en voz baja desde la puerta-. Me dijiste que te avisara cuando Quinn bajara al túnel. Ahora se va a la cocina.

Jane se separó de la ventana del salón y se dirigió al pasillo.

– ¿Has revisado el pasadizo?

– Vengo de allí. -Sonrió-. ¿No te das cuenta? Parece que haya estado gateando por una alcantarilla. Es seguro. Primero, Bartlett y yo hemos llevado el ataúd y lo hemos puesto en su sitio y luego he revisado el pasadizo. He dejado allí a Bartlett para asegurar la seguridad de Quinn hasta que llegue a su saliente.

Jane le interrumpió.

– ¿Bartlett?

– No te preocupes. Le he dejado una escopeta y le he dado órdenes de que dispare a cualquiera que no seamos Quinn o yo. No es necesario tener habilidades militares para intimidar con una escopeta. Cuando lleguemos allí abajo, Bartlett se quedará cerca de la escalerilla y guardará la entrada a la villa. Es mejor que haya alguien fuera de los túneles para dar aviso, si algo va mal.

«Si algo va mal». Otra vez esa palabra que la inundaba de pánico.

– Pensaba que Bartlett se quedaría aquí arriba con Eve.

– Yo también, pero él decidió que no iba a ser así. He ordenado que se queden cuatro guardias de seguridad con ella. A saber cuántos más habrá asignado Quinn.

– Me lo prometiste.

– Y mantendré la promesa. No permitiré que Aldo se me adelante a subir la escalerilla de la villa. -Le dio un empujoncito hacia la cocina-. Si quieres ver a Quinn antes de que baje, vale más que te apresures. Cuando le he dejado estaba abriendo la trampilla.

– ¿Le daremos quince minutos y luego le seguiremos?

Trevor asintió con la cabeza.

– Eso debería darle tiempo para llegar hasta el saliente y tomar posiciones. Yo estaré allí para respaldarle en…

– ¡Eve! -Jane corrió hacia la trampilla-. ¿Qué estás haciendo?

Eve iba por el tercer peldaño de la escalerilla.

– ¿A ti qué te parece? -dijo bajando otro peldaño-. Jane, por favor. ¿Qué esperabas? ¿Qué iba a permitir que Joe o tú bajarais a esos túneles sin mí?

– Se supone que tú… -Se giró hacia Joe-. Díselo… Aléjala de aquí.

– ¿Crees que no lo he intentado? No ha servido de nada. Ya la conoces. Sólo podemos esperar que podamos controlar los daños.

– ¿Por qué no me lo dijiste? -Su voz reflejaba su angustia-. ¿Por qué no…?

– Porque sabía que te enfadarías. -Eve hizo una mueca de preocupación-. Y ya lo estás. Pero ahora no es el momento de empezar a darle vueltas durante días. Venga, Joe. Vamos.

– No lo hagas, Eve -le suplicó Jane-. Por favor.

Eve movió la cabeza.

– Jane somos una familia. Hacemos las cosas juntos. -Bajó un par de peldaños más y desapareció de la vista.

– ¡No!

Joe empezó a bajar la escalerilla.

– No podrás convencerla. Yo cuidaré de ella, Jane.

– Cuídate tú, Joe -susurró. ¡Señor! Tuvo la terrible sensación de hundirse. Era sólo el principio y todo estaba yendo mal.

Joe desapareció de la vista. Se perdió en la oscuridad del túnel.

– No lo sabía -dijo Trevor-. A Dios pongo por testigo que pensaba que Eve se quedaría en la villa.

– Te creo -dijo ella temblando-. Esta situación casi te hace creer en el destino, ¿no te parece? -Jane sacudió la cabeza para aclarase las ideas-. Pero no la versión del destino de Aldo. No podemos dejar que suceda.

– Ella estará con Quinn y conmigo. Te lo prometo.

– Más te vale. -Deseaba bajar la escalerilla y correr detrás de Eve y de Joe en la oscuridad. No podía hacerlo, reconoció desesperadamente. Tenía que esperar hasta que estuvieran en sus puestos en ese saliente.

Quince minutos.

21 de octubre, 8:20

– Te dejo aquí -le dijo Trevor en voz baja mientras se arrodillaba en la entrada del pasadizo que conducía al saliente donde estaba Joe-. Voy a dar la vuelta para llegar hasta donde están Joe y Eve. El vomitorio está justo enfrente. -Le dio una linterna-. Recuerda que tienes una Smith y Wesson del treinta dos debajo de la tela y otra pistola en el ataúd. Joe me dijo que sabías usarlas, pero no lo hagas a menos que no tengas más remedio. Si Aldo te ve el arma, puede que piense que matarte de un disparo no sea tan malo. Cuando llegues más adelante, verás que las luces están encendidas. Pero es mejor que intentes permanecer en la sombra.

Jane se humedeció los labios.

– Entonces, ¿cómo me verá?

– Te verá. Pero no se lo pongas demasiado fácil.

Jane se rió temblando.

– No te preocupes. No tengo intención de hacerlo. Pero ocultarme en la sombra no va a servir de mucho. Me has dicho que no me dispararía y que lo que pretendemos es que le atraiga para que Joe pueda dispararle.

Trevor murmuró un taco y le iluminó la cara con la linterna.

– Estás asustada. Podemos dejarlo. No es demasiado tarde.