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Dime. Me han dicho que eras una obrera, pero eso no basta. Necesitas una cara, para que te conozcamos.

Suave.

Eso es, ayúdame.

Un poco más.

¡Listo!

Respiró hondo y dio un paso atrás.

– Eso es todo lo que puedo hacer, Giulia. Espero haberlo conseguido… ¡Oh, Dios mío! -Cerró los ojos y susurró-: «¡Por Dios bendito!»

– Quiero largarme de aquí, Eve -dijo Jane furiosa-. Deberían haberme dejado marchar de urgencias ayer noche. No me pasa nada. A ti es a quien se le derrumbó el túnel encima.

– Pero sólo tengo morados. -Eve le llenó el vaso de agua y se lo dio-. Tú tenías cortes, una lesión en el hombro y habías perdido sangre por la herida de la pierna. Además, el médico ha dicho que empeoraste la lesión del hombro al apartar esas piedras para desenterrarme.

– No me dolió… -Corrigió lo que dijo al ver la expresión de escepticismo de Eve-… demasiado. -Dio un sorbo y dejó el vaso-. ¿Cuándo me van a dejar salir?

– Esta tarde. Joe ya ha hecho las reservas para el vuelo de medianoche. Volvemos a casa.

– Estupendo. ¿Seguro que te encuentras bien?

– Jane, estoy bien. Joe está bien. Es la tercera vez que me lo preguntas hoy. Ahora deja de preocuparte. No es propio de ti.

– No era consciente de que os ponía en peligro. -Le alargó la mano-. Lo siento. Jamás me lo habría perdonado si os hubiera pasado algo grave.

– Nosotros lo elegimos y volveríamos a hacerlo. -Sonrió mientras le apretaba la mano-. No podríamos vivir sin ti. Como ya te he dicho muchas veces, la familia lo es todo.

– No, cuando casi hago que… -La hizo callar cubriéndole los labios.

– Calla -le dijo-. No te debió resultar fácil arrastrarte por ese túnel en la oscuridad para llegar hasta mí. ¿Por qué lo hiciste?

– Me necesitabas.

– Tiro la toalla. -Se levantó-. No quiero oír nada más al respecto. ¿De acuerdo?

Tragó saliva para aclararse la garganta.

– Vale, pero no puedes evitar que piense. -Respiró profundo-. ¿Dónde está Trevor? No he sabido nada de él desde que él y Bartlett nos sacaron del túnel.

– Le he visto esta mañana antes de venir al hospital. Ha recogido a Giulia para devolverla al museo.

– Pero no la has terminado.

– Sí que lo he hecho. Anoche. Trabajé toda la noche para acabarla. No fue difícil. Ya había tomado todas las medidas básicas. Sólo tenía que hacer la fase final.

Jane sonrió y movió la cabeza.

– Sólo tú podías pensar en hacer una reconstrucción después de haber sido rescatada de un derrumbamiento.

– Era importante para mí. -Le estrechó la mano a Jane-. Quería terminar con esta pesadilla. Tenía que acabarla.

– Lo entiendo. Yo también. Después llamaré a Sam Drake y le daré la primicia; se alegrará de poner fin a todo esto.

– ¿Qué aspecto tenía? ¿Era guapa?

Eve miró hacia otro lado.

– No, no era muy guapa. Tenía una cara con rasgos duros e interesantes.

– ¿Ya se la ha llevado Trevor? -Se calló un momento-. No ha venido a verme. No es que le esperara.

– Supongo que intenta no interponerse en el camino de Joe.

– ¿Cree que Joe le arrestará? Te ha salvado la vida. Probablemente, también salvó la mía.

– Es posible que a Joe le resulte más cómodo que desaparezca. Así no tendrá que tomar ninguna decisión.

– No se quedará mucho tiempo. Ya tiene lo que quería -añadió-. Pero no le habría hecho ningún daño venir a despedirse.

– A veces sí -dijo Bartlett desde la puerta-. Mírame a mí. Estoy muy triste por tener que despedirme de ti, Jane. -Se acercó y le tomó la mano-. Pero los buenos amigos nunca se despiden para siempre ¿verdad?

– ¿Vuelves a Londres? -le preguntó Eve.

– Me lo estoy pensando. -Sonrió-. A lo mejor acompaño a Trevor durante algún tiempo. Es imposible aburrirse a su lado.

– ¿Adonde irá? -preguntó Jane.

– No tengo la menor idea. Tendrás que preguntárselo a él. -Miró a Eve-. Adiós. Gracias por tu amabilidad.

Eve le dio un fuerte abrazo.

– Cuídate. Llámame si necesitas algo. -Le dio un beso en la frente a Jane-. Vendré a recogerte a las dos.

– Estaré lista. -Jane observó cómo abandonaba la habitación antes de volver a mirar a Bartlett-. No voy a tener la oportunidad de preguntarle nada ¿verdad?

– Puede. Aunque sería más inteligente por su parte desaparecer con la puesta de sol.

– ¿Dónde está?

– Me dijo que iba a devolver el esqueleto al museo de Nápoles. Luego tomará el vuelo de las seis de la tarde para Roma. Después, no tengo ni idea.

– ¿Por qué me estás diciendo esto si crees que para él sería mejor no verme?

Se encogió de hombros.

– Últimamente he estado reflexionando sobre lo corta que es la vida y que a veces la sensatez quizá no sea lo mejor. Cuando estaba moviendo esas piedras con Trevor y el equipo de rescate, intentando sacaros a todos del túnel, pensaba en lo dulce que puede ser la vida y lo penoso que es perder un solo minuto de ella. -Se dirigió hacia la puerta-. Probablemente por eso me iré con Trevor y no regresaré a mi trabajo de contable. Estaremos en contacto, Jane.

Se quedó allí estirada, mirando el relajante paisaje marino que había en la pared que tenía enfrente. Todo en esa habitación era brillante, relajante, pensado para ayudar y hacer que todo estuviera bien. Totalmente opuesto a la opresiva oscuridad de ese túnel. Esa pesadilla parecía ahora muy remota.

No podía respirar.

Calor.

Humo.

Noche asfixiante.

¿Desaparecerían también sus sueños con Cira?

Aunque volviera a soñar, sin duda sería mejor. Había dedicado mucho tiempo a investigar y a estrujarse el cerebro para encontrar alguna razón lógica para una experiencia totalmente irracional. Debería anotar esos sueños con Cira como uno de los misterios de la vida y volver a la realidad. Sí, eso era lo más razonable.

Y Mark Trevor debería desaparecer de su mente con la misma lógica y sentido práctico. Había sido una experiencia interesante y ella había aprendido algo de sí misma a raíz de su encuentro. No obstante, lo más probable es que en seis meses ya se hubiera olvidado completamente de él. Estaría empezando una nueva vida y no miraría atrás.

Se habría terminado.

Nápoles estaba cubierta por el crepúsculo, bulliciosa, ajetreada, antigua, pero intentando reconciliarse con sus tiempos y concentrada en el futuro.

Diferente de Herculano, pensó Trevor mientras miraba por el vidrio cilindrado del aeropuerto. Herculano vivía en el pasado y le gustaba hacerlo. ¿Por qué no? La ciudad de Cira poseía un glorioso pasado que iba con ella…

– Eres un grosero.

Trevor se quedó helado y se giró lentamente para mirar a Jane que estaba detrás de él.

– ¡Qué sorpresa! ¿Verdad? -Iba vestida con pantalones caqui y una camiseta blanca holgada. Tenía la mejilla amoratada, estaba pálida y su rostro reflejaba tristeza.

¡Dios, era tan bella!

– Para mí también es una sorpresa. -Se acercó a él-. Porque estoy enfadada por tu grosería y estupidez. Podías haber venido a despedirte al hospital. Así no malgastaría mi tiempo contigo.

– Estoy de acuerdo. No deberías estar aquí. ¿Cómo tienes la herida de la pierna?

– Duele, pero sobreviviré. Bartlett debe haberte dicho que lo superaré. ¿Dónde está? ¿Ha decidido venir contigo?

Asintió con la cabeza.

– Está en la cafetería.

– ¿Y adonde vas?

– Primero a Suiza.

– Pero no te quedarás allí. Irás a buscar el oro de Precebio.

Trevor sonrió.

– Es el oro de Cira. Quizá lo haga más adelante. Ahora está todo demasiado reciente por aquí.

– No creo que Joe vaya a dejar caer el peso de la ley sobre ti.