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– ¿Y Quinn?

– Nació en una familia acomodada y fue agente del FBI antes de convertirse en detective del cuerpo de policía de Atlanta. Tiene un terreno bastante grande con una cabaña junto a un lago cerca de Atlanta. Allí es donde viven Quinn y Duncan. -Miró a Trevor-. Es duro, inteligente y tenaz como un bulldog.

– ¿Su debilidad?

– Eve Duncan. No cabe duda. Está con ella desde la muerte de su hija y puede que se haya quedado en Atlanta en lugar de seguir con el FBI para estar junto a ella.

– Puede ser una tecla a tocar.

– No, a menos que quieras provocar una explosión en cadena.

– A veces las explosiones son necesarias. -Trevor sonrió de manera temeraria-. Me arriesgaré.

– Siempre lo haces. -La sonrisa de Barlett se desvaneció-. Son muy duros. Los dos. Ten cuidado de que la explosión no te alcance a ti.

Trevor cerró su maletín.

– ¿Por qué, Barlett? Me parece que estás preocupado por mí.

– Tonterías. Sólo que soy demasiado perezoso para conseguir un nuevo contacto. ¿Te vas a llevar este archivo?

– No, si no has descuidado ningún punto importante. -Colocó su maletín sobre la silla-. Revisaré el archivo de MacGuire mientras bajas la escalera y me paras un taxi.

– ¿Otra vez? Ya te lo has de saber de memoria. No hay mucho que leer. Jane MacGuire sólo tiene diecisiete años, se ha educado en hogares de acogida y está con Duncan y Quinn desde que tenía diez años. Es una estudiante excelente y nunca se ha metido en líos. Pero es demasiado joven como para tener mucha experiencia o un informe muy largo.

– No estoy de acuerdo. Mira su cara. Es joven, pero ese rostro encierra una gran experiencia. Y él se dará cuenta. Le atraerá como si fuera un imán. -Observó el rostro de la joven con su mirada desafiante-. Bartlett, el taxi.

– Enseguida.

Trevor apenas oyó la puerta cerrarse detrás de él. Estaba tan entusiasmado que tenía que reprimirse. Tenía que pensar con serenidad y claridad si quería ganar esta batalla. Y estaba dispuesto a ganarla, ¡maldita sea!

Tocó delicadamente la mejilla de la joven en la foto. Ella estaba cerca. Considerable y maravillosamente cerca.

– ¿Suficientemente cerca, Aldo? -murmuró-. ¿Cira?

Capítulo 3

– ¿De verdad se parecía Ruth a mí? -Jane miró decepcionada el pedestal vacío-. Me hubiera gustado ver la reconstrucción, antes de que Joe se la llevara. ¿Puedo ir a la comisaría y…?

– No, no puedes -dijo Eve con firmeza-. Puedes ver la fotografía. Ahora te quedarás en casa durante un tiempo.

– ¿Por ese cerdo? -Jane movió la cabeza-. Me quedaré en casa hoy, pero el lunes tengo un examen de trigonometría y no voy a dejar de hacerlo por ese tipo. -Se fue a la puerta y miró el coche patrulla aparcado en la carretera-. Tendría que estar loco para intentar hacer algo viendo que Joe me tiene bajo vigilancia.

– Está loco -dijo Eve-. Nada está más claro que eso. Nadie va por ahí matando mujeres sólo porque le recuerden a alguien, si no está loco. Así que tu razonamiento no tiene fundamento. Y ese examen no merece el riesgo.

Jane se giró para mirarla.

– Estás verdaderamente asustada.

– Tienes toda la razón, lo estoy. No voy a permitir que te pase, nada aunque para ello tenga que atarte a la cama.

Jane estudió su expresión.

– Estás recordando a Bonnie. Yo no soy Bonnie. No soy una niña inocente a la que pueden engañar para atraerla a la muerte. Pretendo tener una vida larga y provechosa y me tiraré a la yugular de cualquiera que intente arrebatármela.

– Puede que no tengas la oportunidad. Este hombre ha matado al menos a seis mujeres que sepamos. Todas ellas más mayores y con más experiencia que tú.

– Y probablemente, ellas no sospechaban nada. Yo voy a sospechar de todos. -Sonrió-. Ya sabes que no soy precisamente la persona más confiada del mundo.

– Gracias a Dios. -Eve respiró profundo-. Estoy asustada, Jane. No me asustes todavía más desafiando a ese monstruo. Por favor.

Jane frunció el ceño.

– No soporto que me impida hacer lo que tengo que hacer. Los cabrones como él no deberían poder controlarnos.

– Por favor -repitió Eve.

Jane dio un suspiro.

– Muy bien. Si te vas a preocupar.

– Me voy a preocupar. Cuento contigo. Gracias.

Jane parpadeó.

– Venga, no he tenido demasiadas opciones. Me has amenazado con atarme a la cama.

Eve sonrió.

– Sólo como último recurso.

– ¿Cuánto tiempo crees que tardarán en atraparle?

La sonrisa de Eve se desvaneció.

– No lo sé. Pronto, eso espero.

– No puedo estar escondiéndome siempre, Eve. -Miró hacia el coche patrulla-. ¿Crees en el destino?

– A veces. La mayor parte del tiempo creo que nosotros controlamos nuestro destino.

– Yo también. Pero esto es una extraña coincidencia, ¿no te parece? Primero Bonnie y ahora yo. ¿Qué probabilidades crees que tienes de enfrentarte de nuevo a este tipo de situación?

– Infinitesimales. Pero así es.

– Entonces, quizá… -Jane hizo una pausa, para ver cómo iba a expresar lo que quería decir-. Si existe algún tipo de destino, ésta podría suponer una segunda oportunidad.

– ¿Qué quieres decir?

– Quizá sea como… un círculo que se repite una y otra vez, si no consigues corregirlo.

– Estás siendo demasiado profunda para mí. No tengo ni la menor idea de lo que estás hablando.

Jane sacudió la cabeza como si quisiera aclararse.

– Yo tampoco. Sólo que se me ha ocurrido que… -Se dirigió a la puerta principal-. Todas estas cavilaciones me están dando dolor de cabeza. Vamos a dar un paseo.

– He de regresar a tiempo para recibir a Trevor. -Miró el reloj de pulsera-. En una hora.

– No creo que se marche si no estás en la puerta. Por lo que has dicho quiere cooperar. Además, probablemente sea uno de esos tipos metódico, cortés y de movimientos lentos.

– ¿Sólo porque es de Scotland Yard? Por lo que he oído son muy eficientes.

– No atraparon a Jack el Destripador, ¿verdad? Joe lo habría atrapado. Él no piensa como los demás. -Le dio un empujoncito a Toby con el pie y empezó a bajar los peldaños-. ¡Venga, perezoso! Que te guste correr por la noche no es razón para que te pases el día durmiendo.

Toby bostezó y se levantó.

– Ya sabes que esos policías del coche nos van a seguir -dijo Eve, detrás de ella bajando los peldaños.

– El ejercicio les irá bien. -Jane sonrió a Eve girando la cabeza-. Y a ti también. Has estado muchos días encerrada en casa trabajando con Ruth. Necesitas aire fresco y cambiar de ambiente. El sol brilla y no hay nubes.

«Estaba equivocada», pensó Eve. Una nube oscura y terrible las acechaba. Pero la expresión de Jane era radiante, atrevida y valiente. Eve notó que le subía el ánimo al mirarla.

– Tienes razón. Hace un día estupendo para caminar. -Se puso a su lado-. Pero sólo hasta la orilla del lago. Puede que Trevor no esté deseando verme, pero, estirado y cortés o no, yo tengo mucho interés en conocerle.

– ¿Señorita Duncan? Soy Mark Trevor. -Se levantó para saludarla al verla entrar en la cabaña-. Estoy encantado de conocerla. -Le hizo un gesto a Joe, que estaba de pie en la barra de la cocina, antes de cruzar la estancia con la mano extendida-. Quinn me ha estado explicando que ha hecho una reconstrucción magnífica. Me muero de ganas de verla.

– Tendrá que ir a la comisaría. Joe se la ha llevado allí esta mañana. Ni siquiera he tenido la oportunidad de hacerle fotos. -Le dio un apretón de manos firme y fuerte y cuando la miró a los ojos, se quedó un poco conmocionada.