– Posiblemente. Pero no puede confiar en ellos para encontrar a sus víctimas y, si éstos fueran la fuente, tendría que limitarse a ciertas zonas debido a la magnitud de la tarea. Me inclino a pensar que tiene algún otro sistema para buscar objetivos.
– ¿Alguna otra teoría? -Eve estaba helada-. Usted la ha encontrado.
– No teníamos nada a nuestro favor. Mi colega estaba haciendo un trabajo rutinario para ver qué podía encontrar.
– Y usted encontró a Jane. -Joe le cogió la foto a Eve-. Y es demasiado clara ¿Por qué no me lo notificaste si pensabas que corría peligro?
– El e-mail -le recordó.
– Maldito e-mail. Deberías haber sido específico.
– Ni siquiera sabía que estaba en tu zona hasta el asesinato de Millbruck y eso fue dos meses después de que se tomara esta foto. Y si él hubiera visto esta foto, no es muy probable que hubiera malgastado el tiempo y el esfuerzo en otro objetivo. Habría ido directo a ella.
– ¿Por qué?
– Mírala. -La mirada de Trevor se dirigió a la foto-. Se la ve tan llena de energía que casi salta de la foto. Al compararla con las otras víctimas son como falsificaciones en comparación con la verdadera.
– Razón de más para que se hubiera puesto en contacto con nosotros.
– Puede que no estuviera en peligro.
– Bastardo, debías habérnoslo dicho.
– Os aseguro que la hemos estado vigilando. En cuanto vi esta foto, envié a Bartlett para que la vigilara. Pero estoy seguro de que yo habría sentido lo mismo si estuviera en vuestro lugar.
– Usted no sabe cómo nos hubiéramos sentido -dijo Eve ferozmente-. ¡Maldito hijo de puta! No me importa si atrapa a su asesino. Lo que quiero es la seguridad de Jane.
– Yo también. -La miró a los ojos-. No hay nada que desee más. Créame.
Eve le creyó. No ponía en duda ni su sinceridad ni la intensidad de sus sentimientos. Pero eso no disminuyó su ira.
– Me está diciendo que nos ha estado espiando sin que…
– Creo que tus policías tienen miedo de Toby, Joe. -Jane se estaba riendo cuando entró en la sala-. Les ha gruñido cuando se han acercado demasiado y se han parado tan cerca y de golpe que casi se les parte el cuello. Parecía que se hubieran dado cuenta de que Toby es… -Se calló y su mirada se dirigió a Eve y a Trevor. Dio un silbido suave-. ¿Estoy percibiendo una escisión en las relaciones anglo-americanas?
Trevor sonrió.
– No por mi parte. Yo estoy totalmente de tu parte. Eres Jane MacGuire, ¿verdad? Soy Mark Trevor.
Jane le miró en silencio.
– Hola. No eres lo que yo esperaba.
– Tú eres todo lo que yo esperaba. -Cruzó la sala y le dio la mano-. Incluso más.
Jane le miraba fascinada y Eve podía entender por qué. Ella había tenido la misma respuesta a esa sonrisa y carisma cuando le conoció. Pero eso había sido antes de que se hubiera dado cuenta de lo frío e implacable que podía ser. En cuestión de minutos había pasado de ser un aliado a un adversario. Sintió el impulso de correr al otro lado de la sala y apartar a Jane de su lado.
– El señor Trevor ya se marchaba.
Trevor no apartó la mirada de Jane.
– Sí, me temo que me han puesto en su libro de los malos. He metido la pata -dijo compungido-. Estaba capeando el temporal a las mil maravillas y de pronto me preocupé porque creí que no estaban cuidando bien de ti, abrí la boca y en un minuto he echado a perder el duro trabajo de todo este tiempo.
– ¿Qué duro trabajo?
– Ya te lo explicarán.
– Quiero que me lo explique usted. -Jane le miró directamente a los ojos-. Ha estado intentando atrapar a ese asesino. ¿Qué ha estado haciendo y cómo me afecta a mí?
Trevor se rió entre dientes.
– Debería haber supuesto que serías así. Eres un encanto.
– Y usted me está diciendo sandeces.
– No, no es verdad. -Su sonrisa desapareció-. ¿Quieres saber la verdad? Eres un posible objetivo y hace algún tiempo que sé que cabe la posibilidad de que estés en peligro. He observado y he esperado. Y la señorita Duncan y Quinn están furiosos y con razón, por no haberte proporcionado toda la protección que te mereces desde un principio.
– Sí, lo estamos -dijo Eve-. Porque sólo se me ocurre una razón por la que haya esperado. Si la ha estado vigilando es porque quería utilizarla de cebo.
– Se me pasó por la cabeza. -Miró de nuevo a Jane-. Pero nunca dejaría que te pasara algo. Nadie te va a hacer daño. Te lo prometo.
– Lo que equivale a un cero a la izquierda -respondió Jane-. Yo soy responsable de lo que me sucede. No usted, Eve o Joe. Yo sé cuidar de mí misma. No me importa si usted ha jugado a algo para atrapar a ese cabrón. Siempre y cuando no haya herido a alguien que yo quiero. -Dio un paso atrás-. Creo que es mejor que se marche ahora. Ha molestado a Eve.
Trevor levantó las cejas.
– Y eso es una falta grave, ya lo he captado.
– Sí, lo es. -Le señaló la puerta-. Adiós, señor Trevor. Si puede atrapar a ese cabrón, buena suerte. Pero no vuelva por aquí a menos que tenga una muy buena razón para hacerlo.
– Y no moleste a Eve.
– Veo que lo ha entendido. -Se giró hacia Joe-. Es la hora de cenar. ¿Queréis que caliente las sobras de los filetes que hiciste ayer noche?
– Me parece que me han echado. -Trevor sonrió y se fue hacia la puerta-. Estaremos en contacto Quinn.
Joe asintió de manera tajante.
– Como ella ha dicho, mejor que tengas una buena razón.
– La mejor. No ensombreceré vuestra puerta hasta que así sea -dijo Trevor-. ¿Puedo pedirle a uno de tus hombres que me lleve a la ciudad?
Joe asintió de nuevo con la cabeza.
– Él te dejará en un hotel. -Hizo una pausa-. O en el aeropuerto.
Trevor fingió estremecerse.
– La alfombra de bienvenida ha sido definitivamente retirada. Sólo espero que algún día vuelva a tener una buena relación con vosotros.
– Nunca la ha tenido -dijo Eve-. No le conocemos y no confiamos en usted.
Se detuvo en la puerta.
– Podéis confiar en mí -dijo en voz baja-. Si buscarais hasta en el último rincón de este planeta, no encontraríais a alguien que quisiera proteger más a Jane que yo. -Se puso la mano en el bolsillo, sacó una tarjeta y la puso sobre la mesa que había al lado de la puerta-. Es para ti, Jane. Mi número del teléfono móvil. Si necesitas algo, llámame. Siempre estaré a tu disposición. -La puerta se cerró tras de él.
– ¡Guau! -Jane se acercó a la ventana y le observó mientras se dirigía al coche patrulla-. Desde luego que no es ni estirado ni lento, ¿verdad?
– No. -Eve la miró fijamente-. ¿Qué piensas de él?
Jane miró a Eve.
– ¿Por qué?
– Cuando le has visto por primera vez no podías apartar la mirada de él. ¿Es muy atractivo, verdad?
– ¿Lo es? -Frunció el entrecejo-. Supongo que sí. No me he fijado demasiado.
– Me cuesta creerlo. Ha sido bastante evidente que te has quedado embobada.
– Me recordaba a alguien.
– ¿A quién?
– No me acuerdo. A alguien… -Vio la expresión de Eve y sonrió-. Estás preocupada. ¿Crees que he tenido un flechazo en estos minutos? Yo no tengo flechazos, Eve. Ya lo sabes.
De pronto sintió alivio. Sonrió.
– Siempre hay una primera vez. Me gustaría saber que tienes un flechazo o dos. No pierdo la esperanza y espero que alguna vez se produzca. -Eve sacudió la cabeza-. Pero elije a una estrella del rock o a un jugador de fútbol. No a él, Jane.
– Definitivamente, a él no. -Joe se dirigió a la puerta-. Creo que le llevaré yo mismo a la ciudad. No te preocupes por calentarme los filetes. Traeré comida china cuando vuelva.
Jane soltó unas risitas cuando Joe cerró la puerta.
– Me recuerda al sheriff de un espagueti western. Sólo él escoltará al forajido hasta las afueras de la ciudad; no lo llevará al hotel. -Jane fue hasta la mesa del recibidor y cogió la tarjeta de Trevor-. Realmente os ha molestado a los dos. Parece como si hubiera intentado atacarme, en lugar de hacer su trabajo.