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– Era maravilloso, ¿sabes?, era maravilloso pensar que el peso de la cabeza no lo doblaría o le haría perder el equilibrio.

Los dos rieron mientras tú espantabas a las moscas.

– Prometió corresponder a la mayor brevedad nuestra invitación.

– Un momento -alargaste el brazo-. De niña, me contaron la historia del General Tom Thumb-. Con un esfuerzo lograste alcanzar el zapato que estaba debajo de la cama. -Andaba con el circo de Barnum y la reina Victoria lo nombró general-. Empuñaste el zapato y te colocaste de rodillas sobre la cama. -En Nueva Inglaterra era famosísimo, porque era un enano de Bridgeport-. Te mordiste la lengua y frunciste el ceño. -Y en el apartamento, Javier tiene una reproducción del cuadro de Velázquez-. Calculaste y pegaste con el zapato sobre la pared. -Antonio el Inglés, el enano de la corte, ¿recuerdas? -La mosca zumbona, verde, cayó sobre la almohada, despanzurrada. -Con su rosa al hombro y un sombrero emplumado en la mano-. Franz disparó la mosca muerta fuera de la cama con los dedos. -Lleva un espadín y un traje de brocado de oro.

– En Alemania los enanos vivían bajo tierra y eran orfebres famosos-. Franz miró con asco la mancha dejada por la mosca sobre la almohada. -Hasta tenían un rey; Alberich.

– Oberón-. Te recostaste otra vez sobre Franz.

Isabel trató de encontrar en el espejo del auto los ojos de Franz. Franz miró un instante por el espejo y vio primero los ojos verdes de Isabel que lo miraban y después el paisaje que se alejaba rápidamente. Isabel acercó su boca a la oreja de Javier.

– Dime. Repíteme eso.

– ¿Qué?

– Lo que me dijiste ayer. Que tengo dos caras.

– Dos rostros. Tu nariz divide al ángel y al demonio.

– Sí, sí…

– Cuando tus ojos son inocentes y claros, tu boca asume ese rictus…

– Sí, sí…

– Cuando tu boca se abre un poco, con asombro, con dulzura, tu mirada se venga…

– Dilo despacio, Javier…

– …se vuelve dura y fría…

– ¿Por qué no escribes eso?

– Oh, Isabel, qué dices, ay…

Encuentro esa noticia en el periódico y la arranco para enseñársela más tarde a tu marido. Es de Boonville, Missouri. Seguro, del 11 de abril de 1965. Si no salimos nunca de este día, ¿qué te andas creyendo? Este mustafá sabe su calomel y no le hace al monje loco, ¿tú qué dijiste? Una madre y un hijo, manejando sus automóviles en direcciones opuestas, fallecieron anoche a raíz de una colisión entre sí. La señora Berta Bowen, de 57 años, regresaba de Blackwater, Mo., después de visitar a su nuera y a un nieto recién nacido en el hospital. Su hijo, Ronald Wayne Bowen, de 22 años, iba de Blackwater a Boonville para ver a su esposa e hijo. La policía dijo que la señora Bowen pareció haber perdido el control del auto, y chocó contra el auto de su hijo. Habla de coincidencias, ¿eh? Y a ver si Dickens y Dumas no eran muy nalgas y si Norman Mailer no trae bien orientadas las guías de adelante. Y Edward Albee no sabrá que el mondongo de la Tiny Alice es la vía ancha y chiclosa al cielo. Por donde quieras, mi angustiosa, la cosa es gótica. Acá o allá, da lo mismo. Échate esta noticia: para asesinar a su segundo esposo la anciana Consagración Carranza de Gómez preparó cuidadosamente un plan que llegó a su culminación durante las primeras horas del pasado 9 de abril, a los postres de una cena en la que su marido, Abundio Gómez Loza, era el invitado de honor. El asesinato fue cometido por la anciana en complicidad con un hijo de su primer matrimonio, Rubén Darío, y con la ayuda de su hermano, Ubillado Carranza, y del hijo de éste Venustiano Carranza Amarillas. Abundio -en cuyo honor se había brindado varias veces durante la cena, para embriagarlo- fue asesinado a puñetazos, patadas y garrotazos. Su esposa doña Consagración, que antes lo había desarmado sin que él se diera cuenta, llegó al extremo de bailar sobre el cadáver para desfigurarle el rostro. Los hechos ocurrieron en el interior de la casucha número 54 de la calle de los Cóndores, colonia Las Águilas. La policía logró ayer la captura de los participantes en el crimen. “Maté a mi esposo”, dijo ayer la anciana al efectuarse la reconstrucción de los hechos, “porque él tenía celos de mí. Además, me había embrujado, él sabía mucho de magia negra y cada rato decía que veía en la baraja que yo andaba con otro”. “A mí me dio mi hermana 200 pesos para ir a arrojar el cadáver a tres cuadras de la casa, en la Barranca del Muerto; pero se lo juro que no intervine en el asesinato de muerte”, dijo ayer el albañil Ubillado Carranza. “Y nosotros tampoco matamos al viejito; sólo estábamos jugando con él para ver quién tenía más fuerzas”, dijeron los jóvenes Venustiano y Rubén Darío. Pero esto lo dijeron en la jefatura de la policía, cuando eran interrogados por los periodistas. Momentos después, al ser conducidos por los agentes al lugar del crimen, incapaces de soportar los remordimientos, manifestaron la verdad. Fue Ubillado Carranza quien explicó: “Desde hace dos meses, mi hermana quería deshacerse de su esposo. Decía que ya no lo aguantaba y me propuso que yo lo matara. No acepté pero le dije que fuéramos a Salvatierra, Guanajuato, de donde somos. A lo mejor allá encontrábamos quien se ocupara del trabajito… Pero no quiso mi hermana porque de Salvatierra salió con mala fama y por eso nos invitó a cenar el sábado en la noche. Toda la tarde estuvo guisando nopalitos sancochados y comprando cervezas. Cuando llegó mi cuñado Abundio, ya lo esperábamos ella, yo, Rubén Darío y mi hijo Venustiano. Nos sentamos a la mesa y comenzamos a cenar. Ya en la madrugada el viejito estaba borracho. Fue cuando le propusimos jugar a la vencidas para ver quién tenía más fuerzas. Todo iba por el camino de la guasa hasta que Rubén Darío, mi sobrino, le dio un puñetazo en la cara a mi cuñado. Éste se fue para atrás y quedó tirado. Rubén le siguió pegando y…” “¡No es cierto! -interrumpió en ese instante la anciana Consagración-. No nada más mi hijo le pegó. ¡Le pegaron todos ustedes, caifanes!” “Y luego -respondió Ubillado- tú, le dijiste a tu hijo que lo ahorcara, por si todavía resoplaba, y bailaste encima del cadáver…” Luego, según declararon los acusados, el cadáver del anciano fue amarrado con alambres y lo metieron en una caja de cartón que desde antes había comprado Consagración con ese fin. Como todos se negaban a cargarlo, Consagración ofreció 200 pesos a su hermano para que lo hiciera. Éste aceptó y el macabro cortejo partió de la casa del crimen y llegó, unos minutos después, a la Barranca del Muerto. Allí quedó abandonado el cuerpo. Al día siguiente, varios vecinos lo hallaron. Dieron aviso a la policía. Una por una, las casas del barrio fueron recorridas. Nadie parecía conocer al sujeto muerto, cuyo rostro quedó poco menos que irreconocible. Apenas anteayer, surgió una pista que al fin dio con la anciana Consagración. Ayer, durante la reconstrucción de los hechos, la vieja se mostró amable y bondadosa. Y cuando uno de los fotógrafos, sin querer, derribó una imagen religiosa. Consagración la vieja se abalanzó sobre ella y dijo: “¡No la vayan a pisar! ¡Por favor, no vayan a pisar a mi santito!” Sería la imagen de Jeanne Fery que ayer fue exorcizada en Mons: lo cuenta aquí el actual arzobispo de Cambrai, M. François Buiseret. Jeanne ha estado poseída por ocho demonios entre 1573 y 1585. Declara que fue seducida por el diablo a la edad de catorce años; de allí en adelante, ha sufrido ataques histérico-epilépticos y el tormento de espíritus malignos llamados Hérésie, Traitre, Act Magique, Béléal, Vraye Liberté, Namón, Sanguinaire y Homicide. La han amado con convulsión y delirio. Y como ella no quiere ser amada, deja que los familiares y los sacerdotes la metan en baños sagrados durante los cuales Jeanne vomita por la boca y la nariz testículos de macho cabrío y otros animales transformados en gusanos peludos. A menudo, Jeanne se arroja al río o se autodesfenestra. Durante sus ataques nocturnos, tiene visiones del infierno, recapitulando lo que ha escuchado en los sermones. “Fuego, azufre, oscuridad y un olor abominable”. No puede tolerar los dolores del estómago, como si una serpiente la devorase, y por ello acepta gustosa reunirse con los demonios y gritar las palabras obscenas que le dictan. Jeanne alterna entre les douleurs continuelles y la grand joye. Durante su éxtasis, no puede hablar, comer o sentir el dolor de las laceraciones que ella misma, con los demonios, se hace. Durante algunos de estos períodos, regresa a la verdadera simplicidad de la infancia y olvida todo lo que sabe de Dios. Sólo dice palabras simples, como Padre y Juana, y lo señala todo con el dedo. Se porta como una niña malcriada. Juega con una estatua de Santa Magdalena como si fuese una muñeca y le ofrece de mamar. Después de la comunión, lanza un grito agudo y doloroso. Un sacerdote la encuentra de rodillas, con el resto del cuerpo rígido, el semblante pálido, los ojos muy abiertos. Poco después, empieza a reír dulcemente, como para sí, moviendo el torso en un vaivén. El corazón le late y el cuerpo le tiembla. No puede hablar, pero hace señas con la mano. Una de las monjas se acerca, le frota las manos y las piernas y poco después, temblando, Sor Jeanne Fery es conducida a su celda y confortada frente a un fuego abierto. A ver, mi rucasiana, por qué en vez de seguirle el juego y tener junta de ombligos, no le disparas la pistola frijolera y lo obligas a palmar con la verdad. Ah, entre escapar y participar, sólo nos queda escoger nuestra enfermedad, nuestro cáncer personal, nuestra parodia de las grandes síntesis.