– Pero sólo prolongas tus horas de trabajo porque temes saciarme, ¿no es cierto?, admítelo, Javier…
Y entran a Hagia Heleni, a ese vientre dorado, a ese claustro irrespirable donde el incienso se levanta hasta encontrar las cruces refulgentes y los candelabros de cobre y la luz entra por un nicho altísimo y pequeño a ofrecer el toque más sospechoso a los muros cubiertos de iconos de oro opaco. Javier entró antes que tú y tu voz le persiguió desde la puerta.
– No quieres que yo pueda pensar…
Y cincuenta figuras de santos y apóstoles, vírgenes y mártires, patriarcas y popes, enmarcadas cada una por un círculo, rodean a la virgen de San Cirilo que sostiene en brazos al niño audaz, presente, que con una mano levanta el manto de María y parece dominarla de alguna manera secreta y hasta prohibida.
– …que estás disponible…
Javier camina de prisa por las calles blancas, junto al horrendo busto de la heroína de 1821, Mado Mavrogennous, y detrás de Javier tú con las sandalias que suenan sobre las losas de Míconos.
– No temas gastar nuestro amor; ¿confías en el tuyo?; no temas por la fragilidad del mío…
Y pasan de perfil por la callejuela, manchándose los hombros de cal, asfixiados por los pequeños adoratorios, entre dos filas de altas sillas pegadas a la pared y Javier termina agotado por ese color que le ciega y busca los detalles que venzan al blanco que vence al tedio de la roca parda; busca las figuras de los molineros que al atardecer enrollan las velas, a los vendedores de tunas y castañas -las frutas áridas-, a los niños con las cabezas tiñosas y rapadas, a las viejas que tejen y les miran y acarician las enormes bolas de estambre, a los marineros que trabajan en la trata jalando las lanchas hacia la arena, a los cargadores con los pantalones arremangados hasta la rodilla y los capuchones improvisados de yute.
– ¿Quieres que nuestros encuentros sólo sean excepcionales y plenos? ¿Crees que no me doy cuenta?
Y vuelven a sentarse en las sillas del mismo café frente a la rada y cae la noche y piden ouza y les traen la botella blanca.
– ¿Por qué lo sacrificas todo de tan buena fe? ¿Crees que no me doy cuenta? Por favor. Te entiendo. ¿Crees que no hay que gastarlo? Javier, no quiero sólo los momentos preciosos y aislados. Javier, Javier, no me dañes. Está hecho para gastarse, Javier, sólo gastándolo durará; sólo agotándose crecerá…
Blancos, desangrados, fatigados para siempre; ¿por qué están vivos los leones guardianes de la isla de Delos? Javier temía descender hasta ellos; tú también. Es que están y no están. Están por sus patas traseras apoyadas en el pedestal y hundidas para siempre en la roca; están por sus patas delanteras erguidas, seguras, a punto de arrojarse sobre el profanador; están por sus torsos largos y sus costillares potentes; están por sus cabezas carcomidas y sus fauces abiertas y sus ojos tristísimos. Y no están porque Delos es un espejismo, con todo lo que parece contener; porque sólo existe para ti y tú me quieres contagiar tus sueños y tus ritos y arrastrarme a este espejismo, a mí, a Javier, a Franz; porque detenidos tú y él frente a los leones del ágora de Delos, tú te atrevías a decir que había un misterio y un milagro y un asombro y él no se atrevía a decirlo y sólo lo perseguiste esa tarde en Míconos, al regresar…
– …para vencerme y obligarme a regresar a un rito, cualquiera, el que creíste intuir entre las ruinas de Delos, el que yo, sí, yo también quería conocer y aceptar a través de ti, vencido, para establecer el puente entre lo que fue y lo que es. ¡Cállate! Nunca entenderás cómo me destruiste.
Rieron a carcajadas. Javier escribió en la primera cuartilla de La caja de Pandora: “Una novela manifiesta lo que el mundo aún no descubre y quizás jamás descubra en sí mismo”.
– Parece paisaje de película del Indio Fernández -rió Isabel y aceleró.
Volviste el rostro, dragona, y encontraste a Javier sentado junto a Franz;
– Conozco todos tus defectos.
Javier rió:
– Lo bueno de perder la inocencia, es que también se pierden los prejuicios.
– Estamos entrando a Cholula -dijo Franz,
– ¡Óiganme! ¡Quiero decirlo todo ahora! -Los miraste a todos, cuatacha, y sólo encontraste sonrisas de paciencia y tolerancia y la complicidad de Javier al encender tu cigarrillo no necesitaba esas palabras murmuradas sólo para ti: -Sólo recuerdo. No discuto.
Y luego dijo en voz alta:
– ¿Para qué? De niño, escribía en el excusado las injurias que no me atrevía a decir. Cuando me di cuenta que escribir libros era lo mismo… una injuria convertida en nombre. Pero lo importante es que entonces el sueño y la vida eran lo mismo. Eran convocables, a toda hora. ¿Tú no, Franz?
– Te repito que los detalles verdaderos siempre se convierten en mentiras-. Isabel encendió el radio y escuchó a Franz. -Por ejemplo, no es un detalle verdadero que el acusado está de pie y el acusador de rodillas. Siempre. Es verdad.
Cantó Eartha Kitt: “It’s so nice to have a man around the house”; y Ligeia, Elizabeth, tú dragona, rieron:
– Te quise decir, Javier, que amamos y decimos y escribimos las palabras del amor para aumentar la mentira y la irrealidad del mundo…
– …decimos cosas extrañas a la vida -continuó Javier- con el temor de que el mundo acepte su extrañeza y no diga, de algún modo: eso ya está dicho, no me has sorprendido. No me has cambiado.
Franz y Javier rieron contigo, dragona, e Isabel rió sola.
– ¿A poco de veras vamos a lograr un nuevo sistema nervioso? Cero hits, cero carreras y un gran error.
Y yo, riendo, bajé del coche de turismo en la plaza de Cholula y les dije:
– Lo malo no es ser puta. Es ser una puta poco profesional. Lo malo no es ser ladrón. Es ser un raterillo pinche. Lo malo no es ser criminal… Pero en fin, qué importa. Importan las odaliscas, el sideshow, el carnaval que nos divierta un poco. Simon Magus buscaba a la madre de todos, la madre de todos, la madona del templo que es la prostituta fenicia, la madre de todos, la huila cariñosa que en la traslación de Irineo se convierte también en Elena cuya piel desata la guerra de Troya y que emigra de cuerpo en cuerpo hasta terminar en el burdel. Es la oveja descarriada. Que es la única redimible. Pues bien lo dice Hipólito: toda la tierra es tierra, y no importa dónde se siembre, con tal de que se siembre. Y cuando Simón el Mago llegó a Roma, pidió que se le enterrara a fin de resucitar al tercer día. Y sus discípulos lo obedecieron, cavaron la tumba y lo enterraron, y esperaron tres días y muchos más, pero Simón nunca salió de la tierra. Hipólito, muy maloso, añade: “Porque no era el redentor”. Te digo que una ortodoxia es tan fuerte y tan débil como las heterodoxias que tratan de ponerla caliente. Un dogma sin herejía no es tal dogma; porque si una ortodoxia, para acabar pronto, resume y conquista la adhesión central de un cantón, todo lo que queda afuera, el ojo de la medianoche, la bola de cristal, el colmillo vampírico, mi dragona, sólo sigue viviendo si se cuelga las sábanas de la herejía y goes underground en espera de que alguna vez le toque la púrpura de la consagración. Lo chingón de un buen evangelio es que también tiene dos caras y sólo sobrevive si puedes jugar volados con él. El Paséales, ese draculón trotaconventos, nos abismó: “La tierra no es el hogar de la verdad; jamás reconocida, la verdad deambula extraviada entre los hombres”. ¿Sabes que el propio testamento de tus rucasianos dice: “No seguirás a la multitud”? ¿Qué tal si el güerito J. C., nuestro primer rebeldazo, hace las paces con Roma y los fariseos y se dedica a jugar al tute con Iscariote como en una película de nuestro mero Buñueloes o le entra al comercial jabonero con Pilatus Procter amp; Gamble? Lo que no le reconocen al Güero claveteado es que fue el primer sicópata, el primer tipo verdaderamente desordenado de la historia, que hoy andaría moto y en moto y bailaría watusi nomás para darle en la chapa a los beatos, y que eso de resucitar muertos y caminar por el agua y llevarse a todo trapo con las troneras del barrio era una manera de escandalizar, porque no hay otra manera de consagrar. Imagínate que J. C. hubiera maniobrado como el PRI o LBJ: ahí estaría todavía en Israel, metidito en su provincia y el Nuevo Testamento lo hubiera escrito Theodore White; “The Making of a Saviour, 32 A. D.” No; el heredocolombino no era cuadrado; era bien cintura porque nos estaba inventando un nuevo sistema nervioso y por eso era peligroso y pervertido desde el ángulo de los apretados. El apretado tiene un código y una clara regla de conducta para cada ocasión; el que vive de sus riñones, el hip, se los juega cada minuto y al hacerlo concilia los opuestos, integra las cualidades de la vida y no se deja paralizar por una prohibición. ¿En quién puedes confiar, dragona, quiénes son gentes que dependen de sí mismas? Los hijos de J. C., las putas y los criminales, los artistas y los exilados, los prófugos y los anacoretas: los herejes. No es lo mismo el hijo de María que los jijos de María, ¿ves? La historia del Güero Palomares es la historia de la energía individual, apocalíptica, como única salvación verdadera: eso es lo que quería decir el cachorrazo. Véngase mi Magdalena, que no me la anden ninguneando, y ahí les voy aguas del mar muerto y jálenle mis doce caifanes que el tiempo se nos viene encima y a cuerear abarroteros así a la gratuita y leprosos a mí y cuídense niños que traigo las uñas largas y levántate y anda. De repente sólo Lautréamont pudo completar la parábola de Jesús y los niños: desfigurarlos. ¿No que no? Cuenta el Nuevo Testamento, dragona, con las palabras bien beat y verás que J. C. iba, iba, iba, hombre, iba bien fresco, loco, alto, escarbando, hechizo, ritmeando, con eso. Si le concedes lo que el charro se merece, no me vas a negar que él mismo escogió sus momentos y supo cuándo gritar telón. Un rebelde así no se muere de puro viejo en su cama con antiflogestina en el pecho. El Güero Palomares está capturado en su juventud y por eso va derechito al monte pelón de Ixtapalapa, para morirse joven como James Dean y John Garfield y Dylan Thomas y Brendan Beehan y Raymond Radiguet y Shelley, Novalis e Isidore Ducasse, para no hablar de Mayakowsky, von Kleist, Pushkin, Sergio Essenin, Alexander Blok y Gaudier-Brzeska: un año más y dicen ahí va el ñaco viernes con cagarrutas de paloma en la cabeza en vez de la coronaza de espinas. ¿Sabes por qué resistió las tentaciones en el desierto? Porque él era su mero diablo cojudo, su propio Satanás. Imagínate si me lo sientan en un couch y me lo resuelven con complejos de edipo y delirios de persecución y triple personalidad. Adiós mi Calvario querido. Ahí se nos pasma con la arena hasta el cuello en attendant Golgoth. Te digo que se las puso maciza porque nadie se dio cuenta que su hijo no era el gallero pescador sino los otros, los que no se dejaron farisear, Barrabás y Judas Iscariote y Dimas y Gestas y mi Madalena bien sopeada. No el Saulo Stalin (Qui Jacet S. S.) sino los que se la jugaron al clásico garañón sin comodines de las grandes verdades y las tentaciones diabólicas. Son los gnósticos que mandaron a volar la fe a cambio del conocimiento, siempre y cuando fuera un conocimiento secreto y diabólico como el mismo universo sin respuestas, y no se cansaron de hacerle preguntas al Dios enfermo, creador del negro mundo que seguía allí, mostrenco, y luego se vaciaron elaborando la literatura fantástica que los evangelios reclaman: en realidad, fue Simón el Cirenaico quien fue crucificado mientras Jesús, muerto de la risa, se escabulló por esas lomas del Señor donde no faltan el vino y las salomes en barata. Léete bien tu Clemente de Alejandría, dragona, que ahí viene la sorpresota moderna de los gnósticos que tuvieron los trompeates de redimir a Caín, pues luego, ya que si hay un fugitivo, un perseguido, un outsider en la memoria es Caín, rechazado por el cruel Dios-Hacedor, el Dios anterior a la creación, porque Cristóbal Palomar, el Dios-Descubridor, sólo vino a decir que cada chango a su mecate y luego los sacerdotes lo frustraron. ¿Quién merece la redención más que Caín, o los sodomitas, o Esaú, o el propio Iscariote que tan fácil se la puso a Cristóforo, y sin el cual no habría sido representada la Crucifixión, y ergo…? Los chingones gnósticos se le adelantaron al mero lión don Marquis de Sade y redimieron a los condenados y los hicieron nuestros. ¿El Salvador vino a redimir?, ¿por qué iba a dedicarse la Iglesia a condenar de vuelta? ¿Y crees que allí se quedaron callados? No los conoces, dragona; los gnósticos no andaban aparuscados. Te siguen diciendo que combatirían la lujuria mediante el goce de la lujuria y que el pecado sólo sería extirpado mediante la liberación y el desgaste de los apetitos sensuales. Porque si en todos existe una naturaleza divina, ¿a poco el bien es sólo lo que ordena un dogma exterior a cada ser partícipe de la divinidad? ¿Para qué sirve esa participación personal en lo divino -esa gracia- sino para realizarla en su margen excéntrico, individual, heterodoxo, imprevisto por el orden externo? Ándale, dragona. Eso se llama tragar guarneta, y en verdad lo dijo el Güero: “Hay eunucos que se han vuelto eunucos para ganar el reino de los cielos” y ahí tienes que los gnósticos pusieron los tanates por delante de una vez para que no se nos quedaran nonatos Baudelaire y Breton y Genet y Miller (Enrique o Arturo, pero no El Sueño Americano que perpetra sus crímenes de Monje Ambrosio en los castillos feudales de Beverly Hills con la Monja Sangrante, la Belle Dame Sans Merci, la Polyanna Equanil de nuestros sueños masturbadores: escucha su paso sobre las alfombras en las cárceles de cristal). Y de Marción, al verlo, dijo Policarpo: “Te conozco, primogénito de Satanás”, porque el muy picudo fue el primero en saber y decir que Dios era el Extranjero, el totalmente Otro: si el mundo es sólo una tensión irrealizable entre el amor y la justicia y termina en la prueba final de la nada -el cadáver y la fosa- el Creador del mundo nada tiene que ver con Dios, que sería amor y justicia absolutos. Al Creador puede imputársele el horror del mundo, pero no a Dios, el Extranjero, el Otro, el Buen Dios irresponsable. Con él sólo se comunicarán los herejes, los apóstatas, los outsiders y extranjeros como él, dragona. Tal es el milagro del infierno. Sábanas, mi cuatacha. Bien dijo Orígenes que, venido Cristo, nos permite ver que gracias a él ha habido y habrá muchos más cristos en el mundo: nadie será Satanás para siempre, porque sólo Dios es eterno, todos pueden ser Cristo, hasta Satanás; todo le será restituido a la divinidad, así el asesinato como la sodomía, así la rebelión como el incesto, así la blasfemia como la prostitución. Pues si la eternidad es sólo atributo de Dios, ¿cómo se concibe un Infierno eterno? El Diablo no puede estar eternamente separado de Dios: éste sería el triunfo de Satanás. El milagro del Infierno es que por sus caminos se llega al Paraíso. El anatema fue lanzado contra Orígenes pero él, muy salsa, ya se había cortado los cojones desde antes, para aventarlos al ruedo. Y por eso te decía al principio que Simón el Mago se aventó la puntada de probar el sentido de humor de la Piedrota (el gallero y pescador) ofreciéndole oro a cambio de la revelación de los secretos del Espíritu Santo y ésta fue la simonía. Qué iba a clachárselas la Piedrota solemne y Simón el Mago se fue por ahí con el mito de Elena de Troya, la prostituta del templo fenicio que es la madre de Dios y del Mito y acabó enterrado en vida para probar que no era el Redentor ni mucho menos y darles en la torre a las momias solemnes que, como siempre, ya se habían adueñado de todo.