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Javier dirá que corre con Isabel… Se alejan, seguidos por la explosión de ruido y polvo… Un derrumbe… Tenía que venir algún día un derrumbe… Ligeia y Franz han quedado del otro lado, del lado que no tiene salida… Encerrados detrás del derrumbe de la pirámide… Atrapados… Sí… Javier oye sus voces, sus gritos… Ligeia grita el nombre de Javier… Franz pide auxilio… Ligeia grita que no puede respirar… Sus voces, sus gritos, traspasan la barrera de roca y ladrillo… Han quedado encerrados con los dioses muertos… Los dos extranjeros han quedado allí… Isabel y Javier escuchan las voces de Franz y Ligeia, del otro lado del polvo y la tierra y la roca… Javier abraza a Isabel, la besa… Ella le aprieta la mano… “Tendremos que querernos mucho”, le dice a la muchacha… “Sí”, responde ella… Aprieta la mano de Javier y lo conduce fuera del laberinto, lejos del temblor y el derrumbe y los gritos… Descienden por la escalinata rota… Recorren los pasajes iluminados… Caminan tomados de la mano… Llegan a la galería de ingreso, al larguísimo túnel donde, al fondo, brilla como un punto incandescente la horadación de la salida… Caminan tomados de la mano… Salen de la pirámide al sol, al sol, al sol de la noche, entraron de noche y al salir brilla el sol… Suben al auto, los dos solos… Ahora no hay nadie más que Isabel y Javier… Isabel y Javier… Ella maneja… Van hacia el hotel… Ella mira fijamente hacia adelante… Todo su rostro inmóvil mientras maneja por las calles de Cholula, entre los perros escuálidos y lisos que ladran y corren detrás del auto… entre las mujeres embarazadas y los soldados con cicatrices en las mejillas… el auto da tumbos en los hoyancos… Javier puede leerla… puede leer la mente de Isabel… Sí, se dice Isabel, yo podría ser el centro y la fuerza de Javier y él no quiere comprenderlo… cree que se sacrificó, que mató sus ambiciones al casarse con Ligeia y vivir con Ligeia y dormir con Ligeia y entonces cree que casarse y vivir y dormir con alguien es una manera de morir… Si yo tuviera más experiencia… Isabel piensa: si yo supiera comunicarle lo que sé; eso es; sólo podría comunicárselo sin convencerlo, viviendo y casándome y durmiendo con éclass="underline" que no es tarde -eso debe pensar Isabel, manejando, al lado de Javier que piensa por ella, en el camino de la pirámide al hotel-, que no ha perdido su sueño, que sólo puede cumplirlo conmigo, que puedo ser su centro y su fuerza y su armonía; cómo entiendo que para esto nací, no para vivir desprendida, sino atada a uno como él, a uno que entiendo; quiero ser suelo, raíz y aire de Javier; quiero estremecerme cuando sus manos rocen mis pezones, sus labios besen mi clítoris, su respiración penetre en mi oído; quiero tenderme cautiva entre sábanas; quiero verlo erguirse y vencerme cuando yo lo venza; al mismo tiempo, sin victoria, sin derrota; deseo alabarlo sin vergüenza, mirarlo sin pudor, tocarlo sin rapidez; quiero ser lenta; quiero acariciarlo lentamente; quiero dormir lentamente; quiero esos amaneceres largos, sin prisa, esperando alguna sorpresa de su despertar; eso es; eso quiero; quiero todo lo demás; quiero descubrir qué le gusta comer; quiero sonreír cuando esté de mal humor; quiero oír discos con él; quiero leer a su lado; quiero viajar con él; quiero atenderlo cuando se enferme; quiero ir a la farmacia y comprarle su jabón, sus navajas de afeitar, su bicarbonato; quiero verlo bailar con otra mujer; quiero verlo enojado; quiero verlo dormido; eso es; así; como si él supiera, sin decirlo nunca, que estoy allí, que lo sostengo, que no lo quiero tener para verme en él, para extraer de él mi propia imagen, mi propia debilidad, mi propia confusión; quiero ser todo lo que necesita para él pero fuera de él mismo; no que deje de sufrir, sino que en mí tenga el dolor cuando lo necesite; no que deje de dudar, sino que en mí…; eso es; que lo acepte todo, pero no como una fatalidad, sino como una necesidad; nos ocurren cosas; pero debe ser porque necesitamos que nos ocurran, no porque está escrito en el destino? y si es así, y no como yo pienso, entonces yo sabré detener el destino, la circunstancia, la fatalidad, recogerlos, impedir que lo toquen y dárselos transformados por mí, por Isabel; así debe ser; si él lo entendiera; que a una mujer no la vence un hombre; que una mujer se vence a sí misma para amar a un hombre y ser de él; que no hay violación, que no hay mujer que se entregue si no lo quiere; que no hay amor sin humillación original; por eso estoy aquí; por eso viajo al mar; a ver si él comprende… El auto se detiene frente al hotel… Bajan… Cierran con fuerza las puertas… Abren las puertas de cristal opaco del hotel… Piden la llave del cuarto de Isabel… Caminan por los pasillos… Escuchan el rumor de la fuente en el patio cubierto por una galería de vidrios calientes… Abren la puerta del cuarto… Isabel se arroja sobre la cama, llorando… Javier se desabotona la guayabera… Se seca las axilas con la camisa arrugada, enrollada en el puño… Se quita los pantalones y los zapatos llenos de polvo… Se sienta en la cama para quitarse los calcetines… Permanece en calzoncillos, con los calcetines en la mano… Quizás ella cree comprender… No comprende; cree comprender; cree que ofreciéndose -espera que él le desabotone por detrás el vestido, le dé la espalda, llorando- comprensiva y humilde, ahora, después de todo lo que sucedió esta tarde, establece un contraste suficiente con el infierno de Ligeia… Cree, la pobre -Javier desabotona el vestido de Chantung amarillo y ve la espalda cubierta de gotas de sudor- en su docilidad, en su fuerza para soportar… Se imagina -Isabel encoge los hombros para zafarse del vestido y queda con el torso desnudo, perlado de sudor- una vida de dulzura y compasión en la que ella, sacrificada, guía al pobre escritor fracasado y le hace renacer; le devuelve la confianza; lo sienta a trabajar bajo su ala protectora y le sirve, de tarde en tarde, infusiones de yerbabuena contra la colitis… Cómo no… Javier arroja los calcetines… Ella no entiende que el infierno con Ligeia es mi costumbre, mi veneno, mi tóxico… Que nada entendería, que el mundo se vendría abajo sin esa costumbre… Que la prefiere, con su esterilidad y su rutina, porque es violenta y extrema, a otra esterilidad y otra rutina -las de la creación, pues ahora también respira, mastica, digiere, ve, toca, huele, sigue siendo el mismo tubo entre la boca y el ano (no, repite, eso lo acaba de decir Ligeia, Ligeia encerrada con Franz en la tumba de los chapulines, sí); no escribe libros pero rutinariamente escribe informes para una comisión económica de las Naciones Unidas, es el mismo que sería si hiciese algo en apariencia distinto pero tan obligado como lo que hoy hace a llenar el tiempo acordado, nada más- tierna y compasiva… Ella cree comprender… No se mueve; permanece allí, con el torso desnudo; cree comprender; pero exige; también ella exige, para comprenderme y colmarme con sus imaginarios bienes, esta sujeción, esta fidelidad, este ser sólo para ella, para que ella me cuide, me halague, me proteja; ella y nadie más… No romperé ese instinto de hierro…

No yo… no hombre alguno… No transformaré yo las relaciones del mundo para que todos, hombres y mujeres, seamos personas solas y solidarias, solas cuando lo deseemos, unidas cuando lo necesitemos, libres para escoger, variar, ser de y poseer a quien nos plazca, sin resistencia, cada noche y cada día distintos… ¿Comprenderá eso?… Espera que me acerque… No entiende por qué no me acerco a besarle los pechos que me ofrece… ¿Aguantará eso que para ella es humillación y para mí libertad racional? ¿Permitirá un engaño proclamado? Ah, no, no, no lo hará. Qué bien sé que no. Qué bien conozco las lágrimas, la desilusión, los sentimientos heridos, la convicción de que no sé apreciarla, al fin el odio, la rebeldía, su propia traición: una traición que yo no quise llamar así, si ella la hubiese aceptado como un hecho natural, si ella misma, desde el principio, hubiese aceptado naturalmente amar a quien quisiera… ¡De quién hablo, de quién hablo, qué dolor, qué cabeza partida!… Javier le pedirá a Isabel que le traiga una aspirina… Ahora lo hará… Isabel es Ligeia… Isabel será Ligeia… Lo sabe… Lo querrá todo para ella… Querrá todo su tiempo… Querrá todo su amor… Sufrirá el desencanto… Lo odiará… Volverá a darle el infierno de Ligeia… La mira… No se acerca a él… Quizás lee en su mirada… Qué puede hacer sino seguir con Ligeia, permanecer en el puerto de destino en vez de salir otra vez al de partida y esperar, con un amor que no ocultará, el momento en que Isabel sea su nueva Ligeia… Y sin embargo, carne nueva, labios rosados, pubis pesado, senos duros, muslos firmes, poros abiertos, qué jóvenes son, cómo se estrenan, qué respuesta hay cuando no hay costumbres ni sabiduría, qué torpeza encantadora de las primeras veces, qué descubrimiento, qué asombro… Javier se levanta de la cama… Busca… Isabel permanece en la cama, con las piernas recogidas y el vestido suelto y arrugado en torno a las caderas, esperándolo… El rebozo… El rebozo está a la mano… Nadie quiere repetir su vida… Isabel no será Ligeia… Isabel será un amor fugaz, nunca se convertirá en Ligeia, será una hermosa joven siempre, un recuerdo tibio y dulce, nunca una vieja… Toma el rebozo entre las manos… Lo estira… Quiere estar solo… Quiero quedarme solo, Isabel, ¿no entiendes?… Serás siempre joven, Isabel, yo te lo prometo en silencio mientras avanzo hacia ti con el rebozo entre las manos, el rebozo negro de Ligeia… El rebozo que ella te regaló esta tarde… Nunca envejecerás, Isabel, siempre te recordaré como eres, como fuiste… Sus brazos se levantan para recibirlo… Javier trenza rápidamente el rebozo al cuello de Isabel, Isabel no tiene tiempo, quizás cree que esta furia helada de mis manos en torno a su cuello es una prueba de amor, una posición erótica distinta que hoy le obsequio, y aprieto, aprieto el rebozo, no miro los ojos abiertos, desorbitados, la boca con la lengua fuera, ¡Dios mío!, qué larga es la lengua de una mujer…