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Podía ver la cara del patrón cuando entrara en la oficina. Ya estaba dando vueltas en mi cabeza lo que diría entonces. Y tendría que soportarlo y escucharme, porque era yo quien tenía la historia. Yo era el único que disponía del material y él tendría que escucharme.

—A la oficina no — dijo Joy —. Debemos ir en busca de un doctor primero.

—¡Doctor! — dije —. No necesito un doctor. Me quedé asombrado, no por haberlo dicho (porque en un momento, realmente había necesitado un doctor), sino con la calma con que lo' aceptaba, mi reconocimiento casual de algo que había sucedido sin que yo lo notara, y el darme cuenta de ello en forma tan gradual que no me causó ningún asombro.

Porque ya no necesitaba un doctor. Ya nada tenía. No había ese dolor en el pecho y la sensibilidad en el estómago había desaparecido, también el temblor en las rodillas. Moví los brazos para asegurarme que el pecho no me dolía, y estaba absolutamente en lo cierto. Si algo había habido roto allí, ahora ya estaba sanado.

Es asombroso, había dicho el Perro, en su típica e irónica manera, la cantidad de fines similares que pueden ser alcanzados por técnicas muy diferentes.

—Gracias, amigo — dije, alzando la vista al cielo, en forma tan irónica como el Perro —. Gracias, amigo. No olvides de enviar la nota.

CAPITULO XXXVIII

Lightning tiró el periódico sobre mi escritorio. Aún no estaba húmedo por la tinta. Había doble línea de tipos sobre el comienzo, que encabezaban mi artículo.

No lo recogí. Solamente, me quedé mirándolo. Después, sin tocarlo, me puse de pie y fui hasta la ventana. Allí, hacia el norte, estaba la movediza montaña, iluminada por baterías de reflectores, sobrepasando el horizonte y aún en continuo crecimiento. Horas antes se habían abandonado todas esperanzas de rescatar al personal de la radio que había sido encerrado y enterrado bajo la cumbre del edificio MacCandless. Todo lo que se podía hacer era, simplemente, quedarse inmóvil y observar.

Gavin se acercó hasta la ventana y se detuvo a mi lado.

—Washington está hablando — dijo — de evacuar la ciudad y dejar caer una bomba H sobre ellas. Acaba de salir en los cables. Esperar hasta que la montaña detenga su crecimiento y, entonces, enviar un bombardero.

—¿Para qué? — pregunté —. Ya no son una amenaza. Lo eran mientras no sabíamos de su existencia.

Me alejé de la ventana, hacia mi escritorio. Di una mirada al reloj, olvidando que estaba roto.

Miré el gran reloj de pared. Eran las dos y cinco minutos.

El patrón había estado junto a los de la sección de la ciudad, pero ahora se acercó hacia mí y estiró su mano. La cogí y él la mantuvo apretada, su inmenso puño dos veces el tamaño del mío.

—Buen trabajo, Parker — dijo —. Se lo agradezco.

—Gracias, patrón — dije, recordando que nada le había dicho de lo que yo intentaba decirle. Y, curiosamente, sin sentir remordimiento por no haberlo hecho.

—Tengo una botella en mi despacho.

Moví la cabeza en seña negativa.

Me palmoteo en la espalda y soltó mi mano.

Atravesé la sala en dirección al escritorio de Joy.

—Vamos, hermosa — dije —. Tenemos un trabajo que no hemos terminado.

Se puso de pie y esperó.

—Tengo intenciones — dije —, antes que pase la noche, de hacerte esas insinuaciones.

Creí que se enfadaría, pero no lo hizo.

Alzó los brazos, los pasó por detrás de mi cuello, frente a todo el mundo.

Se puede vivir hasta un millón de años y jamás se podrá comprender a las mujeres.

Traducción de ANDRÉS VERGARA

E. D. H. A. S. A

BARCELONA

TÍTULO DEL ORIGINAL EN INGLÉS: THEY WALKED LIKE MEN

Depósito Legal B. 20.935 1963

N. Rgtro. 3518/63

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Emegé E. Granados, 91 Barcelona

Edición Digital de: Roby2001 y Odoniano