– La verdad es que son mías… Y piensa que os las dejé para que fuerais por la pista, y no más allá de las caravanas.
– Tienes razón…
Clod examina su cadena, que se ha colgado del cuello. A continuación coge su bicicleta. En la parte de atrás de la furgoneta quedan todavía varias cosas. Clod sonríe al verlas.
– Eh, ¿jugáis a béisbol? Me encanta… Yo me he inscrito para poder jugar a sófbol en el campo que hay detrás del Aniene…
Ciro se dirige al otro chico.
– Giuliano, cubre con la lona los bates de béisbol…, así podrían estropearse…
Después el tipo le sonríe a Clod.
– No jugamos a menudo… Sólo cuando un amigo nos necesita…
Mira a Rusty. Se sonríen el uno al otro,
– Ahora volvemos a la «base», en cualquier caso, ya sabes dónde encontrarnos…
Y se marchan con la cómica furgoneta multicolor, que lleva pintada una pizza a medio comer y, debajo, el nombre de «Gennarie».
Volvemos lentamente a la barcaza. Rusty monta su bicicleta. Nosotras pedaleamos delante de él. En cuanto llegamos, colocamos las bicicletas en su sitio. Rusty las asegura todas con una larga cadena que fija a un palo clavado en el suelo.
– Bueno, menos mal que todo se ha resuelto.
– Pues sí… -le respondo con las manos metidas en los bolsillos de los pantalones.
En parte, me siento culpable.
– Marchaos ya, venga, o llegaréis tarde… Saluda a mamá de mi parte, Caro.
– Sí, Rusty…
– ¡Adiós! -también Alis se despide-. Hasta la vista.
A continuación sube a su coche, arranca y se aleja a toda velocidad. Yo subo al lado de Clod.
– Mira… -me dice muy contenta mientras me lo enseña-. Me lo ha regalado…
Clod tiene en la mano el iPod de Alis.
– Bien…, me alegro por ti.
Clod lo apoya en el salpicadero. Me mira con cierta perplejidad.
– ¿Crees que no debería haberlo aceptado? Me ha dicho que, si yo no lo quería, lo tiraría…
– No, no es eso. Es sólo que nunca comprenderé del todo a Alis.
Clod me sonríe.
– Pero la amistad también es eso, ¿no? Alguien te cae bien, la quieres y punto… No creo que sea indispensable entenderla…
Coge el volante.
Sí, es verdad. Tal vez sea así. Hay ciertas cosas que se te escapan a veces y, en cambio, las personas más simples, como Clod, las entienden en seguida. La miro risueña. También ella me sonríe. Respiro profundamente y acto seguido exhalo un breve suspiro. Sea como sea, ha sido un bonito día, y el libro de Rusty me ha gustado muchísimo. ¿Cómo era el final? Ah, sí: «No vuelvas a marcharte.»
He pasado por casa de la abuela. Me ha preparado una tarta.
– Gracias, es mi favorita.
Mi abuela me sonríe.
– Dale un trozo a tu hermana.
– Sí, pero yo lo cortaré, ¡de lo contrario, es capaz de comérsela entera!
– De acuerdo, como quieras…
Nos callamos, salimos a la terraza y paseamos por ella. La abuela ha puesto un montón de macetas con todo tipo de flores.
– Mira… -Se acerca a una planta que baja por la pared, una cascada verde y aromática-. Es una glicinia…
La coge con su mano delgada, huesuda, y se la lleva al rostro. Se sumerge en esa flor lila, cierra los ojos y la huele como si allí dentro se encontrase toda la primavera, un fragmento de su vida, el amor que se ha marchado…
– Huele, huele qué aroma…
Casi no llego, de manera que me abraza por detrás y me aupa. Es delicada y ligera. Me pierdo entre sus pequeños pétalos. Y leo en sus ojos, que, curiosos, escrutan los míos.
– Sí, es delicioso…
Deambulamos de nuevo por la terraza, ella mete una mano bajo mi codo, yo lo separo del cuerpo y, así, ella puede aferrarse bien. Seguimos caminando en silencio, ensimismadas en nuestros pensamientos, si bien yo puedo imaginarme los suyos y no la interrumpo. La observo por el rabillo del ojo y tengo la sensación de que está buscando algo entre sus recuerdos. Cuando por fin lo encuentra esboza una sonrisa y cierra los ojos. Tengo la impresión de que se le encoge el corazón al comprobar cómo esa imagen se está evaporando poco a poco. Entonces apoyo una mano sobre la suya, que sujeta mi brazo, la acaricio ligeramente, sin molestarla, atenta a ese dolor, que, tan educado, sin el menor aspaviento, camina a mi lado.
Algunos días más tarde, por la noche.
– ¡Eh, te he mandado un mensaje!
Estoy estudiando en la cama y no he cogido el móvil hasta que me ha llamado.
– Ah, sí, Clod, ahora lo veo.
– Quería saber qué habías decidido. ¿Qué haces, Caro? ¿Vienes o no?
– No lo sé… No me apetece mucho.
– Pero si lo pasaremos guay… Aldo no puede. Paso a recogerte, venga, verás cómo la música será genial.
Lo cierto es que tengo que estudiar.
– Vamos, celebran el cierre de Piper, no puedes faltar…
– Bah, no lo sé. Hablamos luego.
Cuelgo. Permanezco con los pies apoyados en lo alto de la pared y las piernas medio dobladas. Las muevo a derecha e izquierda, juntas, balanceando los gemelos para desentumecer los músculos.
El móvil vuelve a sonar. Lo miro. Es Alis. Contesto.
– Acabo de hablar con Clod. Ni lo sueñes… O bajas dentro de veinte minutos, o subo y te pongo la casa patas arriba.
– Vale, vale.
Sonrío. Sé que bromea, aunque sería capaz de hacerlo.
– Hablo en serio, ¿eh?, dentro de veinte minutos me tienes debajo de tu casa… No me hagas esperar…
– ¡A la orden!
La oigo reírse al otro lado de la línea. Cuelgo.
Después de una estratégica aunque rápida negociación, consigo que mi madre me deje salir. ¡Pero menudo esfuerzo! En cualquier caso, llevo toda la semana encerrada en casa. Empiezo a prepararme. Pasado un segundo vuelve a sonar el móvil. Es Clod.
– No entiendo una palabra, te lo digo yo y nada… Te lo pide ella y en seguida le dices que sí,
Sonrío.
– No es cierto… Al principio también le he dicho que no… Sólo que después me ha contado que estabas mal, ¡que Aldo y tú habéis estado a punto de romper! Que debíamos hacerte compañía…
– ¡Pero eso es mentira! ¿Qué pretende?, ¿gafarme?
– Bueno, eso es lo que me ha dicho. Y, dada la situación, le he dicho que sí.
– Sí, sí, ¡no sé cuál de las dos es más falsa! ¡Sois unas cenizas! Cuando tengáis novio, ya me encargaré yo de aguaros la fiesta. Bueno, nos vemos enfrente. ¡¡¡No tardéis!!!
Cuelgo, me echo a reír y sigo preparándome.
Es genial estar sola en casa. Ale ha ido a ver a su nuevo novio, creo, o quizá vuelva a salir con el de antes. A saber, con ella no hay modo de aclararse. No sé cómo lo hace, debería saber si le gusta un chico u otro, ¿no? ¿Cómo es posible que dude tanto? En cuanto da por zanjada una relación, empieza a salir de inmediato con otro, luego los compara y echa de menos al anterior. Se acuerda de algo y tiene la impresión de que antes le iba mejor, así que regresa con él. Entonces, apenas vuelven a salir juntos, ocurre una nadería, qué sé yo, una de esas discusiones insignificantes: «Vamos a casa de tus amigos», «No, de los míos…», o «¿Cine?», «¡No, pizza!», y, zas, ¡automáticamente añora al nuevo! Mi hermana… Si sé todo esto es porque se pasa horas y horas hablando de ello por teléfono con Ila, su amiga del alma. ¡Conmigo se muestra indiferente, incluso parece que tiene las ideas muy claras! Me hace gracia.
Sigo maquillándome delante del espejo. Me pongo un poco de rímel, no mucho, ¿eh?… Acto seguido, un toque de azul con un lápiz ligero. En la radio suenaMercy, de Dulfy, así que bailo siguiendo el ritmo. Doy un paso, giro sobre mí misma y me encuentro de nuevo delante del espejo. Sonrío. He de reconocer que ahora me han entrado ganas de ir a la fiesta. Por suerte, he decidido hacerlo. Yo aún no lo sé, pero mi vida entera está a punto de cambiar.
– ¡Ahí está, ahí está Clod!