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Aparcamos a un metro de ella.

– ¡Mira qué emperifollada viene!

Lleva una chaqueta de color rojo cereza y una especie de boina vaquera.

– ¡Eh, vas ideal!…

– ¡Por fin habéis llegado! -Mira irritada el reloj.

Me apeo del coche.

– Yo no he tardado nada en prepararme…

Alis me da un empujón.

– No hace falta que lo jures…, ¡para meterte en la cama! Venga, venid, que estamos en la lista.

Saluda al tipo de la puerta.

– Vienen conmigo, Edo.

– ¡Está bien, entrad!

Alis nos arrastra mientras bajamos la escalera.

– Vamos, de prisa, ¡la música es genial!

Alis se dirige al guardarropa y lanza su chaqueta sobre el mostrador.

– ¿Me coges el numerito, si no te importa?…

Después se adentra entre la multitud. Me quito la cazadora y la pongo junto a las de Alis y Clod.

– ¿Las tres cosas juntas? -nos pregunta la encargada del guardarropa, una chica muy mona con el pelo negro y flequillo peinado de lado, unpiercing en la nariz y un chicle demasiado grande que mastica con la boca abierta.

– No…, no…, póngalas por separado.

– Vale, son quince euros…

Clod abre los ojos desmesuradamente.

– ¡Madre mía!

– No te preocupes, pago yo.

Por suerte llevo dinero.

La chica nos da los tres tickets.

– Toma, éste es el tuyo…

Me meto uno en el bolsillo de atrás y conservo el de Alis en la mano.

La veo, está bailando como una loca en medio de la pista. Me acerco a ella.

– Ten…

– ¿Qué es?

– ¡El ticket de tu chaqueta! -le grito al oído.

– ¡Ah, gracias!

Se lo mete en el bolsillo delantero arrugándolo por completo.

– ¡Caro, escucha qué maravilla!

Alis cierra los ojos y gira sobre sí misma. Alza los brazos y baila enloquecida saltando y cantando, siguiendo perfectamente el ritmo, con los ojos entornados, gritando a voz en cuello, alegre, dejándose llevar. Yo bailo delante de ella sacudiendo la cabeza, con mi espesa melena perdida en la música y agitando los brazos. Clod se une a nosotras sin perder un minuto y también ella se dobla sobre sí misma, baila divertida, ¡Vamos, chicos, somos grandes! Me alegro de haber venido a la fiesta. ¡El disc-jockey es fabuloso! Entra con Finley, pasa a Battisti, se supera con Tiziano Ferro y después de nuevo con la Pausini. Es un gran DJ, la música es genial, y todos bailan envueltos en las luces reflectantes que una bola proyecta con sus espejitos por encima de nuestras cabezas. Láser, humo, sonidos y ritmo, nos perdemos en la penumbra de la discoteca. Parecemos una marea imprevista, un mar danzante, unas olas musicales. Somos reflejos de sonrisas en la sombra, unos brazos que siguen el ritmo. Es una locura, se oyen risas constantemente, pero nadie bebe, fuma ni se ayuda de ninguna otra forma. Nuestra locura es natural, responde a la idea de estar vivos, de ser libres y despreocupados, y de tener la capacidad de abandonarnos a la música, ¡Ahora entran!

«¡Macho, macho man!…» ¡Los Village People!

– ¡Genial!

Bailamos las tres juntas, haciendo los mismos movimientos, precisos, que se ajustan perfectamente al ritmo.«¡Macho, macho man, tengo que ser un macho man! ¡Macho, macho man, tengo que ser un macho! ¡Hey!T»

Felices como nunca. De repente, el volumen de la música va bajando progresivamente. El disc-jockey habla con una voz cálida, suave, se diría que lo hace casi de puntillas.

– Y ahora, una dedicatoria especial… De un chico para su amor… Un amor que no ha dejado de buscar por todas partes… -El DJ se echa a reír-. Ese tipo debe de estar verdaderamente enamorado… Para ella, a la que por fin ha encontrado…

Y nos deja así, con esta última frase que se pierde en la oscuridad de la sala en tanto que suenan las primeras notas deShine on.

No me lo puedo creer… Es mi canción. La que me regaló Massi. Las parejas que abarrotan el local se abrazan y se besan con pasión. Lentamente, al ritmo de la música, siguiendo sus suaves notas. «¿Nos están llamando para nuestro último baile? Lo veo en tus ojos. En tus ojos. Los mismos viejos movimientos para un nuevo romance. Podría usar las mismas mentiras de siempre, pero cantaré. ¡Brillaré, simplemente, brillaré!»

Una pareja abrazada delante de mí. Besos interrumpidos por algún que otro rayo de luz. Él le acaricia la cara sonriendo. Otra pareja… Bailan lentamente, él le coge el pelo con las manos de vez en cuando, lo levanta, lo deja caer, y luego, sin dejar de sonreír, la besa. Un poco más allá, otra pareja baila mirándose a los ojos, como si alrededor no hubiese nadie, como si nosotros, ninguno de nosotros, estuviésemos aquí, sólo ellos y su amor. De improviso oigo una voz a mis espaldas.

– Tú eres lo que siempre he buscado. -Sus brazos me rodean por detrás-. Y esta noche te he recuperado al fin…

Cierro los ojos. No me lo puedo creer: es su voz.

– Te lo pregunto de nuevo… Dime que no eres un sueño…

Me vuelvo. Su sonrisa.

– ¡Massi!

Nos miramos a los ojos. Tengo la impresión de estar perdiendo el juicio.

– No me lo puedo creer… No me lo puedo creer… -Chsss…

Sonríe. Me pone un dedo sobre los labios y a continuación señala hacia lo alto, nuestra canción… «Cierra los ojos y se habrán ido. Pueden gritar que han sido vendidos, pero pagaría por la nube sobre la que estamos bailando. De modo que brilla, ¡simplemente brilla!»

– ¿Ves…?

Y se acerca a mí. Y me besa. Tengo la impresión de que el mundo se detiene. Y siento sus labios, su lengua, y me pierdo en su sabor, que me parece mágico. Y casi me da miedo abrir los ojos… Decidme que no estoy soñando…, ¡os lo ruego, decídmelo! Y cuando abro los ojos él sigue ahí, delante de mí. Sonriente. Me parece más guapo que en el pasado, que en mis recuerdos, que nunca. Y no sé qué decir, no logro articular palabra. Me gustaría contárselo todo: «¿Sabes?, perdí el número. Lo grabé en el móvil pero luego me lo robaron en el autobús, así que volví al lugar donde me lo habías dado, pero habían limpiado el escaparate. Prácticamente fui lodos los días a Feltrinelli, bueno, a decir verdad, al menos una vez por semana; también la última, la pasada. Pero de ti… no había ni rastro.» Me gustaría decirle todo esto y mucho más, pero no consigo hablar. Lo miro a los ojos y sonrío. Mi torpeza sólo puede deberse al amor. La verdad es que no sé qué decir, sólo consigo esbozar una sonrisa increíble y después pronunciar su nombre: «Massi.»

Y de nuevo: «Massi.»

¡Y él pensará que soy idiota, que he fumado o bebido, o que hace mucho tiempo que he dejado de ir a la escuela y que por eso no consigo formular ni una sola frase!

– Massi…

– Carolina…, ¿qué te pasa?…

– ¿Podrías volver a darme tu número, por favor? Y dime también dónde vives, a qué colegio vas, a qué gimnasio…

El suelta una carcajada, me coge de la mano y me secuestra allí mismo, en medio de la gente. En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en el guardarropa, saco el ticket, cojo al vuelo la cazadora, subimos la escalera y salimos a la calle. Mando un mensaje a Clod y a Alis mientras monto detrás de él en su moto. Él arranca y yo me inclino hacia adelante y me abrazo a él, y me pierdo así, feliz, en el viento de la noche. Hace un poco de frío, de manera que estrecho el abrazo. No me lo puedo creer. ¡Así que los milagros existen! Quería volver a verlo. Durante mil días habría sido capaz de hacer de todo, habría renunciado a lo que fuese con tal de que esto llegase a ocurrir. ¿Y ahora? Ahora estoy detrás de él. Lo abrazo con más fuerza. Nuestras miradas se cruzan en el retrovisor y él me sonríe y me escruta con curiosidad, como si dijese: «¿A qué viene este abrazo?» Y yo no le contesto. Lo miro y siento que mis ojos se tiñen de amor. A continuación los cierro y me dejo llevar por mi suspiro… y por el viento.