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Un poco más tarde. Todo está en calma. Incluso las hojas de los árboles parecen no querer hacer ruido, están prácticamente suspendidas en el silencio de una noche mágica. Estamos bajo la luna en un gran prado.

– Mira. -Massi me indica unos arbustos que hay en una colina-. Desde aquí no se puede ver, pero allí hay un castillo: este camino se llama del Agua Ancha. Cuando era pequeño venía a correr aquí, porque vivo al otro lado de la curva, en la via dei Giornalisti.

Y yo sonrío. Poco importa que en adelante alguien vuelva a robarme el móviclass="underline" yo ya siempre sabré dónde encontrarlo. Respiro profundamente. Ahora sólo estoy segura de una cosa: a partir de hoy ya sólo dependerá de nosotros que volvamos a perdernos. Y espero que eso no suceda nunca.

– ¿En qué estás pensando?

Bajo la mirada.

– En nada…

– No es cierto. -Sonríe y ladea la cabeza-. Dime la verdad, me has mentido, ¿eh?

– ¿Sobre qué?

– El móvil robado, el escaparate…, ¡que ibas a menudo al sitio donde nos conocimos! Al principio ni siquiera me reconociste.

Me acerco a él. Lo miro a los ojos y, de improviso, tengo la impresión de ser otra persona. De tener dieciséis o diecisiete años, Dios mío… ¡Puede que hasta dieciocho! Me siento convencida, segura, serena, decidida. Una mujer. Como sólo el amor puede transformarte.

– Jamás he dejado de pensar en ti.

Le doy un beso. Largo. Ardiente. Suave. Afectuoso. Soñador. Hambriento. Apasionado. Sensual. Preocupado… ¿Preocupado? Me separo de él y lo miro a los ojos.

– No vuelvas a marcharte…

De acuerdo, he de reconocer que esa frase se la he copiado a Rusty, pero a saber si el libro se publicará alguna vez… y, además…, ¿acaso no es preciosa? Massi me mira. Sonríe. Acto seguido me acaricia el pelo con delicadeza, su mano se enreda en él. Yo me apoyo sobre ella, como si fuese un pequeño cojín, y me abandono posando mis labios levemente entrecerrados sobre ella. Como las alas de una delicada mariposa, respiran su olor, esa flor escondida… Es el hombre que estaba buscando. El hombre de mi vida. Qué importante suena eso…

– Ven, sube.

Me pongo de nuevo el casco y en menos que canta un gallo me encuentro detrás de él. La moto asciende por un camino cada vez más angosto, culea, resbala sobre algunas piedras redondas que saltan a nuestro paso y abandonan el sendero perdiéndose en la hierba alta que lo circunda. La luna nos guía desde el cielo. Y la moto escapa por la vereda sin dejar de ascender, más y más cada vez, entre la hierba alta. Y sus ruedas, grandes y seguras, doblan las espigas, el verde y las plantas silvestres, y yo me abrazo con fuerza a Massi mientras subimos por la colina.

– Ya está, hemos llegado.

Massi pone el caballete lateral. Apoya la moto a la izquierda y me ayuda a bajar. Me quito el casco y lo dejo sobre el sillín.

– Ven…

Me coge de la mano. Lo sigo. Detrás de un gran árbol hay una pequeña plaza. Una explanada de tierra rojiza y, en el centro, un pozo construido con ladrillos antiguos. Es circular, con un cubo de cinc medio roto apoyado a un lado y una polea todavía unida a un viejo arco de hierro antiguo, negro, similar a un arco iris, sólo que de hierro y sin todos sus colores, que desaparece en los bordes del pozo.

– Mira abajo.

Me asomo, atemorizada. Massi se percata de mi miedo y me abraza.

– ¿Ves el agua que hay al fondo?… Se ve la luna.

– Sí, la veo… Se refleja en ella.

– La luna está tan alta porque está llena. Hay una antigua leyenda…

– ¿Cuál?

– Tienes que formular un deseo, y si consigues acertarle en el centro a la luna con una moneda, tu sueño se hará realidad. Es la leyenda de la luna en el pozo.

Se calla y me mira risueño. A lo lejos se oyen algunos ruidos nocturnos. Alguna luciérnaga se enciende y se apaga en la hierba de alrededor. Nada más. Massi se mete la mano en el bolsillo y encuentra dos monedas.

– Ten. -Me pasa una, después me da un beso y me susurra-: Procura acertarle a la luna…

De manera que me asomo al pozo. Ya no tengo miedo. Me inclino un poco más y alargo la mano. Ahí, en el centro, por encima de la luna. Cierro los ojos y formulo mi deseo. Uno, dos… Abro la mano y dejo caer la moneda en la oscuridad. Esta se aleja cada vez más de prisa, desaparece en el silencio del pozo. La veo girar, volar durante unos instantes… Luego nada. Entonces me concentro en la luna que está ahí abajo, en el fondo del pozo, reflejada en la oscuridad del agua. Y, de repente…, ¡plof!, veo que la moneda da de lleno en el blanco.

– ¡Le he dado! ¡Le he dado!

Salto de alegría, abrazo a Massi con todas mis fuerzas y le planto un beso en los labios. Él se echa a reír.

– ¡Muy bien! Ahora me toca a mí…

Espera a que el agua oscura del fondo vuelva a calmarse. Ya está. De nuevo reina el silencio. Una luna virtual resplandece otra vez en el fondo del pozo. Massi extiende la mano, cierra los ojos y, en ese momento, formula su deseo. Yo también los cierro y aprieto los puños deseando ardientemente que sea el mismo que el mío… Luego veo que abre la mano de golpe. La moneda cae en la oscuridad del pozo. Me inclino un poco más sobre el bcrde para intentar seguirla hasta que… ¡plof!

– ¡Ahí está! ¡¡Yo también he dado en el blanco!!

Y nos abrazamos y nos damos otro beso y otro y otro, mirándonos a los ojos, hambrientos de amor. Después nos separamos por un instante. Silencio. Lo miro.

– Qué pena que los deseos no puedan contarse.

– Ya… Si no, no se cumplen…

Massi sonríe en la oscuridad de la noche. Busca mis ojos.

– Sí…, así es.

Sin dejar de sonreír, se acerca a mí y me da un último beso, precioso, tan maravilloso que casi parece susurrar: nuestros deseos son idénticos…

Mayo

Películas que hay que ver en mayo:Aspettando il solé.

¿Canción del mes de mayo?Tre minuti, de Negramaro.

¿La atmósfera más romántica? En mayo, por descontado. El atardecer entre las 7 y las 8, cuando oscurece y el crepúsculo es rosa.

¿Estás enamorada en este momento? Me asusta decir que estoy enamorada, pero lo cierto es que soy inmensamente feliz.

¿Crees en los fantasmas? Creo que, en ocasiones, los recuerdos son fantasmas.

¿Perdonas la traición? Engañar significa que se ha dejado de amar. No hay nada que perdonar, lo que ocurre es que algo se ha acabado…

¿Eres vengativa? No.

¿Crees en el verdadero amor? Por supuesto.

¿Cuál es tu flor preferida? El ciclamen. Mi madre tiene uno precioso.

¿Crees en el flechazo? ¡Sí! Supongo que te refieres al amor, ¿no? Aunque no me gustaría recibir uno en el cuerpo.

No me lo puedo creer. Es el amor. El amor con mayúsculas, el amor loco, esa felicidad absoluta, ese que desplaza a todos los demás, por guapos que sean. Amor infinito. Amor ilimitado. Amor planetario. Amor, amor, amor. Tres veces amor. Querrías repetir esa palabra mil veces, la escribes sobre el papel y garabateas su nombre, pese a que, a fin de cuentas, apenas sabes nada de él. Nos vemos todos los días, aunque sólo sea diez minutos debajo de casa o por la calle.

– ¿Quedamos un momento?

– Caro, pero si acabo de dejarte hace un instante en casa…

– Tengo que decirte algo…

– Está bien.

Massi se ríe y al cabo de unos minutos estamos en medio de la calle, entre los coches, los autobuses, entre los vehículos que pasan a nuestro alrededor sin hacer ruido aparente. Estamos allí de pie, parados, mientras el resto del mundo gira.

– ¿Y bien?… ¿De qué se trata?

Me mira sonriente, arquea las cejas con curiosidad. Le gustaría poder leer en mis ojos y en mi corazón. No lo consigo. No lo logro. Y, al final, opto por la solución más fácil.

– Es que… soy feliz

Massi me abraza y me estrecha con fuerza. Después se separa un poco de mí, sacude la cabeza y me mira divertido al comprobar hasta qué punto estoy loca de amor.