– Estás completamente chiflada…
– Sí, por ti.
Los días sucesivos transcurren con tranquilidad, ¡Incluso me va bien cuando me preguntan en clase! Es increíble, casi no tengo que prepararme. Me basta con estudiar un poco para saberme la lección. Es magia. Clod y Alis no dan crédito.
– Por eso desapareciste de golpe… ¡Era él! Bueno, he de reconocer que el chico está muy bien.
– Sí, está muy bueno…
– Alis, con eso te quedas corta…
– ¡A mí me lo parece! Además, no es que lo conozca tanto, sólo lo vi esa tarde y las dos veces que ha venido a recogerte después. E insisto en que está muy bueno…
Alis siempre consigue hacerme reír.
– ¿Te has acostado ya con él?
– ¡De eso nada!
– Pues si no lo haces, te dejará…
«¿Por qué tienes que ser siempre tan aguafiestas?», me gustaría responderle. ¡Tengo catorce años! En mi haber cuento con algún que otro beso, un poco de confusión con respecto a los dibujos que hicimos en Ciòccolati. Luego Lorenzo y su mano… Y las cosquillas. Eso es todo.
– ¡Bueno, esta tarde quedamos en mi casa! -Alis parece muy decidida-. Las tres. Clase de anatomía. En pocas palabras, educación sexual… ¡Que no se pierda la experiencia que he adquirido gracias a Dodo!
– ¡Alis!
– No nos dijiste nada…
Nos mira sonriente.
– Porque no sucedió nada. Mantuvimos relaciones varias veces, sin llegar al final… ¡Aun así, quiero que comprendáis algo! Ahora sois vosotras las que tenéis novio…
Clod y yo nos miramos. Ella abre los brazos.
– ¡Nos toca!
Alis nos coge a las dos del brazo.
– Tiene razón.
– ¡Bien! ¡En ese caso, esta tarde «estudiamos» en mi casa!
Justo en ese momento pasa por nuestro lado el profe Leone.
– ¡Muy bien, así me gusta!
Alis se da media vuelta.
– ¡Las convertiré en dos estudiantes modelo!
Después se dirige de nuevo a nosotras:
– ¡Muy bien, así me gusta.
¡La tarde en casa de Alis es increíble! Ha instalado una pizarra en la sala.
– Entonces, a ver cómo os lo explico… Esto, como podéis ver, es… -dibuja con una tiza blanca- su cosa… Puede ser más o menos grande… La de Dodo era así.
Y nos indica la medida con las manos. Clod no logra contenerse.
– Veo que lo recuerdas bien, ¿eh? Alis sonríe.
– Como si se pudiese olvidar fácilmente. Bueno, debéis mostraros afectuosas con esa cosa, no tirar de ella, ser dulces, acariciarla arriba y abajo, sin empujar mucho hasta el fondo… Y sin tirar demasiado hacia vosotras… ¡Si no, se la arrancaréis!
Clod suelta uno de sus comentarios.
– Sí…, ¡para poder llevármela a casa! ¿Quién te crees que soy?, ¿el tío deSaw?
En ese preciso momento entra la madre de Alis.
– Chicas, yo salgo… -Luego ve la pizarra-. ¡Alis!
– ¡Mañana tenemos clase de educación sexual, mamá! No querrás que me suspendan, ¿no?
La madre mira de nuevo el dibujo que hay en la pizarra.
– Bueno…, si se trata de estudiar.
Y sale. Nosotras retomamos la lección. Alis es una profesora magnífica y con ella descubro cosas que jamás me habría imaginado que podían hacerse.
– ¿Os dais cuenta de que nuestros padres habrán hecho todo eso?
– ¡Puede que incluso más!
Me imagino a mis padres. Me resulta extraño. Luego a Massi y a mí…, y entonces me parece de lo más natural. Socorro. Se acerca el momento. ¿Qué sucederá?
Vuelvo a casa.
– ¡Ya estoy aquí!
Mis padres. Ale, están todos. Voy al baño, cierro con llave y me desnudo. Abro el grifo de la bañera, echo las sales que he comprado. Me pongo el albornoz y me encamino hacia mi habitación. Me encuentro con mi madre.
– ¿Qué haces?
– Quería darme un baño. A fin de cuentas, la cena tardará todavía un poco, ¿no?
– Sí.
Y me sonríe. Entro en la habitación, cojo mi iPod, los altavoces, y regreso al cuarto de baño. Cierro la puerta, lo conecto y lo enciendo. Ya está. El agua está ardiendo. Me quito el albornoz y después, poco a poco, me meto en la bañera. Me deslizo lentamente hacia abajo. Quema un poco, pero en cuanto me acostumbro me parece perfecta.
Empieza la música, al azar. Suena Alicia Keys, Me pirra. Lentamente me voy deslizando más hacia abajo. Mi cabeza toca el agua. Está caliente, está buena. Es relajante. El ligero aroma de las sales. Massi. Me encantaría que estuvieras aquí. Y así, pensando en él, me acaricio una pierna. Me lo imagino. Imagino que es una de sus manos. Siento su beso, su perfume. Subo la mano por la pierna. Su mano. Y, de improviso, sigo las instrucciones de Alis. Sonrío medio sumergida en el agua. Ahora sería capaz de hacerlo. Lo haría todo. El agua caliente es perfecta, echo la cabeza un poco más hacia atrás, arqueo la espalda, separo un poco las piernas. Apoyo los pies en las esquinas de la bañera, no pueden ir más allá… Sigo ligera, delicada, suave. Alis me lo ha explicado de maravilla. Me gusta. Y no me avergüenzo. No me avergüenzo estando así…
Tum, tum, tum.
Alguien llama a la puerta.
Me incorporo.
– ¿Quién es?
Intentan abrir. Está cerrada. Por suerte.
– ¡Soy yo, Ale! ¿Cuánto tiempo piensas estar ahí dentro. Caro?
– Oye, estoy muy a gusto, ¿de acuerdo? Así que espera un poco.
– ¡Mira que si no sales echo la puerta abajo!
Pum. Oigo que da una patada en la parte baja de la puerta. Con fuerza.
– Usa el otro baño.
Pum. Otro. Mi hermana, qué coñazo. Me pongo en pie. Me quito la espuma, me seco. Me pongo el pijama azul turquesa. Abro la puerta y salgo del baño toda perfumada, ligera. Me siento limpia. Tranquila. Relajada.
– Ya era hora…
Ale entra deslizándose por detrás de mí. No le hago ni caso. Gracias, Alis. Nos lo explicaste todo a la perfección. Sonrío. De una mañera u otra, se puede decir que ha sido mi primera vez. Me siento en el sofá. La cena todavía no está lista. Enciendo la televisión. Busco el canal 5, Ha empezado «Amici». La verdad es que me gustaría ser una de las participantes, pero sin competir, eso no. Se marchan todos, salen del estudio, sacan a empellones a la presentadora y yo permanezco allí, con mi pijama azul turquesa y el micrófono en la mano. Canto de maravilla. Y en las gradas está sólo él, Massi. Canto para ti, Massi.
Cojo el móvil y me pongo en pie sobre el sofá.
Iris.
La canto casi a voz en grito.
– ¡Caro! -Me vuelvo. Es mi madre-. ¿Has perdido el juicio?
Le sonrío.
– ¡Es mi canción favorita!
– Sí, sólo me faltaba ahora que participases en el festival de San Remo… Ven a la mesa, venga, la cena está lista.
– Sí, mamá…
Le sonrío y me ruborizo ligeramente. Un pensamiento repentino. Si sólo pudiese imaginar, si sólo supiese lo que ha ocurrido en el cuarto de baño. Y todo lo que me está sucediendo. Qué bonito sería en ocasiones no tener prejuicios y poder confiarse abiertamente, sobre todo con alguien como ella. Me siento frente a mi madre, despliego la servilleta y le sonrío.
– Mmm, qué bien huele… Debe de estar delicioso.
Mi madre no me responde y empieza a servirme. De manera que bajo los ojos y aparto de mi mente cualquier pensamiento, salvo uno. A menudo parece que estemos muy cerca cuando, en realidad, estamos muy lejos unos de otros.
He ido a ver a la abuela. Hacía tiempo que no iba a visitarla. Y, de alguna forma, me sentía culpable. Como si mi felicidad me apartase de su dolor. Hoy, sin embargo, Massi no podía venir a recogerme a la salida del colegio. De forma que he pensado que debía ir a su casa. Por todas las cosas bonitas que me han enseñado, tanto ella como el abuelo Tom. Una pareja maravillosa.