– Mmm…, la verdad es que están para chuparse los dedos.
Lo miro sonriente y le meto en la boca el trozo que ha sobrado. Lo mastica, sonríe y nos damos un beso. Un beso de tomate. Nos reímos al notar ese sabor. Me dejo caer sobre la almohada y él se echa encima de mí. Me besa con pasión. Luego se incorpora y me mira a los ojos. Sonríe. Da la impresión de que quiere decirme algo, pero permanece en silencio.
A mí también me gustaría decir algo: «Massi…, ¡has de saber que jugaréis con la camiseta azul oscuro!»
Pero no puedo. Me descubriría. De forma que lo estrecho entre mis brazos y me siento enormemente feliz de haber leído ese mensaje. Juro que jamás volveré a abrir uno, ¡lo juro, lo juro, lo juro! A menos que me lo pida él, claro está.
– ¿Qué te pasa, Caro, por qué sonríes así?
Pobre, no tiene ni idea, claro.
– Pensaba que ésta es la tarde más bonita de mi vida.
– ¿En serio?
Me mira entornando un poco los ojos, como si no acabase de fiarse de mí.
– Por supuesto, te lo juro.
– No sé por qué, pero siempre tengo la impresión de que me estás contando alguna mentira…
– Ya te lo he dicho… Siempre te digo la verdad…, ¡salvo en contadas excepciones!
Y, más contenta que unas pascuas, doy un bocado a la pizza que Massi estaba a punto de comerse.
He ido montones de veces a su casa durante el mes de junio. De vez en cuando le llevo bocadillos, pastelitos, croquetas, incluso calzones… Todas las cosas ricas que se pueden comer en Roma.
Hemos contemplado el atardecer desde la ventana de su habitación. Me he aprendido de memoria cada centímetro de su maravillosa espalda, y si fuese capaz de dibujar me bastaría cerrar los ojos para verlo frente a mí y copiarlo en una hoja de papel hasta en los más mínimos detalles: sus manos, sus dedos, su boca, su nariz, sus ojos, tan guapo como sólo yo consigo verlo, yo, que conozco su respiración, que lo he sentido quedarse dormido entre mis brazos y despertarse al cabo de un rato con una sonrisa en los labios.
– ¿Eh? ¿Quién es…?
– Chsss…
Y mimarlo como al más dulce de los niños. Y oírlo reír mientras me muerde el pezón y simula que mama, él, que de nuevo se queda dormido, sereno, respirando todo mi amor.
Durante los días que hemos pasado en su casa de vez en cuando ha recibido algún mensaje, pero yo, tal y como me prometí a mí misma, no los he leído.
Bueno, no es cierto. Los he leído todos. Cada vez que llegaba uno lo leía si estaba sola, y en cada ocasión al principio el corazón me daba un vuelco, y después sonreía.
El último mensaje fue el que acabó de convencerme: «¿Por qué has dejado de venir a los entrenamientos? ¿Te has enamorado?»
Sí, después de leerlo he sonreído y he tomado mi decisión.
Haré el amor con él, y por ese motivo me siento la chica más feliz de este mundo.
Julio
¿Héctor o Aquiles? Aquiles.
¿El patoDonald o Mickey Mouse? Mickey Mouse.
¿Luz u oscuridad? Depende del momento.
¿De qué color son las paredes de tu habitación? Azul claro.
¿Qué has colgado en las paredes de tu habitación? El póster del concierto de Biagio en Venecia, pese a que mi madre no sabe que fui; el calendario con las fotografías que hizo el abuelo; el póster de Finley y de Tokio Hotel, y un marco grande con mis fotos.
¿Bajo la cama? Espero que no haya un monstruo.
¿Qué te gustaría ser de mayor? Mayor.
Julio. Mes de playa. Circulamos arriba y abajo con los coches como locas. A Alis y a Clod les pirra la playa.
Por suerte, los exámenes nos han ido bien a las tres.
Si pienso en lo preocupada que estaba, por ejemplo, por las redacciones… Al final los títulos eran: «Escribe una carta, un artículo o una página de diario describiendo los años que has pasado en el colegio y las expectativas que tienes para el futuro», «Habla de un problema de actualidad que te parezca urgente resolver», «Escribe un informe sobre un tema que hayas estudiado y que te haya interesado particularmente». Elegí el primero, e hice bien. ¡Me pusieron un sobresaliente! Jamás había recibido uno durante el año en las redacciones; vamos a ver, siempre estuve por encima del suficiente y en una ocasión me pusieron un bien, pero sobresaliente jamás. En matemáticas tuvimos que resolver un problema sobre un prisma cuadrangular regular que tenia superpuesta una pirámide, además de resolver varios cálculos de áreas y de perímetros y, por último, cuatro ecuaciones. Además, las traducciones, de inglés y el test de comprensión. También el examen oral del final me salió bien, en realidad sólo me preguntaron sobre la tesina.
¡El profe Leone nos felicitó a las tres!
– Muy bien, chicas, la verdad es que no me lo esperaba…
Nos miramos. Al terminar el tercer año de secundaria tienes la impresión de haber puesto punto final a una etapa de tu vida, como si hubiese concluido un ciclo, y luego te marchas así, sin más.
– ¡Adiós, profe!
Alis y Clod están charlando alegremente. A mí me resulta difícil pensar en otra cosa distinta de cómo será mi vida a partir de ahora.
Caminan delante de mí. Las miro y sonrío. Clod, con sus pantalones anchos algo bajos de cintura, el pelo recogido como suele tener por costumbre, la mochila que le pesa sobre los hombros y agitando las manos para ayudarse en su explicación.
– ¿Lo has entendido, Alis? ¿No estás de acuerdo conmigo? Es importante…, fundamental…
Fundamental. ¡Menuda palabra! A saber de qué estarán hablando. Alis sacude la cabeza risueña.
– No, yo no lo veo así…
Faltaría más. Alis y sus convicciones. Alis siempre rebelde, revolucionaria a más no poder. Alis y su pelo suelto, siempre con algo de marca y ropa nueva.
Les doy alcance y las abrazo por detrás. Alis está a mi izquierda, Clod a mi derecha.
– Venga, no riñáis, siempre estáis discutiendo.
Las estrecho.
– Es que tenemos una visión distinta de las cosas…
Clod exhala un suspiro.
– Lo tuyo no es una visión, es el mundo a tu manera…
Y como si pretendiese consolarse, saca unos caramelos de chocolate Toffee del bolsillo de sus pantalones y empieza a desenvolverlos.
Nada, no dan su brazo a torcer. Intento distraerlas.
– ¿Os dais cuenta de que hemos terminado el colegio? Quiero decir que hemos acabado un período de nuestras vidas…, quizá no volvamos a vernos…
Alis se suelta de mi abrazo y se para delante de mí.
– Eso no lo digas ni en broma… Nosotras seguiremos viéndonos siempre. No debe haber ni escuela, ni chico ni nada que pueda separarnos.
– Sí, sí…
Me asusta cuando se comporta de ese modo.
– No. -Me mira intensamente a los ojos-. Júramelo.
Exhalo un suspiro y acto seguido sonrío.
– Te lo juro.
Alis baja un poco los hombros, parece más tranquila. Luego mira a Clod.
– Tú también.
– Ah, menos mal… Me habría molestado si no me lo hubieses preguntado también a mí. Te lo juro por Snoopy.
– De eso nada. Así no vale. «Te lo juro por Snoopy» es una pijada, y además ya está algo pasado…
Alis le arrebata el paquete de caramelos de las manos y echa a correr riéndose.
– ¡No! ¡Te arrepentirás de haber hecho eso!
Clod la persigue para recuperarlo.
– «Te lo juro por Snoopy» es un juramento perfecto.
Alis sube a su coche y se encierra dentro.
– Venga, devuélvemelos…
Alis saca un par, los desenvuelve y se los mete rápidamente en la boca. A continuación baja la ventanilla y le da los que sobran.
– Eh, el sábado quedamos en mi casa de campo. He mandado que preparasen la piscina. Será divertido, vendrán todos.
– ¿Todos, quiénes?
– Todos…, todos los que cuentan… ¡Y quienes vosotras queráis!