– ¡He visto una! He pedido mi deseo.
– ¡He visto otra!
– ¡Yo también, yo también la he visto?
– ¡Pues yo no consigo ver ninguna! -Creo que me están tomando el pelo. ¿Cómo es posible que sean ellos los únicos que las ven siempre?-. Disculpad… Quiero haceros una pregunta. ¿Qué pasa si dos ven la misma estrella? ¿El deseo vale la mitad?
Todos me miran mal. Pero, sea como sea, yo les he transmitido la duda. Veo que Giacomo escruta, a Lorenzo, que Lorenzo mira a Isafea, quien, a su vez, mira a Stefania, que, tras mirar al resto del grupo, en esta ocasión se limita a encogerse de hombros.
– No lo sé -admite, derrotada.
Y para mí eso supone ya una gran victoria. Después, trato de recuperar terreno.
– No, en una ocasión leí enFocus Júnior que, en cualquier caso, la estrella fugaz es un simple reflejo de algo que sucedió hace años luz, y que vale por completo para el que la ve…
Lorenzo exhala un suspiro,
– Menos mal…
¡A saber qué deseo habrá pedido!
Luego Corrado saca de su funda oscura, de piel, una guitarra último modelo, según asegura. Corrado Tramontieri es un tipo que viste de manera impecable. Bueno, al menos eso dice él. No hace sino vanagloriarse de sus elecciones y citar toda una serie de tiendas que yo, si he de ser sincera, no he oído mencionar en mi vida. Lleva unas camisas absurdas de rayas con un supercuello azul celeste con superdoble botón y unos puños del mismo color. Corrado Tramontieri es de Verona, dicen que él también es muy rico, pero a mí sólo me parece muy desgraciado. En estas vacaciones le ha pasado de todo. Por mencionar sólo una anécdota, el mismo día en que le robaron el coche a su padre, mientras estaba en la heladería que hay antes de llegar a Villa Borghese -donde venden unos helados que no es que sean mejores, son los mismos, pero cuestan un poco menos-, le birlaron la bicicleta. ¡De forma que el padre y el hijo se encontraron en Villa Borghese y se lo contaron el uno al otro! Se abrazaron divertidos. Quiero decir que a ninguno de los dos preocupaba lo más mínimo el robo. A ver quién es el guapo que se atreve a negar que eso es un insulto a la pobreza.
– Esta guitarra la usó Alex Britti en su primer concierto.
Luego se queda pensativo y comprende que lo que acaba de decir no hay quien se lo crea.
– Quiero decir que es el mismo modelo…
– Ah…
Y empieza con unos acordes. A continuación mira la luna como si buscase inspiración. Permanece así con los ojos cerrados, en silencio, delante de la hoguera que hemos encendido. Tengo la impresión de que no se acuerda de la letra. De ninguna canción. Sea como sea, al final se encoge de hombros y se lanza.
– «Oh, mar negro, oh, mar negro, oh, mar ne… Tú eras claro y transparente como yo…»
Lo sabía, lo sabía. Es la misma que cantó hace un año. ¡Y también el año anterior! ¡La verdad es que, con todo el dinero que tiene, en lugar de comprarse una bicicleta nueva se podría pagar algunas lecciones de guitarra!
Me acerco a Lore y se lo digo al oído:
– Creo que sólo sabe ésa…
Él se echa a reír.
– Ven.
Me coge de la mano y tira de mí y casi nos caemos al fuego y nos quemamos y saltamos con las dos piernas y nos reímos y nos alejamos corriendo hacia la oscuridad de la noche, con la respiración entrecortada a causa de la carrera, y me arrastra tras él y nos hundimos en la arena fría. Apenas puedo seguir sus pasos.
– ¡Eh, ya no puedo más!
Y, de repente, se detiene delante de una barca con una vela grande que está apoyada allí, en unos caballetes, con la proa de cara al mar. Casi parece estar lista para adentrarse en el agua, hacia la oscuridad de un horizonte desconocido. Pero no es así.
Lorenzo se apoya en el casco. Me acerco a él jadeando.
– Por fin… Ya no aguantaba más.
E inesperadamente me atrae hacia sí. Y me da un beso que me envuelve, que casi me rapta, me aspira, me succiona… Bueno, no sé cómo explicarme… Todavía no tengo tanta práctica. Pero, en fin, que se apodera de mí y me deja sin aliento, sin fuerzas y sin pensamientos. Y os juro que la cabeza comienza a darme vueltas, y entonces abro los ojos y veo las estrellas. Y por un instante veo pasar una luz por encimay me gustaría decir ahí está, mi estrella fugaz, y querría expresar mil deseos, pese a que al final sólo tengo uno: él. Ha llegado el momento y no tengo necesidad de pedir nada. Mi deseo ya se ha cumplido. Soy feliz. Feliz, ¡Soy feliz! Y me encantaría poder gritárselo a todo el mundo. Pero, en cambio, permanezco en silencio y sigo besándolo. Y me pierdo en ese beso. Lore…, Lore… Pero ¿es esto el amor? ¡Y sabemos a sal, a mar y a amor! Bah, sí, quizá sea eso. Y nuestros labios son muy suaves, como cuando luchas sobre uno de esos botes neumáticos y resbalas, pierdes el equilibrio y te ríes y caes al agua. Y entonces tragas un poco, te ríes y reemprendes la lucha. Sólo que la nuestra no es una lucha. ¡No! Los nuestros son besos dulces, primero lentos y después repentinamente veloces que se mezclan con el viento de la noche, con el ruido de las olas y el sabor a mar. Y yo respiro profundamente. Y casi lo susurro entre dientes.
– Por fin…
Lore aguza el oído y también él suspira entre dientes.
– ¿Por fin qué?
– Por fin has vuelto a besarme.
– Eh… -Me sonríe en la penumbra-. No sabía que te había gustado.
Esta vez la que sonríe soy yo, y no sé qué más decir. ¡Claro que me gustó! Me gustó un montón. Quizá en ciertos casos es mejor no decir nada para no parecer banales, de modo que sigo besándolo tranquila. Como cuando una está relajada, ¿sabéis? Y me gusta porque siento que me acaricia lentamente en la mejilla, luego introduce su mano en mi pelo y yo apoyo mi cabeza en ella… ¿Sabéis ese tipo de cosas que se ven en ciertas películas y que te gustan a rabiar? E incluso se oye una música a lo lejos como la de Corrado, que siempre es la misma, una música más fuerte que la de cualquier discoteca. No me lo puedo creer. Han elegido para nosotros una canción de Liga,Quiero querer. Y todo esto me gusta un montón y me abandono aún más. «Quiero encontrarte siempre aquí cada vez que lo necesite. Quiero querer todo y quiero lograr no crecer. Quiero llevarte a un sitio que no puedes conocer.» Esas palabras parecen perfectas… Cierro los ojos y canto para mis adentros mientras lo beso tranquila, serena, segura, pero, de repente…, oigo algo. Un movimiento extraño. Dios mío, ¿qué será? No, quizá me haya confundido. ¡De eso nada! ¡Es mi cinturón! ¡Sí! ¡Socorro! Ha metido la otra mano en mi cinturón. ¿Mi cinturón? Sí, me lo está desabrochando. Y ahora ¿qué hago? Menos mal que lo resuelve todo él.
– ¿Puedo? -me pregunta esbozando una sonrisa.
¿Y qué le dices en un momento similar? «Claro, por favor»… ¿Claro, por favor? ¡De eso nada! O: «Sí, sí, aprovéchate»… ¿Aprovéchate? No, ¡no puedo decirle eso! Es decir, un poco me lo imagino… Pero no sé muy bien lo que de verdad está sucediendo. Al final asiento a medias con un gesto de la cabeza. Y Lore no se hace de rogar. Acelera de repente y parece que le entra un hambre repentina y respira cada vez más de prisa, de modo que casi empieza a preocuparme. Jadea, se agita, lucha con mi cinturón. Y al final gana la batalla e introduce la mano en mis vaqueros. Pero aquí frena de improviso, lo siento… y. por suerte, su mano está caliente y se desliza por el borde de las bragas. Lore me da un beso más largo, como si tratase de tranquilizarme y, después, sin preámbulos, mete del todo la mano.
Interrumpo mi relato. Bebo un poco de tisana. Bebo lentamente mientras las miro.
– ¿Y entonces? -Clod está nerviosísima.
También Alis parece inusualmente atenta. -Sí, sí, ¿y luego?
Clod me sacude los hombros con las manos hasta el punto de que casi me hace derramar la tisana.