Abril
¿Tu bebida sin alcohol preferida? El zumo de manzana.
¿A quién te gustaría encontrarte? Habría dicho Massi de no haber sido por la historia del abuelo. Ahora él ocupa el primer lugar porque me encantaría haberle podido decir una cosa.
¿Ves el vaso medio vacío o medio lleno? ¡Lleno hasta arriba!
Si tuvieses que elegir una profesión, ¿cuál sería? Fotógrafa.
¿De qué color te teñirías el pelo? De azul.
¿Consigues hacer castañetas con todos los dedos? Sí.
¿Alguna persona te ha «dado algo» últimamente? ¡El profesor de italiano! ¡Me ha puesto un sobresaliente en la redacción!
¿Has amado ya a alguien hasta el punto de llorar por él? Sí, pero nunca se lo he contado a nadie.
¿Colcha o edredón? Las dos cosas.
¿Cuáles son tus platos favoritos? La pasta a todas horas. Y la pizza.
¿Prefieres dar o recibir? Dar.
¿Prefieres dejar o que te dejen? No hay respuesta.
No sabía lo que estaba a punto de ocurrir, pero desde el 1 de abril, ese día en que todo el mundo gasta bromas, ya sean grandes o pequeñas, comprendí que iba a ser un mes especial… El más especial de mi vida.
– ¿Y qué más? Sigue, Rusty James.
Me hundo en el sofá rojo, mi sofá.Joey está a mis pies, tranquilo, mueve de vez en cuando la cola y escucha conmigo las palabras que mi hermano nos lee. Su primera novela.
Nubes. Aunque todavía no está muy seguro del título.
– Me gusta muchísimo…, continúa.
Rusty respira profundamente y luego retoma la lectura.
– «Sólo disponía de un instante para alcanzarlo. Lo miraba mientras se alejaba corriendo con el pelo al viento…»
Escucho sus palabras, lo veo detrás de esa mesa de madera con pocos objetos encima, la silla de paja en la que está sentado y esas páginas que vuelve una tras otra mientras su historia va cobrando vida. Lo contemplo mientras lee, mueve las manos, se divierte, se adentra en lo que ha escrito, contándome mucho más de lo que expresan sus palabras. Y lo escucho con los ojos cerrados, me emociono, no sé por qué me entran ganas de llorar. Quizá esté más sensible últimamente. Tal vez echo de menos al abuelo. Lamento que no pueda estar sentado aquí, en el sofá, escuchando conmigo las palabras de mí hermano. Luego sonrío, pero mantengo los ojos cerrados. Quién sabe, quizá las esté escuchando.
– «Y acto seguido la abrazo con fuerza. Ella me mira a los ojos.
»-Pero…
»-Chsss.
»Le pongo un dedo en los labios.
»-Silencio, ¿no sientes mi amor?
»Ella esboza entonces una sonrisa. Yo también.
»-No vuelvas a marcharte.»
Rusty acaba la última página. Apoya las manos sobre la mesa. Yo abro los ojos.
– ¡Caro! ¡Has vuelto a quedarte dormida!
– No… -Sonrío. Tengo los ojos brillantes de la emoción-. Te estaba escuchando… ¡«No vuelvas a marcharte»! Es precioso… ¿Cómo se te ocurren ciertas cosas?
– No lo sé… Se me ocurren sin más…
– ¿Debbie tiene algo que ver?
– En absoluto…
Rusty se ruboriza levemente. Es la primera vez que lo veo un poco confuso, en fin, enrojecer de ese modo. A continuación me mira y sonríe.
– Bueno…, un poco sí tiene que ver… -Se pone serio de nuevo- Pero tú también… En la vida del escritor todo el mundo tiene algo que ver, dejan una palabra, una señal, una sonrisa, una expresión del rostro que permanece ahí, en la memoria, como una pincelada que nadie podrá borrar jamás…
«Ring.»
– ¿Caro? ¿Estás ahí?
Oigo fuera los gritos de mis amigas.
– ¡Eh, son ellas, han llegado!
Joey y yo salimos corriendo. Clod y Alis están ahí. Joey se pone a saltar delante de Clod.
– ¡Ven aquí…, precioso!
Se inclina hacia adelante y lo acaricia.Joey le hace un montón de fiestas y yo me siento algo celosa.
– ¡Veo que al final lo habéis conseguido!
– Había mucho tráfico…
Cierran sus coches, que han aparcado al lado de mi moto.
– Las bicicletas están ahí.
– Yo quiero la blanca… Es la más elegante.
Alis lo dice riéndose. En cualquier caso, la coge la primera y sube de inmediato a ella. Clod monta en la otra y yo en la que queda libre.
– Pero ésta es demasiado alta para mí…
– ¡Pues baja el sillín, Clod, así de sencillo!…
Ya está quejándose.
– Sí, pero no corráis demasiado, ¿eh?…
Rusty se asoma a la puerta.
– ¿Me habéis oído? Id despacio, ¿eh?… Ya os imagino haciendo carreras. Y no vayáis más allá de las caravanas que hay al final de la pista para bicicletas; cuando lleguéis allí, dad media vuelta.,.
Alis ya se ha puesto en marcha.
– Pero así es muy corto.
Rusty se enoja un poco:
– Caro, hay cuatro kilómetros hasta allí… Es perfecto. No hagáis que me arrepienta de haberos dejado las bicicletas… -Y ayuda a Clod a bajar el sillín.
– Ya está, así deberías ir bien. Prueba a ver.
Clod monta encima.
– Sí, es perfecto.
Y partimos así, a orillas del Tíber, por la pista para bicicletas roja, en silencio, con el río que fluye apenas un poco por debajo de nosotras y el ruido del tráfico a lo lejos. Me levanto sobre los pedales y alcanzo en seguida a Alis con dos pedaladas veloces.
– Vaya sitio tan fantástico, ¿eh?
– El que es fantástico es tu hermano…
Me mira con el pelo ondeando al viento y aire malicioso.
– ¿Te molesta si lo intento con él?
Sonrío.
– No. en absoluto. -A fin de cuentas, mi hermano no saldría jamás con una chica mucho menor que él,
Alis prosigue:
– Una vez me dijo que le recuerdo a su primera novia…, Carla. ¿Qué crees que quería decir?
– Vete tú a saber.
– Yo creo que se refería a otra cosa. No creo que te parezcas mucho a ella. Quizá se equivocase…
– Sí no me parezco a ella, entonces tengo yo razón. Era una manera de decirme que le gusto.
Alis alza los hombros y se pone de pie sobre los pedales para aumentar la velocidad. Yo también empiezo a correr. E inicia una carrera veloz en la que avanzamos una detrás de otra como si fuese el últimosprint poco antes de llegar a la meta.
– ¡Eh, mira que lo sabía! Esperadme… -Clod no altera su marcha y sigue con su pedaleo lento.
Un poco más tarde. El sol está a punto de ponerse, la pista para bicicletas está vacía, casi hemos recorrido ya los cuatro kilómetros. Me vuelvo hacia ellas.
– Eh, chicas, regresemos…
Clod asiente de inmediato.
– Sí, estoy cansada. -Me mira-. Hace más de media hora que pedaleamos.
Alis, en cambio, insiste:
– No, yo quiero hacer otro cuarto de hora; después podemos volver.
– Pero de ese modo dejaremos atrás las caravanas.
– ¿Y qué más da?, no hay nadie. Tengo que adelgazar.
Alis se pone los auriculares del iPod, como si no quisiese escuchar a nadie, se levanta de nuevo sobre los pedales y arranca a toda velocidad con un impulso increíble, como si pretendiese hacer un último esfuerzo.
– Espera…, espera-
Pero ya no nos oye.
– Venga, Clod… Vamos.
– No puedo, de verdad…