– No puedo decírselo.
– Vale, pero si busca a alguien a quien le importa un comino la vida humana, que haría cualquier cosa, atrocidades incluso, para salvar un escarabajo o un ratón, ése es Brendan Royall.
11
Era el único nombre con que se habían topado dos veces y gracias a fuentes bien distintas. Brendan Royall era el antiguo alumno de Jenny Burden, el muchacho a quien nunca habían parecido importarle demasiado los derechos humanos, pero que había cometido once delitos relacionados con el robo y la consiguiente liberación de animales.
Para Quilla, que se apellidaba Rice, según descubrió Wexford, Brendan Royall era el enemigo, el activista que no sólo manchaba la reputación de sus protestas, sino que hacía cosas que quebrantaban todos sus principios. Wexford creía que era la indignación hacia el caso que Jenny había mencionado lo que la impulsó a hablar con él.
– Todos los animales a los que supuestamente dejó en libertad murieron. Los pájaros no sabían volar, y Brendan no sabía con qué alimentarlos. Un día, mientras llevaba a los animales en la caja de su furgoneta, las puertas traseras se abrieron. Fue una auténtica masacre, una barbaridad. No creo que le importara demasiado, porque lo había hecho por principio, como él mismo decía.
– Me sorprende que no haya venido -comentó Gary-. Esperaba que apareciera en cuanto surgió el primer campamento. Esto es lo que le va.
Quilla asintió con vigor.
– No tanto la destrucción del paisaje como los insectos y demás. La Araschnia lavaría y el frígano amarillo. Mataría a cien personas para salvar un solo insecto palo. Una vez le oí decir que las personas no eran necesarias, sino unos parásitos.
Wexford les ofreció llevarlos a casa. En un principio se negaron alegando que podían ir a pie y que no querían molestarlo, pero empezaba a llover de nuevo, y Wexford repuso que, de todos modos, le iba de camino. Quilla dijo que desconocía el paradero de Brendan Royall. Debería estar allí, montando algún numerito a orillas del Brede, y no comprendía por qué no estaba. La última vez que Gary había tenido noticias de él, Royall se hallaba en Nottingham, pero Quilla se había topado con él más tarde, durante una acción destinada a practicar un túnel para comadrejas bajo la autopista A314 a la altura de Suffolk. El problema radicaba en que, al igual que ellos, carecía de domicilio fijo.
– Sus padres viven por aquí -señaló Quilla-. Es posible que Brendan fuera a la escuela en esta zona.
– Sí -asintió Gary-. No sé si vive por aquí, pero me dijo que su abuelo tenía una casa muy grande cerca de un sitio llamado Forby, y que debería haberla heredado él, pero que su padre se la agenció.
– Qué típico de él decir algo así.
– Quería convertirla en un santuario para animales importados ilegalmente. Era una casa enorme con mucho terreno…, pero su padre la vendió. Le dio a Brendan parte del dinero, pero eso no le bastaba. Quería la casa o bien todo el dinero para la causa.
Eran casi las seis cuando Wexford llegó a la comisaría. No había noticias de Planeta Sagrado. Si hubieran llamado se lo habrían comunicado por el móvil, pero aun así había abrigado la esperanza…
– Ese tal Brendan Royall es la pista más sólida que tenemos de momento -dijo a Burden-. Es la clase de tipo que buscamos, totalmente obsesionado con lo que todos ellos llaman Naturaleza con N mayúscula, indiferente a la vida humana… -Al pronunciar aquellas palabras hizo una mueca, pero Burden fingió no darse cuenta-. Gary Wilson afirma que no entiende por qué no ha venido para unirse a la protesta, pero yo sí lo entiendo, al menos eso espero.
– ¿Te refieres a que pertenece a Planeta Sagrado? ¿Que no está en ninguno de los campamentos, sino en otro lugar, con los rehenes?
– ¿Por qué no? Quiero que todo el mundo deje lo que está haciendo y salga en busca de Brendan Royall. Alguien, tú, si quieres, debe hablar con Jenny para ver si recuerda dónde vivían… o viven los padres de Royall. Sólo hace seis años, y ese tipo no tiene más de veintitrés. Su abuelo tenía una casa por aquí; seguro que en Forby hay alguien que la conoce. No creo que cueste mucho localizarla. Que entre el equipo para que podamos poner a todo el mundo en antecedentes.
La tercera reunión del día tuvo lugar a las seis y media. Todos habían regresado de lo que habían resultado ser expediciones de búsqueda infructuosas. Karen Malahyde había ido a un bloque de pisos de protección oficial en Guilford, donde una anciana cansada le había dicho que no quería volver a ver a su hija jamás, y por fin encontró a Frenchie Collins enferma en una habitación mugrienta del barrio de Brixton. Había estado en África y contraído alguna infección de la que tardaría mucho tiempo en recuperarse. Karen no halló razón alguna para dudar de ella cuando le dijo que había perdido veinticinco kilos.
Barry Vine había hablado con miembros de KCCCV, mientras que el sargento Cook y su agente asignado se habían entrevistado con el colectivo Corazón de Madera, cuya líder, una joven con mucho empuje, preguntó a Burton Lowry si tenía planes para aquella noche. El agente repuso con expresión gélida que debía dedicarse a la caza de unos secuestradores, a lo que la mujer contestó que quizás en otra ocasión, al tiempo que le lanzaba una mirada larga y cargada de significado. Wexford no se enteró de aquellos detalles. Habló a los miembros de su equipo de Brendan Royall, sus padres, la casa del abuelo y los once delitos que había cometido.
– Organícense ustedes mismos. Yo volveré a hablar con la señora Burden, pero ustedes pueden proceder como consideren más conveniente. No hace falta que les diga que no hemos sabido nada más de Planeta Sagrado… Otra cosa: empiecen esta noche, pero no trabajen hasta muy tarde. Lo mejor será preparar el terreno para mañana. Todos estamos sometidos a una gran tensión y necesitamos dormir. Por supuesto, quedan cancelados todos los permisos y bajas, así que mañana debemos presentarnos temprano y en forma. Procuren dormir bien esta noche. Pueden retirarse.
Captó un destello en los ojos verdiazules de Nicky Weaver, un destello que se le antojó, quizás equivocadamente, lleno de simpatía y compasión. Aquella mujer lo atraía. No era la clase de mujer que él admiraba, pues se alejaba muchísimo del prototipo de muchacha dulce, joven y bonita, lo que no hacía más que empeorar las cosas. ¿Por qué tenía que sentir eso precisamente ahora? ¿Por qué experimentar una emoción que le hacia sentir culpable cuando lo único que quería en el mundo era recuperar a Dora? Pese a todo, no podía dejar de pensar en lo maravilloso que sería que Nicky fuera a casa con él, para beber una copa, escuchar sus penas, cogerle la mano y…
Alguien le había dicho que adoraba a su marido, un hombre que la había instado a dejar de trabajar cuando sus hijos eran pequeños y que, como ella no le había hecho caso, la castigaba con la más completa inactividad. Nicky se veía obligada a contratar a una canguro por las tardes porque, aunque no sentía aversión a quedarse en casa, su marido se negaba a hacerlo si ello implicaba cuidar de sus hijos. Pero Nicky no toleraba que nadie hablara mal de él…
– Despierta -exclamó Burden-. Has dicho que irías a mi casa para cenar conmigo y hablar con Jenny, ¿recuerdas?
– Sí, sí, ya voy.
– Prescindiendo de Brendan Royall, estoy convencido de que Trotter está metido en el ajo de algún modo. He vuelto a hablar con él esta mañana, y Vine lo ha ido a ver a esa pocilga en la que vive. Sé que asesinó a esa chica, Ulrike Ranke, y tengo la teoría de que ofrece sus servicios como matón. Ya sabes…, un hombre mata una vez, le coge el tranquillo y está dispuesto a volver a matar…, pero esta vez por dinero…
– Trotter no mató a esa chica, Mike.
– Me gustaría estar tan seguro de eso como tú.
– No, no te gustaría en absoluto. Lo que te gustaría es que hiciera caso de todas esas chorradas que cuentas sobre Trotter y la chica, a pesar de que sabes perfectamente que no pienso hacerlo. Respecto a lo otro, ¿dónde encaja la teoría del matón a sueldo? Aún no han matado a nadie.