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Querida, mientras tu reposo dure, procuraré escribirte con mayor asiduidad, si posible fuera todos los días, aunque sean misivas breves e insustanciales. Lo importante es que mi recuerdote acompañe, te ayude a sobrellevar la enfermedad. Y, en tanto, mucha calma, vigila las transaminasas y tenme al corriente de tu estado. No hagas caso de vaticinios. Nadie puede prever la duración de una hepatitis. Conozco casos que se han resuelto en quince días, aunque esto no sea lo corriente, y otros que han demorado meses. Confiemos, amor. De momento, yo me siento a tu lado y espero pacientemente contigo,

E. S.

12 de setiembre

Queridísima:

¿Escuchas música? ¿Qué mejor cosa podías hacer? Me describes tu habitación con tal lujo de pormenores que te sitúo sin esfuerzo en ella. Verdaderamente Federico, tu hijo, es muy cariñoso y solicito contigo. Mozart, Haydn, Bach…Un menú musical selecto! Yo nunca te hablo de música. Difícilmente nos entenderíamos. La música y las matemáticas son para mi dos áreas remotas, desconocidas. Soy devoto de la música popular; a la alta música no llego. Muertos Machin y Gardel, el sentimiento desapareció de la música, murió con ellos. Nada extraño. En literatura, pintura, incluso en la vida, está sucediendo otro tanto. El sentimiento ya no es estético. Pero yo, terco de mi, sigo exigiendo al arte sentimiento. Y concretamente en la música, al tiempo que una emoción, busco en mi pasado, la evocación del tiempo que se fue. Soy un nostálgico contumaz. Para mi, Machin viene a representar lo que la famosa Magdalena para Proust. Escuchar Angelitos negros equivale a remover toda mi juventud. Los grandes músicos, en cambio, me dicen poco. A los maestros me acerco tímidamente, con respeto, si, pero también con recelo. Y a veces encuentro algo, como en la Novena, de Beethoven, o en Las cuatro estaciones, de Vivaldi, pero no creo que sea porque yo me eleve sino porque ellos hicieron concesiones.

Lo de los jóvenes me da miedo. Cada vez que voy a casa de los Cerviño y oigo la música desacompasada, el volumen infernal a que la escuchan los chicos, salgo asustado. Aquí, en Cremanes, sucede igual con los jóvenes Aspiazu.¿Por qué esta pasión juvenil común por la música violenta? ¿Por qué la ponen tan alto? ¿Qué es lo que no quieren oír?

Confío que un día, cuando estemos juntos, aciertes a educar mi oído. La conciencia de que pasamos por la vida sin sacar partido de muchas cosas bellas me entristece. Tú sabrás ponerme un día en disposición de comprender a Chopin. Sueña con ese día tu devoto,

E. S.

13 de setiembre

¿Cómo te encuentras, amor? Me gustaría poder contarte una historia que te absorbiera, una historia apasionante y minuciosa, como las que me contaba mi difunta hermana Eloína cuando niño, cada vez que caía enfermo con anginas. Las anginas fueron la enfermedad de mi infancia. Casi te diría que de los tres a los quince años, durante los crudos inviernos del pueblo, apenas abandoné la cama. Recuerdo que, estando con fiebre, la cama me desazonaba, no encontraba lugar para la cabeza y tanteaba con los pies entre las sábanas buscando un rincón inédito, no recalentado. Al atardecer, cuando mayor era mi desasosiego, entraba de puntillas en la habitación, con su calceta, mi difunta hermana Eloína, se sentaba orilla mi vieja cama de hierro y empezaba a relatarme una historia interminable, llena de incidencias y sorpresas. No recuerdo cuánto tiempo duraban sus relatos pero, inevitablemente, al concluir, yo estaba tranquilo, relajado bajo las mantas. ¡Qué sensación tan placentera! Así me gustaría atenderte a ti. ¿Te pone tu hijo música todos los días? ¿Vigilas las transaminasas? Cuídate, amor; hay alguien en el mundo que te necesita.

Te quiere un poco más cada día,

E. S.

15 de setiembre

Queridísima:

Tu imagen me persigue las veinticuatro horas del día. Me levanto con tu fotografía entre los dedos y me duermo (es un decir) contemplándola. Ahora me obsesionan las zonas difusas de tu cuerpo: el hoyuelo donde tu garganta concluye, las axilas, el tibio triángulo que divide tus pechos. A veces te acaricio con los ojos con tal insistencia que llego a percibir una sensación táctil. Entonces se hacen notorios los más insignificantes accidentes de tu pieclass="underline" los poros, el breve y brillante vello rubio, partículas infinitesimales de salitre. A la noche, claro está, me asaltan sueños libidinosos. ¡Ese tirante mínimo que rodea tu cuello! Anoche, en mi duermevela, lo desataba morosa y amorosamente en un juego erótico elemental. ¡Qué turbación, mi amor! ¿Es posible, criatura, que uno pueda despertar al erotismo a los sesenta y cinco años? ¿Qué extraño bebedizo me has dado para encender en mi pecho estos deseos adolescentes?

Te propongo un plan, contando de antemano con tu aquiescencia. El día 25 hay luna llena. ¿Por qué no nos encontramos mirándola, a las doce de la noche, mientras escuchamos ambos la Pequeña serenata nocturna, de Mozart? Sería excitante vivir unos minutos pensándonos mutuamente. Para evitar errores de horarios convendría guiarnos por el informativo de Radio Nacional. ¿Estás de acuerdo? Habla.

Tuyo,

E. S.

17 de setiembre

Querida:

Acabo de recibir una tuya enfurruñada. ¿Qué arte me doy para sacarte de quicio? ¿Soy yo impertinente o eres tú suspicaz? ¿Las dos cosas, tal vez? Mi amigo Onésimo Navas sostiene que en el matrimonio no es aconsejable una excesiva semejanza entre las partes ni una disparidad radical. Esto es, el matrimonio funciona cuando existen puntos de acuerdo y puntos de discrepancia. Los primeros engrasan la convivencia, los segundos suministran temas dialécticos gracias a los cuales la comunicación perdura. Es una teoría inteligente que Baldomero Cerviño suscribe poniendo su caso como ejemplo. En efecto, Esperanza, su mujer, era una persona delicada pero introvertida y melancólica. Él,Baldomero, como buen andaluz, todo lo contrario: exultante, arrebatador, festivo. Esperanza se insertó en sociedad gracias a Baldomero y Baldomero no se desbordó, se mantuvo en el comedimiento, gracias a su mujer. De la amistad podría decirse otro tanto. Baldomero y yo intimamos antes que por nuestras afinidades, que son muchas, por nuestras desemejanzas. El antagonista, lejos de ser un enemigo, viene a darnos fe de que existimos.

Eres injusta al afirmar que me avergüenzo de La Correspondencia Sentimental y si tú escribes en una revista de la que yo me avergüenzo nuestra discrepancia es esencial. En primer lugar, yo no puedo avergonzarme de lo que no conozco, no me fijo en este tipo de revistas, ya lo sabes, para mi como si no existiesen. Y, en segundo, si ese papel me puso en contacto contigo, la razón de mi vida, aunque fuese por azar, sin propósito deliberado, ¡bendito sea ese papel!

Olvídate de mis consideraciones mal medidas o improcedentes. Ahora me arrepiento dela mía última donde te hablaba de la excitación erótica que en mi promueve tu fotografía. Tenla por no escrita, no es de recibo.

Tuyo de corazón,

E.S.

19 de setiembre

Muy querida mía:

¿Se te pasó ya el berrinche? ¿Estás más animada? La admonición no te sienta, cariño, no concuerda con la mujer alegre, despreocupada, de las fotografías. Toda mujer, al sentirse amada, propende al autoritarismo, y con mayor razón cuando su enamorado se muestra dócil, proclive a la lisonja. Entregarse con demasiada premura, sin condiciones, tiene estas quiebras.

Ayer tarde, después de pasear un rato a Ángel Damián por la carretera, encontré en el bar a Aquilino, el molinero. Andaba un poco cargado y este hombre, con vino, es inmisericorde. Habla y habla imprudentemente, siempre alrededor de él, en perpetua quejumbre. Se queja de la cabeza, del hígado, de los pies. Nada le funciona, de todo se adolece. Los pies, en efecto, recalentados y llenos de durezas, los tiene hechos una lástima, pero ¿qué menos se puede tener a los sesenta años? Aquilino es un hombre que metido en confianza (y el vino se la da) note hablar más que de sus alifafes. Estos hombres que se quejan de todo, que todo les duele, no tienen razón de existir. no se puede triturara un semejante a cuenta de nuestros padecimientos, creo yo.

El año no viene tan flojo de fruta como parecía en principio. Excepto la ciruela claudia, que, en ayunas, me regula el vientre y que este año no hemos probado, la cosecha ser media y la de nuez, excepcional, quizá la mejor en los últimos veinte años. Pero falta gente joven para el apaleo y la nuez que hay que cogerla antes deque cuque, pues si no, entre los chicos y los pájaros no queda una en su sitio. La nuez de estos pagos es mollar, aquí le dicen pajaritera, y casca fácilmente mediante una leve presión. Más adelante ver‚ de enviarte un fardillo para que las pruebes.

Tuyo de corazón,

E.S

20 de setiembre

Amor mío:

Aunque expresamente no lo digas es obvia tu predilección por tu hijo Federico. A tu hija, a tu yerno, a tus nietecitas, apenas si los mientas. Tan sólo hablas de él, de Federico, debilidad muy comprensible, puesto que en la ‚poca que vivimos resulta insólito un muchacho consagrado a su madre enferma, haciéndola un té, poniéndola música en el tocadiscos, acompañándola. ¡Edificante! Tu pasión por Federico es tan notoria que en tu última apenas me hablas de otra cosa, insistencia justificada ya que yo, en la mía, olvidé responder a su consulta, obsesionado como estaba con el tonto pleito de La Correspondencia Sentimental. Una pregunta previa: ¿va a mencionar tu hijo mi nombre en su tesis? Tal cosa no me agradaría. Tu hijo no comprende, o no quiere comprender, mi trayectoria en El Correo, mi desinteresado sacrificio de mediador y mi subsiguiente holocausto. Federico, tu hijo, es mi más severo juez, querida. Tu hijo transfiere al cauce profesional sus traumas sentimentales. Perdona que vaya con estos cuentos hasta tu lecho del dolor, pero a la altura de nuestra relación sería pueril ocultarlo: Federico está celoso de mí. Tu hijo, único varón en la familia al fallecer tu marido, te quiere en exclusiva, para él solo; yo sobro. Pero seguramente, a su edad, considera bochornoso reconocerlo así y prefiere destruir mi imagen, desprestigiarme, quitarme el aura (si es que alguna tuve), cualquier cosa con tal de minimizarme ante tus ojos. A su edad esto es disculpable, pero me preocupa su tesis y, si no es mucho pedirte, me gustaría echarla un vistazo antes de que la presente. Insístele en un extremo: a El Correo más daño que Madrid y que la propia censura le hizo el encasillamiento de sus dirigentes, empezando por el nuevo director y terminando por el Consejo. Siento curiosidad por ver la interpretación que don Juan Manuel Aldama hace de unos hechos que únicamente conoció de referencias. Le temo a su pluma ácida, a su lengua pugnaz. ¿Qué opinar el Joven Aldama sobre mi caso? ¡Vaya usted a saber! De todos modos seria necio oponerme a que Federico le entrevistase. Está en su derecho y me hago cargo de su curiosidad (que, en el fondo, también es la mía). Ya veremos porqué registro sale. Pero salga por donde salga, ten la segundad de que ni estos contactos, ni su desapego, ni las ideas socialistas de que tu hijo alardea, empalidecen mi afecto hacia su persona, mi gratitud por las atenciones que te dispensa. Bastaría esto, aunque no le adornaran otras cualidades, para que en lo más profundo de mi corazón le haya adoptado, desde hace tiempo, como hijo.