Выбрать главу

E. S.

3 de octubre

¿Qué nos sucede, amor, de un tiempo a esta parte? ¿Cómo puedo ser tan torpe y chapucero que en cada carta te suministre un motivo de enojo? ¿Tantas veces te he repetido lo de las transaminasas que he llegado a irritarte? La insistencia en este caso, querida, no es sino prueba de interés. No soy médico, claro, ni siquiera aficionado, pero interpretar el análisis de una hepatitis es muy simple, está al alcance de cualquiera, máxime si tenemos el anterior a la vista para compararlos. Pero no te tomes un berrinche por tan poco, amor. Yo me conformo con saber que vas mejor aunque lógicamente me intranquilizo cuando transcurren semanas sin información concreta sobre el asunto.

Lamento haberte ofendido con lo de la fotografía, pero debes hacerte cargo. Querubina, mi ama de cura, es mujer honorable y, en cierto modo, juiciosa, pero, como buena viuda fondona, proclive a la chismorrería, de tal modo, que si yo adornase con flores tu fotografía en bañador, a la media hora andaríamos en lenguas por todo el pueblo. No, no se trata de que yo sea esclavo de las convenciones sociales, entiéndeme, sino que aquí, en Cremanes, como en todas estas aldeas de Castilla, un acto semejante no sería bien interpretado. Los indígenas aceptan el bikini en las playas, inclusive aquí, en las piscinas de los veraneantes, de los forasteros, pero que el Eugenio (como aquí me dicen), un hijo del pueblo, se enamore de una mujer que se baña medio en cueros, y, para mayor escarnio, exhiba su retrato como un reto, constituiría motivo de escándalo. La gente rústica es así, querida, y yo no puedo cambiarla. Por sabido, no comparto su reacción, no me merece aprecio, pero ¿quieres decirme qué adelantaría provocándola? No te alteres, Rocío, por favor, date a razones: no me avergüenzo de ti, pero si, con el tiempo, vas a ser una asidua de este pueblo, ¿qué gano enrareciéndote el ambiente?

Por días me vuelvo susceptible e irritable. Necesito comprensión. A ciertas horas me invade el desaliento. ¿Por qué? El mundo me deprime, Rocío, me asusta. Preciso de alguien en quien confiar, en quien apoyarme cuando las aguas se agitan y el naufragio amenaza.

No quiero afligirte más. Piensa en ti, cree en ti, sueña contigo,

E.S.

5 de octubre

Amor:

Hoy luce un día azul, esplendente, atemperado por una dulce brisa del norte. La madura luz de la mañana, con un toque macilento en la arboleda del soto, es ya decididamente otoñal. De pronto, como convocado a corneta, el pueblo entero se ha puesto en movimiento y ha comenzado la recolección de la fruta. Diríase que el vecindario aguardaba a que se fuera el último veraneante, Julio Aspiazu, el navarro, que marchó ayer. En el vallejo todo es fragor de motores, voces, actividad… También yo bajé temprano a la huerta. Además de los ciruelos, un moral y dos perales, tengo veintitrés manzanos (cinco reinetos y docena y media de camuesos), una propiedad pequeña pero que da para entretenerse. Los reinetos, por más tardíos, pueden aguardar hasta la segunda quincena, pero el camueso ya está en sazón. La manzana suelta bien este año, demasiado bien, ya que hay frutos que se desprenden al vencer la rama y ya se sabe que manzana golpeada es manzana perdida.

La recolección suele ser faena familiar, compartida, de ahí que esta mañana, al verme solo, encaramado en un camueso, me diera por soñar, te imaginara a ti al pie, sonriéndome y charlando, haciendo bolsa con el vuelo de tu falda, mientras yo, desde lo alto, te iba arrojando frutos. Una visión relajada, entrañable, sentimental. Y así, como por juego, sin tomármelo muy a pecho, llené cinco canastas que, a un promedio de veinte kilos, hacen un total de cien. Si estuvieras más cerca te facturaría una caja, pero la manzana es fruto perecedero, aguanta mal el porte, y hasta Sevilla es más que probable que no llegara una sana. Más adelante las probarás.

Para mí esta manzana, tan tiesa y aromática, es la de mejor paladar que hay en España y si carece de fama es porque a los castellanos nos faltan dos cualidades esenciales para vender: sentido cooperativo y espíritu de comercialización.

Releo tu última. Nadie adivinaría que escribes desde la cama. Tu letra, aplicada, firme, de trazo grueso, no se ha alterado con la enfermedad, sigue siendo la misma de siempre. ¿Cómo te las arreglas? ¿No te levantarás a hurtadillas para escribirme? Ten cuidado. Antes que la caligrafía está tu salud… ¿Te has fijado en los rasgos duros de la P y de la Q? Te confiar‚ un secreto: soy un poco grafólogo. Aprendí las primeras nociones de don Próspero Mediavilla, mi antecesor en la jefatura de redacción, un versado maestro. ¿Te enojarás si te digo cómo eres? No, no te rías, la Grafología es una cosa sería, una ciencia, aunque la mayor parte de los seres ignoren que cuando rellenan una cuartilla se están desnudando (síquicamente, se sobreentiende), expresando sin ambages su carácter. Pues bien, querida, de tus rasgos caligráficos deduzco que eres una mujer presumida, sensible, resuelta y de carácter fuerte. El inolvidable don Próspero hubiera matizado más, pero yo, simple aficionado, soy incapaz de pasar de ahí. Los calificativos, aunque troquelados, poco flexibles, en conjunto son halagüeños. Me agradan las mujeres presumidas, sensibles y resueltas. En cuanto al carácter fuerte, depende del grado. Los caracteres débiles, como hojas en el viento, me resultan despreciables, si que también me enfaden los excesivamente autoritarios. Mi difunta hermana Eloína era un tanto dominante, sin duda las responsabilidades, en cambio Rafaela, la maestra, representaba el equilibrio, un carácter entero pero dúctil y condescendiente.

Adiós, cariño, espero tus noticias con avidez. Mi estómago sigue manando fuego pero es mayor aún el que inflama mi corazón. Tuyo,

E.S.

8 de octubre

Amor:

¿No bromeas? ¿Es cierto lo que me dices? ¿Es verdad que te han dado de alta? ¿Cómo va a ser posible que en apenas tres semanas hayas superado la hepatitis, una enfermedad tan larga y pertinaz? ¡Bendito sea Dios! Esto quiere decir que las transaminasas están en orden ya que las transaminasas marcan el índice, hablan con mayor rigor que el doctor. Aceptémoslo con júbilo, querida, pero con prudencia; no nos precipitemos. No tomes la autorización del doctor al pie de la letra; come de todo pero con método. Vigila las grasas; no te atiborres de platos indigestos. ¿Has adelgazado? En esta enfermedad es frecuente adelgazar, el reposo no llega a compensar la dieta sin condimento. Mi difunta hermana Rafaela, si mal no recuerdo, perdió cuatro kilos en el trance. Claro que su enfermedad fue más prolongada.

Me sorprende el tono de tu carta, inane, sin vibración. Hablas de tu restablecimiento como de un vulgar incidente cotidiano. Posiblemente la hepatitis te ha dejado desmadejada. El paquete muscular de las extremidades inferiores suele quedar enerve, flojo, pero su recuperación es rápida, cuestión de días. A pesar de todo, tu decisión de encontrarnos en Madrid el día 15 me parece un poco precipitada. ¿Estarás en condiciones de viajar para esas fechas? Yo ardo en deseos de conocerte, de charlar contigo, pero ¿no sería más sensato dejar transcurrir otro par de semanas? No guía mi juicio afán dilatorio alguno, bien lo sabes, sino cuidado por tu salud. Dices que quieres hablarme. Eso mismo anhelo yo desde hace meses, mi amor. Tras medio año de relación epistolar, estimo que el contacto personal se impone, se hace por días más apremiante. Pero vayamos con calma. ¿Qué ganamos, después de tantas cautelas, apresurando las cosas si con ello provocamos una recaída? La hepatitis no suele volver, es cierto, pero ¿y si volviera? Seamos prudentes, mi vida; recapacitemos. Si, a pesar de todo, persistes en tu idea (nadie mejor que tú para medir tus fuerzas) lo procedente es poner en ejecución nuestro viejo plan: día 15, dos dela tarde, Restaurante Milano. Pero reflexiona antes de decidir, por favor. Precisamente el día 15 pensaba yo recoger las reinetas, pero la manzana puede aguardar. ¿Sabes lo que me dieron este año los camuesos? Seiscientos cincuenta kilos. No es un récord, ni siquiera una cosecha media, pero si han de pagarlas a diez pesetas, que es lo que están ofreciendo los intermediarios, hubiera ganado más dejándolas en el árbol, tal como hacen Ángel Damián y otros amigos.

Pero volvamos a lo nuestro. Lamento sinceramente que Federico, tu hijo, no pueda acompañarte. ¿Es éste su último curso? Otra cosa: tras la delicada prueba de Madrid, si todo saliera bien y tú no mandas otra cosa, me apetecería visitarte en tu ambiente, en Sevilla!, pasar unas semanas contigo allí. Esta hermosa ciudad, que siempre encerró para mi una magia especial, se ha convertido de pronto, por mor de tu residencia en ella, en el ombligo del mundo. De todos modos, querida, reprime tu impaciencia, reflexiona, aún estamos a tiempo, no te fíes de los dictados de tu corazón. Sufro un terrible ataque de hiperclorhidria. Mi estómago es un volcán.

Tuyo sin reservas,

E.S.

12 de octubre

Amor mío:

De acuerdo. Me faltan arrestos y voluntad para imponerte otro aplazamiento. Sea, pues, el día 15.

Creo te indiqué ya que paro en el Hotel Imperio, nada del otro jueves pero está limpio, cuidan la temperatura y el conserje, Marcelo, me llama por mi nombre, detalle de agradecer en una urbe donde el anonimato es la norma. Por añadidura, el precio es arreglado. Hasta la hora convenida permanecer‚ allí, haré que me suban los diarios de la mañana y así entretendré la espera. Si algo necesitaras, llámame por teléfono.

Trato de controlarme, de aparentar serenidad, amor mío, pero estoy lejos de sentirla. Este paso es tan definitivo que los nervios del plexo se contraen y a duras penas me dejan respirar. ¡Difíciles vísperas! Confío que no tomes a mal lo que voy a decirte. Desde chiquito dormí en una desproporcionada cama de hierro, la vieja cama de mis padres que nos llevamos del pueblo. Me hice así a la holgura, a los grandes espacios, a la libertad. Aquella libertad es hoy mi esclavitud; la cama es amplia pero fría, excesiva, mi más ferviente deseo es compartirla.

¿Qué sucederá dentro de tres días? ¡Tremenda incertidumbre! Hasta el día 15, querida, a las dos, en el Restaurante Milano, primer tramo de Ferraz subiendo desde plaza de España.

Te idolatra.

E.S.

20 de octubre

Muy señora mía:

Su carta de esta mañana no me ha sorprendido, más bien la esperaba después de nuestro desafortunado encuentro del pasado día 15. Tampoco me ha sorprendido su tono, ceremonioso y protocolario, aunque sí, lo confieso, los agravios gratuitos de su segunda mitad. Aquello, lo de Madrid, no discurrió por los cauces previstos; descarriló. ¿Cómo fue posible una frustración semejante? No lo sé, pero al decirnos adiós había entre nosotros mayor distancia que en el momento de saludarnos. Su actitud evasiva, reservada, se fue acentuando a medida que avanzaba el almuerzo. Pese a mis esfuerzos, usted rehuyó una y otra vez mis miradas y en el momento crucial en que, jugándome el todo por el todo, extendí disimuladamente el brazo sobre el mantel y traté de tomarle una mano, usted la retiró de golpe como si se le arrimara una víbora.