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… Mientras tanto… me importa ser cada vez más fiel a lo que veo. Es cierto, mi imagen de lo exterior nunca será "perfecta", pero en realidad tampoco me importa que lo sea.

Parte de mi equipo es un grupo de lentes y filtros que aumentan mis posibilidades.

Hay cosas que los filtros dejan pasar y cosas que no. Esto puede ser muy útil. Por ejemplo, impiden que entren cosas dañinas (como un estímulo demasiado poderoso). Permiten también teñir mi impresión de un tono específico (ver todo rosa, ver todo azul, ver todo gris), según mi estado de ánimo.

¡Es bárbaro!… aunque peligroso, si accidentalmente me olvido que es por el filtro que lo veo así.

Las lentes me sirven para aumentar o achicar mi campo perceptivo. Con una de ellas puedo ver el pequeño detalle de las cosas; con otra tengo una vista panorámica y global de los sucesos. Aquí también, cuando pongo la lente adecuada a mi intención, todo sale bien.

Cada hecho requiere un tiempo diferente para ser registrado; por eso, una de mis regulaciones es la del tiempo de exposición.

Todos los procesos implican tiempo. Y éste depende de la velocidad de los hechos, de su intensidad y de mi interés. Cuando algo implica mucho tiempo, recurro a un elemento que llevo conmigo: un trípode. Este me permite esperar con comodidad un hecho… sin apurarme… sin ansiedad… sin riesgo de retratar lo equivocado, cuando lo que espero sucede.

Cuando estoy paseando, sin expectativas, sin objetivos y con la lente al descubierto, puede suceder que se me conecte el disparador automático. De repente siento: ¡clic! y sólo después me doy cuenta de lo que incorporé.

Estas fotos suelen ser las mejores, nada programado o intencional, nada voluntario; sólo el ¡clic! imprevisto y espontáneo.

Casi me olvido de algo importante. Tengo una tapa. Cuando me la pongo, el mundo desaparece y estoy en contacto sólo conmigo. Es muy útil para alejarme un poco de lo de afuera y también para descansar.

Es importante tener mucho cuidado con correr la película después de cada foto. ¡Esta es una limitación para tener en cuenta siempre!

Sólo puedo sacar una foto por vez.

Cualquier intento de incorporar dos situaciones juntas, resultará en una superposición (imagen confusa) o en una foto velada (falta de imagen).

Por suerte, últimamente he logrado incorporarme un dispositivo de seguridad que permite que, hasta no haber terminado todo el proceso con una situación, sea imposible comenzar con otra.

Este dispositivo es una gran ayuda, pero más me gusta tener presente yo misma el límite:

No puedo ocuparme de más de una cosa a la vez.

Eso, eso…

No puedo ocuparme de más de una cosa a la vez.

CARTA 16

Claudia:

No hay traducción para Gestalt. Un conjunto. Para un alemán, puede querer decir forma o nosotros, es algo así como una dupla de figura-fondo. Como te decía cuando era cámara fotográfica: sólo es posible ocuparse de una cosa a la vez; esta cosa es la figura; el resto, todo el resto, es el fondo de eso que me ocupa en este momento.

De instante en instante, algo desde el fondo pasa a primer plano y se transforma en figura, al tiempo que aquella se resuelve o es vuelta al fondo.

De hecho, estas dos formas son las únicas que podemos usar para pasar de una figura a otra. La vuelvo al fondo o la resuelvo.

Una de las expresiones gráficas más claras de este fenómeno, es el de los perfiles y la copa (atribuidos a Dalí). Cada uno puede ver la copa en blanco (sobre fondo negro) o los perfiles en negro (sobre fondo blanco), pero nadie puede ver las dos figuras a la vez. Es claro, ¿no?

Un ejemplo práctico (y que por otra parte es el que July me dio a mí), podría ser el siguiente:

Me estoy ocupando de una interesante conversación con vos. De pronto, siento tensión en mi vejiga, que identifico con mis ganas de hacer pis.

No quiero interrumpir mi conversación y entonces, por un momento, consigo mandar mis ganas de hacer pis de vuelta al fondo y mantener esta conversación como figura.

Sin embargo, si la conversación se prolonga, llegará un momento en que la necesidad de hacer pis se impondrá y ya no podré volverla al fondo.

La única posibilidad que tengo para poder atender la conversación, es suspenderla por unos minutos para ir al baño y continuarla luego. De lo contrario, no podré estar en ninguna de las dos cosas: ni con vos ni con mi pis.

Estar interrumpido es hallarse en una situación donde dos figuras (o más) compiten por ser resueltas. Dos contenidos se desplazan mutuamente, consiguiendo paradójicamente permanecer irresueltas.

Interrumpir, paradójicamente, no es hacerte esperar unos minutos; interrumpir es seguir conversando con vos y estar pendiente de otra cosa.

Para la Gestalt, este tema de las interrupciones, junto a su derivación obvia: las situaciones inconclusas, son el punto de partida fundamental de la tarea terapéutica: conectarse a cada momento con el aquí y ahora.

Este no es un concepto nuevo, ni siquiera "guestáltico". En 1927 un investigador llamado Zaigernik realizó una experiencia que luego sería confirmada por otros científicos del área de la conducta.

Zaigernik tomó una muestra de la población al azar (incluidos niños, adolescentes y ancianos de ambos sexos)Dijo a los sujetos que les iba a proporcionar una serie de tareas (veinte) para que completaran, y que cada una tenía un límite estricto de tiempo. Las tareas eran la solución de problemas matemáticos, el ensartado de cuentas, la copia de figuras y la construcción de objetos con cubos y otros materiales. Daba a los sujetos las tareas y siguiendo su plan, a una parte de individuos les cortaba a la mitad aunque se les permitía acabar realmente. En la otra mitad, los sujetos eran interrumpidos antes de finalizarlas, dejándoles suponer que el tiempo asignado había expirado. El verdadero experimento comenzaba aquí. Una vez completadas o interrumpidas las veinte labores, se les pedía a los sujetos que hicieran una lista de las tareas en las cuales habían trabajado. El resultado: como promedio, los sujetos recordaban doble de tareas incompletas respecto de aquellas que se les había permitido completar. Muchos sujetos pedían al experimentador que les dejase acabar las tareas inconclusas (aun sabiendo que la experiencia había concluido) para terminarlas. Y más aún, en algunos casos, dejándolos solos en las mesas de trabajo, éstos revisaban entre los papeles las tareas inconclusas y hasta registraban el escritorio del experimentador en su busca, para poder terminarlas. El hecho de “recordar” mejor las tareas incompletas que completas, conocido desde entonces Como el efecto Zaigernik, se interpretó en ese momento como la pauta de que existía un sistema de energía motivacional puesta al servicio de una tarea cuando esta se comienza y que, por supuesto, sólo se agota si esta tarea se concluye. En caso contrario, permanece como energía flotante e indisponible para otras tareas.

Desde mi propia manera de comprender el efecto Zaigernik, éste es el más claro ejemplo de cómo las situaciones inconclusas, si bien pueden ser postergadas y enviadas al fondo de nuestra conciencia, quedan allí durante algún tiempo, pero antes o después pugnarán por hacerse figuras para reclamar resolución.

Algunos años después, seguidores de Zaigernik continuaron el experimento de la siguiente forma:

El i. un re-test volvían a darle a los examinados las pruebas no resueltas. Una vez más, dejaban al sujeto concluir el 50% de ellas (cinco) interrumpiéndolos en las otras cinco. Entonces, se le volvía a preguntar en qué pruebas había trabajado y se comprobaba (otra vez) que las pruebas no concluidas eran doblemente recordadas en relación a las otras. Y un dato más: estas últimas pruebas, primero interrumpidas y luego concluidas, no eran más recordadas que aquellas terminadas en el primer intento (cosa de brujos, ¿no?).