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Cuando sentimos insatisfacción, a veces, exigimos más y en realidad queremos mejor. No nos damos cuenta de que la respuesta del otro a mi exigencia no puede ser mejor. Su respuesta sólo puede ser más.

Cuando me pongo necio te exijo que me prestes más atención, que te ocupes más de mí, que me des más cosas, que me dediques más tiempo, que me quieras más… ¡que me quieras más!, como si vos pudieras hacer algo para quererme más.

En última instancia, cuando me Pongo necio, exijo. ¡Exigir! Hay dos maneras de exigir: una es explícita y conserva, por lo menos, la virtud de lo franco; la otra es turbia y subyacente.

Ninguna de las dos se parece a pedir.

Pedir es enunciar mi deseo con claridad y permitirte decir Sí o No, dejarte la posibilidad de elegir.

En la exigencia, en cambio, no acepto un No como respuesta. Esto que yo quiero es lo que tenés que hacer o lo que corresponde que hagas.

Sí. Dentro de mí, yo ya decidí (?) que debés decirme que la más cruel y hostil de mis exigencias es aquella en la que ni siquiera te digo lo que quiero. Lo que espero de vos ahora es titánico.

Primero, tenés que adivinar qué es lo que estoy esperando y después, por supuesto, dármelo.

La exigencia aquí es implícita. Yo sólo sugiero sutilmente mi expectativa y descanso con todo mi peso sobre vos…

Si vos adivinás, yo aceptaré graciosamente lo que desde vos decidiste darme. Si no adivinás, entonces siempre tengo a mano la postura que me permite zafar: y podrías haberte dado cuenta".

Aprender a pedir es uno de los grandes desafíos del ser persona.

No toda la gente sabe pedir. Conozco a quienes jamás han pedido nada, o "peor" dicho jamás pedir nada. Ellos sienten que pedir es ponerse en manos del otro.

No pueden aceptar que no son autosuficientes. Temen a sus propias debilidades y, sobre todo, cualquier rasgo que implique dependencia, los aterra.

Muchos de ellos se ufanan de no pedirle nada a nadie. Pero buceando un poco en su historia personal, en sus conductas habituales, en sus relaciones más cercanas y encontrarás siempre lo mismo: exigencias veladas y detrás de ellas más exigencias.

Lo mejor de mí que puedo darte es lo que quiero darte.

Lo mejor de vos que podés darme es lo que quieras darme.

De vos.

No quiero LO MÁS. Quiero LO MEJOR.

CARTA 20

Cierro los ojos y vuelo…

Aparezco donde vos estás. Te veo.

Me acerco.

Te recorro con mis ojos. Más cerca.

Te acaricio. Siento tu piel.

Tus manos frías (hoy están frías). Te huelo.

Mis labios rozan tu frente, Y vos ni te das cuenta.

o quizás sí…

Quizás en este momento estás pensando en mí sin saber por qué.

CARTA 21

Claudia… No comprendo qué me querés decir con que perdiste el tiempo".

"Perder" el tiempo, "Ganar" tiempo, "Tener" tiempo… Nunca comprendí bien estas frases…

Berne dice que hay seis maneras de estructurar el tiempo (y sólo seis) y que, además, todos tenemos "hambre" de tiempo estructurado.

Yo no coincido con la idea del hambre: de la necesidad de estructurar el tiempo; o mejor, más que no coincidir es que no creo que sea hambre, creo que es un hábito, una pauta cultural.

Intentan hacernos creer que necesitamos estructurar el tiempo, saber qué vamos a hacer con él.

Usar el tiempo, puede ser útil para incorporar un “darme cuenta” de cómo uso mi tiempo.

No el tiempo, sino mi tiempo.

Las seis maneras de Berne son:

1) La intimidad

2) Los juegos de vida

3) La actividad

4) Los pasatiempos

5) Los ritos

6) El aislamiento

Es como una escalera: el último peldaño es el punto de contacto real con el otro.

Intimar no tiene nada que ver con el vínculo de pareja. Intimar se refiere a cualquier relación entre dos seres que son auténticamente libres y permiten que el otro sea auténticamente libre.

Intimar deriva de In-timo. El timo es una glándula que se encuentra en los niños pequeños dentro del tórax, muy cerca del corazón y que cumple un ciclo vital, atrofiándose a medida que el niño crece. En la pubertad, ya no existe.

Intimar es sentir a alguien dentro de mi pecho, cerca de mi corazón, adentro de mí.

Los juegos son las secuencias repetidas a través de las cuales me relaciono con otro, creyendo que intimo.

Son intercambios ulteriores (tienen un mensaje encubierto, una transacción subyacente) y se denominan Juegos porque tienen jugadores, reglas, comienzo, desarrollo, fin, ganadores y repartos de premios.

Eric Berne escribió todo un libro listando los juegos que jugamos (Games the people play), que yo creo vale la pena leer.

Como ejemplo de juego, vaya el del Triángulo de Karpman.

Este juego es para tres jugadores:

Agresor

Salvador

Víctima

La secuencia es bien conocida: el agresor daña a la víctima y el salvador trata de evitarlo.

Todo esto es aparente, claro, porque si realmente lo salvara o si el agresor realmente eliminara a la víctima, el juego terminaría y ninguno… repito: NINGUNO de los jugadores quiere dejar de jugar.

Esta continuidad se consigue de dos formas: una es la de dos jugadores con roles elegidos estáticos -por ejemplo un agresor y una víctima- que buscan nuevos actores para jugar el tercer papel, necesario para la situación dramática.

Cuando el salvador se cansa, se rinde o se va de vacaciones, aquellos dos buscan otro actor.

La otra forma de permanecer es mucho más sutil y requiere de buenos y dúctiles jugadores: consiste en la permanente rotación de papeles. Nadie se aburre y se puede llegar a niveles "profesionales".

Se me ocurre darte un ejemplo:

El niño está en uno de esos días cargosos, llora todo el tiempo, se caga encima, nada lo conforma… y cuando la madre se altera, el niño empieza a romper cosas. La madre se declara impotente y espera la llegada del padre (¡Vas a ver cuando llegue tu papá!).

Comienzo del juego

Niño A

Víctima

Padre

Cuando el padre llega, la madre le cuenta y le exige que haga «algo" (?)… (¡porque así no se puede seguir!).

El padre le pega al niño. El niño llora “desconsoladamente". La madre se acerca a "consolarlo" (Bueno, bueno, bebé, ya pasó).

Primera rotación

Padre A

Madre

El padre se siente estafado y desautorizado; entonces se pone firme y exige que continúe el castigo. La madre le dice que es un bruto y un sádico, y en una crisis nerviosa empieza a tirar platos. El niño se acerca al padre y lo lleva a su habitación.

Segunda rotación

Madre A.

Niño

Así, el juego continúa hasta agotar todas las rotaciones posibles, para luego… recomenzar por la primera. (Lindo rebusque, ¿eh?)

Quiero aclararte que cualquier parecido entre la secuencia de este juego y alguna situación de la política internacional, es mera coincidencia.