Lo otro que decís respecto a ser demostrativo, en mi opinión, no tiene que ver con el sentir.
De hecho, son cosas diferentes: "hacer", «mostrar" y "demostrar".
Tomá unos minutos para responderte estas preguntas, antes de seguir leyendo:
1. ¿Qué es mostrar? ¿Para qué te muestro?
2. ¿Qué es demostrar? ¿Para qué te demuestro?
Con seguridad, habrás notado que:
«Mostrar" es hacer algo evidente para que vos lo veas. "Demostrar", en cambio, es una actitud que intenta probar algo para que vos lo creas.
Todo esto significa que cuando "muestro", parto del prejuicio de que no ves y cuando "demuestro", parto del prejuicio de que no creés.
Cuando mi relación con vos no está prejuiciada… Cuando soy auténticamente yo y permito que seas auténticamente vos, entonces no prejuzgo. Por lo tanto, no te muestro nada, no demuestro que te quiero, simplemente soy yo mismo y hago lo que siento, sin ocuparme de que lo veas o de que lo creas.
Y lo veo tanto así, que cuando me encuentro a mí mismo tratando de mostrar algo, o queriendo demostrar lo que soy o lo que siento, me doy cuenta de que estoy manejando, que no me estoy siendo fiel, que estoy condicionado y condicionándote. Y últimamente… cuando muestro y demuestro, me siento ridículo.
Tenés todo el derecho de no ver y, sobre todo, el derecho de no creer. ¿Quién soy yo para querer que vos veas o creas lo que yo veo o creo?
Si todos estos argumentos no fueran suficientes, me pregunto ¿de dónde sé yo que no verías si no te mostrara?, o ¿no creerías si no lo demostrara?
Es evidente que la única manera es: Yo, en tu lugar, no hubiera visto o: Yo, en tu lugar, no creería…
¡Proyección! Pura proyección. Porchia dice:
"Si Yo soy Yo porque Vos sos Vos y Vos sos Vos porque Yo soy YO,
entonces ni Yo soy Yo ni Vos sos Vos.
Pero si Yo soy Yo porque Yo soy Yo y Vos sos Vos porque Vos sos Vos,
entonces sí:
Yo soy Yo y Vos sos Vos"-
CARTA 30
Ay, Claudia:
Por fin me pedís algo fácil.
El Orgasmo es nada más que la inevitable consecuencia de hacer el amor.
Por si no está claro:
LA INEVITABLE CONSECUENCIA DE HACER EL AMOR.
CARTA 31
Claudia:
No quiero correr, tampoco detenerme. Quiero caminar.
¿Qué diferencia hay entre correr y caminar? ¿Es velocidad?
No, estoy seguro de que no. Se puede caminar rápido y también se puede correr con lentitud.
¡No! No es eso.
Acabo de salir a la calle… corrí y caminé, rápida y lentamente. Entonces me di cuenta… Cuando camino, siempre uno de mis pies está en contacto con el suelo. ¡Siempre! Cuando corro, hay un momento, un instante, en el cual estoy en el aire, sin ningún contacto con el piso.
Esto me aclara por qué el riesgo de caer es mayor cuando corro.
No quiero correr, quiero caminar. -¿Caminar? ¿Hacia dónde? -Hacia adelante.
– ¿Dónde es "adelante"
– No lo sé… Adelante es hacia donde voy. -¿Cómo?- ¿Retroceder no existe?
– No, hoy creo que no.
CARTA 32
Claudia:
Volvé a tu niñez y dejáme que te cuente un cuento, o mejor dicho, dos.
ILUSION
Había una vez un campesino gordo y feo que se había enamorado (¡cuándo no!) de una princesa hermosa y rubia.
Un día la princesa (Vaya a saber por qué) le dio un beso al feo y gordo campesino… y mágicamente éste se transformó en un esbelto y apuesto príncipe… (Por lo menos, así lo veía ella) (Por lo menos, así se sentía él)
El primero de estos cuentos es mío y lo escribí hace unos años.
El segundo lo escribió mi hijo cuando tenía ocho años y está transcripto tal como fue escrito.
¡Ocho años! ¿Te das cuenta…? ¡Ocho años! ¡Qué envidia!
Me llevó más de treinta años de vida, diez años de estudio, cuatro años de terapia, siglos de existencia, descubrir esto que mi hijo resume en una frase a sus ocho años: no importa lo de afuera, importa lo de adentro".
Hace unas semanas, en uno de los grupos, un paciente, Gerardo, comentó algo que había leído: que los hijos son como un enano subido a los hombros de un gigante (Y es tan cierto).
Pienso en mis hijos… cuánto los amo!!… y recuerdo ahora: "… si te amo, disfruto viéndote crecer las alas y disfruto viéndote volar".
Demián y Claudia entran en esta habitación, se sientan en el suelo y me miran escribir.
Dejo de escribirte a vos… Les escribo a ellos. Hijos…
Me gustaría ser su plataforma de despegue me gustaría ser su viento favorable
me gustaría ser un espacio muy abierto y a qué negarlo
me gustaría ser un compañero de vuelo. Pero me doy cuenta
de que ninguno de ustedes me necesita para volar lo único que ustedes realmente necesitan
es tenerse a ustedes mismos. ¡Con eso basta!
CARTA 33
Amadísima:
En una de las primeras cartas, te dije que una de las características de los neuróticos es la inmadurez y agregué que este concepto se relaciona con transferir el apoyo ambiental al autoapoyo.
Bien, ¿qué es el autoapoyo?
John Stevens dice que cuando un hipnotizador consigue hacer entrar a alguien en trance hipnótico y le dice "ahora va a sentir frío", el hipnotizado jerarquiza más la palabra del hipnotizador que sus propias sensaciones.
De alguna manera, todos vivimos hipnotizados.
Nos han repetido tantas veces las mismas cosas… Las hemos escuchado de nuestros padres, tíos, maestros y vecinos… Las hemos leído en libros y revistas… Hemos visto a nuestros seres más queridos acatar esas palabras, sin cuestionarlas jamás…
Y, finalmente, hemos quedado hipnotizados. Creemos más en esas palabras que en nuestro propio sentir.
Y lo que es peor, estamos tan bien entrenados para este proceso, que algunos de nosotros hemos conseguido autoabastecemos de mensajes hipnóticos. ¡Hemos conseguido autohipnotizarnos!
Autoapoyo tiene que ver con deshipnotizarse. Autoapoyo es darme cuenta de que mis pies son suficientemente fuertes para aguantar mi peso.
Autoapoyo es conectarme con mi sentir ("Abandona tu mente y vuelve a tus sentidos", decía Fritz).
Autoapoyo es pedir ayuda sin depender.
Autoapoyo es confiar en mí mismo por sobre todas las cosas.
Autoapoyo es abandonar definitivamente lo que yo llamo la conducta líquida.
Conducta líquida surge de un paralelo entre una propiedad física de los líquidos y una característica de la personalidad neurótica.
Un líquido no tiene forma: se adapta a la forma del recipiente que lo contiene.
Cuando funciono así, tratando de moldearme según lo que los demás me exigen, cuando me creo solamente la suma de las imágenes que los demás tienen de mí, cuando sólo intento responder a las expectativas de los otros, entonces tengo una conducta líquida.
– ¿Qué querés entonces? ¿una "conducta pétrea -¡NO, NO y NO!